¿Año nuevo… tarifas nuevas? Pues todo es planteárselo y más con las nuevas cuotas de autónomo que están al caer. Cuesta hablar de temas económicos porque en esta profesión —que tendemos a romantizar, y yo la primera— parece que esté feo hablar de dinero. Sin ir más lejos, leía en LinkedIn hace un par de días a un compañero que decía que no era buena idea meterse en la rama X de la traducción pensando solo en el beneficio. No sé, a mí me encanta lo que hago, pero quiero ganar dinero con ello y que me salga lo más rentable posible. De hecho, me gusta mucho esta cita de Paul Freet: «A business is a repeatable process that makes money. Everything else is a hobby».
Sea como sea, si eres un (traductor) autónomo y quieres plantearles una subida de tarifas a tus clientes, hay varias cosas que debes tener en cuenta:
Ten una justificación para la subida. Como profesionales que somos podemos decidir cambiar un precio cuando y cómo queramos, sí, pero una subida siempre entra mejor con una justificación. Por ejemplo, si has aumentado tus costes operativos por lo que sea o, sobre todo, has mejorado tus habilidades o servicios, es más fácil justificar una subida de tarifas.
Comunícalo a tus clientes con anticipación. Dales tiempo para adaptarse a los cambios y plantearse si desean seguir trabajando contigo. Evita plantearlo en mitad de un proyecto o traducción en marcha. Puede pasar que nos demos cuenta de que hemos calculado mal y, de repente, no nos sale tanto a cuenta cierto proyecto ya empezado. Cualquier cambio de precio debe hacerse antes de cualquier colaboración.
Ofrece opciones a tus clientes. Por ejemplo, puedes ofrecer un paquete de servicios a un precio más ajustado, tal vez para trabajos más pequeños.
Explica a tus clientes cómo les beneficiará la subida. Por ejemplo, y en relación con el primer punto, si has mejorado tus habilidades o servicios, explícales cómo les puede beneficiará eso a ellos. Quizá ahora ofreces un servicio de transcripción porque dispones de un buen programa para ello y sabes que al cliente Z le puede ir bien.
Considera la posibilidad de negociar. Si mantienes una buena relación con los clientes, es posible que puedas llegar a un acuerdo sobre una tarifa intermedia. No hace mucho, le planteé una subida a una agencia. No me la aceptaron a nivel general, pero conseguí que para traducciones de X palabras, el precio sí fuera superior.
Por regla general, es importante ser sinceros y transparentes con los clientes a la hora de plantear una subida de tarifas y tratar de llegar a un acuerdo que convenga a ambas partes (pero, sobre todo, que te convenga a ti). Y no te fustigues si te responden con una negativa. Si se oponen a esa subida o directamente te dicen que te enviarán menos trabajo (sí, tal cual), es buen momento de reevaluar tu trabajo con ese cliente. ¿Te interesa seguir trabajando con esas condiciones? ¿Puedes prescindir de ese cliente? Tal vez así tengas más tiempo para encontrar a otro mejor.
¿Cuándo es mejor plantear una subida de tarifas u honorarios?
No hay un momento específico que sea el «mejor» para subir tarifas. Cada situación es única y dependerá de tus circunstancias personales y profesionales. También entran en juego varios factores, como el mercado en el que te encuentras, tu nivel de experiencia y la situación financiera de tus clientes Algunos puntos que puedes tener en cuenta al decidir si es el momento adecuado para subir tus tarifas son:
Tu situación financiera: Si han aumentado tus costes o estás pasando por un período de gran demanda, es posible que necesites subir las tarifas para que tu negocio siga siendo rentable.
Tu experiencia y formación: Si has mejorado tus habilidades o adquirido nuevas certificaciones o credenciales, es un buen momento para comunicarlo y plantearlo.
La situación del mercado: Si hay una alta demanda por tus servicios o si tienes una posición de liderazgo en el sector (porque quizá tienes una combinación lingüística poco frecuente o una especialización única), es posible que puedas subir tus tarifas sin perder clientes.
Tu relación con los clientes: Si tienes una buena relación con tus clientes y les has brindado un buen servicio, es más probable que lo entiendan y estén dispuestos a aceptar la subida de tarifas.
Sobre todo, y como decíamos antes, es importante examinar las circunstancias y asegurarte de tener una justificación para subir las tarifas antes de proceder. Comunícalo a tus clientes con tiempo suficiente y ofréceles opciones para que la transición sea más fácil para ellos.
No quiero terminar sin dejar por aquí el recursazo de ASETRAD, CalPro, para calcular honorarios, contabilizar gastos, etc. Y también esta plantilla más sencilla de #TeamTranslator, que te permite calcular a cuánto deberías cobrar la hora, la palabra, etc., para tener X beneficios, vacaciones y disponer de días libres en caso de una baja, por ejemplo.
¿Cómo lo haces tú? ¿Qué has hecho en una situación así? Te leo en comentarios. ¡Hasta la próxima!
La actualidad nos impide hacer muchos planes y, no sé vosotros, pero yo vivo al día. Me centro en las traducciones que tengo entre manos, mi familia… y ya, porque me queda poco margen para más. Aun así, siempre hay momentos de menos trabajo o tareas que no podemos descuidar porque, a la larga, pasan factura.
Por ejemplo, hace un tiempo os hablaba de estas cosas que podemos aprovechar para hacer en los momentos de menos trabajo en el artículo 5 cosas que un traductor puede hacer en agosto. Pues bien, hace unas semanas, la traductora Beth Smith subió a la cuenta de @translationtalk una lista de tareas que me pareció bastante completa y que os traigo aquí adaptada con consejos de mi cosecha para que apliquéis las que os parezcan más oportunas, porque ¿cuándo fue la última vez que actualizasteis el CV o llamasteis a las puertas de clientes nuevos?
Pues ya tenéis deberes para un ratito.
¡Todos al teclado!
1. Haz una lista de las agencias/clientes con los que quieras ponerte en contacto. Que sea completita. Incluye todos los datos pertinentes y apúntate cuándo les das el toque para repetir pasado un tiempo.
2. Ponte en contacto con un (potencial) cliente directo. ¡Puedes hacerlo hoy mismo!
3. Ponte en contacto con una agencia nueva.
4. Dale un toque a un cliente para el que hayas trabajado en el pasado para recordarle que existes y sigues disponible.
5. Actualiza tu página web o créate una si no la tienes (échale un vistazo a wordpress y sitios plantilla).
6. Actualiza el perfil de LinkedIn o hazte uno si no tienes (se puede recibir mucha visibilidad escribiendo textos sobre la profesión).
7. Actualiza tu presencia virtual en otros lares (perfil en Proz, base de datos de tu asociación de traductores, directorios varios).
8. Actualiza o pule el CV. ¿Cuándo fue la última vez que le diste un buen repaso y retocaste cosillas? En cuanto al aspecto gráfico, en Canva tienes modelos muy bonitos.
9. Escribe o retoca las cartas/mensajes de presentación. Yo tengo varios tipos preparados según el destinatario (agencia, editorial, estudio, cliente directo).
10. No descuides los materiales de marketing. ¿Has pensado en hacerte un logo? ¿Tienes tarjetas de visita o algo especial para cuando hay que mandar documentación física? Tal vez te interese. Cuando los tengas, siempre puedes hacer ronda de envíos a los (actuales y posibles) clientes.
11. Traduce (o encarga la traducción) de tu web, tu CV y cualquier otro texto que necesites a tu lengua B para promocionarte también en este idioma.
12. Escucha pódcast de traducción y de los temas de tus especialidades. ¡Se aprende muchísimo!
13. Busca algún podcast o blog de marketing y ponte como objetivo aplicar alguna idea que te resulte interesante.
14. Créate un porfolio con tus trabajos de traducción. Yo tengo un PDF con todos los libros traducidos publicados, por ejemplo, y también constan en mi web.
15. Haz algún cursillo sobre alguna herramienta que te parezca útil o para ahondar en algún tema que te interese.
16. Asiste a ferias y congresos (aunque sean virtuales, ¡dichosa pandemia!).
Llega el final del año y toca hacer balance. 2020 ha sido un auténtico viajecito, ¿qué os voy a contar? Reconozco, no sin cierto pudor, que fui de las que al principio de todo pensaban que la covid-19 era una gripe más y que la gente exageraba. Qué equivocada estaba y cuánto dolor hemos vivido.
En la familia hemos tenido la suerte, de momento, de no contagiarnos y de no haber perdido (mucho) trabajo. Mi madre estuvo en ERTE un tiempo, pero por suerte se jubila dentro de dos semanitas y mi pareja, perito autónomo, se pasó unos meses sin trabajar, cosa que por otro lado no fue una hecatombe en casa porque se ocupó del peque mientras yo trabajaba. De hecho, recuerdo que a finales de 2019, como propósitos para el año nuevo, pensé en relajarme un poco, priorizar, aprender a decir que no y no trabajar tanto, pero… terminé aceptando todo lo posible para no notar de forma tan acusada los efectos de la pandemia durante la cuarentena. Lo único que he podido cumplir durante este tiempo es no trabajar en fin de semana (más de lo necesario, vaya, porque si me seguís en Instagram sabréis que las últimas semanas ha tocado pringar).
Os mentiría si os dijera que se acabó y que me he relajado. La verdad es que este último trimestre ha sido una locura y he estado muy al borde de la saturación, de otra crisis de ansiedad y, en general, de acabar quemada con el trabajo. He llegado a compaginar cuatro libros a la vez, además de otros encargos varios, y ahora que solo estoy con uno solo me noto falta de energía. Y es que algo que creo que nos cuesta como autónomos (sin ánimo de generalizar, hablo de lo que veo en mi círculo) es desconectar y decir más que no. ¿Cuántas veces estos meses habré oído/leído lo de «Voy a tope, pero me han ofrecido X y he dicho que sí PORQUE…»? Ese porqué puede ser muy variado: «porque no sé si me va a entrar trabajo después», «porque no llego a final de mes», «porque si digo que no puede que pierda al cliente». Y así, entre porqués, acabamos perdiendo el sueño y hasta las ganas, porque no descansar bien y estar siempre con el chip del trabajo acaba pasando factura.
Aun así, también reconozco que estar ocupada y haber podido trabajar me ha ayudado a no perder los ánimos. Desde el inicio de la pandemia he traducido doce libros —entre novelas, cómics, libros infantiles y algún pequeño ensayo— y tampoco han faltado los trabajos de agencia, aunque es cierto que algunos clientes eran del sector terciario y, evidentemente, han bajado los encargos por esta parte.
Con todo, soy consciente de que he tenido suerte porque por aquí estamos todos bien de salud y, en general, la situación no ha hecho demasiada mella en mi salud mental. Sé que muchos compañeros han visto reducidos sus ingresos —sobre todo en el campo de la interpretación—, que la frustración ha sido demasiada y que la soledad ha sido un duro escollo para muchas personas. Deseo de corazón que, si me leéis y estáis en esta situación ahora mismo, mejore todo pronto.
A pesar de la falacia de «de esta saldremos mejores», que yo también quise creer los primeros días, sí pienso que nos hemos dado cuenta del valor que tienen la amistad, la buena compañía y hasta un simple abrazo.Las pequeñas cosas, los pequeños gestos, tienen más importancia de la que creemos. Y esto lo he visto en muchas de las iniciativas de compañeros para hacer más llevadera esta situación desde casa, como vídeos, pódcast y demás. De hecho, hasta yo misma me he atrevido a dejar a un lado la vergüenza y hacer un par de sesiones de preguntas y respuestas sobre traducción.
Por si no los habéis visto y estáis empezando, los encontraréis aquí debajo. Y los descargables con toda esta información los podéis bajar desde aquí y aquí.
El pobre que ha quedado relegado durante todo este año ha sido el blog, que apenas he podido actualizar. Centré todas las energías en la familia y el trabajo y, aunque el blog rozaría esto último, no me daba la vida para escribir artículos con enjundia o que de verdad valieran la pena, al menos desde mi punto de vista, ojo. En este sentido, en 2020 terminamos la serie de «Acabo de terminar el grado. ¿Y ahora qué?» con la entrega número diecinueve de las aventuras y desventuras de recién egresados; os conté de qué va y cómo es el curso de traducción romántica y erótica que imparto en AulaSIC; compartí algunas iniciativas de traductores durante la pandemia y, por último, os hablé de cómo encontrar el primer encargo de traducción y no desfallecer en el intento. Dista mucho del artículo por mes que escribía hace años, pero cuando no se puede, no se puede. Supongo que, de algún modo, lo he ido supliendo un poco en Instagram, con publicaciones más breves e inmediatas.
En definitiva, ha sido un año raro y muy random, como dice ahora la juventud, y tengo ganas de recuperar la normalidad, sea como sea esta, de que remita esta pandemia y el año que entra nos trate un poquito mejor a todos. Por mi parte y para empezar, trataré de aplicarme un poco más el cuento del descanso, porque una ya no rinde como antes. Y aunque no hayamos salido mejores, hemos aprendido que la unión hace la fuerza y, como ya sabéis (y, si no, os lo recuerdo), sigo por aquí para escucharos y echaros una mano si hace falta. Son tiempos difíciles pero no imposibles.
Feliz entrada de año a todos; mucha salud, felicidad y trabajo.
Vivimos un momento de cambio, la «nueva normalidad» ya está aquí y ha venido para quedarse. Si eres profesional en activo, puede que hayas recibido menos encargos y si acabas de graduarte en TeI, quizá te veas como pollo sin cabeza y no sepas por dónde empezar a buscar. Es muy normal y nos ha pasado a todos. De hecho, es una de las mayores preocupaciones cuando lanzo las sesiones de Preguntas frecuentes en mi cuenta de Instagram.
En este post recopilo algunos artículos que te pueden orientar un poco y, al final, tienes algunas direcciones y consejos básicos de interés. ¿Empezamos?
En «El arte de tratar con los clientes: consejos y pautas de actuación» encontramos consejos para saber qué hacer cuando nos piden presupuesto y nos encargan una traducción. También aborda algunos problemas que podemos encontrarnos en el desempeño de nuestra actividad. Pero como nos recuerda también «todos estos consejos y pautas pueden reducirse a tres: cortesía, profesionalidad y sentido común». https://eltraductorenlasombra.com/2013/11/06/el-arte-de-tratar-con-los-clientes-consejos-y-pautas-de-actuacion.
Bonus track con consejos variados sobre la profesión
Hace un tiempo redacté un minimanual en tres entregas con consejos variados para nuestro desempeño profesional y los tienes aquí por apartados:
Además de estos artículos, te recomiendo seguir a traductores en Twitter, puesto que siempre comparten información que puede serte útil, además de la compañía y los ratitos de diversión que brindan. Por ejemplo, no puedes perderte este hilo de Elisa de la Torre o este de Mercedes Tabuyo, que, aunque está centrado en la corrección, aborda cuestiones que nos sirven como traductores.
Un momento…
«Esto está muy bien, pero ¿dónde encuentro yo el trabajo exactamente? ¡Una solución quiero!», puede que estés pensando. En alguno de los artículos ya se aborda esta cuestión, pero sé que es algo que inquieta. Como buen profesional autónomo deberás pensar qué clientes te interesan y por dónde quieres empezar a buscar. Es muy goloso apuntar primero a los estudios de doblaje si te va la TAV o a las editoriales si te decantas más por la traducción literaria, pero no descartes las agencias de traducción tanto españolas como internacionales o las plataformas de traducción.
Hazte una lista de agencias de traducción (busca en Google, en Proz o en Translator’s Café) y envía tus datos llevando siempre un registro de todo: fecha de envío, de respuesta, ¿has hecho prueba de traducción?
Aprovecho, ya que sale a colación: «¿Sale a cuenta pagar la afiliación a Proz?». Veamos, es un buen portal para ver qué se cuece, hacer consultas de traducción en los foros, buscar agencias y comprobar si son buenos clientes (el llamado Blue Board). Se mueven muchas ofertas en muchos idiomas. Yo estuve pagando varios años y dejé de hacerlo cuando ya me vi asentada… y porque no vi ofertas que me interesaran. Sobre todo, pagar te da acceso a las ofertas de trabajo 24 horas antes de los que no son miembros de pago y eso tiene sus ventajas. Mi experiencia es que últimamente hay tarifas muy bajas, pero siempre se puede encontrar algo interesante. Pagar o no pagar la suscripción o membresía ya es cosa tuya, pero te recomiendo que antes explores a fondo el portal para tenerlo un poco más claro.
Siguiendo con las agencias de traducción, seguramente te haya pasado que no hayan contestado a tus correos. Suele pasar, sí. Las agencias reciben muchísimos correos al día y solicitudes varias por formulario; no es excusa, pero pasa. En estos casos, como ya llevarás un registro de las agencias a las que escribes (guiño, guiño), vuelve a darles un toque pasado un tiempo prudencial. Puedes hacerlo coincidir con alguna novedad que tengas en el CV.Tal vez has hecho un curso o tienes más experiencia o lo que sea. Aprovecha esta nueva información para escribir: «Me puse en contacto con vosotros hace un tiempo y aprovechando que he hecho un curso de traducción jurídica, os reenvío mi currículum por si hubiera la posibilidad de colaborar profesionalmente», por ejemplo.
En cuanto a las plataformas de traducción que te avanzaba antes, me refiero a las siguientes:
Aunque no tengo experiencia directa con estas plataformas, sí he visto que las tarifas suelen ir a la baja, pero nunca se sabe. El que más conozco es Fiverr por haber encargado ahí algunas imágenes y logotipos y el sistema funciona muy bien… si el vendedor es profesional.
En el caso de la traducción, tú pones tu precio por unidades de trabajo, o gigs, y a partir de ahí decides el precio por gig y lo que incluye cada uno. Por ejemplo, si tienes una tarifa de 0,06 dólares/palabra, puedes ofrecer gigs de 24 dólares (por 400 palabras de texto). Si el cliente necesita traducir 1200 palabras, te comprará 3 gigs. En Proz hay un foro sobre el tema y la traductora Natalie Soper hizo un experimento contratando traducciones en esta plataforma. Si tienes curiosidad por ver qué descubrió, pincha aquí. Básicamente, y a modo de destripe, te cuento que la gente no fue muy profesional. De nuevo, para meter la cabecita en traducción y mantenerse, da igual el método para encontrar trabajo que elijas: debes trabajar bien, ser serio con las entregas y mantener una buena comunicación con el cliente.
Si quieres más información, tienes todas estas plataformas analizadas con sus pros y sus contras en Smartcat o en Website Planet, donde encontrarás esta tabla tan maja:
Tabla comparativa con varias plataformas de traducción, de Adam Warner.
Bien, ya hemos visto agencias y plataformas, pero tampoco te quedes ahí. ¿Se te había ocurrido enviar tus datos a empresas de importación/exportación? Puede que tengan documentación que necesiten traducir. ¿Y despachos de abogados? Si eres traductor jurado, tal vez puedan enviarte trabajo cuando lo requiera alguno de sus clientes. Y el mejor consejo que me dieron jamás y que siempre doy: que todo el mundo sepa que eres traductor. Desde tu tía la del pueblo al vecino del quinto tercera, porque en nuestra profesión —como en muchas otras— funciona muy bien el boca a boca y nunca se sabe quién puede necesitar tus servicios en un futuro.
Otra pregunta del millón cuando hablamos de empezar en este mundillo es «¿Tengo que estar dado de alta y pagar mis autónomos?». Sí y ahora es más fácil porque tienes la ventaja de acogerte a reducciones los primeros años. Además, digo este «sí» rotundo en esta cuestión porque puede que haya clientes que no te pidan ningún papel, pero otros (agencias, sobre todo) piden que estés dado de alta y querrán ver el documento en cuestión; muchas te piden el certificado de contratistas cada año para comprobar que estás al corriente de las obligaciones fiscales.
En este aspecto, te aconsejo que pidas cita con un gestor (si no me equivoco, la visita puede rondar los 30-40 €, según la zona) para que te guíe como es debido. Muchos damos consejos en Twitter, blogs y redes en general, pero es una cuestión demasiado importante para dejarla en manos de gente no experta en estas lides, aunque lo hagamos con buena fe.
Las asociaciones de traductores también pueden serte útiles en este aspecto, puesto que ofrecen orientación, además de cursos variados. No olvidemos que asociarse es una buena idea porque juntos somos más fuertes. Si aún eres estudiante, entérate de lo que organiza la Asociación Española Universitaria de Traductores e Intérpretes en Formación (AETI) en tu universidad. Si ya has terminado tu formación, échale un vistazo a ASETRAD, ATRAE (centrada en TAV), ACE Traductores (para los traductores editoriales), APTIJ (especializada en traducción jurídica y jurada), AICE (para los intérpretes) o Tremédica (para traductores y redactores del ámbito médico) y las demás asociaciones de las distintas zonas y comunidades autónomas: APTIC en Cataluña, La Xarxa en la Comunidad Valenciana, AGPTI en Galicia, ASATI en Aragón… y muchas otras de las que seguro me olvido y espero que me disculpen.
Si quieres más información para empezar, te recomiendo el librito de Celia Rico, Guía de supervivencia para traductores (Pie de Página, 2018), y, sobre todo, La profesión del traductor e intérprete: claves para dar el salto al mundo laboral, de Purificación Meseguer y Ana María Rojo (Trea, 2018); ambos están reseñados aquí y aquí. De este último, te parecerá especialmente interesante el capítulo «Iniciar la carrera de traducción en el sector privado», de Inmaculada Vicente López, en el que desgrana los pasos que debes seguir para empezar.
Para no extenderme más lo dejo aquí, aunque ya sabes que puedes consultarme lo que sea por las distintas redes. Sobre todo, no te desanimes. Como en cualquier profesión, cuesta arrancar y hay que trabajárselo mucho, pero merece la pena. Deberás ser una hormiguita e ir paso a paso, sin prisa pero sin pausa. De diez correos enviados quizá solo te respondan a uno. Suspenderás algunas pruebas de traducción, pero aprobarás muchas otras (nadie lleva la cuenta de las veces que metes la pata, de verdad). Todos hemos pasado por esto, créeme, y nadie te regalará nada, pero se puede vivir de la traducción. Sé profesional y que tu trabajo hable por ti. Y recuerda, por favor, que no es ningún fracaso trabajar de otra cosa hasta que puedas mantenerte únicamente con la traducción.
Una de las cosas que más me gusta de esta profesión es que siempre aprendes cosas nuevas y, normalmente, salen encargos y proyectos que te empujan a salir de tu zona de confort.
Cada traducción es distinta a la anterior; un mismo día puedes estar traduciendo sobre un niño y su amigo imaginario, sobre medidas contra el acoso escolar y sobre una empresa de alquiler de coches. No digo que no haya trabajos más rutinarios o más aburridos, hay de todo, pero en la variedad está el gusto y en este oficio suele darse en abundancia.
Sin embargo, estos últimos días he salido de la burbuja a lo grande. Para poneros en situación, empecé a colaborar con la editorial Mai Més hace unos meses con la traducción al catalán de Trail of Lightning, El rastre del llamp, de Rebecca Roanhorse, una novela distópica con protagonista femenina muy cañera y trasfondo navajo muy interesante. ¡Y ganadora del premio Locus, por si fuera poco!
Para mí, esta fue mi primera incursión en el género fantástico, por el que siempre he tenido bastante respeto. Los lectores son muy exigentes (como debe ser, por otro lado), no había tocado ciencia ficción desde mi adolescencia y no había leído a grandes como Sanderson o Pratchett (shame on me!). Aun así, me informé sobre el libro, me gustó y vi que no pertenecía a ninguna saga ya empezada. Recalco esto porque llegar a una saga a medias es complicado; debes empaparte bien del mundo creado en el libro, el estilo y la terminología propia.
Disfruté mucho con esta historia (os la recomiendo si sabéis catalán y, si no, creo que se han adquirido ya los derechos para traducirla al castellano), el libro quedó de diez y también por primera vez mi nombre apareció en una cubierta.
Pero lo que me empujó a salir de la burbuja de mi despacho fue hacer de intérprete para la autora en su visita a Barcelona. Los editores de Mai Més, más majos que las pesetas, me pidieron si podía echarles una mano aunque no fuera intérprete. Necesitaban interpretación para la presentación de la autora a varios periodistas y blogueras y, posteriormente, para el encuentro con lectores en la librería Gigamesh, templo friqui por excelencia.
Presentación de Rebecca a la prensa en la librería Gigamesh este pasado viernes.
No sabéis los nervios que me entraron. Si me leéis por redes, sabéis que siempre he alabado el trabajo de los intérpretes, lo respeto muchísimo y me parece realmente encomiable. Solo había hecho un par de interpretaciones para empresas y de eso hacía muchos años. Además, siempre digo que tengo poca memoria y, claro, no dejaba de imaginarme ahí delante de la gente boquiabierta y con la mente en blanco.
Así pues, me preparé la tarea como si fuera un examen, de algún modo lo era. Lo mejor fue que gran parte de esa documentación ya estaba hecha. Cuando traduzco un libro suelo apuntar las directrices que sigo para que puedan ayudar después a la correctora y la editora. Apunto las dificultades o las curiosidades terminológicas y algunas cuestiones máspara entender mejor el contexto. En este caso, me había hecho también un glosario porque en la novela aparecen muchos términos en navajo.
Fragmento de los apuntes que me fueron de perlas también para interpretar.
Llegó el viernes, la prueba de fuego después de tanto tiempo sin desempolvar mis herramientas de interpretación, y la experiencia fue muy grata. Además, por primera vez (¡otra primera vez!) conocía a una autora a la que había traducido y me hizo mucha ilusión. Debo decir que en este caso, muchos asistentes sabían inglés, lo que supuso una ventaja.
Ayer volvimos a reunirnos para que los lectores conocieran a Roanhorse y pudieran preguntarle lo que quisieran. En este caso me encargaba no solo de la interpretación, sino también de hacerle las preguntas y de servir de enlace con los asistentes. Esta vez iba bastante más tranquila porque ya había tenido contacto con la tarea la semana anterior, había practicado la toma de notas, conocía a la autora y, sobre todo, su acento y su forma de hablar. También me había leído entrevistas anteriores, con lo que tenía una idea aproximada de los temas que podían salir.
Encuentro de Rebecca Roanhorse con los lectores en la librería Gigamesh.
Me sentí muy cómoda y creo que eso al final se nota. No soy intérprete profesional (siempre he separado bastante traducción de interpretación), pero creo que al final conseguí transmitir bien su mensaje. Y, por supuesto, me alegro de haberme atrevido a salir de mi zona de confort.
En definitiva, con preparación y sin subestimar ningún encargo, si nos vemos capacitados va bien de vez en cuando salir de nuestra burbujita y lanzarnos a probar más primeras veces. Puede que nos guste tanto que no se quede en esa primera vez.
Hace tres años me gradué en Traducción e Interpretación con especialidad de inglés por la Universidad Autónoma de Madrid. Después de terminar el grado, decidí cursar el Máster en Interpretación de Conferencias de la Universidad de Granada. Ahora vivo en Edimburgo, donde compagino mi trabajo como Spanish Language Assistant en Heriot-Watt University con la traducción e interpretación freelance.
El primer consejo que les daría a mis compañeros y compañeras recién graduados, y creo que el más importante, es que no se rindan. Me temo que, a lo largo de nuestra formación, todas hemos oído más de una vez aquello de que de la traducción y de la interpretación no se vive y que lo mejor es buscar otras salidas. ¡No hagáis caso a esos pájaros de mal agüero! Los comienzos nunca son fáciles pero con determinación, paciencia y trabajo todo llega. Si yo hubiera hecho caso a esas voces que me desaconsejaban cursar un máster en interpretación de conferencias, nunca habría descubierto lo que me apasiona en la vida y tampoco tendría el trabajo que tengo ahora.
Mi segundo consejo está relacionado con esos comienzos difíciles que acabo de mencionar. ¿Cómo empezar a coger experiencia si me piden tener experiencia para empezar a trabajar? Una gran opción, sobre todo para el mundillo de la interpretación, es hacer voluntariado. Muchas asociaciones, ONG y festivales culturales buscan intérpretes para que les ayuden en sus eventos. Mis primeros encargos de interpretación (y traducción) fueron como voluntaria. Suelen las condiciones perfectas para empezar porque los temas no son muy especializados y el trato con los clientes es cercano y cuando las agencias te preguntes puedes decir que ya has trabajado como intérprete.
Aparte del voluntariado, aconsejaría socializar y hacer networking todo lo posible. Es fundamental conocer a compañeros y compañeras en conferencias, actos, eventos, etc. Es muy posible que conozcas a alguien con quien congenies y acabe siendo tu pareja en cabina, por ejemplo. Además, el boca a oreja me ha funcionado muy bien personalmente. A riesgo de parecer pesada y de que la gente de tu entorno te aborrezca, recuérdales a qué te dedicas, ¡nunca se sabe quién puede necesitar una traducción en el futuro!
El tercer consejo que me gustaría ofrecer tiene que ver con el síndrome de la impostora. Es muy posible que cuando os enfrentéis a vuestra primera entrevista de trabajo, prueba de traducción o encargo de interpretación os dé un ataque agudo del síndrome de la impostora: «¿pero cómo me van a dar este trabajo a mí si apenas tengo experiencia?»; «¿cómo voy a aceptar este encargo si no tengo ni idea del tema?»; «¿cómo me van a aceptar esta tarifa si soy novata?»; y un largo etc. No prestéis atención a esas vocecillas malignas y tirad para adelante. Si les hubiera hecho caso, no habría mandado el CV para mi actual puesto de trabajo, por ejemplo. Quizás no consigáis todo a la primera, yo tampoco lo hice. Lo importante es no desanimarse y seguir intentándolo, de todo se aprende. No tengáis miedo a preguntar, mil veces si hace falta, a otras compañeras, profesoras o cualquiera que os pueda ayudar. Por otra parte, una de las mejores formas de hacer callar a esas voces insolentes es documentándose y preparándose el tema a fondo; cuanto menos dejemos al azar, menos efecto tiene el dichoso síndrome de la impostora.
Por último, me gustaría animaros a seguir formándoos y a seguir siendo curiosas. Una de las mayores virtudes que una intérprete o traductora puede tener es la inquietud por aprender.
¡Mucha suerte en el futuro y a comerse el mundo (traductoril)!
Como siempre, grandes testimonios reales… y sentido común a raudales: no dejar de formarse y tener inquietudes, prestar atención al boca oreja, no desanimarse. Leyla también habla del síndrome del impostor, más frecuente de lo que nos creemos (y no por falsa modestia).
Una cosa es saber de forma fehaciente que no vamos a poder hacer determinado encargo (porque es evidente que no tenemos la formación adecuada) y otra muy distinta no lanzarse cuando sí está dentro de nuestras posibilidades. Lo decimos muy a menudo: el NO ya lo tenemos, así que hay que probar.
Y, por supuesto, no debemos desanimarnos cuando no pasamos una prueba o cuando recibimos una crítica negativa. A veces, y me incluyo, dejamos que lo negativo pese más que lo positivo y, a la larga, es contraproducente. Nos levantamos y lo volvemos a intentar. Siempre.
Por desgracia, una de las pesadillas más temidas del traductor autónomo es el cobro de impagos. Tú entregas el trabajo a tiempo, pasan las semanas y aquí no cobra ni el Tato. Así pues, hemos vuelto a hablar con una experta en el tema, Carmina Fernández, que en su momento compartió sus trucos para otra situación peliaguda: cómo gestionar las reclamaciones en traducción.
Evidentemente, para prevenir una situación de este tipo hay que investigar bien al cliente antes (listas negras, Blue Board en Proz, etc.) y pedir el pago por adelantado, pero no siempre es factible. O quizá llevas un tiempo colaborando con una empresa en cuestión sin problemas… hasta que un día se retrasa el pago. Después de unos años, las habrás visto (y leído) de todos los colores: se nos traspapeló la factura; el chico de contabilidad está de vacaciones; ahora mismo tenemos un problema de liquidez, pero se resolverá pronto… Sea como fuere, un retraso puede derivar en un impago. Y es aquí donde surge el problema que Carmina nos ayuda a resolver. ¡Vamos allá!
«Por lo menos a mí, la perspectiva de tener que recurrir a procedimientos legales se me hace muy cuesta arriba. Por eso, antes de llegar a ese extremo, en las ocasiones en las que he sufrido algún retraso en los pagos y unas simples llamadas de recordatorio por las buenas no han funcionado, he intentado quemar hasta el último cartucho antes de pasar a la vía jurídica.
Espero que la mayoría de vosotros no haya tenido que enfrentarse a esta situación ni llegue a tener que hacerlo. No obstante, llegado el caso, quizá podáis intentar alguna de las opciones siguientes:
1. Planifiquemos bien los recordatorios
Naturalmente, una primera llamada para informar al cliente de que no hemos recibido el pago y preguntar qué ha sucedido es lo básico. La respuesta más probable es que haya sido un error o que hayan tenido algún problema de caja, y seguramente nos dirán que nos pagan X día o en la remesa del mes que viene. Pregunta exactamente qué día van a efectuar el pago. Luego llama uno o dos días antes de esa fecha para recordarles que tienen pendiente esa factura y que si te pueden confirmar que tienen planificado abonarla ese día (que sepan que les estás esperando activamente).
Si pasa la fecha prometida y no has recibido la transferencia, toca hacer otra llamada para preguntar qué ha pasado. A partir de aquí, la manera de continuar dependerá de su respuesta y del tipo de cliente que sea (si es alguien con quien colaboraste una sola vez o un cliente con quien has trabajado en varias ocasiones y del que te vendría bien seguir recibiendo trabajo si este es su primer impago, o uno que te debe más facturas que aún no han vencido pero temes que tampoco te las pague…).
En cualquier caso, planifica las próximas llamadas calendario en mano y LLAMA. A veces nos da una pereza inmensa perseguir al cliente para que pague, pero no hay otro remedio. Una llamada a la semana, todos los días a la misma hora, unos días antes de la próxima fecha de pago prometida… Ponte una alarma en el móvil y decide lo pesada que quieres ponerte.
2. Propongamos una división de los pagos
En el caso de que se trate de un cliente de confianza y sepas que el impago se debe a un bache de liquidez y no es cuestión de mala fe, quizá accedan a ir pagándote poco a poco. A lo mejor se trata de una factura muy voluminosa y ellos no han recibido el pago de su cliente, etc. Si aprecian tu trabajo probablemente hagan un esfuerzo por pagarte un tercio o una cuarta parte e ir poniéndose al día mes a mes.
3. Pidamos ayuda al gestor de proyectos
Si el cliente que no te ha pagado es alguien para quien trabajas frecuentemente, quizá pueda ayudarte el gestor de proyectos o la persona de contacto que te envió el trabajo. Probablemente le guste trabajar contigo y no esté dispuesto a perder un colaborador por algún retraso administrativo. Habla con él y dile que estás teniendo problemas para cobrar y que, si esto no se soluciona, no podrás seguir aceptando sus encargos.
Si valora tu trabajo, seguramente podrá hablar con la administración y pedirles que solventen el retraso lo antes posible (que no esperen al próximo mes para pagarte si ha sido solo un “olvido”, o que den prioridad a tu factura en cuanto les sea posible si tienen un problema de liquidez…). Cuando los departamentos de administración son Mordor impenetrables o inflexibles, el gestor de proyectos puede ser tu mejor amigo.
4. Retengamos la entrega de un encargo
Este es un truco algo cuestionable, pero a mí me ha funcionado en un par de ocasiones y siempre es preferible a tener que recurrir a lo legal: acepta un encargo más de ese cliente. Si administración no te ha hecho caso y el gestor de proyectos no ha podido ayudarte, es el momento de presionar un poco más. Acepta un encargo (no muy voluminoso), tradúcelo y, poco antes de la entrega, diles que has recordado/te has dado cuenta/no has olvidado que te deben una factura y que, naturalmente, si no te la abonan no puedes entregarles un nuevo trabajo y arriesgarte a que también quede impagado. Si lo haces con la fecha de entrega suficientemente estrecha, para ellos será más complicado buscar a otro traductor que hacerte una transferencia bancaria rápidamente y enviarte el justificante (el justificante de la transferencia, importante, pídeselo antes de entregar la traducción).
Cuidado con la mala publicidad
No lo contamos como punto porque es una cuestión muy peliaguda y no recomendable. Es importante que haya siempre una denuncia previa (e idealmente ir de la mano de asociaciones para hacer más presión) antes de dar una mala publicidad que encima nos salpique a nosotros por mucha razón que tengamos. Asesorarse bien es esencial.
Es el sistema más mafioso desagradable y hay que cogerlo con pinzas. En la era de Internet, hacer pública su mala praxis puede complicarles la vida, desde luego. Si su fama de malos pagadores se extiende por ProZ o por foros de Facebook, pueden tener dificultades para encontrar proveedores, además de la mala imagen que darían a sus clientes. Pero conviene comprobar si ya existen precedentes con otros traductores y, por descontado, hay que medir mucho las palabras. En general, lo que decimos en las redes dice más de nosotros que de aquel de quien hablamos.
Un ejemplo reciente de esto es el flagrante caso de impagos de la editorial Malpaso (y sus diversos sellos, como Lince), que ha aparecido en prensa varias veces. Estamos hablando de un cliente que debe dinero a autores y traductores por igual ¡y sigue publicando y montando casetas en ferias como la del libro de Madrid!
En fin, estos son métodos que he empleado hasta ahora y, por el momento, he acabado cobrando todas las facturas y sin tener que pagar por cobrar. ¿Y vosotros? ¿Tenéis algún truco infalible para cobrar? ¿O preferís dejaros de subterfugios y pasar directamente al procedimiento monitorio?».
De entre todas las consultas que pueden llegar durante la semana de compañeros, las más habituales son: «¿Qué hago al acabar el grado?», «¿Cómo capto clientes?», «¿Por dónde empiezo?». Es normal. Sales del grado con ilusión y caes en los brazos de la incertidumbre y la inseguridad, pero créeme que esa sensación de ir como pollo sin cabeza la hemos tenido absolutamente todos en algún momento.
Y en realidad no hay una fórmula mágica —¡ojalá!—, pero cada uno intenta apañarse como puede con los consejos que le dan, los libros que lee (la semana pasada os recomendaba uno coordinado por profesoras de la Universidad de Murcia) y como buenamente puede, vaya. Por eso, aunque desde este blog he hablado muchas veces de encontrar trabajo, al final todo tiene un matiz personal y he pensado que sería buena idea dar voz a los recién egresados para que nos cuenten cómo llevaron ellos los primeros meses de actividad y cómo se las han apañado para ganarse las habichuelas.
Este es vuestro blog también y espero que a lo largo de estas semanas encontréis trucos e ideas que os ayuden si ahora mismo os encontráis en esta situación. Hoy empezamos con dos testimonios bastante distintos, los de Carla Bataller y Javier Rebollo. ¡Vamos allá!
Salí del máster llena de ilusión y energía: quería comerme el mundo, empezar a traducir libros y vivir de la traducción literaria. Pero aquello duró poco, porque mi impaciencia me obligaba a conseguir resultados inmediatos, y eso es complicado. Hay que currárselo mucho y persistir. Así que empecé a enviar currículos a todas partes. Y cuando digo todas, es todas: desde agencias de traducción hasta empresas de cualquier sector. Al final, conseguí mi primer encargo de traducción unos nueve meses después de salir del máster: localizar una página web sobre reproducción asistida al inglés y al francés.
Aquello salió todo lo mal que
podía salir. Pero aprendí muchísimas cosas de esa mala experiencia y, sobre
todo, me dio fuerzas para seguir. Ese verano conseguí trabajo como
subtituladora en una empresa grande y estuve trabajando sin parar. Una cosa
llevó a la otra y, de repente, en cuestión de un año tenía un currículo decente
en subtitulado. Pero no estaba traduciendo libros, que era lo que yo quería.
Después de idear mil y una formas de llamar la atención de algún editor, había desistido. Mi presencia en redes se centraba en hablar de subtitulado y de autoras. Por esa época, organicé un proyecto para dar mayor visibilidad a las mujeres que escriben. No ganaba dinero con aquello, pero me permitió conocer a muchas personas que acabarían siendo amigas mías y a muchas autoras de las que disfrutaría durante mis ratos libres. Y, de repente, llegó el correo.
Ese correo me cambió la vida. Provenía de una editorial independiente que aún no se había dado a conocer y en él me pedían presupuesto para traducir la obra de una escritora que a mí me gustaba mucho. No me conocían de nada, pero habían visto en las redes que era feminista, hablaba de autoras y me dedicaba a la traducción. Me hicieron una prueba y hala, contratada. «¡Ya tengo mi primer encargo editorial! Y ahora, ¿qué hago?». Pues envié más y más currículos, hasta que tuve otro golpe de suerte y una editorial me contrató. Y así hasta ahora.
¿Qué conclusiones podemos sacar de todo esto? La primera: que os lo curréis, siempre, aunque tropecéis. La segunda: que no todo depende de vosotros, porque la suerte también juega un papel importante en esto. La tercera: haced y hablad de lo que os apasione.
*Podéis encontrar a Carla y hablar con ella —es un encanto— en su blog, enviarle un correo o seguirla en twitter.*
Si bien se suele decir que la profesión del traductor autónomo es una carrera de fondo —de hecho, lo es y hay momentos en los que se precisa de mucha paciencia—, tuve suerte y me fueron surgiendo oportunidades y clientes poco a poco pero pronto.
Mi primer año de autónomo, en realidad, comienza antes de darme de alta. Si había que hablar con alguien, me acercaba o le mandaba un mensaje. No tiene sentido el miedo a preguntar y a charlar. Todos la cagamos, pero, gracias a la solidaridad de este gremio, aprendes a no caer en los mismos errores.
Las prácticas con Fernando Castillo me sirvieron para aprender muchísimo, pero lo más importante fue conformarme un porfolio interesante con el que presentarme a los estudios de doblaje y las agencias de traducción. Aproveché el tironcillo del TFG para presentar los resultados en el SELM, lo que me valió algo de visibilidad, y pude hablar con un montón de profesionales de la traducción. La ponencia luego me brindó la oportunidad fortuita de impartir clases en el máster del ISTRAD con la Universidad de Cádiz. Ahora cumplo mi primer año de autónomo cofundando AMPERSOUND con unos compañeros bastante más experimentados que yo y a los que admiro profundamente.
Como veis, una cosa ha terminado llevando a otra. Nada de lo que uno hace es en vano aunque pueda parecerlo a corto plazo; todo cuenta.
En definitiva, mis ingredientes para sobrevivir han sido hacer prácticas profesionales, ser consciente de mis fortalezas y mis carencias, compartir desde el respeto, asistir a congresos, preguntar sin miedo y aprender cada día de los mejores.
*Podéis preguntarle más cosas a Javier en su perfil de Twitter o por LinkedIn.*
¿Qué os han parecido? A mí me han llamado mucho la atención las ganas y el empeño de estos dos primeros testimonios. Empezar a moverse antes de acabar el grado y no desfallecer ante las negativas o los silencios es esencial.
Y, como veis, aunque algunos puedan pensar que las redes sociales no sirven de mucho, la buena visibilidad (en el caso de Carla en cuanto a feminismo y cuestiones afines) y el contacto con compañeros del gremio del que hablaba Javi siempre tienen cosas buenas. Al fin y al cabo todos deben saber a qué nos dedicamos y no está de más empezar a tejer una red de contactos cuanto antes.
Nos despedimos por hoy. Volvemos la semana que viene con más testimonios. Si quieres contar el tuyo y explicar tu experiencia, escribe a: info@las1001traducciones.com. ¡Gracias!
Sin duda, hoy es uno de los días más bonitos del año. Las calles se llenan de libros y de rosas. Pero sobre todo de libros. Y este blog no iba a ser una excepción. Llevamos ya varias entregas de recomendaciones para traductores y hoy volvemos a la carga.
La primera recomendación no es un libro en sí, sino una revista trimestral que es ya de lectura obligada para todos los que trabajamos con la lengua: Archiletras. Como se presentan en su web: «Archiletras es un medio de comunicación global y panhispánico, impreso y digital, en torno a la lengua española. Un medio de comunicación para todos aquellos que tienen la lengua como su materia profesional o como una de sus principales herramientas profesionales». Y no defrauda. Detrás hay firmas como las de Elena Álvarez Mellado, Alberto Gómez Font, Álex Grijelmo, Isaías Lafuente, Rosalía Lloret, Antonio Martín, Estrella Montolío, Rafael del Moral y muchas más.
Los tres números de Archiletras publicados hasta la fecha
Ya van por el tercer número y hasta ahora han tratado temas tan distintos como el léxico de la publicidad, el lenguaje inclusivo o la norma lingüística (primer número); la lingüística forense, los términos económicos que nos ha dejado la crisis o las olvidadas mujeres lingüistas hispano-americanas (segundo número); la enseñanza del español, el auge de la caligrafía o el sesquipedalismo (tercer número). En definitiva, temas para todos los gustos que harán las delicias de todo aquel amante de la lengua que se precie.
En la web puedes adquirirlos por separado por 10 € cada uno o suscribirte. Chivatazo: hoy, Día del Libro, tienes cuatro números por ese precio.
La segunda recomendación es el delicioso libro de Amelia Pérez de Vilar, Los enemigos del traductor. Elogio y vituperio del oficio, editado por Fórcola. Su misma solapa es toda una declaración de intenciones:
«Los traductores han sido históricamente acusados de ser
unos traidores. Si a los editores Goethe los enviaba directamente al averno,
por ser hijos del diablo, aquellos siguen siendo condenados a un infierno peor:
el del olvido.
Amelia Pérez de Villar, escritora y traductora, aborda en
este apasionado e intenso ensayo una reflexión lúcida y comprometida con un
oficio que, sin renunciar al rigor y la profesionalidad, considera artesano. No
es una profesión apta para simples titulados en traductología —“el diccionario se
queda siempre corto”—, sino para iniciados con horas de vuelo, para los que la
vocación no deja de ser aliada de la experiencia, la sabiduría, el instinto y
la cultura. Un trabajo oscuro, solitario y discreto, que hoy más que nunca,
tras su reconocimiento legislativo, exige respeto y un pago justo. Soldados de
fortuna, los traductores se enfrentan a múltiples enemigos: la invisibilidad;
el permanente silencio de la crítica —apenas ocupa una línea citar al traductor—;
la falta de reconocimiento, tanto profesional como social; el intrusismo; la
inseguridad laboral; los ingresos exiguos; y hasta la tendencia al “aplanamiento”
de ciertos editores.
El proceso de traducción nunca es recto, liso ni unívoco. En tiempos de velocidad desquiciada, el trabajo de traductor requiere tiempo, arqueología lingüística, y hasta investigación anticuaria. Con todo, aunque el traductor todavía sea en muchos casos un mal necesario, para muchos editores contar con un buen profesional es una inversión y una garantía de calidad. Estas páginas son un intento de dignificar esta profesión que tan dura es de aprender y de ejercer —reservada sólo a quienes le profesan amor y respeto, quienes sienten pasión por el lenguaje—, y sin la cual Babel nos ganaría la partida».
Con mucho sentido común, Amelia nos desgrana las bondades de este oficio, y las que no lo son, en un retrato fidedigno de nuestra profesión. Si queréis saber algo más, podéis leer aquí una reseña muy completa.
Podéis adquirirlo en la web del editor, pedirlo en vuestra librería de confianza o hasta en Amazon.
Por último, pero me he dejado lo mejor para el final, La profesión del traductor e intérprete: claves para dar el salto al mundo laboral, que edita Ediciones Trea con la coordinación de Purificación Meseguer Cutillas y Ana María Rojo López, de la Universidad de Murcia, y que firman también otros compañeros de la profesión. Un manual completo, sincero y muy directo para los traductores noveles que se enfrentan al dilema de «¿Y ahora qué?» al acabar los estudios de Traducción e Interpretación.
¿Qué vamos a encontrar en él? En el primer bloque, Marta Navarro y Juan Goberna nos hablan de los posgrados y másteres que se pueden cursar al terminar TeI y los congresos, seminarios y demás actividades que puedan complementar la formación recibida durante el grado y puedan preparar al recién licenciado para su entrada al mundo laboral.
En el segundo bloque, enfocado en el perfil profesional,
Laeticia Abihissira nos habla de cómo presentarnos como traductores en internet
para empezar a buscar clientes. Itziar Hernández hace hincapié en las bondades
de las asociaciones de traductores e intérpretes, lo que estas pueden hacer por
nosotros y, sobre todo, lo que nosotros podemos hacer por ellas.
El tercer bloque aborda los primeros pasos que podemos dar
como profesionales: cómo iniciarnos en el sector privado (Inmaculada Vicente),
cómo acceder a la traducción editorial (Miguel Ros) y cómo conseguir los
primeros encargos en las industrias creativas como la subtitulación, la audiodescripción
y la transcreación (Marina Ramos, María Olalla y María Monje). En este bloque
podemos encontrar trámites para ser autónomos, consejos para hacer facturas, métodos
para buscar clientes y trucos para abordar las pruebas de traducción.
Por último, en el cuarto bloque encontramos consejos variados
para ejercer la profesión. Ana I. Foulquié aborda el uso eficaz de las memorias
de traducción y nos explica los diversos tipos que podemos usar, tanto gratis
como de pago. Nieves Flutet nos habla de la ortotipografía y la corrección de
estilo y hasta nos incluye una chuleta con atajos de teclado útiles. María
Ángeles Orts trata las fuentes y los recursos para documentarse y nos da
algunos enlaces útiles. Paula Cifuentes pone el broche final con la productividad
escribiendo sobre aquellas técnicas y herramientas que nos pueden facilitar la
tarea.
En definitiva, si estáis a punto de terminar la carrera o
hace poco que salisteis al mundo laboral y no termináis de tener las cosas
claras, este es vuestro libro.
Igual que en el libro de Pérez de Villar, podéis encontrar este libro en la web del editor, pedirlo a vuestro librero o encontrarlo en Amazon.
***
Espero que os hayan gustado las recomendaciones de hoy y para terminar con buen sabor de boca, ¿qué os parece un sorteo*? Entre todos los comentarios que dejéis en esta entrada hasta el domingo 28 con vuestra recomendación literaria (sea la que sea), elegiremos uno al azar que ganará este estupendo lote de libreta, libretilla de pósits, bolsa de tela, broche de madera reciclada con el típico panot de Barcelona y el librazo de Meseguer y Rojo. ¡Comentad, compartid la entrada y mucha suerte!
*Válido solo para España. Los resultados se comunicarán el lunes mediante respuesta en el mismo comentario. ¡Estad atentos! 🙂
Sí, todos somos extraordinarios profesionales y estas cosas no nos pasan, o preferimos no hablar de ellas, pero en el fondo sabemos que errar es humano (y herrar también) y que alguna vez vamos a meter la pata.
Regla número 1 al recibir una no conformidad: que no cunda el pánico. Respira profundamente, puede que el cliente no tenga razón… o puede que sí. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Abandonamos la traducción y nos flagelamos con Gran Hermano VIP en modo bucle?
Carmina Fernández nos da algunos consejos útiles. En su época de gestora de proyectos en una agencia de traducción aprendió a seguir los siguientes pasos, que secundo totalmente:
1. Escuchar o leer BIEN la reclamación exacta del cliente. No metamos más el dedo en la llaga respondiendo en caliente a un mensaje airado. Aplaquemos los nervios iniciales y veamos cuál es la queja para poder solucionarla. ¿No se ha respetado el plazo de entrega? ¿No se ha utilizado el glosario del proyecto? ¿Hemos traducido erróneamente porque no hemos comprendido el texto?
2. Analizar la situación para comprobar hasta qué punto es cierto. ¿Tenemos su mensaje de encargo y realmente hemos entregado más tarde? ¿O se equivocó al indicar la fecha en el pedido? ¿De verdad nos adjuntó el glosario y nos hemos despistado? ¿O este nunca llegó a nuestras manos? (Por eso es tan importante revisar bien lo que nos envían) En el caso de que sea extranjero, ¿cree que conoce bien nuestro idioma y nos está modificando expresiones que son correctas? (No es infrecuente que alguien que no hable castellano tenga dudas acerca del estilo, por surrealista que parezca) ¿O bien la hemos cag… hemos cometido errores graves?
3. Actuar en consecuencia.
Si el cliente no tiene razón: habrá que demostrárselo, reenviarle el mensaje que recibimos sin el glosario adjunto o pasarle enlaces a diccionarios especializados donde vea que nuestras traducciones son acertadas. OJO: Algunas quejas pueden proceder de clientes cuyo revisor cree que añadir más rojo es sinónimo de trabajar mejor y habrá introducido cambios por cuestión de gusto y no para reparar verdaderos errores.
Bajo ningún concepto conviene enzarzarse en un «cuerpo a cuerpo» con el revisor. Puede que goce de la total confianza del cliente y enfrentarnos a él nos deje en peor posición. Bastará con confirmar que la opción del revisor es buena, pero que la nuestra también lo era y que el cambio ha sido cuestión de preferencia. Ahora bien, si el cliente aprovechara para hacernos cambiar más cosas o añadir tantas otras (algo que puede pasar tras una primera revisión), tal vez convendría cobrar ese tiempo.
Gestionar una queja de forma virtual no siempre es fácil.
Si tiene razón: le puede pasar a cualquiera, no somos máquinas, pero eso puede haber causado algún perjuicio al cliente. Por eso lo primero es disculparse sinceramente por las molestias. Quizá no ha podido colgar en su web una noticia que debía salir hoy o no ha llegado a imprenta un folleto que debería estar mañana en una feria. Lo mínimo que podemos hacer es aceptar nuestra responsabilidad.
Lo siguiente será buscar el modo de compensarle. Si aún estamos a tiempo, podemos modificar el vocabulario de acuerdo con ese glosario que habíamos olvidado. Volver a revisar nuestro texto si lo tradujimos con prisas o incluso pasarlo a un compañero si vemos que no dimos la talla para el grado de especialización que requería. Por supuesto, sin coste para el cliente. Si ya es tarde para enmiendas, dependiendo del alcance del error y del tamaño del proyecto, podemos ofrecer algún tipo de compensación.
Asumir las responsabilidades buscando una solución al problema es un buen ejercicio que nos sirve para tomar conciencia de nuestro error y, a la vez, demuestra al cliente un trato profesional. Si el problema causado ha sido realmente grave, habrá que recurrir al seguro de responsabilidad civil. Algunas asociaciones tienen convenios con aseguradoras que los ofrecen, como por ejemplo APTIC.
4. Tomar medidas para que no
vuelva a suceder. Será útil analizar por qué ha pasado y cómo evitarlo la
próxima vez: ¿Aceptamos el encargo sin mirar bien la agenda, se nos solaparon
los proyectos y hubo que traducirlos muy rápido? ¿Nos encontramos ante un texto
demasiado especializado porque no lo leímos antes de aceptarlo? Puede que esta
vez ya sea demasiado tarde y hayamos perdido al cliente, pero ya sabemos qué NO
hacer en el futuro.
¿Y vosotros? ¿Alguna vez habéis recibido quejas de un cliente? ¿Supisteis reaccionar y salir bien parados?