Poco imaginaba yo que me tocaría traducir sobre excrementos, pero en plan lúdico. Algunos encargos son como un soplo de aire fresco y este, aunque parezca lo contrario, lo fue.
Me dio la oportunidad de jugar mucho con la lengua (con sinónimos e hipérboles; acertijos y juegos de palabras) y de trastear con programitas que usaba cuando impartía clases de inglés a niños pequeños (benditas páginas de recursos para profes, como las sopas de letras).
Cubierta del libro.La contra.Una de las sopas de letras.Una de las curiosidades.
Y qué maravilla fue desempolvar el diccionario para ver todas las formas de hablar de excrementos humanos. El DRAE, por ejemplo, incluye: aca, acatanca, alhorre, bojote, caca, cagada, cagajón, cagaluta, cagarruta, cámara, catalina, cerote, chichina, deyección, egestión, excremento, heces, jiña, majada, meconio, miércale, miércoles, miéchica, mierda, mojón, naco, ñaña, ñisca, pez, plasta, popó, privada, zulla o zurullo. Algunos términos más coloquiales no los recoge el DRAE, pero se usan con frecuencia también como chuzo, kea, ñeja o truño.
Además, he descubierto cosas como que las heces del uombat son cúbicas y que el primer cubículo de un baño suele ser el menos frecuentado y, por ende, el más limpio. Yo intento acordarme siempre ahora, por aquello de no ensuciarme mucho las posaderas.
Sin embargo, el mundo escatológico es muy muy amplio. En este artículo ya os hablé un poco del tema, de hecho. Y como quiero sacarle todo el jugo posible (ya, una imagen un poco desafortunada, lo sé), aquí van algunas curiosidades más que no están en el librito, pero que pueden sernos útiles en algún momento como traductores.
Deyecciones animales
Si la deposición es animal, distinguimos:
boñiga
ganado vacuno y caballar
bosta
ganado vacuno y caballar
burril
ganado bovino o caballar
cagarruta
ganado menor
canina
perro
cagajón
ganado caballar
carajón
ganado cabrío
cuita
aves
estiércol
cualquier animal
frez
cualquier animal
gallinaza
gallina
guano
aves marinas
morceguila
murciélago
murcielaguina
murciélago
palomina
paloma
sirle
ganado lanar y cabrío
tullidura
aves de rapiña
Otras palabras relacionadas con lo excrementicio
coprofagia
ingestión de excrementos
coprofilia
atracción fetichista por los excrementos
coprolito
excremento fósil
coprología
estudio de los excrementos sólidos
descomer
evacuar el vientre
escagarruciarse
hacer de vientre involuntariamente
escatófilo
insecto que, como larva, se desarrolla entre excrementos
palomino
mancha de excremento en la ropa interior
pujo
gana continua o frecuente de defecar o de orinar, con gran dificultad de lograrlo y acompañada de dolores
tarzanito
lo que cuelga cual liana tras una deposición
zurrapa, zurraspa
palomino
En fin, ya veis que, al igual que en el caso del miembro viril, en el mundo de los excrementos también hay nombres mil.
Si os ha llamado la curiosidad el libro y tenéis alguna amistad de las que se pasa un buen rato en el baño con el móvil, ¿qué mejor que regalárselo para que desahogue… aprendiendo?
A Julia M. Priego, Yuliss, la conocí en Málaga para unas jornadas del máster de la UMA y posteriormente participamos en una mesa redonda en las Jornadas Ándalus Románticas de 2015 con Juan Pascual y Puerto Barruetabeña. Por aquel entonces ya la veía con unas ganas tremendas de comerse el mundo… y en ello está ahora mismo junto a Tamara Arteaga, con quien lleva traducidos ya un buen puñado de libros.
Siempre me ha llamado la atención este modo de trabajo a cuatro manos para traducir libros, así que hoy las invito al blog para que me cuenten un poco cómo lo hacen ellas. ¡Vamos allá!
Tamara Arteaga (izquierda) y Yuliss M. Priego (derecha).
Antes de nada, un poco de contexto. Contadme, ¿qué formación tenéis?
Yuliss: Pues yo estudié el Grado en Traducción e Interpretación en la Universidad de Málaga, de donde soy, y luego decidí hacer el Máster en Traducción para el Mundo Editorial en la misma universidad, igual que Tamara.
Tamara: Así es. Yo cursé la licenciatura en Traducción e Interpretación en la Universidad del País Vasco y acto seguido el Máster en Traducción para el Mundo Editorial de la UMA.
Yuliss: Pues nosotras nos conocimos en 2008 gracias al fenómeno mundial de Crepúsculo, porque ambas traducíamos fanfics en una comunidad fan (www.fanfiction.net). Empezamos a entablar conversación sobre lo que habíamos leído y lo que nos gustaba, y…
Tamara: …y el resto es historia. Gracias a esa amistad yo me vine a Málaga a estudiar el máster y desde entonces fue natural para las dos trabajar juntas. De hecho, yo ya me he establecido aquí en Málaga y, además de traducir juntas, también impartimos clases de inglés en la misma academia.
Yuliss: Vaya, que nos tenemos más vistas que nada. Nos falta vivir juntas *Se ríe*.
¿Cómo es vuestro proceso de trabajo? ¿Cómo os repartís el trabajo? ¿Qué etapas seguís?
Tamara: Nos gusta dividir cada proyecto en varias etapas. Primero, echamos un vistazo a la longitud del documento, la fuente, la terminología, el número de capítulos… y después procedemos a repartirnos el libro de forma equitativa. A veces, una hace los capítulos pares, y la otra, los impares. En otras ocasiones, los hacemos de dos en dos, si son muy cortitos. De esa forma, las dos vamos avanzando a la par y conforme vamos acabando capítulos, revisamos los de la otra antes de la corrección final.
Yuliss: Lo bueno que tenemos nosotras es que, como nos conocemos desde hace tanto tiempo, y estamos tan compenetradas ¾tanto que a veces hasta hablamos a la vez y con la misma entonación y las mismas palabras¾, sabemos en qué peca más la otra y nos complementamos bien. De hecho, al ser Tamara del País Vasco y yo de Andalucía, nos ayudamos mutuamente a no caer en localismos que, sin el punto de vista de la otra, se nos escaparían seguro. Luego, cuando terminamos de traducir el manuscrito, nos gusta imprimirnos la novela (si la fecha de entrega nos lo permite) y corregirla a mano.
Tamara: Sí. Y es en esa revisión final (que yo personalmente odio, pero es muy necesaria), donde hacemos cambios de última hora y ponemos en común los errores más frecuentes que nos hemos encontrado para intentar evitarlos en los futuros proyectos.
¿Qué pros y contras creéis que tiene este método de trabajo? ¿Cómo explotáis las ventajas y solucionáis los contras que pueda haber?
Yuliss: Pues, a ver. Yo empecé traduciendo sola y luego seguí haciéndolo a cuatro manos con Tamara. Tener a otra persona que te corrija y que use otro tipo de expresiones y de lenguaje, a fin de cuentas, es bastante beneficioso para el texto. Cuando una traduce sola, luego depende de sí misma para revisarlo y es probable o, mejor dicho, seguro, que se nos pasen cosas por tener el texto viciado. Cuando somos dos, aunque ambas hayamos trabajado en el texto a la vez, es mucho más fácil identificar errores que se nos hayan escapado a cualquiera de las dos.
Tamara: En mi caso, yo siempre he traducido a cuatro manos. Mi primer encargo fue con Juan Pascual, y a partir de ahí he trabajado codo con codo con Julia. No sabría decirte qué contras hay de trabajar a cuatro manos porque, sinceramente, no los veo. El tema del dinero dividido… Teniendo en cuenta que al final solo traduzco medio libro, lo veo justo, y me permite compaginarlo con otro trabajo que me ayuda a pagar facturas, para qué nos vamos a engañar. A mí me gusta desahogarme de lo que traduzco con Julia, escribirle sobre lo que pasa y comentar en caso de que haya salseo *se ríe*, así que en todos los años que llevo traduciendo con ella, me quedo con lo mucho que he aprendido, la facilidad que tenemos de solventar problemas que nos han ocasionado varios textos a lo largo de los años y, por último, en que lejos de crear tensión en nuestra amistad, la ha fortalecido muchísimo.
Yuliss: Sí, aunque siendo sinceras, yo sí que podría ver una desventaja en trabajar junto a otra persona con la que, a fin de cuentas, no compartes un vínculo o una conexión. Lógicamente, este no es nuestro caso, porque lo único que nos falta es saber lo que está pensando la otra (y, a veces, hasta eso pasa *se ríe*). Pero cuando una editorial X, por ejemplo, necesita la traducción de un libro en un plazo de tiempo exageradamente corto e imposible para un solo traductor, suele encargarla a diferentes traductores que muy posiblemente no se conocen de nada. Eso sí podría llevar a que el lector luego note y perciba discrepancias por culpa de no haber unificado bien, o porque cada uno tiene un estilo muy distinto a la hora de narrar. Diríamos, entonces, que un requisito indispensable para que una traducción a cuatro manos sea un éxito es que haya cierta sinergia entre las dos personas involucradas.
Está claro que en vuestro caso hay mucha química, pero también mucho conocimiento del género romántico. Creo recordar que también teníais un blog y escribíais reseñas. ¿Seguís en la blogosfera?¿Diríais que eso os ha especializado de alguna manera?
Tamara: Para mí, tener un blog, un canal de YouTube, o varias redes sociales a la vez es un «quiero y no puedo». Hay gente que lo llamaría un mal necesario, el problema que tenemos nosotras es que somos tan puntillosas que no pasaríamos precisamente poco tiempo con eso, un tiempo que no nos sobra. Si tenemos que elegir entre traducir los fines de semana o dedicarnos a las redes/blog/YouTube, la respuesta está clara. La traducción ya afecta a mi yo lector en sí. Así que necesito un poco de espacio personal también.
Yuliss: En lo referente a ser o no «especialista». Yo no creo que seamos especialistas de nada. Es cierto que tenemos unos gustos literarios similares y más específicos, pero, como ya hemos mencionado antes, no queremos limitarnos en nuestro trabajo. Suena a cliché, pero la traducción es aprender, y si nos encasillamos en un tipo de novela o género únicamente, entonces dejaríamos de aprender, y sería una pena. Además, cada novela es un mundo, y cada autor una rama de ese gran árbol que es la literatura.
Tamara y Yuliss con una de sus criaturas.
Tamara: Yo nunca he querido limitarme a la hora de géneros o subgéneros. Sí que es cierto que yo leo novelas románticas en su gran mayoría, y eso se nota también a la hora del interés que me pueda generar un encargo u otro. Sin embargo, también me gusta el desafío que implica traducir una novela a la inversa o que nos manden un encargo de algo completamente ajeno a lo que estamos acostumbradas, como puede ser una biografía o algo de esoterismo. Pero, vaya, que, siendo franca, siempre y cuando sea una editorial que se porte bien (y con eso me refiero a que pague bien, aunque hoy en día difícil…), yo no me quejo…
Yuliss: Yo leo un poco de todo, la verdad. Me gusta la novela romántica, así como la ciencia ficción, la fantasía, o la literatura juvenil. Debo decir que la novela romántica tiene un lugar especial en mi corazón porque fue el género con el que empecé a traducir profesionalmente, pero hoy día flipo con los encargos de juvenil fantástica, o incluso con la narrativa sentimental. Pero bueno, que yo le meto mano a todo *je, je*, tal y como ha dicho Tamara.
¿Tenéis algún trabajo interesante entre manos ahora mismo?¿Y algún encargo que os haya marcado?
Tamara: En cuanto a proyectos que tengamos entre manos, no podemos desvelar mucho, pero sí que hay novelas New Adult que nos están gustando mucho, así como alguna que otra erótica que…*ñam*. No obstante, si tenemos que mencionar una traducción en especial, diríamos que con la que más hemos aprendido por el reto que nos supuso y el estilo particular de la autora es La maestra de la oscuridad de Addie Thorley, publicada por Munyx Editorial este pasado septiembre.
Yuliss: Totalmente. Es una novela juvenil fantástica, una reinterpretación de la famosísima novela Nuestra señora de París de Victor Hugo, que ha supuesto un antes y un después en nuestra carrera profesional. Ojalá todos los encargos fuesen así de satisfactorios.
Sé que ambas trabajáis en una academia de inglés. ¿Cómo lleváis lo de compaginar la traducción con la docencia?
Tamara: Tenemos la suerte de trabajar de lunes a jueves en la academia de inglés en la que llevamos impartiendo clases desde 2014. Gracias a eso, pagamos facturas y tenemos el tiempo libre suficiente como para dedicarnos a la traducción literaria; a cuatro manos, por supuesto. En mi caso, jamás lo he visto como un sacrificio de mi tiempo libre, sino más bien como cumplir un sueño. El sueño de trabajar en lo que he estudiado, aunque sea durante los fines de semana (y no esté tan bien remunerado como yo querría). Pero, bueno, si quiero tener perspectivas de futuro, no me queda de otra.
Yuliss: Mentiría si dijera que no me encantaría poder trabajar únicamente de la traducción literaria. Lo cierto es que es muy difícil vivir únicamente de eso. Soy consciente de que hay compañeros que lo hacen, o que malviven, no lo sé, pero en mi caso es imposible. Siempre me ha gustado traducir y, al igual que Tamara, tampoco veo como un sacrificio tener que dedicar muchos fines de semana a esa tarea. Pero, bueno, a veces necesitamos desconectar y, aunque tengamos que rechazar algún encargo, priorizamos nuestra salud mental. O si no los rechazamos, al menos sí pedimos unos plazos de entrega más que razonables, incluso para ser dos. De hecho, que seamos dos no necesariamente supone que tengamos el trabajo en la mitad de tiempo. Más bien lo contrario, dado lo rigurosas y perfeccionistas que somos.
Ya para terminar, porque sé que interesa y muchos querrán conocer vuestro modus operandi, ¿cómo buscáis trabajo y os presentáis a las editoriales? ¿Algún consejo para los traductores noveles (y no tan noveles) que nos leen?
Yuliss: En nuestro caso, lo que más nos ha funcionado a la hora de encontrar trabajo es, sin duda, hacer contactos. Conocer a los editores, a otros traductores, a gente del gremio. Aunque parezca una tontería, que te puedan poner cara es una ventaja sobre aquellas personas que mandan los CV sin ton ni son y a las que las editoriales no conocen de nada. Incluso un mismo compañero del gremio puede conseguirnos algún trabajo cuando este ve que no puede aceptarlo. En definitiva, ir a ferias, a encuentros, a charlas, conferencias, y hacer contactos.
Tamara: De hecho, conseguimos nuestra primera traducción a cuatro manos tras proponer una novela a una editorial en la Feria del Libro de Madrid de hace ya unos cuantos años. Además, ya hemos mencionado anteriormente que es importante conocer la línea editorial del sector en el que trabajamos. Así que nos aseguramos de tener algo en «común» con las editoriales a las que nos dirigimos o escribimos. La comunicación es clave. Por otra parte, yo recomendaría no limitarse solo a eventos españoles. No hay que olvidar que también se pueden encontrar clientes en autores extranjeros.
Yuliss: Y en cuanto a consejos, básicamente yo lo resumiría en una frase: ECHADLE MORRO. Mucho. Mi madre siempre me ha insistido desde pequeña que el que no llora, no mama, que el no ya se tiene, así que, ¿por qué no? Nosotras, cuando hacemos ronda de emails, sabemos que en su gran mayoría no vamos a recibir respuesta; pero, mira, siempre hay alguna editorial que responde, ya sea de forma positiva o negativa. Hay que insistir y ser pesados. Y, por mucha pereza que dé, las redes sociales ayudan mucho a eso. Conectar con editoriales ahora es muchísimo más fácil que antes, pero tampoco hay que olvidar que lo que vemos en Twitter, o Facebook, o Instagram, luego realmente no se refleja en la vida real.
Tamara: Bueno, yo no me considero nadie como para dar consejos; de hecho, casi preferiría que me los den a mí. Pero si tuviese que quedarme con algo de lo mucho que he aprendido, diría que no hay que hacerle caso a esa vocecita en nuestra cabeza que dice que no valemos para esto. Hay momentos en los que dudamos de nuestra capacidad, de nuestra competencia, pero jamás hay que olvidar que todos empezamos, todos progresamos, y al final lo que cuenta es que el lector, la editorial y el propio traductor queden satisfechos con el trabajo realizado.
Me encanta terminar con estos consejos y lecciones, porque son aplicables a muchas otras ramas también. Lo que decimos muchos a riesgo de hacernos pesados: paciencia, morro y mucho ánimo siempre.Yuliss, Tamara, muchísimas gracias a las dospor vuestro tiempo e interés.¡Y por muchas más traducciones!
Para mi cumpleaños unas amigas me regalaron el libro Las brujas de hoy no necesitan escobas para volar de Elisa Mayo. Me juraron y perjuraron que no era una indirecta, que conste. El caso es que, a pesar de que la prosa era fresca y divertida y es de esas historias que no requieren mucha atención, había algo que me fastidiaba. Os pongo algunas frases escogidas al vuelo de las primeras páginas:
—Y deja de decir palabrotas, por favor —sentencio.
—Mamá, por favor… —me quejo.
—Ni mamá, ni momó —le riño con la boca llena.
—A mí me da igual que me insulten —interviene Adrián.
—¿Otro con un palo metido por el culo? —rebufa Deva.
—Le hace falta una mano de modernización —expone Lourdes.
—Si hubieras aceptado el puesto de directora, no tendrías que trabajar ese día —se burla. Qué gracioso.
—Mamá, estoy afuera —aviso.
—Eh, ni se os ocurra —les advierto.
¿Os ha pasado como a mí? A lo mejor soy muy tiquismiquis, pero esos verbos de habla o dicendi me suenan más a intentos de evitar el verbo «decir» que a otra cosa. Ser preciso está muy bien, pero en este caso a mí me ralentiza la lectura. De algún modo creo que estamos bastante acostumbrados al «decir» y no nos molesta tanto una repetición. Una cosa es que solo uses este verbo y otra que intentes buscar sinónimos constantemente.
Además, fijaos en este fragmento de contestaciones sucesivas:
—Os voy a dar pal pelo —amenazo.
—Tú y ¿cuántas más? —se burla el rubio.
¿No os parece que los verbos de habla son superfluos? Es repetir machaconamente una misma idea. «Dar pal pelo» ya nos sugiere amenaza, aunque cómica, y la respuesta es socarrona de por sí. ¿Qué ganamos con la puntilla?
Recuerdo haber leído hace tiempo un artículo de un bloguero norteamericano que decía (contaba, explicaba, sugería, defendía) esto mismo a raíz de una infografía que corría por aquel entonces titulada «Said is dead». He buscado un poco y he encontrado algunos artículos más sobre el tema:
«Before my most influential college writing class, I LOVED to end dialogue with words like questioned, grumbled, or stammered. I thought I was being original and unique. I thought I was making my novel stand out from all those writers who stuck to said and asked».
Porque eso parece en un principio, ¿verdad? Vamos a darle color al texto, que no quede tan soso ni repetitivo. En el fondo, es como si quisiéramos demostrar cuánto vocabulario tenemos.
En esta entrada, Shelby da tres motivos para explicar por qué dijo no está muerto:
Said es más corto y conciso. Cuando la longitud es importante, mejor guardarse las palabras para desarrollar a un personaje o detenerse en una descripción. Y si está en un subtítulo ya…
Los lectores están acostumbrados a saidy, por lo tanto, cualquier variante los ralentizará. ¿Veis? Como me pasó a mí. «As a reader, when I see a bunch of dialogue and I know who is speaking, I rarely bother to read the dialogue tag. I want the words. I want the action. As a writer, if readers aren’t going to read the dialogue tag, it can be a waste of time and energy to think of another word other than said».
Cambiar said no tiene tanta fuerza como cambiar el diálogo. En lugar de poner todo tu empeño en cambiar ese said o ese dijo, da un mayor golpe de efecto captar el tono o el sentimiento de las palabras en el diálogo en sí. Por ejemplo:
“I tried to tell you. But you sent me to my room.” I stammered.
“I tried…I tried to tell you. But you…you sent me…you sent me to my room.” I said.
En la primera, no sabes que el personaje tartamudea hasta que lees la frase entera y puede que tengas que releerla, incluso. En la segunda, experimentas el tartamudeo al leer la frase y el diálogo tendrá más empaque.
¿Y qué tiene que ver esto con la traducción? Pues todo, porque parece que nos veamos obligados a traducir esos said con repuso, convino, arguyó, defendió, masculló y un largo etcétera por variar y por dejar bonito el texto y no siempre hacen falta florituras. Como ya sabéis, todo depende del contexto, pero son muchas las tipologías textuales que no necesitan esta profusión de sinónimos porque acaban entorpeciendo.
Luis Magrinyà, en la página 53 de su Estilo rico, estilo pobre. Todas las dudas: guía para expresarse y escribir mejor (Debate, 2015), lo explica muy bien: «En resumen, se tiende a confundir la disponibilidad con la sinonimia. Tenemos la sensación de que así nuestro estilo es más “rico” y “expresivo”. No vemos que lo que estamos haciendo en realidad es delatar nuestro gusto por el floripondio, o las rémoras de nuestras redacciones escolares, al anteponer la profusión a la exactitud —recia característica de la literatura patria— ¡incluso en una acotación der diálogo! Tampoco parece que nos demos cuenta de que el recurso continuado al uso de presuntos sinónimos “para variar” acaba siendo tan cantoso como si hubiéramos repetido infamemente unos cuantos dijo».
Hablando de verbos de habla cantosos, Magrinyà da algunos ejemplos muy bestias:
—Bastante tiempo ha vivido usted gratis —rebuznó el administrador celoso.
—Y si quieres más —mugió el intruso […]—, ¡toma! ¡Y toma!
—¡Pero si no ha sucedido absolutamente nada, mi querido señor extranjero! —trinó Celeste.
—¡Yo no! ¡Yo me quedo! —bramó Leonardus desde su camarote.
—¡Cállese, vieja! —ladró de vuelta el militar.
Podría extenderme más, pero os recomiendo fervientemente que le echéis un ojo a este libro, puesto que encontraréis algunas fórmulas para evitar errores y pulir el estilo de vuestros textos, sean traducciones o no. Así seguro que (y me incluyo) nos lo pensaremos dos veces cuando recurramos a verbos como espetó, masculló y similares o, por lo menos, investigaremos bien cómo usarlos y no redactaremos un híbrido como el que Magrinyà nos presenta en su libro:
Aquél se sintió molesto y le espetó entre dientes:
—¿Pasa algo?
¿Cómo podemos espetar (soltar, decir algo con brusquedad y contundencia) y mascullar (hablar entre dientes o pronunciar mal las palabras de modo que casi ni se entiende) a la vez?
En definitiva, la riqueza léxica está muy bien y es algo que en este blog he defendido muchas veces, pero evitemos los floripondios innecesarios.
La relación entre el traductor y el editor puede parecer más compleja de lo que parece. Por eso, este año para el Día del Libro me he propuesto ahondar en este binomio, en qué espera el uno del otro y cómo ganarnos al editor.
EDITOR BUSCA TRADUCTOR
Carlos Fortea, actual presidente de ACE Traductores, a quien tuve el placer de conocer hace un par de años en la jornada sobre traducción editorial de la Universidad de Málaga, explicó esta relación paso a paso en la presentación que hizo precisamente en aquella ocasión. [Mis comentarios van entre corchetes]
El traductor entrega en la fecha [o en caso contrario, si una vez empezado vemos que cumplir el plazo es difícil, avisamos con antelación porque la editorial tiene sus plazos y tenga una fecha en concreto para enviar la obra a imprenta, por ejemplo].
El editor acepta la traducción.
Correcciones y propuestas de cambios. Envío de pruebas al traductor [aunque no suele ser frecuente por mucho que se incluya en el contrato].
Pago de la traducción en el plazo acordado en el contrato.
El editor envía ejemplares justificativos y certificado tirada [esto último tampoco se cumple al 100 %. Es importante que estemos nosotros al quite y lo pidamos si no recibimos información al respecto].
La relación del traductor y el editor se mantiene durante la vigencia del contrato (máximo de 15 años, según ley): liquidaciones anuales, cesiones, otras formas de explotación.
Pero antes de establecer esta relación falta lo esencial, ¿no? Conseguirla.
EMPEZAR A TRABAJAR. ¿Cómo encontramos a las editoriales que nos interesan?
Seguro que conocemos a las más grandes, pero hay editoriales más pequeñas que vale la pena descubrir y para eso tenemos varias vías. Sin movernos de casa podemos consultar portales como escritores.org o ediciona.com, que tiene una extensa base de editores por temáticas. También vale la pena echarle un vistazo a la Base de datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Otro recurso es acercarte a la biblioteca o a una librería y consultar las obras de la temática que te interesa en un principio. Como ya sabrás, en las primeras páginas suele constar la información básica de la editorial junto con correo electrónico o su dirección postal.
Una vez localizada conviene explorar su página web para empaparnos de las colecciones que editan, las temáticas, los autores a los que han publicado, etc. Y también para tratar de encontrar el responsable del departamento de traducción o edición. Si este no constara, siempre se puede hacer una búsqueda por LinkedIn. El objetivo es llegar hasta la persona responsable porque si enviamos un correo a una dirección genérica, hay menos oportunidades de que llegue a quien tiene que llegar.
¿Qué envío y cómo?
Personalmente no me limito al correo electrónico y también envío carta postal. Adjunto siempre el currículum centrado en la traducción literaria (sin incluir los meses de verano que pasé trabajando en el aeropuerto, ya me entendéis) en la que hago constar las lenguas de trabajo, mi experiencia con editoriales y los seminarios y cursos realizados con esa especialización en mente. También envío un documento con el listado actualizado de obras traducidas hasta el momento con todos los datos pertinentes: autor, editorial, año, ISBN.
Si es por correo electrónico, redacto un mensaje escueto pero completo centrándome en la temática de la editorial o la colección que me interesa. Hay que demostrar interés en la editorial; al fin y al cabo a todos nos gusta sentirnos especiales.
Si es una carta de presentación —en el caso de enviar los datos por correo postal—, más de lo mismo, pero un poco más extensa y tratando de suscitar interés. Lo cuento muchas veces, pero una editorial se fijó en mí porque esa carta de presentación estaba escrita como si fuera un cuento.
Durante este proceso me voy creando una base de datos con los correos que envío, a quién, cuándo y por qué medio. Así tengo constancia de las respuestas recibidas y los recordatorios que puedo hacer si no contestan a los X días. Hay que llevar un control de los pasos que vamos dando.
¿Y si propongo la traducción de un libro?
En algunas facultades se recomienda contactar con las editoriales proponiendo la traducción de un libro para generar una necesidad, por decirlo de algún modo. Si bien es cierto que puede ser una buena idea, sobre todo si es una novela que nos apasiona personalmente, hay que llevar cuidado porque se debe invertir bastante tiempo (y el tiempo es oro para todos).
Primero, hay que averiguar si está traducida o no o si se han adquirido ya los derechos, cosa que es difícil de saber a no ser que contactemos directamente con el autor o su agente, que es otra manera. Actualmente hay muchos autores se autopublican y suelen ser bastante accesibles. La mayoría suele manifestar interés en que se traduzca su obra sobre todo si, como traductores, accedemos a hacer las veces de agente o intermediario (caso verídico), entendiendo como tal el contacto con las editoriales españolas por nuestra parte.
Luego, el editor tiene que estar receptivo y dispuesto a pagar los derechos para publicar la traducción. Sin embargo, antes querrá saber de qué va la novela y qué viabilidad tiene, y aquí es donde entran los informes de lectura. Si queremos acceder por la vía de la recomendación de una novela, hagámoslo bien: no nos limitemos a proponer el libro sin más, enviemos un informe de lectura que contenga la información esencial:
Datos de la obra: título, género, páginas, lector, etc.
Aspectos literarios: sinopsis, trama, estructura, tiempo narrativo, temática, narrador, personajes, diálogos, etc.
Aspectos lingüísticos: construcciones, lenguaje, estilo, ortografía y sintaxis, etc.
Valoraciones y recomendaciones: calificación literaria y comercial.
Y para hacerlo ya más completo, podemos incluir la traducción de unas páginas de muestra (máximo 10 o un capitulillo; tampoco hagamos medio libro) en un formato atractivo. Por ejemplo, podemos confeccionar un documento apaisado con la parte en original a la izquierda y nuestra versión a la derecha, a modo de prueba de traducción. Por supuesto, revisadlo todo bien antes de enviar. Como veis, lleva bastante trabajo y no es garantía de que nos vayan a encargar la traducción, pero es otra forma de acceder al mercado y, además, es una buena forma de practicar.
Algunos compañeros han empezado siendo lectores editoriales para la editorial para la que más tarde han traducido. Esa es otra posibilidad que se puede explorar, no sin antes aprender a redactar esos informes de lectura, puesto que hay que tener un buen conocimiento del tema.
CÓDIGO DEONTOLÓGICO: nuestros deberes y responsabilidades como traductores
No todo acaba aquí. Si el editor tiene su cometido y sus responsabilidades, nosotros debemos regirnos por un código deontológico, con una gran dosis de sentido común. Este es el código que propone el CEATL (Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios):
El hecho de ejercer la profesión de traductor equivale, para quien la ejerce, a afirmar que cuenta con un firmísimo conocimiento de la lengua que traduce (conocida como lengua de partida) y de la lengua en que se expresa (conocido como lengua de llegada). Esta debe ser su lengua materna u otra que domine tan bien como la materna, de la misma forma que todos los escritores dominan la lengua en que escriben.
El traductor tiene la obligación de saber hasta dónde llega su competencia y se abstendrá de traducir un texto cuya redacción o ámbito de conocimiento no domine.
El traductor se abstendrá de modificar de forma tendenciosa las ideas o la forma de expresarse del autor y suprimir algo de un texto o añadirlo a menos que cuente con el permiso expreso del autor o de sus derechohabientes.
Cuando no sea posible realizar la traducción a partir del texto original y el traductor utilice una «traducción-puente», deberá contar con el permiso del autor y mencionar el nombre del traductor a cuyo trabajo recurra.
El traductor se compromete al secreto profesional cuando deba usar, para su labor, documentos confidenciales.
El traductor literario debe conocer a fondo la legislación acerca de los derechos de autor así como los usos de la profesión y debe velar por que se respeten en el contrato de traducción.
El traductor se abstendrá de menoscabar la profesión al aceptar condiciones que no garanticen un trabajo de calidad o perjudiquen a un colega de forma deliberada.
Código deontológico aparte, la relación con el editor debe basarse en el sentido común. No deja de ser un cliente y, como tal, debemos tratarlo y trabajar con él de forma profesional. Aceptar el encargo si estamos preparados para eso y sabemos que podemos cumplir la fecha, cerciorarnos de cómo quiere que le presentemos la traducción, avisar de cualquier asunto que pudiera trastocar los planes editoriales (incumplimiento de plazo, problemas con el texto origen, etc.), entre muchos otros. Pero esto lo dejaremos para la próxima entrada, en la que descubriremos cómo ser el traductor favorito de un gestor de proyectos.
Y hasta aquí la entrada de hoy. Como siempre, si tenéis alguna aclaración o duda, os espero en los comentarios. Que paséis un gran Día del Libro. Feliç Sant Jordi!
Un año más (¡y ya van tres!) tuve el honor de recibir la invitación de la Sociedad de Lenguas Modernas para hablar de traducción con estudiantes, profesionales y otra gente de bien del mundo de las lenguas y la traducción en su congreso anual.
Después de una sesión de lenguaje soez (2014) y otra de traducción editorial (2015), decidí que este año podía estar bien hablar de traducción romántica y erótica, puesto que ya llevo algunas decenas de libros de esta temática a mis espaldas y no es algo de lo que suela hablarse aunque haya bastante trabajo en el campo.
Para los que estuvisteis en la ponencia y me pedisteis la presentación, os la podéis descargar aquí mismo. Para los que no pudisteis acudir a la charla, ahora tenéis la opción de saber de qué se habló. Vedla en formato presentación, que no edición, para pasar mejor las diapositivas con fotografías.
Como comentaba en el programa, Cincuenta sombras de Grey se llevó la fama, pero son muchos otros títulos los que cardan la lana. El 23 % del total de ventas de eBooks en 2015 correspondió a novelas de género romántico y erótico, en su mayoría obras traducidas. En la charla se abordaron los tipos de novelas que se publican en la actualidad, así como las dificultades de traducción que presentan y cómo solventarlas.
En general, si bien a nivel formal una novela romántica no dista mucho de otra de un género diferente (negra, ciencia ficción, histórica), el escollo principal tiene que ver con el tono y el vocabulario que usamos. Por ejemplo, hablé de que algunas veces las editoriales piden minimizar el uso de «joder» y «coño», que idealmente hay que intentar cambiar por «mierda», «caray», etc. Y en cuanto a estilo, algunas piden que se eviten palabras muy españolas (genial, tío, flipar, chorrada, vale) o que llevemos cuidado con «coger» o «chaqueta», que pueden significar cosas muy distintas en el continente americano. No obstante, es muy difícil emplear un español neutro precisamente cuando usamos lenguaje que no lo es: el vocabulario soez y sexual está muy connotado.
Aquí un puñado de ejemplos de es.demarcas.com
Mi intervención empezó con la tipología de novela romántica y erótica, que tanto puede influir en el vocabulario usado. No es lo mismo una novela histórica en la que hay que prestar especial atención al tratamiento formal entre personajes y a emplear un lenguaje más suave (no encontraremos pussy sino cleft o folds of flesh, ni clitoris porque son más de a delicate nub o button), amén de la gama de vocabulario de época, que una novela romántica o erótica actual en la que el lenguaje es mucho más moderno, el tratamiento más informal y podemos encontrar expresiones más directas y soeces.
Para entender el género, hablé de las lectoras y del poder que tienen para influir en el cambio de cubiertas o pedir la publicación de autoras y novelas nuevas. También expliqué el porqué del boom que se vivió a raíz de las Cincuenta sombras de Grey y el estado actual del sector. Se expuso primero la parte positiva: el gran interés por parte de unos lectores fieles, el gran porcentaje de ventas y las oportunidades laborales para el traductor, pero la negativa vino justo después: el auge de la piratería (muy de la mano del eBook) y las traducciones hechas por no profesionales. Unos trabajos que no amenazan el nuestro, pero sí favorecen el consumo rápido de la novela con lo cual puede tener un impacto negativo en las ventas de nuestras traducciones.
En este punto se vieron ejemplos tan ilustrativos como los siguientes:
Algunas traducciones son tan literales como demasiado gráficas
De listillo a culo listo en un par de palabras
Cuando una mala traducción convierte una conversación normal en un acto de escatología pura y dura
Tras el repaso al estado de la cuestión, empezamos a hablar del vocabulario típico que aparece en estas obras: el tipo de vivienda y mobiliario, la ropa (recordad, nada de «bragafajas» o «bragas de cuello alto» a no ser que estas se usen como elemento especial y cómico, como en el caso de Bridget Jones), los juguetes sexuales y los instrumentos de BDSM. En este caso, lo importante ya no era encontrarlos para ver qué o cómo son, porque en Internet podemos ver mil fotos y referencias, sino hallar una traducción estándar. Un ejemplo de esto mismo es que en uno de los diccionarios más nuevos sobre el tema editado por la UAB, el Diccionario multilingüe de BDSM, los autores comentan que las novelas eróticas traducidas habían servido de fuente de información para recoger los términos a falta de unanimidad.
Seguimos con el lenguaje del sexo, desde el tratamiento entre personajes (y la importancia de que se conservaran los mismos motes cariñosos) al lenguaje del beso, del acto sexual y de los genitales. Para saber algo más sobre vocabulario, podéis consultar estas tres entradas anteriores:
Después de abordar el apartado léxico, remarqué lo siguiente como puntos importantes en este tipo de novelas:
Tener en cuenta época y contexto.
Idiosincrasia de lospersonajes y entre ellos: motes cariñosos, coletillas y expresiones recurrentes, etc.
No tenerle miedo a las «malas» palabras.
Investigar bien el vocabulario especializado.
Respetar el género y tener especial sensibilidad al tratar ciertas emociones y situaciones.
Y, a partir de aquí, hablamos de los principales retos y dificultades, como el trasvase de la sinonimia, la repetición, la naturalidad, el tono y el lenguaje soez. Podéis leer más acerca de estos retos en esta entrada sobre traducción erótica.
En definitiva, di unas pinceladas de lo que podemos encontrarnos al traducir una novela de este tipo y cómo podemos solventar algunas de las dificultades recurrentes del género.
A todos los que estuvisteis, gracias por asistir y, sobre todo, gracias a la Sociedad Española de Lenguas Modernas de Sevilla y a la siempre atenta y generosa Viviana Merola, que organizó las jornadas.
Si queréis dejar algún comentario o tenéis alguna duda, este es vuestro espacio y os leeré con gusto.
¡Hasta la próxima!
Bibliografía
Si os quedáis con ganas de más, aquí tenéis una bibliografía útil:
Chamizo Domínguez, Pedro & Francisco Sánchez (2000). Lo que nunca se aprendió en clase: Eufemismos y disfemismos en el lenguaje erótico inglés, Granada: Comares.
Domènech, Bartomeu y Sibil·la Martí (2004). Diccionario multilingüe de BDSM, Barcelona: Edicions Bellaterra.
Gasca, Luis y Román Gubern (2012). Enciclopedia erótica del cómic. Madrid: Cátedra. Signo e Imagen.
O’Hara, Venus (2013). Inglés para pervertidos. Barcelona: Grijalbo.
Rodríguez González, Félix (2011). Diccionario del sexo y el erotismo. Madrid: Alianza Editorial.
Santaemilia, José (2008). «The Translation of Sex-Related Language: The Danger(s) of Self-Censorship(s)» en TTR: traduction, terminologie, redaction, vol. 21, núm. 2. (en http://www.erudit.org/revue/ttr/2008/v21/n2/037497ar.pdf)
Santaemilia, José (2005). Sexe i llenguatge. La construcció lingüística de les identitats de gènere.
Santaemilia, José (ed.) (2005). The Language of Sex: Saying & Not Saying, Valencia: Universitat de València.
VV. AA. (2011). Inglés sin censura. Madrid: Langenscheidt Ibérica.
…y no solo por el paso del tiempo en sí —el mismo que nos marchita la frente y platea nuestra sien—, sino por el contenido mismo.
En general las obras originales no suelen modificarse al reeditarse, a no ser que se le añada un nuevo prólogo o unas notas al pie o se haga una edición comentada, pero los retoques sí suceden de forma más habitual con las traducciones.
La retraducción
Hay muchas obras, clásicas y no tan clásicas, que han tenido varias traducciones con el paso del tiempo. ¿A qué se debe? Dice David Paradela en un artículo en el Centro Virtual Cervantes: «Retraducimos por los motivos siguientes: por capricho; por rifirrafes de derechos; por haberse realizado por lengua interpuesta la versión anterior; porque la traducción existente ha envejecido. […] Pero el caso típico, más comentado y más proclive a la repetición de lugares comunes es el cuarto, el de las traducciones viejas. Pero ¿qué es una traducción vieja? Hoy en día, hasta la pescadera repite que las traducciones deben repetirse cada equis años, porque «la lengua de la traducción envejece mientras que la del original no», cosa que, a priori, no acabo de entender (¿la lengua del Guzmán de Alfarache no ha envejecido?)».
Y me parece una reflexión muy acertada. Coincido con David en que la traducción es fruto de su tiempo, en general el mismo que la obra original, y que no por ser vieja deja de ser válida. También coincido en la necesidad de realizar una nueva traducción cuando la primera tiene deficiencias, como comenta él mismo en el caso de retraducir a Malaparte, «cuyos traductores de los años cuarenta y cincuenta tienen lagunas de bulto en italiano, porque planchan metáforas decisivas y domestican una sintaxis a veces caprichosa, porque no identifican ciertos referentes (no saben lo que es un basso napolitano) ni algunos deslices ortográficos del autor (el palacio presidencial de Helsinki está edificado a la manera de Engel, no de Engels), porque sufrieron la censura franquista (el capítulo de la virgen de Nápoles en La piel es el más flagrante: podado resulta simple y llanamente incomprensible), porque aplicaron criterios que ya no compartimos (como llamar Santa Teresita de los Españoles a la napolitana vía de Santa Teresella degli Spagnoli), pero no porque su lengua estuviera vieja, enmohecida o dificultara el disfrute del texto».
Sin embargo, otras voces defienden la retraducción por cuestiones de lengua y estilo, como Juan Manuel Ortiz en Retraducir, una nueva mirada: «Retraducir es en suma una necesidad engendrada por el hecho de que la traducción perfecta es inaccesible, por lo que esta se convierte entonces en una utopía en pos de la cual el mundo de la cultura no deja de progresar y de buscar nuevos caminos de expresión. […] Cada época tiene un gusto y una manera de concebir la lengua y la literatura, desde luego, pero a mi modo de ver es la exigencia de los lectores avezados lo que ofrece el impulso para continuar adelante en el establecimiento definitivo de sus clásicos procedentes de otras lenguas».
Modernizando que es gerundio
Algo que me ha sorprendido últimamente en la traducción de una colección de libros infantiles, cuyos volúmenes he traducido al catalán, es no ya la retraducción en sí, que sospecho tiene que ver con motivos puramente económicos —es una editorial distinta a la que publicó los libros veinte años atrás—, sino el afán de querer modernizarlos.
Estos libros, publicados en los años ochenta y noventa, solían tener referencias tecnológicas de la época como los cartuchos primero, los disquetes después o las cintas de VHS. Pues bien, me llevé una sorpresa al ver que en la nueva traducción al castellano habían modernizado estos conceptos, por lo que los niños compraban los videojuegos en DVD o se los bajaban de Internet. Lo pregunté a uno de los traductores al castellano y él no había recibido consigna alguna de cambiar estos términos, con lo que supongo que es una decisión que tomaría la editorial de forma unilateral.
No pregunté al editor, pero imagino que debe de ser para que quede más «fresco» para el chaval de ahora. No obstante, me parece mejor conservar estos elementos porque, al fin y al cabo, el icono de «guardar» de Word viene de algo y si no se sabe qué es un floppy o un discman, pues se busca y ese conocimiento que uno se lleva, ¿no?
Llevo dándole vueltas a esto desde hace un mes, que he estado trabajando en la traducción de otra novela juvenil repleta de juegos de palabras y referencias culturales. En ella se habla de programas recientes como Jersey Shore y The Voice, así como de libros y videojuegos en formatos muy específicos. Si tan ancladas están las referencias a los últimos años, ¿por qué cambiarlas? Toda obra se enmarca en una zona y una época determinada y cambiar elementos solo por hacerle un lifting es traicionar aún más el libro, novela, película, etc.
Modificar estas cosas se ve más y de forma más surrealista cuando se piensa en una película. Pongamos Se7en, que tuve el placer de comentar este pasado sábado en los cines Phenomena con dos grandes de los podcasts de cine (Carne de Videoclub y Sin Audiencia). Descubren a John Doe, el asesino, por los libros que sacaba de la biblioteca (porque el FBI tenía control sobre algunos volúmenes en particular). No sé, pero ahora me lo imagino bajándoselos en formato eBook en alguna plataforma o incluso descargándoselos ilegalmente… y la película sería muy distinta. A lo mejor ni lo descubrían, vaya, y la película al garete.
Con las películas veo más justificado un nuevo doblaje que deshiciera el desaguisado que la censura provocó en muchos largometrajes, algo que ya comenté en la entrada Sexo oral y escrito II. (Auto)censura.
Cuando el original evoluciona
El tema cambia cuando hablamos de una obra didáctica. Entiendo que en muchos casos hay que adaptarse a los nuevos tiempos si, por ejemplo, se quieren eliminar ciertas referencias y abarcar más opciones, ya sean religiosas, sexuales o de género.
Un buen caso es el de Richard Scarry, autor e ilustrador de unos 250 libros infantiles que traspasaron fronteras y se tradujeron a varios idiomas. Algunas de sus obras, puros clásicos, han ido cambiando con el paso del tiempo, pero hay un libro en cuestión donde los cambios son más apreciables: Best Word Book Ever.
Veamos algunas de estas modificaciones:
Resumen en la cubierta
Toda una declaración de intenciones y buen resumen de lo que encontraremos en el interior: los hombres también entran en la cocina (y no solo para picotear), también hay mujeres policía y las mujeres no son las únicas encargadas del cuidado de los niños, por ejemplo.
La belleza como personaje
Los auxiliares de vuelo pueden ser tanto hombres como mujeres —de un tiempo a esta parte observo un menor uso de «azafata» en documentaciones y contextos específicos— y, al igual que los pilotos, no es necesario que sean atractivos.
Lo mismo en la escena del incendio. Los mininos del montón también tienen derecho a ser rescatados.
Sensibilidad religiosa
La Navidad no es lo único que se celebra en invierno y en futuras ediciones incluyeron la menorá para aquellos que celebran Janucá (a mí no me miréis, lo dice la Fundéu).
Repartirse las tareas
Ya lo veíamos en la cubierta, pero en el interior hay muchos más casos, como este. Un cambio sutil que refleja bastante. No necesariamente es la madre quien prepara el desayuno, aunque sí sea algo habitual. Ya sabéis, lo típico de madre cuando te llama y dices «¡Voy!» y te responde con sorna «Voy, voy, pero quieto me estoy».
También vemos al padre con la sartén en la mano y en plena faena, que para algo hay dos fogones también.
Profesiones inclusivas
Ya hace bastante tiempo que todas las profesiones terminadas en -man/-woman (policeman, policewoman) del inglés cambiaron la forma para abarcar los dos géneros sin discriminar (police officer). En las nuevas ediciones no solo lo tuvieron en cuenta, sino que añadieron otras profesiones, también ilustradas con mujeres, como scientist.
Respeto a los nativos americanos
En su lucha contra los estereotipos, las nuevas ediciones omiten al indio americano ataviado con las plumas típicas. Así pues, dejan solamente una ilustración para la «i» de ice cream.
¿Y vosotros qué pensáis? ¿Creéis que hay que ir retraduciendo los clásicos porque la traducción envejece? ¿Sois partidarios de modernizar las obras originales?
Hacía tiempo que tenía pensada esta entrada y estos días cobra más valor que nunca por el #HodorGate que, de repente, ha puesto de manifiesto la dificultad de traducir. No voy a extenderme en este tema puesto que seguramente ya lo conocéis; tanto interés ha suscitado que ha salido hasta en los periódicos.
Como resumen, hay un personaje en Juego de tronos (la serie de televisión) con afasia llamado Hodor que solo dice «hodor» y nada más. Hasta la sexta temporada no hemos conocido el porqué de ese apodo, de dónde venía su afasia y por qué repetía esa palabra en cuestión. Sin dar muchos detalles más (para los que no lo hayáis visto), viene de «Hold the door». En inglés puede explicarse la reducción, no así en castellano.
Pero ¿es intraducible? No hubiera sido tan difícil si se hubiera tenido esta información desde un principio, porque se podría haber usado un nombre creíble (dentro del mundo de fantasía) que encajara con la frase que aparecería temporadas/libros después. No tener este dato ha puesto al traductor de la serie (el libro aún no se ha publicado) en un buen brete porque, además, hay que tener en cuenta la sincronía labial.
Y no olvidemos que es imprescindible que el texto encaje en su contexto y resulte creíble porque, al fin y al cabo, la traducción debe conservar la magia de la narración, ya sea en un libro o en una película. Debemos creer en lo que está pasando. Por eso, una opción como la que se barajó en redes de «obstruye el corredor» hasta llegar a Hodor puede encajar como reducción del sintagma, pero no tanto como frase creíble en ese momento concreto. [Actualización: aquí veréis la solución al quebradero de cabeza]
Sea como sea, que se hable de este problema de traducción es una buena oportunidad para que se vea lo difícil de nuestra tarea y los muchos factores que hay en juego. Que traducción no solo hay una, que traducir significa escoger y que no basta con tener nociones de inglés o usar el Google Translate de marras. Que traducir es un trabajo complejo y no un pasatiempo.
Lo malo es que se habla tanto de lo que se pierde en una traducción (de una novela, en un doblaje, en los subtítulos de una película), que perdemos de vista lo que se gana. ¿Ganamos algo al traducir, más allá de hacer comprensible algo que en un principio sería únicamente para los hablantes de una lengua?
Cultura, idioma y traducción
En una entrevista publicada en Cuatro tramas: orientación para leer, escribir, traducir y revisar (Paula Grosman y Alejandra Rogante, 2009), la traductora María Cristina Pinto dice lo siguiente: «Hay que ser realistas y, por supuesto, yo no sostengo que todo se pueda traducir. Pero tampoco estoy de acuerdo con la idea tan difundida de que siempre se pierde en una traducción. Si se pierde, también se gana: se gana la posibilidad de acercarse a un material que de otra manera no se hubiera podido leer. Como decía Borges: «Qué sería de nosotros sin los traductores». Si solo leyéramos lo que está en nuestro propio idioma, nuestro conocimiento sería ínfimo».
Pinto, además, defiende que, desde sus orígenes, la función del traductor ha ido más allá del pasaje literal de una lengua a otra, con lo que siempre se aporta más: «Hoy en día, al concebir la traducción como mediación intercultural, no se tiene en cuenta solo lo erudito, sino también la cultura popular, los mitos, los sueños, los pensamientos, las costumbres de una cultura que están presentes en el texto de manera explícita o implícita. A veces la cultura a la que traducimos no tiene estos conceptos, no tiene esas vivencias, no sabe de estos mitos. El traductor debe darse cuenta de esa brecha y tratar de zanjarla».
La traducción como escritura
Que traducir es más que pasar del idioma X al idioma Y está muy claro, pero a veces conviene echar la vista atrás, hasta su raíz y sus orígenes, para darnos cuenta de que la traducción es mucho más y que, en efecto, se gana más de lo que se pierde. Sirva este fragmento de la entrevista a Pinto:
Edith Grossman recoge en Why Translation Matters el siguiente poema de Alastair Reid que habla de la cuestión que hoy nos ocupa. Reid escribió sobre este dilema inherente a escribir poesía, en su caso, y la problemática de traducirla. Su composición condensa muy bien el dilema de escribir y de escribir como traductor, y con ella nos despedimos hoy.
Lo que se pierde / What gets lost
I keep translating traduzco continuamente
entre palabras words que no son las mías
into other words which are mine de palabras a mis palabras.
Y, finalmente, de quién es el texto? Who has written it?
Del escritor o del traductor writer, translator
o de los idiomas or language itself?
Somos fantasmas, nosotros traductores, que viven
entre aquel mundo y el nuestro
between that world and our own.
Pero poco a poco me ocurre
que el problema the problem no es cuestión
de lo que se pierde en traducción
is not a question
of what gets lost in translation
sino but rather lo que se pierde
what gets lost
entre la ocurrencia —sea de amor o de desesperación
between love or desperation—
y el hecho de que llega a existir en palabras
and its coming into words.
Para nosotros todos, amantes, habladores
as lovers or users of words
el problema es éste this is the difficulty.
Lo que se pierde what gets lost
no es lo que se pierde en traducción sino
is not what gets lost in translation, but rather
what gets lost in language itself lo que se pierde
en el hecho, en la lengua,
en la palabra misma.
Alastair Reid y Jorge Luis Borges, en el centro.
*Alastair Reid (1936 – 2014) fue un académico y poeta escocés que tradujo, entre otros, a Pablo Neruda y Jorge Luis Borges.
Sea del ámbito que sea, un blog tiene mucha carga personal; es una colección de entradas con experiencias individuales, de cómo ve cada uno un tema o su profesión. Como no me gusta pontificar sobre ninguna cuestión y pienso que nos enriquece muchísimo conocer el punto de vista y la experiencia de los demás, cuento en esta ocasión con la colaboración de un traductor literario y amigo, Juan Pascual.
En este artículo Juan nos cuenta su experiencia como traductor y nos da algunos consejos para encontrar trabajo en el sector de la traducción editorial. Si no tenéis la suerte de conocerlo en persona, tal vez le hayáis escuchado en la mesa redonda sobre traducción romántica y erótica que compartí hará unos meses en este blog. Sin embargo, si queréis saber más, seguid leyendo.
***
Empecemos un poquito por mi propia historia: yo soy lo que algunos en este mundillo llaman un «intruso», es decir, que no hice la Licenciatura en Traducción, sino en Filología Inglesa, porque en mi época (sí, ya hablo de épocas), no había estudios de traducción en Málaga, mi ciudad, y lo de irse a Granada —la alternativa más cercana— estaba complicado en mi caso. Cuando me licencié, ya sí existían unos cursos de doctorado especializados, así que me matriculé y empecé a formarme en traducción.
El «problema» fue que a mediados del segundo año conseguí trabajo en el departamento de redacción de la matriz española de una empresa de juegos… en Barcelona. Pero como era trabajo, y era de traducción, me lie la manta a la cabeza. Después de tres años, me tocó revisar las traducciones de los libros que la empresa original sacaba en Gran Bretaña. Me conocía al dedillo todos los términos, así que le pregunté a la editorial por qué no me encargaba la traducción directamente a mí. Y desde entonces… hasta ahora.
Ese es solo uno de los miles de ejemplos que encontraréis cuando hagáis la gran pregunta: ¿Cómo iniciarse en la tarea de traducir? De todos modos, me gustaría daros algunas pautas más generales que quizá os sirvan, que podrían resumirse en la que yo creo que es la mejor combinación posible: una buena formación, el establecimiento de una buena red de contactos y la cantidad adecuada de lo que en términos académicos se viene llamando… morro. Nada de lo que voy a explicar a continuación es descubrir la pólvora, pero nunca está de más recordarlo e insistir en ello.
Me explico: nadie puede discutir que es posible traducir sin haber estudiado traducción (¡anatema!). Y tampoco se trata de que baste, por ejemplo, con ser bilingüe. Pero yo envidio a los que han tenido la posibilidad de estudiar la carrera. Donde yo he tardado años en aprender algo, ellos ya lo traen de serie. Tienen soluciones inmediatas a problemas con los que yo me he atascado días (eso sin contar con la formación «tecnológica», tipo herramientas de traducción y similares).
Eso sí, bajo mi punto de vista, a los años de carrera siempre, siempre, hay que añadirles cursos, del tipo que sea, para completar y afinar esa formación. Sé que suena a verdad de Perogrullo, pero no todo el mundo tiene claro que hay que seguir estudiando, sin importar los años que lleves en el oficio. En muy pocos casos basta con acabar la carrera, ya sea para traducir documentos técnicos, legales o literatura. Existen todo tipo de cursos, desde los de las asociaciones de traductores (APTIC, ACETT), hasta los de las propias universidades. Buscad, mirad, comparad… y ahorrad. Todo esto es una inversión, y lo mismo que uno se gasta dinero en el ordenador, debe hacerlo en la formación (o más).
Juan Pascual con otros dos grandes, Pilar Ramírez Tello y Manuel de los Reyes, en el encuentro sobre traducción de literatura fantástica en Málaga.
La red de contactos resulta básica. Vuestros compañeros son los que avisan de las posibles ofertas de trabajo, os dan a conocer a otras personas del mundillo, avisan de qué editorial va a aumentar su catálogo en italiano, por ejemplo, y de que ya va siendo hora de que mandarles el currículum (otra vez, si hace falta), pasan faena si por casualidad ellos no dan abasto, etcétera. ¿Y cómo se consigue esa red? Mantened el contacto con los compañeros de facultad, asiste a congresos, reuniones, encuentros de traducción y demás, a todo lo que ofrezca formación (sí, otra vez), información y posibilidad de conocer a nuevos compañeros. Uníos a los grupos de traducción que se organizan en las distintas redes sociales.
Por último, la parte más académica: el morro. No dudéis en enviar el currículum, en abordar (abordar, no asaltar) a la persona encargada de asignar una traducción, ya sea en un congreso, por correo electrónico o similares. Ejemplo: conozco el caso de una persona que no solicitó una beca de investigación porque estaba segura al 110 % de que no se la iban a dar. Resultado: ese año, el concurso de la beca quedó desierto. Pues como con eso, con todo.
Todos estos consejos son muy generales (deben serlo, abarcamos mucho) para dedicarse a la traducción en cualquier ámbito, pero centrándonos en el campo editorial, ahí va un caso algo más concreto: una compañera presentó una propuesta a una editorial de cómics y se curró la traducción de las primeras páginas de una novela gráfica hasta el punto de utilizar un programa y sustituir el original griego de las viñetas por su traducción. Sabía que eso no formaría parte de su trabajo, pero sí que sería un modo muy gráfico (valga la redundancia) de presentar su propuesta.
Otro modo es buscar un autor que se adapte al catálogo de la editorial. Siempre, siempre, hay que consultar el catálogo: una propuesta de un libro de cocina difícilmente encaja en una editorial como Minotauro (¿Qué tiene Minotauro? ¡Primer ejercicio, miradlo!). Si ese autor además ya está libre de derechos, mejor que mejor: le ofrecéis un ahorro a la editorial, lo que siempre hará que sea un propicio día.
¿De dónde he sacado esa última frase tan curiosa? ¡Buscad, leed, «bichead», como dicen algunas compañeras por aquí! Cualquier traductor editorial debe leer siempre que pueda, y de todo lo que pueda, aunque el tema a veces no sea del completo interés de uno. Nunca se sabe qué clase de libro te puede caer (con suerte).
Todo lo anterior son consejos generales y evidentes, quizás conocidos por la mayoría de quienes han leído esto, pero nunca se sabe qué se puede aprender, qué detalle se nos ha pasado por alto, qué posibilidad no hemos contemplado. Aprendemos algo todos los días (como yo escribiendo este texto, por ejemplo, que me cuesta una hueva redactar pensamientos coherentes).
…en este blog. Pasa un año más y va bien hacer balance de lo que han dejado estos doce meses. En 2014 hablé de lo que había representado para mí profesionalmente y este año he creído conveniente hacer un repaso de todos los artículos publicados desde enero.
A veces escribo tras darle muchas vueltas a un tema, otras veces ocurre de forma casi espontánea por algo que sucede o que encuentro por ahí (una imagen, una noticia…), pero siempre acabo dejándome mucho tiempo en ellas y, bueno, por si os perdisteis alguna, aquí las rescato por temas:
EJERCICIO PROFESIONAL
Empezamos el año con tres entradas completas sobre el ejercicio profesional. Enlaces, trucos y consejos sobre cuestiones tan diversas como fiscalidad, ergonomía, trato con clientes, etc.
Cada maestrillo… Consejos para el traductor autónomo I:Ser traductor en muchas de sus facetas como la especialización, saber abordar una traducción (tipos de texto, léxico, formato, revisión) y lo positivo de trabajar con otros compañeros.
Como último artículo sobre el ejercicio profesional, pero en clave de (más) humor esta vez, encontramos Life as a translator, con un compendio de viñetas de estilo retro que ilustran las vivencias del traductor en su día a día.
Un día cualquiera en la vida de una traductora
TRADUCCIÓN EDITORIAL Y LITERATURA
Este año he publicado en el blog artículos muy variopintos dentro de la traducción editorial, la literatura y las letras en general.
Ana Frank y la «pornografía»: La noticia de una madre estadounidense que se llevó las manos a la cabeza por los fragmentos supuestamente pornográficos del Diario de Ana Frank me inspiró para escribir esta entrada sobre la censura en la literatura y en la traducción de este tipo de pasajes. Al investigar un poco y tras un chivatazo de otro compañero traductor, Javi Mallo, vi que hay mucha más tela que cortar en cuanto a la traducción del diario, pero esto será tema de otro artículo.
Pasión prehistórica: Siguiendo con el tono erótico del artículo anterior, hablé de las novelas eróticas con dinosaurios que triunfan en Internet y traduje algunos fragmentos para el ¿deleite? de los lectores.
La relación entre lector y traductor:¿Alguna vez habéis hablado con los lectores de vuestras traducciones? Tuve el placer de hacerlo en noviembre al participar en una mesa redonda sobre traducción con motivo de las Jornadas Ándalus Románticas. En este artículo incluyo más de una hora de audio de la mesa redonda y una entrevista con escritores y lectores de novelas románticas que nos dan su punto de vista sobre el mundo de la traducción.
El traductor creativo: Aunque no hace falta ser Lord Byron para traducir, sí hay que saber escribir y expresarse bien por escrito, de modo que en este artículo expliqué las bondades de los ejercicios de escritura para traductores con el fin también de cultivar la creatividad. No os perdáis los juegos, pasatiempos y un buen puñado de recursos para traducir.
TRADUCCIÓN AUDIOVISUAL
Aprovechando la exposición de Pixar en el CaixaForum de Barcelona, escribí Traducir películas de animaciónen la que hablo de este tipo de largometrajes de forma exhaustiva, desde su proceso de creación (guion, storyboard, colorscript, etc.) a cómo he traducido algunas de ellas. Encontrareis ejemplos de guías de estilo y materiales de referencia, así como del proceso de traducción y las características y dificultades que presenta el lenguaje en este tipo de películas.
Brócoli, pimientos y otras adaptaciones de cine: Con motivo del estreno de Del revés (Inside out, 2015) y del fenómeno de la adaptación, hablamos de cómo solventar algunos escollos culturales en varias películas.
Por último, aunque no es una cuestión puramente audiovisual, encontramos Traduciendo insultos por ahí, que incluye la charla que di en el ENETI 2015 sobre la traducción del lenguaje soez, con muchos ejemplos del mundo del cine, ya fuera en doblaje y subtitulación.
IDIOMAS
Este año pensé en tratar temas más generales en el blog, cuestiones que fueran más allá del mundo de la traducción y de ahí:
Aprender idiomas leyendo: artículo sobre los beneficios de la lectura para aprender un idioma y algunos consejos útiles para no aburrirse en el intento.
1001 recursos para aprender idiomas: como su nombre indica… bueno, tal vez no eran 1001, pero sí fueron un buen montón de enlaces los que recopilé para esta entrada con recursos para aprender y mejorar muchos idiomas: inglés, alemán, francés, italiano, portugués, noruego y un largo etcétera.
ETIMOLOGÍA
Echando la vista atrás, me doy cuenta que otros años he hablado más de etimología. Este año solo ha habido un artículo en el blog sobre este tema: Leyendas lingüísticas y falsas etimologías. En él, traté los orígenes falsos de algunos términos, esas etimologías que con el paso del tiempo o simplemente porque quedan bien se han dado como válidas. Repasamos algunos de los casos más sonados tanto en inglés como en castellano.
Sea como sea, espero que os gustaran en su momento o las disfrutéis ahora. Gracias por estar ahí y por vuestros comentarios. Como novedad para 2016, si queréis sugerir temas o incluso participar en el blog, no tenéis más que escribirme. Estaré encantada de leeros.
«El problema de traducir es en realidad el problema mismo de escribir y el traductor se halla en su centro, quizás aún más que el autor. Se le pide […] no que domine una lengua, sino todo lo que hay detrás de esa lengua es decir, toda una cultura, todo un mundo, toda una forma de ver el mundo […] Se le pide que lleve a cabo esa operación, ímproba y pese a todo apasionada, sin hacerse notar. […] Se le pide que considere como su máximo triunfo el que el lector ni siquiera se fije en él […] un asceta, un héroe esencialmente desinteresado, dispuesto a darse por entero a cambio de un mendrugo de pan y a desaparecer en el crepúsculo, anónimo y sublime, cuando la gesta épica se ha cumplido. El traductor es el último y auténtico caballero andante de la literatura». (Fruttero&Lucentini, I ferri del mestiere, Einaudi, Turín 2003).
Don Quijote visto por Dalí. Hoy el pobre traductor quijotesco tiene que luchar con cosas peores que molinos.
Con esta cita empezaba su carta abierta a la prensa un grupo de traductores literarios para pedir un reconocimiento justo de la profesión, sobre todo en los medios. El grupo pide de esta forma que los críticos reconozcan la figura del traductor y que los redactores de las páginas culturales de diarios y revistas reflejen su nombre junto a los demás datos.
Los compañeros prosiguen:
Nosotros también estamos aquí, somos parte del proceso que da vida a objetos importantes: los libros. Los libros del llanto y de la risa, del amor y del dolor, del conocimiento y de la evasión, los libros que de mil maneras llegan a la mente y al corazón de las personas también se deben a nosotros. Deseamos que nuestro nombre conste y lo confirme, que nuestra obra no se silencie.
El crítico que se prodiga en elogios del estilo, del léxico, de las acrobacias lingüísticas de un autor, si ha leído el libro en su versión original, debería sentirse obligado a comentar la versión traducida y, si sólo ha leído la versión traducida, debería recordar que ha leído las palabras, las frases y el ritmo escogidos por el traductor. Pedimos un reconocimiento justo, igual que estamos dispuestos a aceptar cualquier crítica competente y motivada.
Estos traductores tienen toda la razón del mundo. ¿Cuántas veces se comparten fragmentos de libros en las redes o se recuerdan citas célebres extraídas de novelas? Muchas. Por desgracia, el traductor está siempre ausente. Y lo mismo en las recomendaciones de libros que encontramos en muchas revistas. Aquí van unos ejemplos de las ediciones de agosto y septiembre de la revista Elle:
Cualquiera diría que se han leído la versión original para recomendarlos. ¿No hay espacio para poner el nombre del traductor en esas historias de amor y de cocina? Hace un par de años, ACEC lanzó la campaña «¿Quién ha traducido el libro?» para luchar con esta práctica periodística, pero poco han cambiado las cosas. Y que conste que no es por llorar (sí, se nos critica mucho por eso). Hay prácticas y cuestiones más graves, pero hay que abordar las cosas desde una perspectiva realista y reivindicativa.
No obstante, en ocasiones, es normal que nuestro caballero andante se sienta (y perdonadme el anacronismo) el último mono de la Nasa, como cantaba Pablo Carbonell: Soy el último mono de la Nasa / El que quita toda la grasa / Todos los trozos de cohete / Las partículas de meteoritos / Pedacitos de satélites / Las basuras y el detritus.
Visibilidad envenenada
¡Ay!, cuántas veces el traductor se vuelve visible cuando este da (o se supone que da) un mal paso. Josefina Cornejo ilustra este momento a la perfección en un trujamán:
No es tarea del traductor corregir el texto, ¿cierto? Pero, ¿lo entenderá así el lector? ¿Escucharemos eso tan manido de «la traducción es muy mala»? ¿Se culpará a quien la firma de la mediocridad del material?
Observo desde hace un tiempo que cualquiera —sea lector asiduo, lector esporádico o alguien que apenas haya pasado las páginas de un libro— se atreve a juzgar nuestra labor sin más. «Qué pena cuando el libro está mal traducido», escuché hace unas semanas de boca de una persona que se precia de leída. ¡¿Cómo?! No creo que tenga la costumbre de leer la traducción al tiempo que la contrasta con el original. Sinceramente, lo dudo. Entre otras cosas, porque el comentario en cuestión lo hizo a propósito de una novela escrita en un idioma bastante alejado del nuestro y con el que guarda bien pocas similitudes: el húngaro.
[…] Me preguntó que si traducía libros. He de admitir que aprecio, eso sí, cierta curiosidad en el otro cuando confiesas que te dedicas a la traducción. Asentí con la cabeza. «¡Qué interesante!», dijo uno de los presentes, quien también quiso saber si mi nombre aparecía impreso. «Sí, pero, bah, la única persona que lo busca es mi madre», reconocí. «Y yo, cuando el libro está mal traducido», afirmó otro de los que allí se encontraban.
Por fortuna, cada vez somos más visibles también para lo bueno, como atestiguan algunos artículos y especiales en la prensa. Veamos algunos casos.
Articulo en el Clarín sobre la traducción literaria en Argentina.
(Para leerlo bien, os recomiendo que os bajéis la imagen)
Estos son algunos ejemplos relativamente recientes de artículos elogiosos sobre la traducción, pero también hay lugar para otro tipo de noticias, que aunque no son tan halagüeñas, reflejan el estado de la cuestión y no solo en literaria. Por ejemplo, se ha hablado mucho de los traductores en la esfera jurídica y en política. En cualquier caso, es cierto que cada vez se nos reconoce algo más.
Pero ¿quiénes son estos caballeros andantes? ¿Se rigen por un código de honor? ¿Si les pinchan, sangran?
Aunque algunos diccionarios antepongan al traductor como adjetivo y usen ejemplos tan simpáticos como el de la foto, quien traduce los libros es alguien que muchas veces suda tinta para llevar la traducción a buen puerto.
Definición en el Clave.
Porque no es solo un escribiente que repita o sustituya una palabra por otra. Como dice G. Bufalino, «si el autor es el padre y esposo del texto, el traductor es su amante». El lector en todo esto deberá dejarse seducir por ambos y sentir lo mismo con sus letras. Hay que conseguir que el lector disfrute mediante la traducción como lo haría de poder acceder al texto original.
Fragmento de prólogo de David Trueba para «El amor se escribe sin hache» de Jardiel Poncela.
Y sí, este caballero andante de la brillante armadura (el pijama, por ejemplo) se rige, o debería, por un código deontológico. Este que comparte Ace Traductores es un buen ejemplo:
1. El hecho de ejercer la profesión de traductor equivale, para quien la ejerce, a afirmar que cuenta con un firmísimo conocimiento de la lengua que traduce (conocida como lengua de partida) y de la lengua en que se expresa (conocida como lengua de llegada). Ésta debe ser su lengua materna u otra que domine tan bien como la materna, de la misma forma que todos los escritores dominan la lengua en que escriben.
2. El traductor tiene la obligación de saber hasta dónde llega su competencia y se abstendrá de traducir un texto cuya redacción o ámbito de conocimiento no domine.
3. El traductor se abstendrá de modificar de forma tendenciosa las ideas o la forma de expresarse del autor y suprimir algo de un texto o añadirlo a menos que cuente con el permiso expreso del autor o de sus derechohabientes.
4. Cuando no sea posible realizar la traducción a partir del texto original y el traductor utilice una «traducción-puente», deberá, para hacerlo, contar con el permiso del autor y mencionar el nombre del traductor a cuyo trabajo recurra.
5. El traductor se compromete al secreto profesional cuando deba usar, para su labor, documentos confidenciales.
6. El traductor literario debe conocer a fondo la legislación acerca de los derechos de autor así como los usos de la profesión y debe velar por que se respeten en el contrato de traducción.
7. El traductor se abstendrá de menoscabar la profesión al aceptar condiciones que no garanticen un trabajo de calidad o perjudiquen a un colega de forma deliberada.
Las reglas de García Yebra
Sin embargo, si dejamos a un lado las cuestiones laborales y nos centramos en las lingüísticas, nuestro caballero también respeta directrices como las del siguiente decálogo del traductor literario de Helena Cortés (tomado de La linterna del traductor):
Humildad (también fidelidad al texto). No trates de ser más brillante que el propio autor.
Sensatez. Si algo sorprende sobremanera o parece no tener ningún sentido, indaga. Seguro que algo se te escapa.
Sentido estético. Traducir correctamente el contenido de la obra original puede ser fácil, pero no hay que olvidarse de la forma estética. Analiza los recursos estilísticos y estéticos del autor.
Paciencia. Al acabar de traducir, olvida tu versión y borra de tu mente el original. Haz una última lectura sin tener presente más que tu sentido lingüístico y literario. Tómate todas las libertades que quieras con el texto hasta hacerlo completamente tuyo.
Cultura. Hay que tener cientos de horas de lectura acumulados, una sólida cultura general y cierta experiencia vital, conocer los clásicos… Pasión y curiosidad a partes iguales.
Naturalidad. Es más importante que la obra suene bien en tu idioma y conseguir un texto natural y fluido, carente de todo artificio, que el que se cuele alguna disculpable metedura de pata.
Buena pluma. Si no tienes talento para escribir con gracia y soltura en tu propio idioma no podrás ser nunca un buen traductor literario. Solo el que escribe bien traduce bien.
Dominio de tu lengua. Ser bilingüe ayuda mucho, pero no es garantía. Conocer bien la lengua de llegada, saber jugar con ella: esa es la condición para ser un buen traductor.
Actualidad. No envejezcas a propósito una traducción para acercarla a la época del autor. Los lectores contemporáneos del autor pudieron disfrutar de una lectura fluida y natural en el idioma de su tiempo. No castigues a tus lectores con una barrera idiomática artificial.
Amor. Traducción correcta no equivale a buena traducción. También hacen falta grandes dosis de empatía. Además de profesión, hace falta un poco de vocación.
¿Os parece poco? Pues el pobre caballero andante muchas veces se las ve y se las desea para conservar la cordura no solo mientras traduce, sino también entre encargos.
El círculo vicioso. Fragmento de unos apuntes.
Sin embargo, estoy convencida de que, a pesar de las tarifas, las condiciones y la presión, los caballeros andantes aman su trabajo por encima de todo y están dispuestos a matar a todos los dragones que haga falta.
A todos ellos (y a los traductores de las demás ramas) va dedicada esta entrada.¡Feliz día, compañeros!
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En este mismo blog y para terminar de celebrar este día…
¿Por qué la traducción importa? El artículo del año pasado con los motivos por los cuales traducir no es algo banal, una oda recitada y una dosis de humor con San Jerónimo de protagonista. Y, de regalo, recursos y otras sorpresas para imprimir.