El tiempo pasa volando y, a la que quieres darte cuenta, volvemos a la casilla de salida. En este artículo hacemos un repaso de lo que ha dado de sí este año en el blog y repasamos todas las entradas publicadas por si te has perdido alguna. ¡Empecemos!
Empezamos el año con los trucos que presentó Xosé Castro en la edición de 2016 del congreso SELM. Unos ingredientes de éxito para cualquier traductor que se precie. Entre los consejos destacan el hecho de llevar un proceso de producción eficiente, cerciorarse de que recibimos los materiales completos y que dominamos nuestras herramientas de trabajo, entre otros.
Recibimos febrero con una entrevista a varios correctores editoriales que nos hablaron de su trabajo. Para entender mejor su labor, cómo trabajan y qué suelen corregir, no te pierdas esta entrada. Utilísima para aspirantes a correctores y también para traductores que deseen saber quién y cómo corrige sus textos.
Los inicios nunca son fáciles y en esta entrada os hablé de mi experiencia: los miedos, los aciertos y también los fracasos que puede conllevar este trabajo. De lo mas personal que he escrito en el blog. Si quieres saber qué meteduras de pata he tenido durante mi carrera y cómo he conseguido hacerme un hueco en esto, este es vuestro artículo.
Marzo llegó con unos consejillos para ser más productivo. Cada maestrillo tiene su librillo, pero creo que son aplicables a cualquiera, tenga la especialidad que tenga. Así podremos ser más eficientes y sacar más provecho de nuestras horas de trabajo.
Al hilo de la plataforma Hermes para trabajar para Netflix y cómo se vendió en prensa, en esta entrada con clickbait expongo mi opinión y hablo de la concepción (errónea) que tiene la gente sobre la traducción, ya sea audiovisual o de otro tipo. Seguro que encuentras algunos de los típicos tópicos que has oído alguna vez. También se recogen las tarifas de Netflix, entre otra información.
En abril recogimos algunas lecturas más para el traductor, obras útiles para nuestro oficio. Se incluyen libros de consulta sobre falsos amigos y frases hechas, libros para una mejor redacción en español, un estudio sobra la traducción para niños y muchos otros.
Con una anécdota de la película La llegada (Arrival) empezamos un artículo sobre las palabras intraducibles, pero no nos limitamos a la simple colección de expresiones, sino que tratamos las distintas maneras de abordarlas para traducirlas. Así pues, exploramos las estrategias típicas de traducción como el préstamo, el calco, la transposición y la compensación, entre otros.
En mayo llega la entrada más completa del año. ¿Qué errores más frecuentes he observado en los alumnos que he tenido en prácticas y a lo largo de toda mi carrera? En este artículo vemos las distintas categorías de error con ejemplos prácticos y vemos cómo solucionarlos. Ideal para principiantes… y no tanto.
Un artículo con las dos presentaciones que tuvieron lugar en febrero de este año en la universidad Pompeu Fabra con Begoña Ballester Olmos, de BBO, que habló de doblaje y servidora, sobre subtitulación. Si quieres saber qué temas tratamos, vernos en directo y descubrir mi presentación, aquí lo encontrarás todo.
En julio Carlos Fortea fue entrevistado en la radio para hablar del Informe del valor económico de la traducción editorial y nos hicimos eco de su entrevista, que transcribimos en su totalidad. Condiciones, tarifas y contratos tipo fueron algunas de las cuestiones que se trataron.
Agosto suele ser un mes flojillo, pero eso no quiere decir que sea necesariamente menos productivo. En esta entrada hablamos de las cosas que podemos hacer durante este mes y también en los periodos de menos trabajo.
Aprovechando varios encargos de posedición de subtítulos, en este artículo de septiembre se abordan los problemas habituales que nos encontramos al revisar (y a veces retraducir) el texto de un traductor automático. Además, se ilustra con ejemplos reales de estos encargos y se añaden las versiones más correctas.
En 2016 tuve la oportunidad de hablar sobre la importancia de la traducción en una jornada sobre comunicación social en San Sebastián. En este artículo recojo la presentación en vídeo y en PDF para que descubráis las múltiples facetas de la traducción y su importancia en el día a día.
La última entrada del año, aprovechando que llegan las fiestas navideñas y los regalos, va sobre tres libros útiles, sobre todo, para los traductores que empiezan su andadura profesional. Los mejores regalos para un traductor e intérprete.
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¿Qué nos depara 2018? Hablaremos de los trabajos de fin de grado, de los juegos de palabras, seguiremos tratando cuestiones de corrección, abordaremos otros aspectos de la traducción editorial y muchas cosas más. ¿Te gustaría leer sobre algo en particular? Déjalo en comentarios y podemos incluirlo este año.
Como siempre, ¡gracias por leer y feliz entrada de año!
Volvemos a la carga con nuevas lecturas para traductores e intérpretes. En esta cuarta entrada sobre libros, traigo tres propuestas enfocadas a los traductores principiantes: Guía de supervivencia para traductores, Mamá, quiero ser intérprete y Confessions of a freelance translator. Secrets to success.
Empezamos con la Guía de supervivencia para traductoresde Celia Rico, publicada por la editorial Pie de página, una breve pero completa obra para empezar como traductores. La guía es una ampliación del librito 9 días para empezar tu actividad como traductor autónomo, que la autora publicó hace ya un tiempo.
Da las pinceladas básicas para que los traductores noveles se inicien tras la carrera: desde dónde deben buscar clientes potenciales, cómo afrontar sus primeros encargos, qué trámites legales tienen que cumplimentar para ejercer como traductores hasta cómo aprovechar los últimos avances en el ámbito de la traducción automática.
¿Por qué me gusta? Es un libro muy práctico, ideal para saber qué trámites son necesarios para empezar nuestra actividad como autónomos. Incluye ejemplo de presupuesto, factura y plantilla para idear nuestra empresa, entre otros.
Aquí os dejo el índice y una página de ejemplo con una muestra de factura. Sé de buena tinta que no todos salimos sabiendo facturar y este tipo de recursos no van nada mal.
Podéis conseguirlo en Amazon o en la página web de la editorial, en la que me consta que —al menos hasta hace poco— regalaban tés con cada compra.
En la misma colección encontramos Mamá, quiero ser intérprete de Gabriel Cabrera. Al igual que el libro de Celia Rico, se nos presentan las bases de la profesión y, como interesante añadido, Gabriel nos explica mil y una anécdotas que le han pasado y que ofrecen una visión bastante completa de la interpretación.
A lo largo de quince años entre cabinas y escenarios, sus ponentes le han contado chistes en mitad de una conferencia, algún compañero se ha desmayado justo al encender el micrófono, ha tenido que lidiar con oradores que hablaban a la velocidad del rayo, le apagaron la luz que necesitaba para leer sus notas, interpretó en situaciones de dudosa legalidad, se enfrentó a la interpretación que jamás pudo llegar a hacer, se durmió en cabina y vivió un sinfín de anécdotas de las que siempre aprendió algo y que ahora comparte en este libro.
No contiene información detallada sobre la burocracia como sí incluye el de Rico, pero ilustra muy bien el día a día de un intérprete y todo lo que este puede encontrarse en el camino.
¿Por qué me gusta? Porque aborda el tema con mucha naturalidad y hay muchas anécdotas curiosas hasta para los que no somos intérpretes. Fantástico si lo tuyo es la interpretación y quieres dedicarte a ello profesionalmente.
La tercera recomendación es Confessions of a freelance translatorde Gary Smith, una obra más extensa que las anteriores (338 páginas) que abarca las múltiples facetas del mundo de la traducción. Nos ofrece consejos la mar de útiles para traductores principiantes y para los que no lo son tanto: desde los distintos tipos de clientes a las tarifas, pasando por el sempiterno asunto de la visibilidad y cómo organizarnos la vida como autónomos. Además, incluye varios ejercicios sobre terminología y un descacharrante capítulo final sobre los tipos de cliente.
Me harían falta varias entradas para hablar de todo lo que contiene el libro, de modo que os dejo el índice para que juzguéis vosotros mismos.
¿Por qué me gusta? Porque es el libro que me hubiera gustado escribir si tuviera bastantes años más de experiencia. Es completo, contiene muchos consejos útiles y está explicado de una forma muy personal.
Para saber algo más del libro, podéis leer aquí una entrevista al autor. Confessions of a freelance translator se puede comprar en Amazon.
Si os habéis quedado con ganas de más, aquí van dos sugerencias descargables y útiles para aquellos que empiezan. Becoming a translator, de Douglas Robinson, nos explica cómo funciona el mercado, ayuda a los traductores a aprender a traducir más rápido y con mayor exactitud, y da consejos para abordar ciertos problemas y gestionar el estrés. Y, por último, una guía práctica de la Asati (Asociación aragonesa de traductores e intérpretes) sobre la calidad en traducción. ¡Espero que os resulten útiles!
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Si os han gustado estas propuestas, no os perdáis las que se recogen en otras entradas:
Los traductores te acompañamos desde que te acuestas con ese libro tan jugoso hasta que te levantas. Estamos contigo en tu día a día: en las etiquetas de tu champú, en los ingredientes que llevan las galletas del desayuno o el manual de instrucciones de esa máquina que solo lees cuando te da problemas. Estamos en la sombra detrás de las series que consumes compulsivamente, los documentales de la 2 y los peliculones de sábado tarde en Antena 3. Estamos ahí aunque no se nos vea.
En días como hoy, 30 de septiembre y Día Internacional de la Traducción, salimos todos a pedir no solo que se nos vea más, sino tener unas mejores condiciones, unas tarifas más dignas y el reconocimiento de nuestro trabajo (y no solo cuando erramos, que nos conocemos).
Sin embargo, con esta pasión por nuestro trabajo, a veces nos dejamos llevar por opiniones encendidas y por un ensalzamiento casi exacerbado de nuestra profesión. Por eso, en noviembre pasado y con motivo de mi invitación al Euskarabildua en San Sebastián, decidí abordar esta cuestión: ¿Es posible un mundo sin traducción?
Aquí tenéis el vídeo de la ponencia (empieza en el minuto 1:00) y la presentación. ¡Espero que os guste y, por supuesto, que paséis un día estupendo!
Por cierto, por si aún hay algún despistado, sorteamos 3 bolsas traductoriles la mar de majas. Solo hay que seguir este enlace.
Y para acabar de tirar la casa por la ventana, que hoy es un día de fiesta, los cinco primeros que dejen un comentario en esta entrada, se llevan unas pegatinas de las traductoras pin up.
La Doctora Louise Banks, el personaje de Amy Adams en Arrival, le pedía al coronel Weber que le preguntara al otro experto en lingüística la palabra y significado de «guerra» en sánscrito y así valorar su idoneidad para el trabajo. El otro experto respondió que la palabra era gavisti y significaba «discusión». En realidad, gavisti significaba «el deseo de más vacas».
Pues sí, al parecer, en sánscrito védico, la palabra designada para el concepto «guerra» era gavisti, que literalmente significa «la búsqueda de las vacas» o, con la misma idea, el «deseo de tener más vacas».
Cuentan las referencias históricas que la casta guerrera (Kshatriyas) de cada tribu tenía la función de no solo promover y llevar a cabo la adquisición de bovinos criados por otras tribus, sino también debían velar por la protección de los animales que pertenecían a su propia tribu. De hecho, los Kshatriyas se conocen también como «los protectores de las vacas». Esa protección significaba desarrollar estrategias de ataque y defensa, así como el entrenamiento y equipamiento de lo que hoy denominaríamos un ejército o equipo de personas debidamente preparadas para ese fin.
Queda claro así por qué la palabra védica para la guerra fuera gavisti, que literalmente significa «la búsqueda de las vacas», dado que esta acción en sí misma significaba una guerra por su posesión y cuidado.
¿Es gavisti una palabra llena de significado? Lo es y encierra un concepto maravilloso (lo de querer más vacas, no la guerra en sí). ¿Y es intraducible? No, queda patente que no, que hemos encontrado la forma de traducirla literal y metafóricamente. Y de eso hablamos hoy:
Las palabras y sus secretos ¿indescifrables?
¡Ah, palabras! Ese conjunto de letras que dan vida a una idea o una imagen que se proyecta en el telón de nuestra mente. Una palabra es un universo mismo, con su sonoridad y su belleza (o no) que evoca una realidad al pensamiento y que, en ocasiones, nos resultará difícil reconocer si viene encriptada en otro idioma. Dicen que si Dios no hubiese derribado la Torre de Babel, hoy hablaríamos una lengua universal y no existirían fronteras gramaticales y literarias.
Lo cierto es que el universo que encierra cada palabra es único para cada lengua y por lo mismo existen palabras que parecen intraducibles para otros idiomas. ¿Por qué digo «parecen»? Pues porque, paradójicamente, todas estas palabras que parecen intraducibles —en los innumerables artículos que se escriben sobre el tema, para empezar—, acaban teniendo traducción cuando, por ejemplo, se da una explicación de su significado o se escribe una paráfrasis.
Entonces, ¿qué es y qué supone la intraducibilidad? Según recoge la Wikipedia, la intraducibilidad es una propiedad de un texto, o de cualquier otro acto de habla, en un idioma, para el cual no existe un texto o acto de habla equivalente a su traducción en otra lengua.
«Los términos no son ni exclusivamente traducibles ni exclusivamente no traducibles; sería más acertado decir que el grado de dificultad de su traducción depende de su naturaleza, así como del conocimiento del traductor de las lenguas origen y meta en cuestión. A menudo un texto o un acto de habla que se considera «intraducible» es en realidad una «laguna léxica», es decir, no hay una equivalencia unívoca entre la palabra, expresión o giro en la lengua origen y otra palabra, expresión o giro en la lengua meta. No obstante, un traductor puede recurrir a un gran número de estrategias de traducción para solventar este problema.»
Por eso, diría que la gran mayoría de las veces, estos artículos sobre palabras intraducibles recogen términos que no tienen una correspondencia 1 a 1 (a una palabra en idioma X, una sola palabra en idioma Y) y que tienen un significado tan preciso, tan exacto, que parece imposible reproducirlo sin perder ningún matiz. Pero eso no siempre es verdad. Por ejemplo, la palabra pålegg en noruego significa «cualquier cosa que le puedes poner al pan». Eso ya es una traducción y, además, me pregunto: ¿no sería muy parecida a nuestro «companaje»?
Imagen de Lost in translation, libro de Ella Frances Sanders
He aquí algunas de estas palabras, que seguro que os suenan de haberlas visto en tantos de estos artículos:
Schilderwald (alemán): representa una calle en la que hay tantas señales y letreros que, lo más seguro, es que puedas perderte.
Utepils (noruego): es la actividad de sentarse bajo la luz del sol y degustar una cerveza fresquita.
Culaccino (italiano): ¿Sabes cuando levantas una copa o un vaso y debajo queda la marca? Pues eso es precisamente lo que significa culaccino, la marca que queda de la base de una copa.
Kyoiku mama (japonés): se trata de la madre exigente con sus hijos para que sean eficientes en el estudio y saquen las mejores notas.
Chai-pani (hindi): consiste en entregar dinero, por lo general a un burócrata o funcionario, para agilizar el papeleo y conseguir que algo se haga pronto.
Fernweh (alemán): sensación que experimentas al añorar un lugar que nunca has visitado.
Pochemuchka (ruso): si eres de los que les encanta hacer muchas preguntas, esta sería la palabra que te definiría. En español sería algo así como preguntón (¿veis?, otra que sí tiene correspondencia 1 a 1).
Shlimazl (yiddish): se refiere a las personas que tienen mala suerte siempre.
Backpfeifengesicht (alemán): una de esas caras que, al verlas, te entran ganas de abofetear.
Waldeinsamkeit (alemán): atravesar un bosque en solitario y experimentar esa profunda sensación de paz con la naturaleza.
Won (coreano): insistencia de una persona a perseverar en algo que no es más que una ilusión y le llevará a la frustración.
Mamihlapinatapei (yagan): una mirada entre dos personas; las dos esperan que la otra comience una acción que ambas desean, pero que ninguna se anima a iniciar.
Gattara (italiano): ¿Te acuerdas de la vieja loca de los gatos de los Simpson? Esta es precisamente la palabra adecuada para definir a este tipo de mujer, que vive sola y a su avanzada edad, solo encuentra la compañía de gatos callejeros.
Schadenfreude (alemán): el placer que puedes llegar a experimentar ante la situación miserable de otras personas.
Age-otori (japonés): si después de ir a una peluquería ves que te ha quedado el pelo mucho peor de lo que estaba antes del corte, esta será la palabra idónea para describir tu frustración.
Ilunga (tshiluba): se trata de la persona que tiene el corazón lo suficientemente noble para perdonar los abusos o humillaciones de alguien por primera o segunda vez, pero para negarse por completo a una tercera agresión.
Gökotta (sueco): si te levantas muy temprano por la mañana para empezar el día cargado con la energía suave del canto de los pájaros, esta será la palabra adecuada para describir tu sensación.
Rire dans sa barbe (francés): aunque es un grupo de palabras más extenso, su significando es único, ya que implica el acariciarse la barba mientras se reflexiona sobre algo vivido en el pasado.
Si, además de su significado tan preciso y alegórico, acompañamos las palabras de unas ilustraciones tan bonitas como las de Marija Tiurina, entendemos algo más el éxito de estas llamadas palabras y expresiones intraducibles, ¿verdad?
En realidad, me atrevería a decir que el supuesto problema que tenemos ante estas palabras ocurre al traducir en general. Al pensar en qué palabra va mejor en qué frase y cómo trasvasar correctamente el sentido de un texto en otro idioma.
¿Cómo nos enfrentamos a la intraducibilidad en un texto?
Si todo o casi todo se puede traducir, ¿qué estrategias podemos usar? Veamos las más importantes. Para no hacerlo demasiado teórico, recurro a varias fuentes y daré simplemente una pincelada para que se entienda. El blog tiene sus limitaciones y la teoría de la traducción es muy extensa, aviso.
1. Adaptación
Uso de palabras o expresiones totalmente distintas entre una lengua y la otra, para que resulten más familiares al lector. Por ejemplo, en Las aventuras de Tintín, el nombre del perro de Tintín, Milou, se traduce como Snowy en inglés, Bobbie en neerlandés, Kuttus en bengalí y Struppi en alemán; de la misma manera, los detectives Dupont et Dupond se convierten en Thomson and Thompson en inglés, Jansen y Janssen en neerlandés, Jonson y Ronson en bengalí, Schultze und Schulze en alemán, Hernández y Fernández en español, 杜本 y 杜朋 (Dùběn y Dùpéng) en chino, Dyupon y Dyuponn en ruso y Skafti y Skapti en islandés.
La adaptación se usa a menudo para traducir poesía, obras de teatro y publicidad.
2. Préstamo
Un préstamo consiste básicamente en la no-traducción y utilización exacta del término en la lengua meta. Un ejemplo sería: «Los hackers atacaron el sitio de la empresa». Normalmente, los préstamos que no están adaptados en la lengua meta se suelen escribir en cursiva.
3. Calco
El calco o calco léxico consiste en la creación de neologismos a partir de un término extranjero. Un calco léxico es el chilenismo «cachar», derivado de la palabra to catch, comprender, con el mismo significado.
Este calco es un tipo especial de préstamo que no imita la entidad fonética material (significante) del modelo extranjero, sino otros dos aspectos más internos: el esquema o construcción morfológica (ej.: inglés sky-scraper → rascacielos) y la significación (ej.: el francés mirage → espejismo, a partir del significado del francés miroir, «espejo»).
4. Transposición
La transposición consiste en traducir una palabra cambiando su categoría gramatical:
Comme nous racontions à Paul, en riant, la haine du propriétaire et le raout des Marin, il nous proposa, mis en verve, sa garçonnière de Paris. → Cuando le referimos, risueños, el odio del propietario y el convite de los Marin, nos ofreció, entusiasmado, su garçonnière en París.
5. Compensación
La compensación es un procedimiento de traducción que consiste en solucionar los problemas de traducción del texto origen que no pueden trasvasarse con la misma forma a la lengua meta sustituyéndolos por otros elementos o formas en el texto meta.
Por ejemplo, muchas lenguas poseen dos formas pronominales, tanto en singular como en plural, para expresar la segunda persona, una informal y otra formal. Esto se conoce como fórmulas de tratamiento, y se encuentra por ejemplo en lenguas como el francés (tu vs. vous), el español (tú/vosotros vs. usted/ustedes), el alemán (du/ihr vs. Sie) o el italiano (tu/voi vs. lei), pero no en el inglés contemporáneo. De ahí que al traducir un texto de una de estas lenguas al inglés el traductor probablemente tenga que compensar esta carencia utilizando un nombre de pila o un apodo, utilizando contracciones propias del inglés informal (I’m, you’re, gonna, etc.) o utilizando vocabulario de un registro lingüístico más o menos formal.
6. Paráfrasis
La paráfrasis o perífrasis es un procedimiento de traducción en el que el traductor reemplaza una palabra del texto origen por un conjunto de palabras o una expresión en el texto meta. Por ejemplo, la palabra portuguesa saudade frecuentemente se traduce al inglés como the feeling of missing someone who is not in a place: sentimiento de echar de menos a alguien que no está. Otro ejemplo, similar al saudade es dor en rumano, que se traduce al inglés como the feeling of missing someone who is gone or the needing of something which is not available in that moment: echar de menos a alguien que se ha ido o necesitar algo que no se encuentra disponible en un momento determinado.
Un ejemplo de intraducibilidad en este caso es la palabra holandesa gezelligheid, que no tiene un equivalente en inglés ni en español, aunque a veces se utiliza la palabra alemana Gemütlichkeit (comodidad). Literalmente es un ambiente acogedor, amigable y agradable, pero también puede connotar un tiempo pasado con los seres queridos, el hecho de ver a un amigo después de mucho tiempo, la amigabilidad y extroversión de una persona o un sentimiento general de unidad.
Este tipo de vacío en una lengua puede llevar a introducir préstamos de la lengua de partida (emisora) en la de llegada (receptora).
7. Nota del traductor
Una nota del traductor (N. del/de la T.) es una nota, por lo general al pie o a final de página, añadida por el traductor en el texto meta para proporcionar información adicional sobre la traducción, sobre un referente cultural o cualquier otra explicación.
En algunos exámenes de traducción se permiten o incluso se piden estas notas. Algunos traductores consideran que tener que recurrir a ellas supone un fracaso en la traducción. En traducción editorial, por ejemplo, poder usar o no notas de traducción viene determinado por la editorial misma.
8. Neologismo
Otra posibilidad ante una palabra que no tenga traducción directa es recurrir a un neologismo. Pasa muy a menudo en el caso de palabras inventadas por un autor en una novela de género fantástico, por ejemplo. En este caso habrá que inventar algo en nuestra lengua.
Sirva de ejemplo el caso de los pajarillos que aparecen en Los juegos del hambre de Suzanne Collins y que recogía hace un tiempo un artículo de El Periódico:«…dos aves imaginarias, que en el inglés original tendrían el nombre dejabberjay(creada por ingeniería genética y capaz de espiar y reproducir las voces de los humanos) y mockingjay(el cruce entre la primera y el famoso, y ese sí real, mockingbird)».
Pilar Ramírez Tello, la traductora al castellano, decidió seguir la pista al origen de los dos términos para encontrar el término. «Collins imaginó que el perverso Capitolio había creado un arrendajo charlatán (jabberjay), que describe oscuro y con cresta, más parecido al de Steller que al azul como se ve en una lámina que el perverso líder del Capitolio tiene en su despacho, en la que sin embargo aparece con un nombre más parecido a la denominación científica del arrendajo azul, y que la traductora convirtió en»charlajo».
Y aquí entra el mockingbird. Este pájaro, el pájaro burlón, de colorido discreto y con capacidad de imitar unas 200 voces, sí existe, y es conocido en América Latina como sinsonte […]. Así que, si a la hora de cruzar un mockingbird y un jabberjay, Collins inventó el mockingjay, en la traducción al castellano del sinsonte y el arrendajo nació el sinsajo, el pájaro híbrido que ya no podía imitar voces humanas, solo cantos, que dejó de ser utilizable como espía y que por lo tanto es elegido como símbolo por la resistencia».
¿Qué se hizo en catalán? «El nombre del sinsonte en catalán es «mim». Y el del arrendajo, «gaig». Así que si el traductor, Armand Carabén, hubiese seguido la misma senda que su colega, el resultado habría sido un «Mimgaig». Terribe (sic). Así que decidieron inventar un nombre desde cero. Y el elegido fue «muntagarlaire»».
Este caso es particular porque la saga de libros y películas ha tenido mucho éxito y el nombre del pájaro daba nombre a una de las películas, pero no es infrecuente tener que recurrir a la inventiva cuando traducimos. Recuerdo una novela en la que la mejor amiga de la protagonista se inventaba insultos para el novio de la prota jugando con su nombre, Dillon (sí, se llevaban fatal). Tuve que darle bastantes vueltas para encontrar palabras que sirvieran, como por ejemplo Dillipollas.
Conceptos y pensamientos únicos
Más allá de la (in)traducibilidad, algo que me encanta de los idiomas es que cada uno tiene su particular manera de ver el mundo por su cultura, su contexto social, su historia, etc. Por ejemplo, ¿habéis pensado alguna vez en la gran cantidad de refranes en español que tienen que ver con la religión? Un «no es santo de mi devoción» que, al traducirlo al inglés, habrá que echar mano de algo muy típico de su cultura: it’s not my cup of tea o «A quien madruga, Dios le ayuda», que sería the early bird catches de worm. O todas las expresiones relacionadas con el toreo que forzosamente deben traducirse de forma muy distinta a otros idiomas: torear a alguien, entrar por la puerta grande, echar un capote, entre muchas otras.
Y es que cada idioma tiene su forma de entender el mundo y se fija en un determinado aspecto para crear palabras y expresiones. Si os gustan estas cuestiones, no las llamadas palabras intraducibles, sino las palabras peculiares que existen en los demás idiomas, os recomiendo el delicioso librito The meaning of tingo, de Adam Jacot de Boinod (Penguin, 2005).
El autor recoge palabras de cientos de idiomas y las agrupa por temas. Por ejemplo, resulta curioso cómo deseamos suerte en varias lenguas. Hay expresiones tan dispares como mucha mierda, break a leg (rómpete una pierna, en inglés), Hals und Beinbruch en alemán (literalmente: rómpete el cuello y la pierna) o in bocca al lupo (un destino más funesto en italiano: entrar en la boca del lobo).
También podemos descubrir que, en persa, no tener descendencia es ser un fracasado, un abtar, que, literalmente, significa ser un cubo sin asa. Aunque, si tiene un hijo y le sale revoltoso, luego tenga que recurrir al gosh-pech, un castigo que consiste en retorcerle las orejas al chaval.
Y si nos pasamos con la bebida, descubrimos que nuestra resaca es at have tømmermænd en danés, que es como tener a los carpinteros en casa, por eso de escuchar un martilleo o un taladro, etc. En alemán es Katzenjammer, otro idioma que se centra en el sonido, en este caso, el de unos gatos pendencieros. En francés es avoir la gueule de bois, tener la boca de madera por lo seca que queda, algo parecido a cuando Ernesto Sevilla, vestido de Bocasecaman, decía lo de «tengo la lengua como un gatete».
En definitiva, cada idioma tiene su idiosincrasia y es algo que me chifla. Igual que los esquimales tienen un buen puñado de palabras para la nieve, los albaneses tienen muchas otras para hablar de sus bigotes y, en la Isla de Pascua, tienen varias para hablar del progreso y las etapas de un bebé: kaukaues cuando el recién nacido empieza a mover las manitas y los piececitos; puepuees cuando empieza a distinguir a las personas y los objetos; tahuries cuando ya se mueve de un lado a otro; totoroes cuando empieza a gatear; mahagaes cuando puede tenerse en pie.
Hacía tiempo que tenía pensada esta entrada y estos días cobra más valor que nunca por el #HodorGate que, de repente, ha puesto de manifiesto la dificultad de traducir. No voy a extenderme en este tema puesto que seguramente ya lo conocéis; tanto interés ha suscitado que ha salido hasta en los periódicos.
Como resumen, hay un personaje en Juego de tronos (la serie de televisión) con afasia llamado Hodor que solo dice «hodor» y nada más. Hasta la sexta temporada no hemos conocido el porqué de ese apodo, de dónde venía su afasia y por qué repetía esa palabra en cuestión. Sin dar muchos detalles más (para los que no lo hayáis visto), viene de «Hold the door». En inglés puede explicarse la reducción, no así en castellano.
Pero ¿es intraducible? No hubiera sido tan difícil si se hubiera tenido esta información desde un principio, porque se podría haber usado un nombre creíble (dentro del mundo de fantasía) que encajara con la frase que aparecería temporadas/libros después. No tener este dato ha puesto al traductor de la serie (el libro aún no se ha publicado) en un buen brete porque, además, hay que tener en cuenta la sincronía labial.
Y no olvidemos que es imprescindible que el texto encaje en su contexto y resulte creíble porque, al fin y al cabo, la traducción debe conservar la magia de la narración, ya sea en un libro o en una película. Debemos creer en lo que está pasando. Por eso, una opción como la que se barajó en redes de «obstruye el corredor» hasta llegar a Hodor puede encajar como reducción del sintagma, pero no tanto como frase creíble en ese momento concreto. [Actualización: aquí veréis la solución al quebradero de cabeza]
Sea como sea, que se hable de este problema de traducción es una buena oportunidad para que se vea lo difícil de nuestra tarea y los muchos factores que hay en juego. Que traducción no solo hay una, que traducir significa escoger y que no basta con tener nociones de inglés o usar el Google Translate de marras. Que traducir es un trabajo complejo y no un pasatiempo.
Lo malo es que se habla tanto de lo que se pierde en una traducción (de una novela, en un doblaje, en los subtítulos de una película), que perdemos de vista lo que se gana. ¿Ganamos algo al traducir, más allá de hacer comprensible algo que en un principio sería únicamente para los hablantes de una lengua?
Cultura, idioma y traducción
En una entrevista publicada en Cuatro tramas: orientación para leer, escribir, traducir y revisar (Paula Grosman y Alejandra Rogante, 2009), la traductora María Cristina Pinto dice lo siguiente: «Hay que ser realistas y, por supuesto, yo no sostengo que todo se pueda traducir. Pero tampoco estoy de acuerdo con la idea tan difundida de que siempre se pierde en una traducción. Si se pierde, también se gana: se gana la posibilidad de acercarse a un material que de otra manera no se hubiera podido leer. Como decía Borges: «Qué sería de nosotros sin los traductores». Si solo leyéramos lo que está en nuestro propio idioma, nuestro conocimiento sería ínfimo».
Pinto, además, defiende que, desde sus orígenes, la función del traductor ha ido más allá del pasaje literal de una lengua a otra, con lo que siempre se aporta más: «Hoy en día, al concebir la traducción como mediación intercultural, no se tiene en cuenta solo lo erudito, sino también la cultura popular, los mitos, los sueños, los pensamientos, las costumbres de una cultura que están presentes en el texto de manera explícita o implícita. A veces la cultura a la que traducimos no tiene estos conceptos, no tiene esas vivencias, no sabe de estos mitos. El traductor debe darse cuenta de esa brecha y tratar de zanjarla».
La traducción como escritura
Que traducir es más que pasar del idioma X al idioma Y está muy claro, pero a veces conviene echar la vista atrás, hasta su raíz y sus orígenes, para darnos cuenta de que la traducción es mucho más y que, en efecto, se gana más de lo que se pierde. Sirva este fragmento de la entrevista a Pinto:
Edith Grossman recoge en Why Translation Matters el siguiente poema de Alastair Reid que habla de la cuestión que hoy nos ocupa. Reid escribió sobre este dilema inherente a escribir poesía, en su caso, y la problemática de traducirla. Su composición condensa muy bien el dilema de escribir y de escribir como traductor, y con ella nos despedimos hoy.
Lo que se pierde / What gets lost
I keep translating traduzco continuamente
entre palabras words que no son las mías
into other words which are mine de palabras a mis palabras.
Y, finalmente, de quién es el texto? Who has written it?
Del escritor o del traductor writer, translator
o de los idiomas or language itself?
Somos fantasmas, nosotros traductores, que viven
entre aquel mundo y el nuestro
between that world and our own.
Pero poco a poco me ocurre
que el problema the problem no es cuestión
de lo que se pierde en traducción
is not a question
of what gets lost in translation
sino but rather lo que se pierde
what gets lost
entre la ocurrencia —sea de amor o de desesperación
between love or desperation—
y el hecho de que llega a existir en palabras
and its coming into words.
Para nosotros todos, amantes, habladores
as lovers or users of words
el problema es éste this is the difficulty.
Lo que se pierde what gets lost
no es lo que se pierde en traducción sino
is not what gets lost in translation, but rather
what gets lost in language itself lo que se pierde
en el hecho, en la lengua,
en la palabra misma.
Alastair Reid y Jorge Luis Borges, en el centro.
*Alastair Reid (1936 – 2014) fue un académico y poeta escocés que tradujo, entre otros, a Pablo Neruda y Jorge Luis Borges.
Esta semana de letras que culmina con la celebración del Día del Libro y Sant Jordi para los catalanes, podríamos hablar de libros (como hemos hecho ya aquí y aquí) o bien de la importancia de la lectura y la visibilidad. Sin embargo, he creído más oportuno dar un repaso a algunas citas sobre traducción, pero no las más habituales y archiconocidas, sino aquellas que puedan dar pie a reflexión.
«Mas ¿qué diría yo de algunos, más dignos en verdad del nombre de traidores que del de traductores, puesto que traicionan a los que se proponen interpretar, privándoles de su gloria, y engañan a los lectores ignorantes al ofrecerles lo blanco por lo negro?». Joachim du Bellay, Defensa e ilustración de la lengua francesa, libro I, capítulo 3º (1549).
«Tan ladrón es el traductor que añade como el que sisa algo del texto original del autor». Andrew Marvell (1621-1678), en carta al Dr. Witty.
«Esta y otras traducciones desatinadas podrán servir de ejemplo, y de aviso, para que los incautos lectores no se dejen llevar de traducciones de libros cuando ignoraren los talentos del traductor. Tengo advertido que es muy común el error de creer que un sujeto que tuviere algunos principios de lengua extraña es ya capaz de traducir un libro. Error perniciosísimo, y que ocasiona se toleren en la República Literaria traducciones insulsas de libros excelentes. Presupuestas las prendas intelectuales en el que quiere ser traductor, no es suficiente con que se posean dos lenguas. Es indispensable que comprenda el asunto si no posee las dos lenguas con perfección. Si no concurren juntos estos prerrequisitos, no saldrá traducción, sino una desfiguración de la obra, que haga obra aparte». Martín Sarmiento, Demostración crítico-apologética, 1732.
«¡Ay de los hacedores de traducciones literales que, al traducir palabra por palabra, embotan los sentidos! Bien se puede decir aquí que la letra mata y que el espíritu vivifica». Voltaire, Cartas filosóficas (Carta 18, «Sobre la tragedia»), 1734.
«¡Cuántos pensarán que para traducir de lengua a lengua no se necesita más que la inteligencia de una y otra obra! ¡Qué error! Es necesaria tanta habilidad para traducir bien, que estoy por decir que más fácilmente se hallarán buenos autores originales que buenos traductores». Benito Jerónimo Feijóo, Cartas eruditas y curiosas, 1759.
«No hay sino un único medio de traducir con fidelidad un autor de una lengua extranjera a la nuestra: tener el alma bien empapada de las impresiones que de él se han recibido, y no quedar satisfecho de la traducción hasta que ésta despierte las mismas impresiones en el ánimo del lector. Los efectos del original y los de la versión son entonces idénticos; pero ¿siempre puede llegarse a esto?». Diderot, Elogio de Terencio, 1769.
«Hablábamos de la traducción. Yo comenté que no podía definirla, ni me venía tampoco a la mente una imagen esclarecedora; pero que, no obstante, toda traducción de poesía sólo podría ser una imitación. Johnson (dijo): “Se pueden traducir con exactitud los libros de ciencia. También se puede traducir la historia, en tanto en cuanto no esté decorada con la elocuencia, que sí es poesía; porque, ciertamente, la poesía no se puede traducir. Son, pues, los poetas los que conservan los idiomas. Si pudiésemos, en efecto, disponer en traducción de todo lo que se ha escrito en una lengua, no nos tomaríamos la molestia de aprenderla; en cambio la estudiamos porque la belleza de la poesía no se puede mantener sino en aquel idioma en que primeramente se ha compuesto»». James Boswell, Vida del Dr. Johnson (11 de abril de 1776).
«Los españoles del día parecen que han hecho asunto formal de humillar el lenguaje de sus padres. Los traductores e imitadores de los extranjeros son los que más han lucido en esta empresa. Como no saben su propia lengua, porque no se dignan de tomarse el trabajo de estudiarla, cuando se hallan con alguna hermosura en algún original francés, inglés o italiano, amontonan galicismos, italianismos y anglicismos…». José Cadalso, Cartas Marruecas 1789.
«Porque como enseña San Jerónimo, el que traduce no ha de mirar a la material significación de la voz, sino a la correspondencia que tiene en el idioma en cuya lengua traduce; precepto de cuya observancia se hallan tan lejos todas las traducciones que hoy publican los nuestros… que quedan tan ásperas, desabridas, obscuras, y en muchos lugares expresados los conceptos en muy contrario sentido al que se ofrece en los originales, que más parecen abortos de extranjeras plumas que partos de naturales ingenios». Mateo Ibáñez de Segovia, Prólogo a la traducción castellana de la Vida y acciones de Alejandro el Grande, de Quinto Curcio Rufo, 1794.
«Si la traducción es mala, no disculpa al traductor. Porque antes de acometer la empresa, debe ya conocer todas las dificultades que ofrece; y si no se siente con fuerzas para vencerlas, hasta cierto punto a lo menos, debe renunciar a ella. Además, publicar una traducción es someterla al juicio de los inteligentes; y si éstos la condenan, no hay apelación de su fallo. Es, pues, inútil anticipar su apología. Si es buena, no necesita de prólogo galeato: si es mala, cuanto se diga en su elogio, servirá para hacer ridículo al traductor». José Gómez Hermosilla, Discurso preliminar a la traducción castellana de la Ilíada, 1831.
«No hay duda; esta literatura de las traducciones poéticas de la antigüedad es ardua y arriesgada; casi me atrevo a decir imposible. Si la traducción es absolutamente fiel (filológicamente, se entiende), ni las palabras modernas alcanzan a dar a la poesía el color y la intención de las antiguas, ni el vulgo de los lectores puede comprender sentir y admirar. Si es libre y desembarazada, quedan desnaturalizados por fuerza el texto y el espíritu antiguo: la versión es entonces una temeridad o una caricatura o una calumnia literaria». Leopoldo Augusto de Cueto, Carta a D. Juan Valera, 1878.
«La misión del traductor es presentar el original que se propone verter a otro idioma revestido siquiera del modesto atavío de un lenguaje inteligible, ya que carezca de otras galas; y no le es lícito dejar confuso ni aun lo que, acaso, confusamente se escribiera en un principio». Guillermo Mac-Pherson, Prólogo a la traducción castellana de Hamlet, 1882.
«Una traducción normal no sobrevive mucho tiempo. O se trata de un simple, pálido reflejo, de una copia útil del original, sin estilo propio; o el estilo de la generación del autor se introduce en ella y la transforma momentáneamente en algo vivo, aunque por regla general poco satisfactorio después de veinte años. La alternativa del traductor es sofocar su personalidad y generar una tarea impecable y erudita, pero sin vida; o correr le casi seguro riesgo, si acepta la creatividad en su trabajo, de añadir elementos que la siguiente generación considerará como oscurecedores del espíritu del original» O. Matthiessen, Translation, An Elizabethan Art, 1931
«El asunto de la traducción a poco que lo persigamos, nos lleva hasta los arcanos más recónditos del maravilloso fenómeno que es el habla». Ortega y Gasset, Miseria y esplendor de la traducción, 1937.
«Las traducciones (como las esposas) rara vez son fieles». Roy Campbell, Poetry Review, junio-julio de 1949.
«El grado de complejidad de la traducción literaria es alto, ya que las obras literarias entremezclan en su estructura interna elementos como el lenguaje de uso de las comunidades, el estilo del autor y su postura política y filosófica, además de cosmovisiones disímiles. En este sentido, la tarea del traductor literario representa muy bien la dialéctica de la exploración de mundos imaginarios en la lengua extranjera como un trabajo metodológico y científico, una realidad que nos hace reflexionar sobre el autor como representante de una cultura heterogénea, sobre el lenguaje utilizado en determinado periodo de la historia y, más aún, sobre el mensaje que se transmite y a quién. Por ello, la tarea del traductor en cuanto mediador lingüístico y cultural entre dos pueblos distintos se perfila como crucial en el desarrollo de la cultura y la transmisión del conocimiento». Francisca Eugênia dos Santos y Esteban Alvarado, Traducción literaria y sus implicancias en la construcción de la cultura, 2012.
«La tarea del traductor es mucho más dificultosa que la del autor original. Cuando este último busca una palabra con la que manifestar un pensamiento o describir una experiencia, tiene al alcance muchas palabras en su propio idioma y puede elegir sin excesiva dificultad y tardanza la que más le conviene o más le agrada. El traductor del vocablo así escogido tiene que determinar cuál es su equivalencia más inmediata, teniendo en cuenta al mismo tiempo las ideas probables del autor, las probables ideas de los lectores del autor y de sus propios lectores, y la época histórica en que el autor vivió». Theodore Savory, The Art of Translation, 1968.
«Yo pienso que el traductor tiene que ser, por lo menos, un hermano —si no gemelo, muy parecido— del autor original. A un poeta lo tiene que traducir otro poeta. A un científico, otro científico. A un novelista, otro novelista. Porque, evidentemente, un escritor que sea novelista está en mejores condiciones de entender a un compañero suyo que ha escrito una novela en otro idioma que si tiene que traducir un libro científico». Domingo Manfredi Cano, en el coloquio «Los problemas de la traducción de obras literarias», La Estafa Literaria, nº 498, 15 de agosto de 1972.
«Como fenómeno y como problema diferenciado del lenguaje, la traducción es algo que los tratados de lingüística ignoran por completo. (Consecuencia: muchas grandes bibliotecas carecen en sus catálogos de fichas sobre la traducción.) El hecho es tanto más peculiar cuanto que muchos tratados de lingüística estudian, y a fondo, problemas menos concretos: por ejemplo, el de la perfección de las lenguas. Por su parte, ni la Encyclopaedia Britannica ni la Grande Encyclopédie ni la Encyclopedia Treccani (que consagran las tres un artículo a la minúscula herejía teológica del traducianismo) dedican una sola línea a la traducción, su historia, sus técnicas y sus problemas». Georges Mounin, Lingüística y traducción, 1976.
«La traducción de poesía ofrece unas dificultades muy especiales, especialmente si se traduce a su vez en verso, y cuanto mayor sea la calidad del poema original, más dificultosa es la tarea del traductor… Los recursos disponibles difieren de una lengua a otra; el inglés y el alemán cuentan con versos de acento tónico, pero el latín y el griego utilizaron versos cuantitativos, con contraste de sílabas breves y largas, mientras que el francés sitúa sobre la última sílaba una intensidad de acento y de duración aproximadamente iguales. El traductor ha de tratar de suplir la utilización estilística de los recursos particulares del idioma original con técnicas semejantes en el suyo. Y como en la poesía los elementos léxicos, gramaticales y métricos están todos relacionados y entrelazados, una traducción literaria que satisfaga está en general muy lejos de las versiones palabra por palabra. Cuanto más depende el poeta de las formas del lenguaje, más hundidos se encuentran sus versos en esa lengua particular, y más difícil resulta traducirlos de forma adecuada. Esto es especialmente cierto tratándose de la poesía lírica de varios idiomas, con sus juegos de palabras, rimas complicadas y frecuentes asonancias». The Encyclopaedia Britannica, volumen X, p. 657 (1974).
«¿Se está convirtiendo la traducción en un problema de primera importancia? Más bien tendríamos la impresión contraria: las discusiones fueron vivas en otro momento, desde Cicerón a Leconte de Lisle. Hoy todo el mundo parece de acuerdo. Y cuando vuelve a nacer la guerrilla, como a propósito de las traducciones de Shakespeare, del Club Francés del Libro, se nos antoja ya un anacronismo o un malentendido. Profesores y escritores (son los dos campos) condenan las versiones literarias, que asesinan el sentido y el idioma; por otro lado, quieren ser fieles al texto, aunque sin traicionar al mismo tiempo la lengua, la poesía y el genio». Georges Mounin, Lingüística y traducción, 1976.
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Fuentes:
Dos Santos, Francisca Eugênia y Alvarado, Esteban. Traducción literaria y sus implicancias en la construcción de la cultura, 2012.
Santoyo, J. C. El delito de traducir. Universidad de León. Secretariado de Publicaciones, 1996. Tercera edición.
Hace unos días compartía en redes esta imagen de un libro de Claudia Ulloa Donoso. Es un fragmento literario sin ánimo de sentar cátedra en cuestiones lingüísticas y, sin embargo, suscitó reacciones diversas.
Entre los retuits y favoritos, llegaron muchas respuestas de este tipo: «Aguardar, esperar y anhelar. Cuestión de profundizar en nuestro idioma», «Esperar, aguardar, permanecer, acechar», «Aspirar, anhelar, creer, confiar, aguardar… Y la lista sigue, ojo». Algunos se sintieron algo ofendidos, como si fuera una afrenta a nuestro idioma, que dudo que sea la intención del texto.
Pero ¿de verdad todos esos sinónimos se corresponden con los verbos del noruego o del inglés? No todos lo vieron así, como el escritor Lorenzo Silva:
Algún que otro lector lo advirtió también: «No se corresponden con lo arriba dicho. Como mucho, «aguardar» sería un «wait» muy formal».
Para mí, ahí está la clave: hay que fijarse en el uso y en el contexto. No pondría las manos en el fuego por el noruego, pero sí en el inglés porque esos tres verbos son muy comunes. El castellano es muy fértil en vocabulario y tenemos muchos sinónimos, es cierto, pero ¿usamos de forma habitual estos verbos?
Wait! I’ll be there in a second. = Aguarda, que ahora vengo.
I hope to see you tonight! = Anhelo verte esta noche.
Que existan y se usen en determinados contextos no significa que sean aplicables siempre y en cualquier situación. Como comenté, «esperar» es mucho más general, y más aplicable a los usos del inglés en ese fragmento, y añado que me parece precioso que un verbo encierre tanto. Está hecho como de plastilina, que puedes aplicar de diversas formas.
En el fondo, es una muestra más de que el lenguaje no es un ente que va por libre, sino que está muy ligado a la forma de pensar y de ser, como explica Miguel A. Román en un artículo de Libro de Notas:
¿Qué es la sinonimia exactamente?
Para empezar, refresquemos algunos conceptos de forma sintética:
La sinonimia es una relación semántica de identidad o semejanza de significados entre determinadas expresiones o palabras (llamadas sinónimos). Por lo tanto, sinónimos son expresiones o palabras que tienen un significado similar o idéntico entre sí, y pertenecen a la misma categoría gramatical. Por ejemplo, sinónimos de desastre son calamidad, devastación, ruina, catástrofe y cataclismo.
La sinonimia total se da cuando dos términos son totalmente intercambiables en un mismo contexto. Dicha sinonimia total es muy poco frecuente (esposo/marido). La sinonimia estricta es muy rara en las lenguas, y suele darse por la existencia de formas dialectales coexistentes, o en formas léxicas del mismo significado pero usadas en contextos diferentes.
La sinonimia parcial es mucho más frecuente. Esta se da cuando dos términos son intercambiables en un determinado contexto pero no en otros:
Hoy Pedro ha venido alterado del trabajo. (En este contexto, alterado tiene sinonimia parcial con nervioso).
Hemos alterado el orden de los ejercicios. (En este contexto, alterado puede ser cambiado por modificado, sinonimia parcial).
Como se puede observar, nervioso y modificado son sinónimos parciales de alterado, pues cada uno es válido para determinados contextos. Sin embargo, en el primer ejemplo no es posible sustituir alterado por modificado (sin cambio de significado) ni en el segundo alterado por nervioso.
Específicamente las clases de sinonimia reconocida son:
Sinonimia conceptual. Los términos relacionados remiten al mismo referente y significan exactamente lo mismo (a veces puede haber una cierta preferencia de un dialecto por una forma y la preferencia opuesta en otro dialecto). Por ejemplo: asno/borrico, marido/esposo, alberca/piscina, odontólogo/dentista.
Sinonimia referencial. Los términos relacionados remiten al mismo referente pero no significan lo mismo, no presentan exactamente los mismos rasgos significativos. Por ejemplo: limonada/bebida, mesa/mueble.
Sinonimia contextual. Los términos relacionados pueden conmutarse únicamente en determinados contextos. Por ejemplo: Las legumbres son pesadas (indigestas), Tu amigo es muy pesado (cansino), Este trabajo es pesado (duro, arduo).
Sinonimia de connotación. Los términos relacionados están cargados de valoraciones subjetivas, tanto que se pierde el significado objetivo. Por ejemplo: Miguel es un monstruo de la informática (genio, hábil).
Fantástico. Si una cosa queda clara es que no todos se corresponden al cien por cien, que hay que entender plenamente su significado e intención, y que el contexto importa… y mucho [cosa que venimos diciendo los traductores desde tiempos inmemoriales, como lo de «depende». Vale, esto último también lo dice mucho Pau Donés].
Traducir con sinónimos
Que cada idioma tiene sus reglas es de sobra conocido y es lo que, al fin y al cabo, nos da vidilla como traductores, pero estas reglas siempre dependen de un contexto determinado y es lo que nos diferencia de las máquinas. No obstante, a veces nos emperramos tanto con un término, que tal vez no entendemos o no sabemos reexpresar, que olvidamos que las palabras no van sueltas.
Las palabras se enmarcan en un contexto y se ayudan de otras para tener sentido, en definitiva, hay que prestar atención a la coherencia y la cohesión. Para crear un mismo efecto en el lector, cada lengua usa sus mecanismos, que hay que saber detectar y no solo a nivel de palabra.
En este sentido se dice mucho que el inglés tolera mucho mejor la repetición que el castellano. Ya lo comentábamos en otro artículo, en el que hablábamos de algunos consejos de traducción y Marina Orellana decía lo siguiente:
El traductor debe llevar una maleta repleta de palabras y frases que puedan no solo sacarle de un apuro, sino también evitar que se repita como el ajo. […] En castellano, la repetición constituye por norma general un defecto estilístico, a diferencia del inglés que lo tolera mejor.
Repetir una y otra vez lo mismo acaba haciendo que el texto sea pesado y que, evidentemente, el lector lo achaque al traductor. El problema radica en que hay que respetar el estilo del escritor en la medida de lo posible y, claro está, si el original es como es, tampoco podemos dedicarnos a embellecerlo.
Veamos un ejemplo práctico extraído de una novela erótica que traduje hace un tiempo; una tipología, dicho sea de paso, de cuyas dificultades hablo aquí.
Evidentemente es un fragmento en el que se describe el acto sexual en sí. Usar «polla» todo el rato sería demasiado en tan poco espacio, pero cambiar automáticamente los demás casos con «pene», «verga», «miembro» en esos mismos párrafos tal vez también lo sería. Como todo, es cuestión de encontrar el equilibrio. En muchos momentos, el término puede desaparecer.
Por otro lado, no todas las tipologías textuales permiten el uso de sinónimos. En las traducciones técnicas, médicas y jurídicas, por ejemplo, la terminología suele ser más precisa y no podemos cambiar las palabras tan alegremente.
El caso de los dicendi
Donde más se puede observar el fenómeno repetición/sinonimia es en los llamados dicendi. Echo mano a la explicación de Miguel Ortiz para esto: «Llamamos verba dicendi (o verbum dicendi) a las formas verbales que designan acciones de comunicación lingüística (dijo, respondió, contestó) o que expresan creencia, reflexión o emoción (pensó, lamentó, protestó) que sirven para introducir la voz del personaje. En algunos estudios lingüísticos también son conocidos como verbos declarativos».
Said is dead!se decía hace un tiempo por redes, donde aún pueden encontrarse extensos listados de verbos de habla para no repetir said hasta la saciedad. Los partidarios de la sinonimia en los diálogos decían/explicaban/comentaban/defendían que así las interacciones quedaban más naturales y menos repetitivas.
En castellano también se ha hablado de este fenómeno y desde muchos foros también se aboga por la variación. He aquí un listado de alternativas para el «dijo» redactado por Grisel R. Núñez, de Cafetera de Letras, que reproduzco literalmente:
Es cierto que hay mil y una alternativas para el «dijo» según la situación comunicativa que exprese el diálogo, pero, me pregunto yo: ¿no debería bastar el diálogo en sí para que quedara clara la intención?
Como me vuelvas a tocar, te rajo el cuello —dijo ella.
¿Sería necesario aquí cambiar el «dijo» por un «amenazó»? ¿No queda claro así? De cambiarlo, ¿no sería demasiado?
El mismo Ortiz comenta: «Los «verba dicendi'» aparecen reiterativamente en los discursos de estilo directo e indirecto, pero a estas alturas de la historia literaria los lectores curiosos entendemos, de manera inconsciente, que tales marcadores son indispensables formalmente, por lo que no nos producen una sensación de redundancia».
En una línea parecida, Eric Deckers critica este furor por la sinonimia en los verbos declarativos. Según Deckers, reemplazar siempre el said no significa escribir mejor, solo demuestra que se tiene un diccionario de sinónimos y que tanta variedad acaba distrayendo de la narración. E incluye la siguiente cita de Jim Ruland: «A tag on a line of dialog is like a tag on a garment: you’re not supposed to notice it and it’s slightly embarrassing when you do». Una buena forma de verlo.
En definitiva, siempre que el tipo de texto nos lo permita y no traicionemos excesivamente el estilo del autor, va bien usar sinónimos para que el texto no quede plano o muy repetitivo. Es importante que tengamos una buena base de vocabulario y que sepamos introducir variedad en un texto, pero con mesura.
Al final, nuestros textos tienen que ser correctos y fieles al sentido, e idealmente deben provocar en el receptor el mismo efecto. Excedernos con los sinónimos puede tener el efecto contrario y provocar extrañeza en el lector. Como todo, en traducción y en la vida misma, la clave está en el equilibrio.
Que hay que releer la traducción cuando la terminamos es vital. Que hay que tener el corrector activado o pasarlo después, también. Que cuatro ojos ven más que dos es de sobra conocido. Sin embargo, siempre se nos escapa un gazapo o acabamos en las garras de Titivillus.
Por si no lo conocéis, Titivillus era un demonio que trabajaba bajo las órdenes de Lucifer y se le atribuían los errores en el trabajo de los escribas: ortográficos, gramaticales, de redacción, etc.
¿La solución para que Titivillus no nos la dé con queso? Releer, releer y releer antes de enviar el texto. Como ya he dicho en alguna ocasión, hay que dudar de todo por principio: de la colocación correcta de una coma, de lo que puedas creer que es un anglicismo, de la posición adecuada de las palabras dentro de una frase, etc.
Si no tenemos la opción del comodín del compañero, va bien imprimir el texto (no sé en el caso de los nativos digitales, pero yo reviso mejor los textos impresos) y tener claros los posibles errores que podemos cometer (sé en qué cosas fallo normalmente). No caigamos en la soberbia del traductor como conocedor absoluto de la lengua. Es mejor dudar de todo por sistema y revisar. Si no dudamos de nosotros mismos podemos meter la pata… hasta el corvejón.
Para esto es útil tener una lista de elementos esenciales (para antes de empezar) y de sospechosos habituales (para revisar a posteriori), como ya comenté en el primer artículo de consejos para traductores. Preparar bien el texto asegura un trabajo más fácil y una mejor revisión posterior.
Algunos trucos antes de empezar o mientras se trabaja:
Escribid siempre con la función «Mostrar todo» habilitada, te permitirá evitar la mayoría de errores de formato. Se activa pulsando el calderón (¶).
Memorizad los atajos de teclado más útiles. Podéis incluso configurar el teclado para asignar números sencillos a ciertos símbolos frecuentes.
Automatizad las palabras que siempre (o casi siempre) escribimos mal. Me pasa con «tambine» o «entocnes», por ejemplo. Si sabéis con qué palabras falláis más, utilizad el autocorrector para memorizar estas formas erróneas y que las cambie automáticamente por la forma correcta.
Controlad el uso de las comillas. La secuencia es la siguiente: «…“…‘…’…”…».
También, aunque parezca una obviedad, aseguraos de tener controlado todo lo que hay que traducir: ¿La presentación en Powerpoint lleva notas? ¿Te has fijado en todas las pestañas del Excel y las columnas escondidas? ¿El Word lleva notas al pie?
Trucos para después:
Buscad y reemplazad los dobles espacios por uno solo.
Aseguraos de haber escrito bien las cifras y los espacios antes de símbolos como el %.
En traducción editorial, sed coherentes con los nombres de los personajes y que el autocorrector no haga de las suyas. Para eso va bien guardarlos en el diccionario de Word.
Comprobad que el uso de la raya en los diálogos sea correcto.
También relacionado con la revisión, va muy bien leer en voz alta lo que traducimos. Como no trabajamos con palabras sin contexto, cada texto tiene su ritmo y su música, y la mejor manera de comprobarlo es leerlo en voz alta. De este modo nos daremos cuenta de las expresiones cacofónicas y las repeticiones que tanto empobrecen el texto.
En cuanto a la repetición de vocabulario, gracias a Merche, de TraducirCo, descubrí hace nada Repetition Detector. Esta herramienta, disponible en varios idiomas, nos permite cazar las palabras que se repiten a lo largo del texto, ya sean formas totalmente coincidentes o bien de la misma familia léxica. Sin duda, todo un hallazgo.
ALGUNAS HERRAMIENTAS ÚTILES
Aunque parezca obvio, por lo que observo con algunos alumnos que he tenido en prácticas, es que falla algo tan básico como no pasar el corrector o fiarse a pie juntillas del que tenemos en Word. Una buena revisión necesita algo más.
Por supuesto, la mejor revisión y corrección es la que puede hacer otro profesional, pero en nuestro día a día no solemos tener esta opción, a menos que trabajemos en equipo o dispongamos de alguien que pueda revisar algún proyecto en especial. Después de traducir, y aunque haya alguien que corrija nuestro texto posteriormente, la relectura y primera revisión es cosa nuestra y parte de nuestro trabajo.
¿Qué recursos tenemos a nuestro alcance? Una de mis páginas preferidas es la de UniCo (La Unión de Correctores), no solo por su base de datos de profesionales, que también, sino por su página de recursos.
Como comentaba antes, además de pasar el corrector que viene por defecto en el procesador de texto, es bueno echar mano de otras herramientas. A mí me gusta mucho MyStilus porque es muy completa y nos permite seleccionar múltiples variables para repasar.
Con MyStilus puedes revisar tu texto de forma interactiva directamente desde su página o bien descargar el programa que funciona como un complemento o como macro en Word, de modo que puedes tenerlo completamente integrado en el procesador de textos.
Para mí, lo mejor de esta herramienta es que no se limita a la corrección ortográfica y gramatical, sino que se puede corregir también el estilo e incluye las recomendaciones de la RAE y la Fundéu. Aquí tenéis un ejemplo de revisión de estilo con esta herramienta como complemento para Microsoft Word:
Podéis encontrar más información sobre cómo funciona en este documento. Como complemento simpático, añado que en su web también hay un presupuestador para calcular el precio de un texto, amén de otras aplicaciones útiles como un diccionario inverso, un analizador morfosintáctico y un conjugador verbal.
También tenemos Language Tool, una herramienta de código abierto que permite verificar la gramática, ortografía y el estilo de un texto. Se puede utilizar desde la misma página o bien descargarla gratuitamente. Además de castellano, permite revisar textos escritos en más de 20 idiomas.
Para resolver dudas puntuales:
Si en el momento de traducir, y no solo de revisar, nos asalta alguna duda, podemos consultar las direcciones siguientes:
Por último, pero no menos importante, recordad que hay vida más allá de los recursos online para resolver dudas y revisar traducciones. Como alguna vez he comentado, especialmente en los dos artículos sobre lecturas para el traductor —primera y segunda parte (de momento)—, hay muchas obras no digitalizadas que son de consulta obligada, como por ejemplo:
…en este blog. Pasa un año más y va bien hacer balance de lo que han dejado estos doce meses. En 2014 hablé de lo que había representado para mí profesionalmente y este año he creído conveniente hacer un repaso de todos los artículos publicados desde enero.
A veces escribo tras darle muchas vueltas a un tema, otras veces ocurre de forma casi espontánea por algo que sucede o que encuentro por ahí (una imagen, una noticia…), pero siempre acabo dejándome mucho tiempo en ellas y, bueno, por si os perdisteis alguna, aquí las rescato por temas:
EJERCICIO PROFESIONAL
Empezamos el año con tres entradas completas sobre el ejercicio profesional. Enlaces, trucos y consejos sobre cuestiones tan diversas como fiscalidad, ergonomía, trato con clientes, etc.
Cada maestrillo… Consejos para el traductor autónomo I:Ser traductor en muchas de sus facetas como la especialización, saber abordar una traducción (tipos de texto, léxico, formato, revisión) y lo positivo de trabajar con otros compañeros.
Como último artículo sobre el ejercicio profesional, pero en clave de (más) humor esta vez, encontramos Life as a translator, con un compendio de viñetas de estilo retro que ilustran las vivencias del traductor en su día a día.
Un día cualquiera en la vida de una traductora
TRADUCCIÓN EDITORIAL Y LITERATURA
Este año he publicado en el blog artículos muy variopintos dentro de la traducción editorial, la literatura y las letras en general.
Ana Frank y la «pornografía»: La noticia de una madre estadounidense que se llevó las manos a la cabeza por los fragmentos supuestamente pornográficos del Diario de Ana Frank me inspiró para escribir esta entrada sobre la censura en la literatura y en la traducción de este tipo de pasajes. Al investigar un poco y tras un chivatazo de otro compañero traductor, Javi Mallo, vi que hay mucha más tela que cortar en cuanto a la traducción del diario, pero esto será tema de otro artículo.
Pasión prehistórica: Siguiendo con el tono erótico del artículo anterior, hablé de las novelas eróticas con dinosaurios que triunfan en Internet y traduje algunos fragmentos para el ¿deleite? de los lectores.
La relación entre lector y traductor:¿Alguna vez habéis hablado con los lectores de vuestras traducciones? Tuve el placer de hacerlo en noviembre al participar en una mesa redonda sobre traducción con motivo de las Jornadas Ándalus Románticas. En este artículo incluyo más de una hora de audio de la mesa redonda y una entrevista con escritores y lectores de novelas románticas que nos dan su punto de vista sobre el mundo de la traducción.
El traductor creativo: Aunque no hace falta ser Lord Byron para traducir, sí hay que saber escribir y expresarse bien por escrito, de modo que en este artículo expliqué las bondades de los ejercicios de escritura para traductores con el fin también de cultivar la creatividad. No os perdáis los juegos, pasatiempos y un buen puñado de recursos para traducir.
TRADUCCIÓN AUDIOVISUAL
Aprovechando la exposición de Pixar en el CaixaForum de Barcelona, escribí Traducir películas de animaciónen la que hablo de este tipo de largometrajes de forma exhaustiva, desde su proceso de creación (guion, storyboard, colorscript, etc.) a cómo he traducido algunas de ellas. Encontrareis ejemplos de guías de estilo y materiales de referencia, así como del proceso de traducción y las características y dificultades que presenta el lenguaje en este tipo de películas.
Brócoli, pimientos y otras adaptaciones de cine: Con motivo del estreno de Del revés (Inside out, 2015) y del fenómeno de la adaptación, hablamos de cómo solventar algunos escollos culturales en varias películas.
Por último, aunque no es una cuestión puramente audiovisual, encontramos Traduciendo insultos por ahí, que incluye la charla que di en el ENETI 2015 sobre la traducción del lenguaje soez, con muchos ejemplos del mundo del cine, ya fuera en doblaje y subtitulación.
IDIOMAS
Este año pensé en tratar temas más generales en el blog, cuestiones que fueran más allá del mundo de la traducción y de ahí:
Aprender idiomas leyendo: artículo sobre los beneficios de la lectura para aprender un idioma y algunos consejos útiles para no aburrirse en el intento.
1001 recursos para aprender idiomas: como su nombre indica… bueno, tal vez no eran 1001, pero sí fueron un buen montón de enlaces los que recopilé para esta entrada con recursos para aprender y mejorar muchos idiomas: inglés, alemán, francés, italiano, portugués, noruego y un largo etcétera.
ETIMOLOGÍA
Echando la vista atrás, me doy cuenta que otros años he hablado más de etimología. Este año solo ha habido un artículo en el blog sobre este tema: Leyendas lingüísticas y falsas etimologías. En él, traté los orígenes falsos de algunos términos, esas etimologías que con el paso del tiempo o simplemente porque quedan bien se han dado como válidas. Repasamos algunos de los casos más sonados tanto en inglés como en castellano.
Sea como sea, espero que os gustaran en su momento o las disfrutéis ahora. Gracias por estar ahí y por vuestros comentarios. Como novedad para 2016, si queréis sugerir temas o incluso participar en el blog, no tenéis más que escribirme. Estaré encantada de leeros.
Pocas veces tienes contacto con los lectores de lo que traduces y cuando se da esta oportunidad, hay que aprovecharla. Así sucedió en noviembre de este año en las Jornadas Ándalus Románticas 2015 que tuvieron lugar en Málaga. Dos días de charlas y mesas redondas relacionadas con el género romántico y erótico al que me invitaron, junto a otros tres traductores, para hablar de la traducción de este tipo de novelas.
Denostado como pocos, el género romántico y erótico tiene una legión de fans muy fiel y muy crítica con el producto. Debo reconocer que en un primer momento el encuentro me daba respeto. Al principio de traducir novela romántica, que por aquel entonces era sobre todo histórica (con todas las dificultades terminológicas que eso implica), recuerdo descubrir un blog famoso, Autoras en la sombra, en el que había un apartado en el que ponían bastante a caldo a algunas traducciones y traductores.
Son lectores con contacto muy directo con las editoriales y con bastante poder de decisión, amén de bastante exigentes, cosa que en un principio no me parece mal, ojo. Lo mejor de este encuentro, al menos para mí, fue que estos lectores supieran qué supone traducir exactamente, a qué dificultades nos enfrentamos y que vieran que somos un eslabón más en la creación de un libro. Y parece ser que gustó.
Los traductores que estuvimos en la mesa venimos de contextos muy dispares y tenemos experiencias (traductológicas) de todo tipo. Yuliss M. Priego, traductora de la trilogía «Sin aliento», ha empezado no hace mucho en el mundo de la traducción tras acabar el máster de traducción editorial de la Universidad de Málaga y conoce el género como pocas ya que es una gran fan de las novelas románticas. Juan Pascual, traductor de «Confesiones de una sumisa» y la serie «Los ángeles sangrientos», entre muchos otros libros, ha traducido de todo, especialmente novela fantástica, pero también tiene una dilatada experiencia, no pun intended, en el género erótico. Puerto Barruetabeña es la traductora de uno de los libros de «50 sombras de Grey», pero ha traducido muchísimos más y ha tocado muchos palos, como la novela negra. De hecho, si queréis conocerla más a fondo, os recomiendo la entrevista que le hicieron en Nóvalo.
Y a mí ya me conocéis, así que tampoco me voy a extender ahora. Lo curioso es que comparto muchas experiencias con Juan y Puerto; a los tres nos llegaron los primeros encargos de novela romántica y erótica por casualidad y hemos terminado casi especializándonos. Al final si el editor ve que trabajas bien y te sientes cómodo con lo que te traduces, es normal que acabe enviando novelas de un mismo estilo.
El vídeo con la presentación:
Aquí tenéis al completo el audio de la mesa redonda:
LA VISIÓN DE LOS LECTORES
Como comentaba, tuvimos la suerte de hablar con los lectores directamente, no solo durante la mesa redonda sino también a lo largo del día. Y si tener a los lectores del texto en mente cuando traducimos es esencial, hablar con ellos es una buena oportunidad de ver cómo reciben estas novelas y qué opinan ellos de la traducción.
Así pues, os dejo una entrevista a tres lectores con perfiles distintos, pero experiencias similares: Carmen Cano, bloguera y lectora apasionada; Carla Crespo, traductora, lectora y escritora de novela romántica, y Cosmin Stircescu, lector, bloguero y escritor.
Cuéntame un poco sobre ti y tu blog o tu carrera literaria. Cuándo empezaste, qué te motivó…
CARMEN: En primer lugar, gracias por pensar en mí para la entrevista. Me licencié en Historia del Arte y también en Ciencias de la Documentación. Siempre tuve preferencia por las letras puras así que los libros han formado parte de mi vida desde que tengo uso de razón. Empecé leyendo novela histórica y fantasía épica, pero cuando estaba en la universidad descubrí la novela romántica y desde entonces leo mayormente este género en todas sus variantes.
Al principio subía reseñas a un foro, pero decidí abrirme el blog,Libros escondidos, como un modo de recopilar todas las reseñas que hacía y también para realizar además de reseñas otro tipo de contenido. El blog tiene ya unos seis años y desde entonces acumula unas 200 reseñas aproximadamente. Me motiva reseñar para expresar lo que me ha parecido una novela, pero sobre todo pienso que una buena reseña puede ayudar a un lector indeciso. O también una buena reseña constructiva puede ayudar a dar a conocer una novela que no tiene mucho público o a desmitificar novelas que pueden estar sobrevaloradas.
CARLA: Siempre me ha gustado leer y escribir, de hecho, estudié Traducción e Interpretación porque quería convertirme en traductora literaria, pero no fue hasta hace unos años que me lancé a escribir mi primera novela. Me apunté a los cursos de José de la Rosa como hobby y, a partir de ahí, empecé a tomármelo en serio: terminé mi primera historia, «No reclames al amor», la envié al I Premio HQÑ y, aunque no gané, la publicaron. Desde entonces he publicado cuatro novelas, todas con Harlequin.
COSMIN: Bueno yo nací en Rumanía, pero vivo en España desde el 2003. Tengo 25 años, me encanta el cine, el deporte y disfruto muchísimo con la literatura, sobre todo la fantasía épica, ciencia ficción y la novela histórica. Llevo escribiendo desde muy joven. El año pasado publiqué mi primera novela, «Leyendas de Erodhar 01. La Vara de Argoroth», que es una novela de fantasía épica medieval, la primera de una saga de un total de 5 libros; y este año salió a la venta mi segunda novela, una de ciencia ficción con toques distópicos, denominada «Orfus: el ocaso de los Or´Uka».
En cuanto a mi blog, La Forja de Leyendas, surgió para tener un espacio de encuentro con los lectores y compañeros de letras, donde poder publicar todo lo relacionado con mis novelas, proyectos literarios, firmas, presentaciones, talleres, artículos de opinión y breves entradas con información adicional sobre determinados personajes e historias de mis novelas. Al ser Erodhar un mundo de fantasía que he creado desde cero, tiene una complejidad y un trasfondo que es imposible abarcar de manera detallada en las novelas, así que el blog es una buena manera de desarrollar mediante apéndices, artículos, ensayos, etc., todos esos elementos que pueden ser de interés para los muy fans a los que les gusta conocer todo con detalle.
Como lector del género romántico y erótico, ¿qué valoras más en una novela de este tipo?
CARMEN: Valoro sobre todo la trama, que sea coherente, que esté bien construida, que no haya incoherencias sobre por ejemplo la edad de los personajes. También valoro la personalidad de los personajes: que no sean planos y que muestren una evolución. Sobre todo, que sean novelas con una trama original no tanto en lo que cuentan sino en cómo tratan el argumento y cómo están contadas. Dependiendo del género, también valoro el lenguaje empleado, no es lo mismo el lenguaje en una novela histórica que en una contemporánea. En cuanto al final feliz, no importa tanto como el camino para llegar a él. Siempre he pensado que lo importante no es el final sino el desarrollo de la novela, el desarrollo de los personajes, los conflictos que haya entre ellos. Estos detalles enriquecen las novelas y hacen que no sean aburridas ni tediosas.
CARLA: Yo no me considero lectora de romántica (aunque sí autora :P), leo de todo, aunque la romántica es uno de mis géneros favoritos. Lo que yo más valoro en cualquier novela (de este u otro tipo) es que tenga calidad literaria, una trama original y unos personajes que enganchen. Creo que todo es igual de importante a la hora de valorar una obra.
Lo que yo más valoro en cualquier novela (de este u otro tipo) es que tenga calidad literaria, una trama original y unos personajes que enganchen.
COSMIN: Bueno yo no he leído novelas románticas o eróticas puras, al menos hasta ahora. Mi género ha sido el fantástico, después la ciencia ficción y me gusta mucho las novelas históricas; no obstante, considero que tanto lo romántico como lo erótico debe formar parte de una buena historia, así que estoy muy a favor de la mezcla de géneros. Por eso en mi novela de fantasía se juntan varios géneros, de modo que no todo son guerras de espadas, orcos, elfos y enanos, sino que también hay intriga, hay historias de amor, hay escenas de sexo, hay escenas de misterio, de aventura…
¿Sueles prestar atención a quién ha traducido el libro o a la traducción en sí?
CARMEN: La verdad es que no. No le presto una atención excesiva, quizás porque siempre he leído en castellano y como no leo apenas en inglés pues no puedo comparar si el trabajo del traductor está bien o mal hecho. Sé que la mayoría de las novelas que he leído son de autoras anglosajonas, pero no he leído sus originales así que no puedo decir que las novelas que he leído hayan estado mal traducidas. No soy una lectora que se fije en quien ha traducido la novela. Conozco a lectoras que sí, porque tienen más preferencia por un traductor que por otro, pero no es mi caso; quizás porque nunca me he puesto a comparar si la traducción es fiel o no al original.
En las JAR de Málaga de 2015, dije que era una ignorante en este tema de la traducción y en mis reseñas prefiero no opinar sobre este tema porque no queda bien opinar de un tema que desconozco. Es más, fue en Málaga donde puse cara a traductores que había leído pero que no era consciente de ello. Los había leído porque habían traducido novelas anglosajonas que me gustan, pero la verdad es que no los conocía de nada. Quizás suene fatal, pero cuando busco novedades para leer dentro del género romántico, me fijo más en el nombre de la autora, en la sinopsis y en la portada que en el nombre de la persona que traduce la novela.
CARLA: Sí, pero claro, es deformación profesional. Soy de las que voy leyendo un texto y piensa «si aquí pone esto es porque en el original pondría…» o cosas así.
Le doy mucha importancia a una buena traducción y algunas de mis novelas favoritas las tengo en el idioma original y en un par de ediciones con diferentes traducciones. Por ejemplo, tengo una edición de Jane Eyre traducida por Carmen Martín Gaite que guardo como un tesoro.
COSMIN: Lo cierto es que no suelo fijarme quién ha traducido el libro y tampoco me pongo a comparar la versión inglesa con la versión en castellano para ver si está bien o no. En mi opinión, si la editorial ha decidido apostar por un determinado traductor para traducir una obra, es que tienen razones para hacerlo y ese profesional ha hecho méritos para ello.
En mi opinión, si la editorial ha decidido apostar por un determinado traductor para traducir una obra, es que tienen razones para hacerlo y ese profesional ha hecho méritos para ello.
Se suele decir que las lectoras de romántica pueden ser muy críticas con las traducciones. ¿Es cierto? ¿Tienes alguna anécdota o comentario al respecto?
CARMEN: Sí, es totalmente cierto. Sucede con muchas lectoras, y algunas blogueras que leen más en inglés que en castellano. Debido a esto, cuando la novela en cuestión que se han leído en inglés la traen a España, suelen compararla con el texto original y suelen comentar en redes sociales el resultado. Como he dicho anteriormente no es mi caso. Leo en inglés, ahora más que antes, pero sigo leyendo más en castellano.
Una anécdota sobre este tema fue cuando llego a España «Cada vez que llueve» de Lisa de Jong, una novela new adult que esta traducida por una lectora y traductora que conozco. Tenía muchas ganas de leerla, leí reseñas en Goodreads y allí vi que ciertas lectoras la criticaban no porque la novela fuera mala, sino porque había partes de la traducción que no gustaron. Llegaron a decirme que mejor leyera la novela en inglés porque la traducción era pésima.
Lo mismo sucedió con «Calle Londres» de Samantha Young, donde también comenté en redes sociales que me llamaba la atención y me hicieron la misma recomendación acusando al traductor de un mal trabajo, así como de que se había comido párrafos enteros y que eso desvirtuaba la lectura. Fue en estos dos casos cuándo me movió la curiosidad y busque quien era el traductor, además de buscar comentarios de otros lectores y blogueros para ver otras opiniones.
He de decir que en el caso de «Calle Londres», sí que me pareció que había párrafos que faltaban o incluso que se habían comido palabras, pero me pregunté si era más cosa del corrector que del propio traductor. En el caso de «Cada vez que llueve» no entendí las críticas porque creo que estaba bastante bien y, desde mi ignorancia del texto original, no vi que hubiera ningún error garrafal que impidiera entender el texto. En ambas, disfruté bastante de la lectura.
CARLA: No creo que las lectoras de romántica sean más críticas con las traducciones que el resto, pienso que cualquier lector es crítico con una mala traducción. Quizás sea que muchas novelas románticas no se han traducido en las mejores condiciones (traductores inexpertos, plazos de entrega muy cortos, etc.) y eso ha generado quejas entre las lectoras, no porque sean más críticas, sino porque les han llegado textos de peor calidad.
Quizás sea que muchas novelas románticas no se han traducido en las mejores condiciones (traductores inexpertos, plazos de entrega muy cortos, etc.) y eso ha generado quejas entre las lectoras.
COSMIN: Creo que los lectores en general quieren que las obras por las que pagan un dinero para poder leer, estén bien traducidas, bien corregidas, bien maquetadas, etc. En mi caso, como he dicho antes, confío en el trabajo de los profesionales y sé que, aunque puedan albergar errores, pues son humanos, en general no serán más que cosas puntuales.
¿Te has quejado alguna vez a una editorial por la mala calidad (¡o has alabado un buena!) de una traducción? ¿Suele hacerse?
CARMEN: No, no me he quejado nunca. Aunque debería escribir a alguna editorial para felicitar por el trabajo. Siempre tenemos tendencia a criticar lo malo y poner el grito en el cielo, pero nunca llamamos o nos comunicamos cuando la gente hace un buen trabajo. Debería corregir eso, porque los buenos trabajos también deben aplaudirse.
Quejarse suele hacerse mucho, pero no vía privado a una editorial. Los lectores románticos somos muy fieles, pero eso es un arma de doble filo, porque cuando algo no nos gusta lo aireamos mucho, pero por las redes sociales. Se condena a todos por igual, hacemos mucho ruido en las redes sociales, pero a veces pagan justos por pecadores. No creo que sea justo, pero creo a veces los lectores somos demasiado vehementes y criticamos sin saber y sin informarnos primero. Esto es algo que todos deberíamos corregir.
Siempre tenemos tendencia a criticar lo malo y poner el grito en el cielo, pero nunca llamamos o nos comunicamos cuando la gente hace un buen trabajo. Debería corregir eso, porque los buenos trabajos también deben aplaudirse.
CARLA: Yo no lo he hecho, pero creo que debe hacerse, igual que nos quejamos cuando se nos presta un mal servicio en cualquier otro ámbito o se devuelve algo que no está en las mejores condiciones. Es necesario para que las editoriales se conciencien de lo importante que es ofrecer una traducción de calidad y se terminen las tarifas abusivas, los plazos de entrega abusivos y esas condiciones que propician que no traduzcan esos textos las personas más cualificadas para ello.
Es necesario para que las editoriales se conciencien de lo importante que es ofrecer una traducción de calidad y se terminen las tarifas abusivas, los plazos de entrega abusivos y esas condiciones que propician que no traduzcan esos textos las personas más cualificadas para ello.
COSMIN: Yo no. Creo que sé el suficiente inglés para tener una conversación con otra persona, pero no como para poder opinar si una traducción, que más allá del traducir un texto requiere una adaptación al castellano, es buena o mala. Quizás tendría que toparme con algo muy grave, que la traducción cambie completamente el contexto y el sentido de una frase un párrafo o una página del idioma original, como para llegar a quejarme por ello. Por tanto, yo no me he quejado nunca.
En una de las intervenciones en la mesa redonda del JAR decían que el sexto libro de Harry Potter, si no recuerdo mal, en castellano perdía ese contexto oscuro que tenía en inglés. Eso fue algo con lo que yo no estuve de acuerdo, porque en mi opinión sí que se consiguió otorgar esa misma sensación que siente uno al leer la historia en el idioma original. Por tanto, como en todo, hay opiniones y opiniones.
Estuviste en nuestra mesa redonda. Además de lo que comentamos, ¿conoces el trabajo de los traductores? ¿Qué te parece?
CARMEN: Sí, estuve en la mesa redonda, de hecho, fue una de las mesas que más disfruté. Creo que fue divertida, amena y donde todos los lectores aprendimos mucho. No sabía que conocía el trabajo de los traductores que acudían hasta que vi el programa y vi los trabajos que habían realizado. Es cierto que había leído novelas suyas, y que había escuchado hablar de alguno de los ponentes, pero como no me suelo fijar en los nombres de los traductores pues no les ponía cara.
De las novelas que puedo opinar, creo que el trabajo está bien hecho. No creo que las novelas estén mal traducidas. Creo que muchas veces se achaca a la traducción que la novela sea mala y muchos de los lectores no se dan cuenta de que, si la novela es mala, no es porque el traductor haga mal su trabajo, sino porque el texto original es malo. Si algo me quedo claro en la mesa redonda fue que los traductores no son correctores de estilo y que no pueden convertir un texto malo en el premio nobel. De hecho, doy fe de ello. De los trabajos de los ponentes, la única novela de la que había leído el original es «50 Sombras de Grey», por eso doy fe que el texto original no era bueno de ahí que el texto traducido sea igual. El texto en inglés me pareció repetitivo y pobre, así que nunca he podido criticar la traducción cuando de la novela original ya tengo esa opinión.
Creo que muchas veces se achaca a la traducción que la novela sea mala y muchos de los lectores no se dan cuenta de que, si la novela es mala, no es porque el traductor haga mal su trabajo, sino porque el texto original es malo.
CARLA: Como ya he comentado antes, yo estudié Traducción e Interpretación y durante unos años trabajé como traductora literaria (entre otras novelas, traduje «El lado bueno de las cosas»), por lo que ya conocía el mercado editorial antes de sumergirme en él como escritora.
La vida me ha llevado a trabajar en el departamento de RR. HH. de una compañía aérea, porque la vida del traductor autónomo a veces es muy incierta, pero en un futuro me gustaría poder dedicarme de lleno a la traducción y a la escritura y es algo que no descarto en absoluto, así que, si hay alguna editorial que me lee y está interesada, ¡que no dude en llamarme! 😉
COSMIN: Sé que es un trabajo muy difícil, que no basta con conocer los dos idiomas, hay que saber narrar, hay que saber adaptar, hay que saber dar el mismo sentido y mantener, en la medida de lo posible, el estilo original del escritor. Todo eso es muy difícil y creo que no todo el mundo puede hacerlo.
Yo he intentado, simplemente por curiosidad, meterme una vez en la piel del traductor, y me puse a traducir la primera página de mi novela (de español a inglés). Solo la primera. Tardé cerca de 8 horas hacerlo y el resultado fue algo bastante regular, lo cual me ha hecho darme cuenta de lo difícil y complejo que es este trabajo. Ya lo sabía, pero ahora lo sé todavía más, y por tanto tengo mucho respeto hacia los que se dedican a ello. Ya sea traducción inglés-castellano, como castellano-inglés, o ambas.
Sé que es un trabajo muy difícil, que no basta con conocer los dos idiomas, hay que saber narrar, hay que saber adaptar, hay que saber dar el mismo sentido y mantener, en la medida de lo posible, el estilo original del escritor.
¿Quieres apuntar algo más?
CARMEN: Apuntar como último comentario que los lectores de romántica somos muy críticos, pero muchas veces lo hacemos desde la ignorancia. Al menos es mi opinión. Creo que en general el mundo editorial es un gran desconocido. Es un negocio, una empresa como otra cualquiera, pero desconocemos su funcionamiento, su forma de trabajar y ese desconocimiento perjudica. Creo que muchas veces el mundo de la edición en general, y de la traducción en particular es un gran desconocido.
La mayoría de los lectores nos centramos en el producto final y no en el trabajo que lleva. Ese es el motivo de que se opine, a veces, sin saber. Por este motivo, a mí en particular, la mesa de traducción me pareció pertinente y muy enriquecedora. Aprendí mucho y me gustó debatir sobre este tema y conocer de primera mano cómo es el trabajo de los traductores y las dificultades que se encuentran a la hora de traducir la novela en inglés al castellano o a otro idioma peninsular. Gracias a ti por ofrecerme esta entrevista. Ha sido un placer.
Creo que en general el mundo editorial es un gran desconocido. Es un negocio, una empresa como otra cualquiera, pero desconocemos su funcionamiento, su forma de trabajar y ese desconocimiento perjudica.
CARLA: Para los que no me conozcáis, escribo romántica contemporánea y chick lit. En octubre salió en digital mi última historia «Un amor entre las dunas» y dio el salto al papel «Una chica de asfalto». Os animo a leerlas y a darme vuestra sincera opinión. Podéis seguirme a través de las redes sociales en facebook, twitter, instagram y el blog.
COSMIN: Pues la verdad es que una de las cosas que más me ha llamado la atención ha sido el hecho de que una traducción de español a inglés suele costar más que de inglés a español; en algunos casos mucho más. Entonces mi duda sobre esto es si el precio superior viene por el hecho de que es más difícil adaptar un texto narrado de español al inglés, o si es algo que pasa porque para un traductor es más fácil traducir y adaptar de un idioma extranjero a su idioma materno.
Y esto es todo por hoy. Espero que os haya gustado comprobar el otro lado del tapiz, cómo se nos ve y se nos lee. Gracias a los entrevistados por vuestro tiempo y suerte en vuestras andaduras.