Ando preparando los materiales para el curso de traducción erótica de AulaSic y me doy cuenta de que no he hablado nunca en el blog de una iniciativa curiosísima que premia las peores escenas de sexo en literatura.
Se trata de los premios Bad Sex in Fiction Award que concede la revista literaria británica Literary Review desde hace 26 años y que hace hincapié en las descripciones de escenas sexuales superficiales, redundantes o mal escritas en la literatura de ficción contemporánea. Un toque de atención por el mal trato que se le da al sexo en las novelas actuales, vaya.
El galardón de este año pasado se lo llevó el estadounidense James Frey, cuya obra más conocida es Soy el número cuatro, una novela de ciencia ficción juvenil que llegó a los cines de todo el mundo. La escena que le valió el premio pertenece a su última obra, Katerina, y que el Washington Post ya calificó como una de las peores novelas del año. Este fragmento discurre en un lavabo de París en el que Jay y su novia Katerina, una modelo noruega, dan rienda suelta a su pasión:
I’m hard and deep inside her fucking her on the bathroom sink her
tight little black dress still on her thong on the floor my pants at my knees
our eyes locked, our hearts and souls and bodies locked.
Cum inside me. Cum inside me. Cum inside me. Blinding breathless shaking overwhelming exploding white God I cum inside her my cock throbbing we’re both moaning eyes hearts souls bodies one. One. White. God. Cum. Cum. Cum. I close my eyes let out my breath. Cum. I lean against her both breathing hard I’m still inside her smiling. She takes my hands lifts them and places them around her body, she puts her arms around me, we stay still and breathe, hard inside her, tight and warm and wet around me, we breathe. She gently pushes me away, we look into each other’s eyes, she smiles.
Entre el efecto de la puntuación inexistente (I cum inside her my cock throbbing we’re both moaning eyes hearts souls bodies one) y las repeticiones (Cum inside me / Cum), queda un fragmento de lo más majo.
Y no os penséis que los escritores se lo toman a mal. En este caso, al saberse ganador, James Frey dijo: «Es un honor recibir este premio tan prestigioso. Felicidades a todos los demás finalistas: he gozado de horas de lectura durante todo este año». Aun así, no acudió a recoger el premio en la ceremonia de entrega.
Otros finalistas incluyen los siguientes pasajes. La inventiva no conoce límites, ya veis. Fijaos, sobre todo, en la ejemplificación y las comparaciones dudosas que se marcan. Aquí van algunas para nota:
The Divine Comedy de Craig Raine: «And he came. Like a wubbering springboard. His ejaculate jumped the length of her arm. Eight diminishing gouts. The first too high for her to lick. Right on the shoulder». (Y se corrió. Como un trampolín que se estremece. La eyaculación abarcó la longitud de un brazo. Ocho gotas menguantes. La primera demasiado alta para que ella pudiera lamerla. Justo sobre su hombro).
Killing Commendatore de Haruki Murakami: «I slipped my erect penis inside. Or, from another angle, that part of her actively swallowed my penis, immersing it in what felt like warm butter» (Esa parte de ella se tragó activamente mi pene, sumergiéndolo en lo que se me antojaba mantequilla caliente);
Rowan Somerville:«…like desert vegetation following an underground stream» (hablando de vello púbico: como la vegetación del desierto que bordea un riachuelo subterráneo). O «He unbuttoned the front of her shirt and pulled it to the side so that her breast was uncovered, her nipple poking out, upturned like the nose of the loveliest nocturnal animal, sniffing the night. He took it between his lips and sucked the salt from her». (…el pezón levantado como la nariz del animal nocturno más adorable, olfateando la noche. Lo tomó entre los labios y le chupó la sal).
Scoundrels de Major Victor Cornwall y Major Arthur St. John Trevelyan: «Her vaginal ratchet moved in concertina-like waves, slowly chugging my organ as a boa constrictor swallows its prey». (Su trinquete vaginal se movía como los fuelles de una concertina, chupándome el órgano lentamente cual boa constrictor que se traga a su presa). Y parecía difícil combinar mecánica, música y zoología, ¿eh?
No penséis que el mal sexo escrito es terreno exclusivo de los hombres; también encontramos a escritoras, como Nicola Barker y su «She smells of almonds, like a plump Bakewell pudding; and he is the spoon, the whipped cream, the helpless dollop of warm custard». (Ella huele a almendras, como un pudín Bakewell esponjoso; y él es la cuchara, la nata montada, la cucharada indefensa de natilla caliente). Va, ahora en serio, algunos escriben con hambre, ¿no?
Y eso me lleva, ya para terminar y siguiendo con las ejemplificaciones y analogías, a las descripciones del cuerpo de las mujeres que —la gran mayoría de las veces— escriben hombres.
He aquí un fragmento glorioso de Edmund White: «…and full breasts that visibly strained at the breastbone like two puppies pulling on their leashes in slightly diverging directions». ¿Perdona?
Imagen que subió Alexis Ames, @alexis_writes1, a Twitter.
Normal que de esta obsesión por los pechos salgan parodias así:
Justo el año pasado empezó un juego en Twitter, Describe Yourself Like a Male Author Would (descríbete como lo haría un escritor; un señoro, mejor dicho) que surgió de un hilo viral de Gwen C. Katz sobre los clichés que los hombres utilizan para describir a las mujeres y que, cómo no, se centran en su figura.
Muchas mujeres respondieron con autodescripciones que parodiaban la forma de escribir de estos autores a partir de una iniciativa, relacionada con esto, de Whitney Reynolds:
En fin, también os digo que esto no es exclusivo de las demás literaturas. Seguro que podemos encontrar ejemplos patrios. Así a vuelapluma, se me ocurre este de Falcó, de Arturo Pérez-Reverte, que combina ambas cosas, sexo raruno y ejemplificación curiosa:
—Estás bien, españolito —dijo—. Estás muy bien.
—Gracias.
Falcó se arrodilló y le introdujo los dedos en el sexo. Ella sonreía.
—Dime puta.
—Puta.
Se intensificó la sonrisa obscena.
—Ahora dime puerca.
—Puerca.
Quiso tumbarla de espaldas en la alfombra , pero se le escabulló, riendo. Después se dio la vuelta, poniéndose a cuatro patas. Los senos germánicos colgaban grandes y pesados. Sólo faltaba música de Wagner.
—Házmelo por detrás —ordenó ella.
Y ya estaría. Espero que hayáis quedado bien satisfechos con los ejemplos, pero si queréis dejar otros fragmentos curiosos de este tipo, por favor, no os cortéis.
Sin duda, hoy es uno de los días más bonitos del año. Las calles se llenan de libros y de rosas. Pero sobre todo de libros. Y este blog no iba a ser una excepción. Llevamos ya varias entregas de recomendaciones para traductores y hoy volvemos a la carga.
La primera recomendación no es un libro en sí, sino una revista trimestral que es ya de lectura obligada para todos los que trabajamos con la lengua: Archiletras. Como se presentan en su web: «Archiletras es un medio de comunicación global y panhispánico, impreso y digital, en torno a la lengua española. Un medio de comunicación para todos aquellos que tienen la lengua como su materia profesional o como una de sus principales herramientas profesionales». Y no defrauda. Detrás hay firmas como las de Elena Álvarez Mellado, Alberto Gómez Font, Álex Grijelmo, Isaías Lafuente, Rosalía Lloret, Antonio Martín, Estrella Montolío, Rafael del Moral y muchas más.
Los tres números de Archiletras publicados hasta la fecha
Ya van por el tercer número y hasta ahora han tratado temas tan distintos como el léxico de la publicidad, el lenguaje inclusivo o la norma lingüística (primer número); la lingüística forense, los términos económicos que nos ha dejado la crisis o las olvidadas mujeres lingüistas hispano-americanas (segundo número); la enseñanza del español, el auge de la caligrafía o el sesquipedalismo (tercer número). En definitiva, temas para todos los gustos que harán las delicias de todo aquel amante de la lengua que se precie.
En la web puedes adquirirlos por separado por 10 € cada uno o suscribirte. Chivatazo: hoy, Día del Libro, tienes cuatro números por ese precio.
La segunda recomendación es el delicioso libro de Amelia Pérez de Vilar, Los enemigos del traductor. Elogio y vituperio del oficio, editado por Fórcola. Su misma solapa es toda una declaración de intenciones:
«Los traductores han sido históricamente acusados de ser
unos traidores. Si a los editores Goethe los enviaba directamente al averno,
por ser hijos del diablo, aquellos siguen siendo condenados a un infierno peor:
el del olvido.
Amelia Pérez de Villar, escritora y traductora, aborda en
este apasionado e intenso ensayo una reflexión lúcida y comprometida con un
oficio que, sin renunciar al rigor y la profesionalidad, considera artesano. No
es una profesión apta para simples titulados en traductología —“el diccionario se
queda siempre corto”—, sino para iniciados con horas de vuelo, para los que la
vocación no deja de ser aliada de la experiencia, la sabiduría, el instinto y
la cultura. Un trabajo oscuro, solitario y discreto, que hoy más que nunca,
tras su reconocimiento legislativo, exige respeto y un pago justo. Soldados de
fortuna, los traductores se enfrentan a múltiples enemigos: la invisibilidad;
el permanente silencio de la crítica —apenas ocupa una línea citar al traductor—;
la falta de reconocimiento, tanto profesional como social; el intrusismo; la
inseguridad laboral; los ingresos exiguos; y hasta la tendencia al “aplanamiento”
de ciertos editores.
El proceso de traducción nunca es recto, liso ni unívoco. En tiempos de velocidad desquiciada, el trabajo de traductor requiere tiempo, arqueología lingüística, y hasta investigación anticuaria. Con todo, aunque el traductor todavía sea en muchos casos un mal necesario, para muchos editores contar con un buen profesional es una inversión y una garantía de calidad. Estas páginas son un intento de dignificar esta profesión que tan dura es de aprender y de ejercer —reservada sólo a quienes le profesan amor y respeto, quienes sienten pasión por el lenguaje—, y sin la cual Babel nos ganaría la partida».
Con mucho sentido común, Amelia nos desgrana las bondades de este oficio, y las que no lo son, en un retrato fidedigno de nuestra profesión. Si queréis saber algo más, podéis leer aquí una reseña muy completa.
Podéis adquirirlo en la web del editor, pedirlo en vuestra librería de confianza o hasta en Amazon.
Por último, pero me he dejado lo mejor para el final, La profesión del traductor e intérprete: claves para dar el salto al mundo laboral, que edita Ediciones Trea con la coordinación de Purificación Meseguer Cutillas y Ana María Rojo López, de la Universidad de Murcia, y que firman también otros compañeros de la profesión. Un manual completo, sincero y muy directo para los traductores noveles que se enfrentan al dilema de «¿Y ahora qué?» al acabar los estudios de Traducción e Interpretación.
¿Qué vamos a encontrar en él? En el primer bloque, Marta Navarro y Juan Goberna nos hablan de los posgrados y másteres que se pueden cursar al terminar TeI y los congresos, seminarios y demás actividades que puedan complementar la formación recibida durante el grado y puedan preparar al recién licenciado para su entrada al mundo laboral.
En el segundo bloque, enfocado en el perfil profesional,
Laeticia Abihissira nos habla de cómo presentarnos como traductores en internet
para empezar a buscar clientes. Itziar Hernández hace hincapié en las bondades
de las asociaciones de traductores e intérpretes, lo que estas pueden hacer por
nosotros y, sobre todo, lo que nosotros podemos hacer por ellas.
El tercer bloque aborda los primeros pasos que podemos dar
como profesionales: cómo iniciarnos en el sector privado (Inmaculada Vicente),
cómo acceder a la traducción editorial (Miguel Ros) y cómo conseguir los
primeros encargos en las industrias creativas como la subtitulación, la audiodescripción
y la transcreación (Marina Ramos, María Olalla y María Monje). En este bloque
podemos encontrar trámites para ser autónomos, consejos para hacer facturas, métodos
para buscar clientes y trucos para abordar las pruebas de traducción.
Por último, en el cuarto bloque encontramos consejos variados
para ejercer la profesión. Ana I. Foulquié aborda el uso eficaz de las memorias
de traducción y nos explica los diversos tipos que podemos usar, tanto gratis
como de pago. Nieves Flutet nos habla de la ortotipografía y la corrección de
estilo y hasta nos incluye una chuleta con atajos de teclado útiles. María
Ángeles Orts trata las fuentes y los recursos para documentarse y nos da
algunos enlaces útiles. Paula Cifuentes pone el broche final con la productividad
escribiendo sobre aquellas técnicas y herramientas que nos pueden facilitar la
tarea.
En definitiva, si estáis a punto de terminar la carrera o
hace poco que salisteis al mundo laboral y no termináis de tener las cosas
claras, este es vuestro libro.
Igual que en el libro de Pérez de Villar, podéis encontrar este libro en la web del editor, pedirlo a vuestro librero o encontrarlo en Amazon.
***
Espero que os hayan gustado las recomendaciones de hoy y para terminar con buen sabor de boca, ¿qué os parece un sorteo*? Entre todos los comentarios que dejéis en esta entrada hasta el domingo 28 con vuestra recomendación literaria (sea la que sea), elegiremos uno al azar que ganará este estupendo lote de libreta, libretilla de pósits, bolsa de tela, broche de madera reciclada con el típico panot de Barcelona y el librazo de Meseguer y Rojo. ¡Comentad, compartid la entrada y mucha suerte!
*Válido solo para España. Los resultados se comunicarán el lunes mediante respuesta en el mismo comentario. ¡Estad atentos! 🙂
Para mi cumpleaños unas amigas me regalaron el libro Las brujas de hoy no necesitan escobas para volar de Elisa Mayo. Me juraron y perjuraron que no era una indirecta, que conste. El caso es que, a pesar de que la prosa era fresca y divertida y es de esas historias que no requieren mucha atención, había algo que me fastidiaba. Os pongo algunas frases escogidas al vuelo de las primeras páginas:
—Y deja de decir palabrotas, por favor —sentencio.
—Mamá, por favor… —me quejo.
—Ni mamá, ni momó —le riño con la boca llena.
—A mí me da igual que me insulten —interviene Adrián.
—¿Otro con un palo metido por el culo? —rebufa Deva.
—Le hace falta una mano de modernización —expone Lourdes.
—Si hubieras aceptado el puesto de directora, no tendrías que trabajar ese día —se burla. Qué gracioso.
—Mamá, estoy afuera —aviso.
—Eh, ni se os ocurra —les advierto.
¿Os ha pasado como a mí? A lo mejor soy muy tiquismiquis, pero esos verbos de habla o dicendi me suenan más a intentos de evitar el verbo «decir» que a otra cosa. Ser preciso está muy bien, pero en este caso a mí me ralentiza la lectura. De algún modo creo que estamos bastante acostumbrados al «decir» y no nos molesta tanto una repetición. Una cosa es que solo uses este verbo y otra que intentes buscar sinónimos constantemente.
Además, fijaos en este fragmento de contestaciones sucesivas:
—Os voy a dar pal pelo —amenazo.
—Tú y ¿cuántas más? —se burla el rubio.
¿No os parece que los verbos de habla son superfluos? Es repetir machaconamente una misma idea. «Dar pal pelo» ya nos sugiere amenaza, aunque cómica, y la respuesta es socarrona de por sí. ¿Qué ganamos con la puntilla?
Recuerdo haber leído hace tiempo un artículo de un bloguero norteamericano que decía (contaba, explicaba, sugería, defendía) esto mismo a raíz de una infografía que corría por aquel entonces titulada «Said is dead». He buscado un poco y he encontrado algunos artículos más sobre el tema:
«Before my most influential college writing class, I LOVED to end dialogue with words like questioned, grumbled, or stammered. I thought I was being original and unique. I thought I was making my novel stand out from all those writers who stuck to said and asked».
Porque eso parece en un principio, ¿verdad? Vamos a darle color al texto, que no quede tan soso ni repetitivo. En el fondo, es como si quisiéramos demostrar cuánto vocabulario tenemos.
En esta entrada, Shelby da tres motivos para explicar por qué dijo no está muerto:
Said es más corto y conciso. Cuando la longitud es importante, mejor guardarse las palabras para desarrollar a un personaje o detenerse en una descripción. Y si está en un subtítulo ya…
Los lectores están acostumbrados a saidy, por lo tanto, cualquier variante los ralentizará. ¿Veis? Como me pasó a mí. «As a reader, when I see a bunch of dialogue and I know who is speaking, I rarely bother to read the dialogue tag. I want the words. I want the action. As a writer, if readers aren’t going to read the dialogue tag, it can be a waste of time and energy to think of another word other than said».
Cambiar said no tiene tanta fuerza como cambiar el diálogo. En lugar de poner todo tu empeño en cambiar ese said o ese dijo, da un mayor golpe de efecto captar el tono o el sentimiento de las palabras en el diálogo en sí. Por ejemplo:
“I tried to tell you. But you sent me to my room.” I stammered.
“I tried…I tried to tell you. But you…you sent me…you sent me to my room.” I said.
En la primera, no sabes que el personaje tartamudea hasta que lees la frase entera y puede que tengas que releerla, incluso. En la segunda, experimentas el tartamudeo al leer la frase y el diálogo tendrá más empaque.
¿Y qué tiene que ver esto con la traducción? Pues todo, porque parece que nos veamos obligados a traducir esos said con repuso, convino, arguyó, defendió, masculló y un largo etcétera por variar y por dejar bonito el texto y no siempre hacen falta florituras. Como ya sabéis, todo depende del contexto, pero son muchas las tipologías textuales que no necesitan esta profusión de sinónimos porque acaban entorpeciendo.
Luis Magrinyà, en la página 53 de su Estilo rico, estilo pobre. Todas las dudas: guía para expresarse y escribir mejor (Debate, 2015), lo explica muy bien: «En resumen, se tiende a confundir la disponibilidad con la sinonimia. Tenemos la sensación de que así nuestro estilo es más “rico” y “expresivo”. No vemos que lo que estamos haciendo en realidad es delatar nuestro gusto por el floripondio, o las rémoras de nuestras redacciones escolares, al anteponer la profusión a la exactitud —recia característica de la literatura patria— ¡incluso en una acotación der diálogo! Tampoco parece que nos demos cuenta de que el recurso continuado al uso de presuntos sinónimos “para variar” acaba siendo tan cantoso como si hubiéramos repetido infamemente unos cuantos dijo».
Hablando de verbos de habla cantosos, Magrinyà da algunos ejemplos muy bestias:
—Bastante tiempo ha vivido usted gratis —rebuznó el administrador celoso.
—Y si quieres más —mugió el intruso […]—, ¡toma! ¡Y toma!
—¡Pero si no ha sucedido absolutamente nada, mi querido señor extranjero! —trinó Celeste.
—¡Yo no! ¡Yo me quedo! —bramó Leonardus desde su camarote.
—¡Cállese, vieja! —ladró de vuelta el militar.
Podría extenderme más, pero os recomiendo fervientemente que le echéis un ojo a este libro, puesto que encontraréis algunas fórmulas para evitar errores y pulir el estilo de vuestros textos, sean traducciones o no. Así seguro que (y me incluyo) nos lo pensaremos dos veces cuando recurramos a verbos como espetó, masculló y similares o, por lo menos, investigaremos bien cómo usarlos y no redactaremos un híbrido como el que Magrinyà nos presenta en su libro:
Aquél se sintió molesto y le espetó entre dientes:
—¿Pasa algo?
¿Cómo podemos espetar (soltar, decir algo con brusquedad y contundencia) y mascullar (hablar entre dientes o pronunciar mal las palabras de modo que casi ni se entiende) a la vez?
En definitiva, la riqueza léxica está muy bien y es algo que en este blog he defendido muchas veces, pero evitemos los floripondios innecesarios.
La relación entre el traductor y el editor puede parecer más compleja de lo que parece. Por eso, este año para el Día del Libro me he propuesto ahondar en este binomio, en qué espera el uno del otro y cómo ganarnos al editor.
EDITOR BUSCA TRADUCTOR
Carlos Fortea, actual presidente de ACE Traductores, a quien tuve el placer de conocer hace un par de años en la jornada sobre traducción editorial de la Universidad de Málaga, explicó esta relación paso a paso en la presentación que hizo precisamente en aquella ocasión. [Mis comentarios van entre corchetes]
El traductor entrega en la fecha [o en caso contrario, si una vez empezado vemos que cumplir el plazo es difícil, avisamos con antelación porque la editorial tiene sus plazos y tenga una fecha en concreto para enviar la obra a imprenta, por ejemplo].
El editor acepta la traducción.
Correcciones y propuestas de cambios. Envío de pruebas al traductor [aunque no suele ser frecuente por mucho que se incluya en el contrato].
Pago de la traducción en el plazo acordado en el contrato.
El editor envía ejemplares justificativos y certificado tirada [esto último tampoco se cumple al 100 %. Es importante que estemos nosotros al quite y lo pidamos si no recibimos información al respecto].
La relación del traductor y el editor se mantiene durante la vigencia del contrato (máximo de 15 años, según ley): liquidaciones anuales, cesiones, otras formas de explotación.
Pero antes de establecer esta relación falta lo esencial, ¿no? Conseguirla.
EMPEZAR A TRABAJAR. ¿Cómo encontramos a las editoriales que nos interesan?
Seguro que conocemos a las más grandes, pero hay editoriales más pequeñas que vale la pena descubrir y para eso tenemos varias vías. Sin movernos de casa podemos consultar portales como escritores.org o ediciona.com, que tiene una extensa base de editores por temáticas. También vale la pena echarle un vistazo a la Base de datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Otro recurso es acercarte a la biblioteca o a una librería y consultar las obras de la temática que te interesa en un principio. Como ya sabrás, en las primeras páginas suele constar la información básica de la editorial junto con correo electrónico o su dirección postal.
Una vez localizada conviene explorar su página web para empaparnos de las colecciones que editan, las temáticas, los autores a los que han publicado, etc. Y también para tratar de encontrar el responsable del departamento de traducción o edición. Si este no constara, siempre se puede hacer una búsqueda por LinkedIn. El objetivo es llegar hasta la persona responsable porque si enviamos un correo a una dirección genérica, hay menos oportunidades de que llegue a quien tiene que llegar.
¿Qué envío y cómo?
Personalmente no me limito al correo electrónico y también envío carta postal. Adjunto siempre el currículum centrado en la traducción literaria (sin incluir los meses de verano que pasé trabajando en el aeropuerto, ya me entendéis) en la que hago constar las lenguas de trabajo, mi experiencia con editoriales y los seminarios y cursos realizados con esa especialización en mente. También envío un documento con el listado actualizado de obras traducidas hasta el momento con todos los datos pertinentes: autor, editorial, año, ISBN.
Si es por correo electrónico, redacto un mensaje escueto pero completo centrándome en la temática de la editorial o la colección que me interesa. Hay que demostrar interés en la editorial; al fin y al cabo a todos nos gusta sentirnos especiales.
Si es una carta de presentación —en el caso de enviar los datos por correo postal—, más de lo mismo, pero un poco más extensa y tratando de suscitar interés. Lo cuento muchas veces, pero una editorial se fijó en mí porque esa carta de presentación estaba escrita como si fuera un cuento.
Durante este proceso me voy creando una base de datos con los correos que envío, a quién, cuándo y por qué medio. Así tengo constancia de las respuestas recibidas y los recordatorios que puedo hacer si no contestan a los X días. Hay que llevar un control de los pasos que vamos dando.
¿Y si propongo la traducción de un libro?
En algunas facultades se recomienda contactar con las editoriales proponiendo la traducción de un libro para generar una necesidad, por decirlo de algún modo. Si bien es cierto que puede ser una buena idea, sobre todo si es una novela que nos apasiona personalmente, hay que llevar cuidado porque se debe invertir bastante tiempo (y el tiempo es oro para todos).
Primero, hay que averiguar si está traducida o no o si se han adquirido ya los derechos, cosa que es difícil de saber a no ser que contactemos directamente con el autor o su agente, que es otra manera. Actualmente hay muchos autores se autopublican y suelen ser bastante accesibles. La mayoría suele manifestar interés en que se traduzca su obra sobre todo si, como traductores, accedemos a hacer las veces de agente o intermediario (caso verídico), entendiendo como tal el contacto con las editoriales españolas por nuestra parte.
Luego, el editor tiene que estar receptivo y dispuesto a pagar los derechos para publicar la traducción. Sin embargo, antes querrá saber de qué va la novela y qué viabilidad tiene, y aquí es donde entran los informes de lectura. Si queremos acceder por la vía de la recomendación de una novela, hagámoslo bien: no nos limitemos a proponer el libro sin más, enviemos un informe de lectura que contenga la información esencial:
Datos de la obra: título, género, páginas, lector, etc.
Aspectos literarios: sinopsis, trama, estructura, tiempo narrativo, temática, narrador, personajes, diálogos, etc.
Aspectos lingüísticos: construcciones, lenguaje, estilo, ortografía y sintaxis, etc.
Valoraciones y recomendaciones: calificación literaria y comercial.
Y para hacerlo ya más completo, podemos incluir la traducción de unas páginas de muestra (máximo 10 o un capitulillo; tampoco hagamos medio libro) en un formato atractivo. Por ejemplo, podemos confeccionar un documento apaisado con la parte en original a la izquierda y nuestra versión a la derecha, a modo de prueba de traducción. Por supuesto, revisadlo todo bien antes de enviar. Como veis, lleva bastante trabajo y no es garantía de que nos vayan a encargar la traducción, pero es otra forma de acceder al mercado y, además, es una buena forma de practicar.
Algunos compañeros han empezado siendo lectores editoriales para la editorial para la que más tarde han traducido. Esa es otra posibilidad que se puede explorar, no sin antes aprender a redactar esos informes de lectura, puesto que hay que tener un buen conocimiento del tema.
CÓDIGO DEONTOLÓGICO: nuestros deberes y responsabilidades como traductores
No todo acaba aquí. Si el editor tiene su cometido y sus responsabilidades, nosotros debemos regirnos por un código deontológico, con una gran dosis de sentido común. Este es el código que propone el CEATL (Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios):
El hecho de ejercer la profesión de traductor equivale, para quien la ejerce, a afirmar que cuenta con un firmísimo conocimiento de la lengua que traduce (conocida como lengua de partida) y de la lengua en que se expresa (conocido como lengua de llegada). Esta debe ser su lengua materna u otra que domine tan bien como la materna, de la misma forma que todos los escritores dominan la lengua en que escriben.
El traductor tiene la obligación de saber hasta dónde llega su competencia y se abstendrá de traducir un texto cuya redacción o ámbito de conocimiento no domine.
El traductor se abstendrá de modificar de forma tendenciosa las ideas o la forma de expresarse del autor y suprimir algo de un texto o añadirlo a menos que cuente con el permiso expreso del autor o de sus derechohabientes.
Cuando no sea posible realizar la traducción a partir del texto original y el traductor utilice una «traducción-puente», deberá contar con el permiso del autor y mencionar el nombre del traductor a cuyo trabajo recurra.
El traductor se compromete al secreto profesional cuando deba usar, para su labor, documentos confidenciales.
El traductor literario debe conocer a fondo la legislación acerca de los derechos de autor así como los usos de la profesión y debe velar por que se respeten en el contrato de traducción.
El traductor se abstendrá de menoscabar la profesión al aceptar condiciones que no garanticen un trabajo de calidad o perjudiquen a un colega de forma deliberada.
Código deontológico aparte, la relación con el editor debe basarse en el sentido común. No deja de ser un cliente y, como tal, debemos tratarlo y trabajar con él de forma profesional. Aceptar el encargo si estamos preparados para eso y sabemos que podemos cumplir la fecha, cerciorarnos de cómo quiere que le presentemos la traducción, avisar de cualquier asunto que pudiera trastocar los planes editoriales (incumplimiento de plazo, problemas con el texto origen, etc.), entre muchos otros. Pero esto lo dejaremos para la próxima entrada, en la que descubriremos cómo ser el traductor favorito de un gestor de proyectos.
Y hasta aquí la entrada de hoy. Como siempre, si tenéis alguna aclaración o duda, os espero en los comentarios. Que paséis un gran Día del Libro. Feliç Sant Jordi!
Como muchos sabréis, además de traducir, trabajo con niños desde hace más diez años. Me encanta salir del despacho y alejarme de la tiranía que nos impone el ordenador a los traductores autónomos, para moverme un poco, socializar y, sí, aprender de ellos también.
Durante todo este tiempo he visto mejoras en cuanto a juguetes y a libros infantiles. Nuevos materiales y mejor adaptados a la par que instructivos. En este sentido, las editoriales vienen pisando fuerte con libros más modernos, atractivos e inclusivos.
LIBROS Y JUGUETES PARA LA IGUALDAD
Ha habido nuevas iniciativas para enseñar a los pequeños nuevas realidades y explicar que hay varios tipos de familia, por ejemplo. Muestra de esto es el libro Nicolás tiene dos papás, el primer cuento infantil chileno sobre diversidad sexual y familias homoparentales, y que podéis leer íntegramente aquí:
Como pasa con otros ámbitos, la discriminación que sufren los niños hijos de familias homoparentales proviene principalmente de los adultos, pero no son los niños quienes discriminan en primera instancia. Libros de este tipo ayudan y mucho a normalizar estas situaciones para evitar depresión y acoso, entre otros.
Existen otras iniciativas, como las de las editoriales madrileñas Egales y NubeOcho. Ambas publican de forma conjunta la serie Egalité, que agrupa historias que fomentan la igualdad y ayudan a comprender no solo la diversidad sexual, sino también la racial con cuentos como El lapicero mágico, La princesa Li y Mi papá es un payaso.
Los juguetes también han ido cambiando con el tiempo, aunque seguimos encontrando ejemplos de sexismo como este.
Sin embargo, no todo está perdido. El año pasado, Toy Planet editó un catálogo de Navidad en el que daba una imagen igualitaria porque, como dicen: «[…] entendiendo que cada persona es diferente, los niños eligen unos u otros dependiendo de sus gustos, no de su sexo».
Hace un tiempo leí por algún lado que, si para jugar con un juguete no se usan los genitales, da igual para quién sea y si se usan es que no es para niños. No podría estar más de acuerdo.
También me sorprendió gratamente descubrir las muñecas inclusivas de la empresa británica Makies, nacidas a partir de la campaña #ToyLikeMe, que se lanzó a mediados de junio de este año en Facebook. Dicha campaña fue promovida por un grupo de personas con discapacidad que querían cambiar los juguetes convencionales para hacerlos más inclusivos. El resultado han sido estas preciosas muñecas.
MICROMACHINES PERO MACROMACHISMOS
Pero siempre hay excepciones y esta misma semana lo comprobé al ver una publicación en Facebook de una compañera: un libro de chistes machistas para niños. Recalco lo de los niños para dejar a un lado el dilema de los límites del humor y la libertad de expresión. En el caso de adultos, para gustos los colores, pero para niños… lo siento, esto es inadmisible:
Hay chistes y chistes; me parece que el tono tampoco es adecuado. Ojo, adjunto aquí imágenes del libro de chistes sobre chicas, pero hay también uno a la inversa y me parece igual de mal.
Única imagen que he encontrado del libro de chistes sobre chicos (que no se diga)
La editorial, Libsa, retiró el libro de su catálogo, pero aún pueden encontrarse ejemplares en algunas librerías. Emilio Mata, director comercial de la editorial, dijo en su momento en algunos medios que «el uso sano de estas bromas depende de la intención con la que se vea», que la publicación contiene los «típicos chistes que se cuentan cuando se forman grupos de chicos y chicas» y que el propósito, al menos según podía leerse en la web, era que «los chicos se burlen sanamente de las chicas».
Pero, ¿son burlas realmente sanas? ¿Es un tono adecuado para los destinatarios? Veamos más ejemplos:
¿En qué se parece una mujer y una baldosa? En que las dos están a nuestros pies.
En qué se diferencia a una hechicera y una bruja: cinco años de matrimonio.
Por qué las mujeres cierran los ojos cuando hacen el amor: porque ni siquiera quieren ver cómo disfrutamos.
Era una mujer tan tonta, tan tonta que hasta las demás se dieron cuenta.
No sé vosotros, pero a mí no me parece nada adecuado tratándose de un libro para un público infantil.
Lo curioso, y con esto vuelvo a lo que comentaba de que la mayor parte de culpa es de los adultos, es leer los comentarios de mucha gente en los artículos que abordaron esta noticia en su momento. Personas que critican a los que nos echamos las manos a la cabeza por estas cosas con argumentos como estos: «Curioso que el Instituto de la Mujer se preocupe sobre estos chistes, cuando mientras tanto dicho organismo y el feminismo en general mira para otro lado ante la salida a la calle de peligrosos violadores, algunos de los cuales ha matado a sus víctimas».
Es increíble que no nos demos cuenta de que la educación es la base de todo y que empieza en casa. Que el respeto evita esos sentimientos de superioridad y omnipotencia, de la mujer como objeto para el mero disfrute. Educar a los niños desde el respeto y la tolerancia evita males en un futuro y es frustrante que muchos adultos, sean hombres o mujeres, no se den cuenta siquiera.
Los niños lo captan todo y lo entienden todo también. Se empapan de lo que ven y oyen en casa. Y no, no me lo invento. Un profesor se entera de (casi) todo. Sin preguntar, me he enterado muchas veces en clase de los comentarios racistas del padre de una, de las operaciones estéticas de la madre de otro porque estaba gorda y de que si el conocido de fulanito es moña, con todas las letras, cuando ese niño no tiene más de 6 años. No es el camino.
En definitiva, como adultos con dos dedos de frente, seamos docentes o no, debemos enseñar respeto e igualdad. Cada persona es distinta, sí, pero merece la misma consideración tenga el sexo, la apariencia, la familia o la orientación sexual que tenga. Las publicaciones de este tipo, y quienes las compran, hacen un flaco favor a la educación de los niños que serán adultos en un futuro.
…en este blog. Pasa un año más y va bien hacer balance de lo que han dejado estos doce meses. En 2014 hablé de lo que había representado para mí profesionalmente y este año he creído conveniente hacer un repaso de todos los artículos publicados desde enero.
A veces escribo tras darle muchas vueltas a un tema, otras veces ocurre de forma casi espontánea por algo que sucede o que encuentro por ahí (una imagen, una noticia…), pero siempre acabo dejándome mucho tiempo en ellas y, bueno, por si os perdisteis alguna, aquí las rescato por temas:
EJERCICIO PROFESIONAL
Empezamos el año con tres entradas completas sobre el ejercicio profesional. Enlaces, trucos y consejos sobre cuestiones tan diversas como fiscalidad, ergonomía, trato con clientes, etc.
Cada maestrillo… Consejos para el traductor autónomo I:Ser traductor en muchas de sus facetas como la especialización, saber abordar una traducción (tipos de texto, léxico, formato, revisión) y lo positivo de trabajar con otros compañeros.
Como último artículo sobre el ejercicio profesional, pero en clave de (más) humor esta vez, encontramos Life as a translator, con un compendio de viñetas de estilo retro que ilustran las vivencias del traductor en su día a día.
Un día cualquiera en la vida de una traductora
TRADUCCIÓN EDITORIAL Y LITERATURA
Este año he publicado en el blog artículos muy variopintos dentro de la traducción editorial, la literatura y las letras en general.
Ana Frank y la «pornografía»: La noticia de una madre estadounidense que se llevó las manos a la cabeza por los fragmentos supuestamente pornográficos del Diario de Ana Frank me inspiró para escribir esta entrada sobre la censura en la literatura y en la traducción de este tipo de pasajes. Al investigar un poco y tras un chivatazo de otro compañero traductor, Javi Mallo, vi que hay mucha más tela que cortar en cuanto a la traducción del diario, pero esto será tema de otro artículo.
Pasión prehistórica: Siguiendo con el tono erótico del artículo anterior, hablé de las novelas eróticas con dinosaurios que triunfan en Internet y traduje algunos fragmentos para el ¿deleite? de los lectores.
La relación entre lector y traductor:¿Alguna vez habéis hablado con los lectores de vuestras traducciones? Tuve el placer de hacerlo en noviembre al participar en una mesa redonda sobre traducción con motivo de las Jornadas Ándalus Románticas. En este artículo incluyo más de una hora de audio de la mesa redonda y una entrevista con escritores y lectores de novelas románticas que nos dan su punto de vista sobre el mundo de la traducción.
El traductor creativo: Aunque no hace falta ser Lord Byron para traducir, sí hay que saber escribir y expresarse bien por escrito, de modo que en este artículo expliqué las bondades de los ejercicios de escritura para traductores con el fin también de cultivar la creatividad. No os perdáis los juegos, pasatiempos y un buen puñado de recursos para traducir.
TRADUCCIÓN AUDIOVISUAL
Aprovechando la exposición de Pixar en el CaixaForum de Barcelona, escribí Traducir películas de animaciónen la que hablo de este tipo de largometrajes de forma exhaustiva, desde su proceso de creación (guion, storyboard, colorscript, etc.) a cómo he traducido algunas de ellas. Encontrareis ejemplos de guías de estilo y materiales de referencia, así como del proceso de traducción y las características y dificultades que presenta el lenguaje en este tipo de películas.
Brócoli, pimientos y otras adaptaciones de cine: Con motivo del estreno de Del revés (Inside out, 2015) y del fenómeno de la adaptación, hablamos de cómo solventar algunos escollos culturales en varias películas.
Por último, aunque no es una cuestión puramente audiovisual, encontramos Traduciendo insultos por ahí, que incluye la charla que di en el ENETI 2015 sobre la traducción del lenguaje soez, con muchos ejemplos del mundo del cine, ya fuera en doblaje y subtitulación.
IDIOMAS
Este año pensé en tratar temas más generales en el blog, cuestiones que fueran más allá del mundo de la traducción y de ahí:
Aprender idiomas leyendo: artículo sobre los beneficios de la lectura para aprender un idioma y algunos consejos útiles para no aburrirse en el intento.
1001 recursos para aprender idiomas: como su nombre indica… bueno, tal vez no eran 1001, pero sí fueron un buen montón de enlaces los que recopilé para esta entrada con recursos para aprender y mejorar muchos idiomas: inglés, alemán, francés, italiano, portugués, noruego y un largo etcétera.
ETIMOLOGÍA
Echando la vista atrás, me doy cuenta que otros años he hablado más de etimología. Este año solo ha habido un artículo en el blog sobre este tema: Leyendas lingüísticas y falsas etimologías. En él, traté los orígenes falsos de algunos términos, esas etimologías que con el paso del tiempo o simplemente porque quedan bien se han dado como válidas. Repasamos algunos de los casos más sonados tanto en inglés como en castellano.
Sea como sea, espero que os gustaran en su momento o las disfrutéis ahora. Gracias por estar ahí y por vuestros comentarios. Como novedad para 2016, si queréis sugerir temas o incluso participar en el blog, no tenéis más que escribirme. Estaré encantada de leeros.
Pocas veces tienes contacto con los lectores de lo que traduces y cuando se da esta oportunidad, hay que aprovecharla. Así sucedió en noviembre de este año en las Jornadas Ándalus Románticas 2015 que tuvieron lugar en Málaga. Dos días de charlas y mesas redondas relacionadas con el género romántico y erótico al que me invitaron, junto a otros tres traductores, para hablar de la traducción de este tipo de novelas.
Denostado como pocos, el género romántico y erótico tiene una legión de fans muy fiel y muy crítica con el producto. Debo reconocer que en un primer momento el encuentro me daba respeto. Al principio de traducir novela romántica, que por aquel entonces era sobre todo histórica (con todas las dificultades terminológicas que eso implica), recuerdo descubrir un blog famoso, Autoras en la sombra, en el que había un apartado en el que ponían bastante a caldo a algunas traducciones y traductores.
Son lectores con contacto muy directo con las editoriales y con bastante poder de decisión, amén de bastante exigentes, cosa que en un principio no me parece mal, ojo. Lo mejor de este encuentro, al menos para mí, fue que estos lectores supieran qué supone traducir exactamente, a qué dificultades nos enfrentamos y que vieran que somos un eslabón más en la creación de un libro. Y parece ser que gustó.
Los traductores que estuvimos en la mesa venimos de contextos muy dispares y tenemos experiencias (traductológicas) de todo tipo. Yuliss M. Priego, traductora de la trilogía «Sin aliento», ha empezado no hace mucho en el mundo de la traducción tras acabar el máster de traducción editorial de la Universidad de Málaga y conoce el género como pocas ya que es una gran fan de las novelas románticas. Juan Pascual, traductor de «Confesiones de una sumisa» y la serie «Los ángeles sangrientos», entre muchos otros libros, ha traducido de todo, especialmente novela fantástica, pero también tiene una dilatada experiencia, no pun intended, en el género erótico. Puerto Barruetabeña es la traductora de uno de los libros de «50 sombras de Grey», pero ha traducido muchísimos más y ha tocado muchos palos, como la novela negra. De hecho, si queréis conocerla más a fondo, os recomiendo la entrevista que le hicieron en Nóvalo.
Y a mí ya me conocéis, así que tampoco me voy a extender ahora. Lo curioso es que comparto muchas experiencias con Juan y Puerto; a los tres nos llegaron los primeros encargos de novela romántica y erótica por casualidad y hemos terminado casi especializándonos. Al final si el editor ve que trabajas bien y te sientes cómodo con lo que te traduces, es normal que acabe enviando novelas de un mismo estilo.
El vídeo con la presentación:
Aquí tenéis al completo el audio de la mesa redonda:
LA VISIÓN DE LOS LECTORES
Como comentaba, tuvimos la suerte de hablar con los lectores directamente, no solo durante la mesa redonda sino también a lo largo del día. Y si tener a los lectores del texto en mente cuando traducimos es esencial, hablar con ellos es una buena oportunidad de ver cómo reciben estas novelas y qué opinan ellos de la traducción.
Así pues, os dejo una entrevista a tres lectores con perfiles distintos, pero experiencias similares: Carmen Cano, bloguera y lectora apasionada; Carla Crespo, traductora, lectora y escritora de novela romántica, y Cosmin Stircescu, lector, bloguero y escritor.
Cuéntame un poco sobre ti y tu blog o tu carrera literaria. Cuándo empezaste, qué te motivó…
CARMEN: En primer lugar, gracias por pensar en mí para la entrevista. Me licencié en Historia del Arte y también en Ciencias de la Documentación. Siempre tuve preferencia por las letras puras así que los libros han formado parte de mi vida desde que tengo uso de razón. Empecé leyendo novela histórica y fantasía épica, pero cuando estaba en la universidad descubrí la novela romántica y desde entonces leo mayormente este género en todas sus variantes.
Al principio subía reseñas a un foro, pero decidí abrirme el blog,Libros escondidos, como un modo de recopilar todas las reseñas que hacía y también para realizar además de reseñas otro tipo de contenido. El blog tiene ya unos seis años y desde entonces acumula unas 200 reseñas aproximadamente. Me motiva reseñar para expresar lo que me ha parecido una novela, pero sobre todo pienso que una buena reseña puede ayudar a un lector indeciso. O también una buena reseña constructiva puede ayudar a dar a conocer una novela que no tiene mucho público o a desmitificar novelas que pueden estar sobrevaloradas.
CARLA: Siempre me ha gustado leer y escribir, de hecho, estudié Traducción e Interpretación porque quería convertirme en traductora literaria, pero no fue hasta hace unos años que me lancé a escribir mi primera novela. Me apunté a los cursos de José de la Rosa como hobby y, a partir de ahí, empecé a tomármelo en serio: terminé mi primera historia, «No reclames al amor», la envié al I Premio HQÑ y, aunque no gané, la publicaron. Desde entonces he publicado cuatro novelas, todas con Harlequin.
COSMIN: Bueno yo nací en Rumanía, pero vivo en España desde el 2003. Tengo 25 años, me encanta el cine, el deporte y disfruto muchísimo con la literatura, sobre todo la fantasía épica, ciencia ficción y la novela histórica. Llevo escribiendo desde muy joven. El año pasado publiqué mi primera novela, «Leyendas de Erodhar 01. La Vara de Argoroth», que es una novela de fantasía épica medieval, la primera de una saga de un total de 5 libros; y este año salió a la venta mi segunda novela, una de ciencia ficción con toques distópicos, denominada «Orfus: el ocaso de los Or´Uka».
En cuanto a mi blog, La Forja de Leyendas, surgió para tener un espacio de encuentro con los lectores y compañeros de letras, donde poder publicar todo lo relacionado con mis novelas, proyectos literarios, firmas, presentaciones, talleres, artículos de opinión y breves entradas con información adicional sobre determinados personajes e historias de mis novelas. Al ser Erodhar un mundo de fantasía que he creado desde cero, tiene una complejidad y un trasfondo que es imposible abarcar de manera detallada en las novelas, así que el blog es una buena manera de desarrollar mediante apéndices, artículos, ensayos, etc., todos esos elementos que pueden ser de interés para los muy fans a los que les gusta conocer todo con detalle.
Como lector del género romántico y erótico, ¿qué valoras más en una novela de este tipo?
CARMEN: Valoro sobre todo la trama, que sea coherente, que esté bien construida, que no haya incoherencias sobre por ejemplo la edad de los personajes. También valoro la personalidad de los personajes: que no sean planos y que muestren una evolución. Sobre todo, que sean novelas con una trama original no tanto en lo que cuentan sino en cómo tratan el argumento y cómo están contadas. Dependiendo del género, también valoro el lenguaje empleado, no es lo mismo el lenguaje en una novela histórica que en una contemporánea. En cuanto al final feliz, no importa tanto como el camino para llegar a él. Siempre he pensado que lo importante no es el final sino el desarrollo de la novela, el desarrollo de los personajes, los conflictos que haya entre ellos. Estos detalles enriquecen las novelas y hacen que no sean aburridas ni tediosas.
CARLA: Yo no me considero lectora de romántica (aunque sí autora :P), leo de todo, aunque la romántica es uno de mis géneros favoritos. Lo que yo más valoro en cualquier novela (de este u otro tipo) es que tenga calidad literaria, una trama original y unos personajes que enganchen. Creo que todo es igual de importante a la hora de valorar una obra.
Lo que yo más valoro en cualquier novela (de este u otro tipo) es que tenga calidad literaria, una trama original y unos personajes que enganchen.
COSMIN: Bueno yo no he leído novelas románticas o eróticas puras, al menos hasta ahora. Mi género ha sido el fantástico, después la ciencia ficción y me gusta mucho las novelas históricas; no obstante, considero que tanto lo romántico como lo erótico debe formar parte de una buena historia, así que estoy muy a favor de la mezcla de géneros. Por eso en mi novela de fantasía se juntan varios géneros, de modo que no todo son guerras de espadas, orcos, elfos y enanos, sino que también hay intriga, hay historias de amor, hay escenas de sexo, hay escenas de misterio, de aventura…
¿Sueles prestar atención a quién ha traducido el libro o a la traducción en sí?
CARMEN: La verdad es que no. No le presto una atención excesiva, quizás porque siempre he leído en castellano y como no leo apenas en inglés pues no puedo comparar si el trabajo del traductor está bien o mal hecho. Sé que la mayoría de las novelas que he leído son de autoras anglosajonas, pero no he leído sus originales así que no puedo decir que las novelas que he leído hayan estado mal traducidas. No soy una lectora que se fije en quien ha traducido la novela. Conozco a lectoras que sí, porque tienen más preferencia por un traductor que por otro, pero no es mi caso; quizás porque nunca me he puesto a comparar si la traducción es fiel o no al original.
En las JAR de Málaga de 2015, dije que era una ignorante en este tema de la traducción y en mis reseñas prefiero no opinar sobre este tema porque no queda bien opinar de un tema que desconozco. Es más, fue en Málaga donde puse cara a traductores que había leído pero que no era consciente de ello. Los había leído porque habían traducido novelas anglosajonas que me gustan, pero la verdad es que no los conocía de nada. Quizás suene fatal, pero cuando busco novedades para leer dentro del género romántico, me fijo más en el nombre de la autora, en la sinopsis y en la portada que en el nombre de la persona que traduce la novela.
CARLA: Sí, pero claro, es deformación profesional. Soy de las que voy leyendo un texto y piensa «si aquí pone esto es porque en el original pondría…» o cosas así.
Le doy mucha importancia a una buena traducción y algunas de mis novelas favoritas las tengo en el idioma original y en un par de ediciones con diferentes traducciones. Por ejemplo, tengo una edición de Jane Eyre traducida por Carmen Martín Gaite que guardo como un tesoro.
COSMIN: Lo cierto es que no suelo fijarme quién ha traducido el libro y tampoco me pongo a comparar la versión inglesa con la versión en castellano para ver si está bien o no. En mi opinión, si la editorial ha decidido apostar por un determinado traductor para traducir una obra, es que tienen razones para hacerlo y ese profesional ha hecho méritos para ello.
En mi opinión, si la editorial ha decidido apostar por un determinado traductor para traducir una obra, es que tienen razones para hacerlo y ese profesional ha hecho méritos para ello.
Se suele decir que las lectoras de romántica pueden ser muy críticas con las traducciones. ¿Es cierto? ¿Tienes alguna anécdota o comentario al respecto?
CARMEN: Sí, es totalmente cierto. Sucede con muchas lectoras, y algunas blogueras que leen más en inglés que en castellano. Debido a esto, cuando la novela en cuestión que se han leído en inglés la traen a España, suelen compararla con el texto original y suelen comentar en redes sociales el resultado. Como he dicho anteriormente no es mi caso. Leo en inglés, ahora más que antes, pero sigo leyendo más en castellano.
Una anécdota sobre este tema fue cuando llego a España «Cada vez que llueve» de Lisa de Jong, una novela new adult que esta traducida por una lectora y traductora que conozco. Tenía muchas ganas de leerla, leí reseñas en Goodreads y allí vi que ciertas lectoras la criticaban no porque la novela fuera mala, sino porque había partes de la traducción que no gustaron. Llegaron a decirme que mejor leyera la novela en inglés porque la traducción era pésima.
Lo mismo sucedió con «Calle Londres» de Samantha Young, donde también comenté en redes sociales que me llamaba la atención y me hicieron la misma recomendación acusando al traductor de un mal trabajo, así como de que se había comido párrafos enteros y que eso desvirtuaba la lectura. Fue en estos dos casos cuándo me movió la curiosidad y busque quien era el traductor, además de buscar comentarios de otros lectores y blogueros para ver otras opiniones.
He de decir que en el caso de «Calle Londres», sí que me pareció que había párrafos que faltaban o incluso que se habían comido palabras, pero me pregunté si era más cosa del corrector que del propio traductor. En el caso de «Cada vez que llueve» no entendí las críticas porque creo que estaba bastante bien y, desde mi ignorancia del texto original, no vi que hubiera ningún error garrafal que impidiera entender el texto. En ambas, disfruté bastante de la lectura.
CARLA: No creo que las lectoras de romántica sean más críticas con las traducciones que el resto, pienso que cualquier lector es crítico con una mala traducción. Quizás sea que muchas novelas románticas no se han traducido en las mejores condiciones (traductores inexpertos, plazos de entrega muy cortos, etc.) y eso ha generado quejas entre las lectoras, no porque sean más críticas, sino porque les han llegado textos de peor calidad.
Quizás sea que muchas novelas románticas no se han traducido en las mejores condiciones (traductores inexpertos, plazos de entrega muy cortos, etc.) y eso ha generado quejas entre las lectoras.
COSMIN: Creo que los lectores en general quieren que las obras por las que pagan un dinero para poder leer, estén bien traducidas, bien corregidas, bien maquetadas, etc. En mi caso, como he dicho antes, confío en el trabajo de los profesionales y sé que, aunque puedan albergar errores, pues son humanos, en general no serán más que cosas puntuales.
¿Te has quejado alguna vez a una editorial por la mala calidad (¡o has alabado un buena!) de una traducción? ¿Suele hacerse?
CARMEN: No, no me he quejado nunca. Aunque debería escribir a alguna editorial para felicitar por el trabajo. Siempre tenemos tendencia a criticar lo malo y poner el grito en el cielo, pero nunca llamamos o nos comunicamos cuando la gente hace un buen trabajo. Debería corregir eso, porque los buenos trabajos también deben aplaudirse.
Quejarse suele hacerse mucho, pero no vía privado a una editorial. Los lectores románticos somos muy fieles, pero eso es un arma de doble filo, porque cuando algo no nos gusta lo aireamos mucho, pero por las redes sociales. Se condena a todos por igual, hacemos mucho ruido en las redes sociales, pero a veces pagan justos por pecadores. No creo que sea justo, pero creo a veces los lectores somos demasiado vehementes y criticamos sin saber y sin informarnos primero. Esto es algo que todos deberíamos corregir.
Siempre tenemos tendencia a criticar lo malo y poner el grito en el cielo, pero nunca llamamos o nos comunicamos cuando la gente hace un buen trabajo. Debería corregir eso, porque los buenos trabajos también deben aplaudirse.
CARLA: Yo no lo he hecho, pero creo que debe hacerse, igual que nos quejamos cuando se nos presta un mal servicio en cualquier otro ámbito o se devuelve algo que no está en las mejores condiciones. Es necesario para que las editoriales se conciencien de lo importante que es ofrecer una traducción de calidad y se terminen las tarifas abusivas, los plazos de entrega abusivos y esas condiciones que propician que no traduzcan esos textos las personas más cualificadas para ello.
Es necesario para que las editoriales se conciencien de lo importante que es ofrecer una traducción de calidad y se terminen las tarifas abusivas, los plazos de entrega abusivos y esas condiciones que propician que no traduzcan esos textos las personas más cualificadas para ello.
COSMIN: Yo no. Creo que sé el suficiente inglés para tener una conversación con otra persona, pero no como para poder opinar si una traducción, que más allá del traducir un texto requiere una adaptación al castellano, es buena o mala. Quizás tendría que toparme con algo muy grave, que la traducción cambie completamente el contexto y el sentido de una frase un párrafo o una página del idioma original, como para llegar a quejarme por ello. Por tanto, yo no me he quejado nunca.
En una de las intervenciones en la mesa redonda del JAR decían que el sexto libro de Harry Potter, si no recuerdo mal, en castellano perdía ese contexto oscuro que tenía en inglés. Eso fue algo con lo que yo no estuve de acuerdo, porque en mi opinión sí que se consiguió otorgar esa misma sensación que siente uno al leer la historia en el idioma original. Por tanto, como en todo, hay opiniones y opiniones.
Estuviste en nuestra mesa redonda. Además de lo que comentamos, ¿conoces el trabajo de los traductores? ¿Qué te parece?
CARMEN: Sí, estuve en la mesa redonda, de hecho, fue una de las mesas que más disfruté. Creo que fue divertida, amena y donde todos los lectores aprendimos mucho. No sabía que conocía el trabajo de los traductores que acudían hasta que vi el programa y vi los trabajos que habían realizado. Es cierto que había leído novelas suyas, y que había escuchado hablar de alguno de los ponentes, pero como no me suelo fijar en los nombres de los traductores pues no les ponía cara.
De las novelas que puedo opinar, creo que el trabajo está bien hecho. No creo que las novelas estén mal traducidas. Creo que muchas veces se achaca a la traducción que la novela sea mala y muchos de los lectores no se dan cuenta de que, si la novela es mala, no es porque el traductor haga mal su trabajo, sino porque el texto original es malo. Si algo me quedo claro en la mesa redonda fue que los traductores no son correctores de estilo y que no pueden convertir un texto malo en el premio nobel. De hecho, doy fe de ello. De los trabajos de los ponentes, la única novela de la que había leído el original es «50 Sombras de Grey», por eso doy fe que el texto original no era bueno de ahí que el texto traducido sea igual. El texto en inglés me pareció repetitivo y pobre, así que nunca he podido criticar la traducción cuando de la novela original ya tengo esa opinión.
Creo que muchas veces se achaca a la traducción que la novela sea mala y muchos de los lectores no se dan cuenta de que, si la novela es mala, no es porque el traductor haga mal su trabajo, sino porque el texto original es malo.
CARLA: Como ya he comentado antes, yo estudié Traducción e Interpretación y durante unos años trabajé como traductora literaria (entre otras novelas, traduje «El lado bueno de las cosas»), por lo que ya conocía el mercado editorial antes de sumergirme en él como escritora.
La vida me ha llevado a trabajar en el departamento de RR. HH. de una compañía aérea, porque la vida del traductor autónomo a veces es muy incierta, pero en un futuro me gustaría poder dedicarme de lleno a la traducción y a la escritura y es algo que no descarto en absoluto, así que, si hay alguna editorial que me lee y está interesada, ¡que no dude en llamarme! 😉
COSMIN: Sé que es un trabajo muy difícil, que no basta con conocer los dos idiomas, hay que saber narrar, hay que saber adaptar, hay que saber dar el mismo sentido y mantener, en la medida de lo posible, el estilo original del escritor. Todo eso es muy difícil y creo que no todo el mundo puede hacerlo.
Yo he intentado, simplemente por curiosidad, meterme una vez en la piel del traductor, y me puse a traducir la primera página de mi novela (de español a inglés). Solo la primera. Tardé cerca de 8 horas hacerlo y el resultado fue algo bastante regular, lo cual me ha hecho darme cuenta de lo difícil y complejo que es este trabajo. Ya lo sabía, pero ahora lo sé todavía más, y por tanto tengo mucho respeto hacia los que se dedican a ello. Ya sea traducción inglés-castellano, como castellano-inglés, o ambas.
Sé que es un trabajo muy difícil, que no basta con conocer los dos idiomas, hay que saber narrar, hay que saber adaptar, hay que saber dar el mismo sentido y mantener, en la medida de lo posible, el estilo original del escritor.
¿Quieres apuntar algo más?
CARMEN: Apuntar como último comentario que los lectores de romántica somos muy críticos, pero muchas veces lo hacemos desde la ignorancia. Al menos es mi opinión. Creo que en general el mundo editorial es un gran desconocido. Es un negocio, una empresa como otra cualquiera, pero desconocemos su funcionamiento, su forma de trabajar y ese desconocimiento perjudica. Creo que muchas veces el mundo de la edición en general, y de la traducción en particular es un gran desconocido.
La mayoría de los lectores nos centramos en el producto final y no en el trabajo que lleva. Ese es el motivo de que se opine, a veces, sin saber. Por este motivo, a mí en particular, la mesa de traducción me pareció pertinente y muy enriquecedora. Aprendí mucho y me gustó debatir sobre este tema y conocer de primera mano cómo es el trabajo de los traductores y las dificultades que se encuentran a la hora de traducir la novela en inglés al castellano o a otro idioma peninsular. Gracias a ti por ofrecerme esta entrevista. Ha sido un placer.
Creo que en general el mundo editorial es un gran desconocido. Es un negocio, una empresa como otra cualquiera, pero desconocemos su funcionamiento, su forma de trabajar y ese desconocimiento perjudica.
CARLA: Para los que no me conozcáis, escribo romántica contemporánea y chick lit. En octubre salió en digital mi última historia «Un amor entre las dunas» y dio el salto al papel «Una chica de asfalto». Os animo a leerlas y a darme vuestra sincera opinión. Podéis seguirme a través de las redes sociales en facebook, twitter, instagram y el blog.
COSMIN: Pues la verdad es que una de las cosas que más me ha llamado la atención ha sido el hecho de que una traducción de español a inglés suele costar más que de inglés a español; en algunos casos mucho más. Entonces mi duda sobre esto es si el precio superior viene por el hecho de que es más difícil adaptar un texto narrado de español al inglés, o si es algo que pasa porque para un traductor es más fácil traducir y adaptar de un idioma extranjero a su idioma materno.
Y esto es todo por hoy. Espero que os haya gustado comprobar el otro lado del tapiz, cómo se nos ve y se nos lee. Gracias a los entrevistados por vuestro tiempo y suerte en vuestras andaduras.
¿Mama, qué será lo que tiene el dino? Bueno, depende de a quién se le pregunte. El público general dirá que los dinosaurios fascinan por su gran tamaño, por su desaparición repentina —que durante mucho tiempo careció de explicación—, y porque interesarse por ellos ayuda a adquirir también conocimientos muy variados (evolución, cadenas alimentarias, biodiversidad, geología, fosilización). Sin embargo, las mentes más calenturientas se centrarán muy seguramente en sus miembros, más grandes de lo normal, claro.
Y esto es de lo que hablaremos hoy: las novelas eróticas con dinosaurios. Como ya sabéis, no es la primera vez que hablamos de erotismo en este blog —novelas románticas, eróticas, sexo, censura, etc.—, pero hoy le daremos una vuelta de tuerca.
Los dinosaurios en la cultura popular
Aunque esta ¿corriente literaria? es nueva, la fascinación por los dinosaurios no es de ahora. La cultura popular se ha nutrido de estos referentes y esta temática, de la que se vivió un boom indiscutible en los años 90. Como hija de los 80 que vivió la infancia y adolescencia en los 90, recuerdo que los dinosaurios estaban por doquier.
Había muchas series de dibujos animados con estos reptiles, pero seguro que muchos recordareis con cariño Dinosaurios (1991-1994). En esta serie creada por Jim Henson se seguía la vida de una familia de dinosaurios representados con características humanas, los Sinclair. De hecho, siempre me pareció una versión prehistórica de Cosas de casa.
Siguiendo esta línea de humor, los dinosaurios estaban presentes hasta en series como Friends, ya que uno de sus personajes, Ross Geller, era todo un experto.
Y no solo hablamos de la combinación dinosaurios y humor. Jurassic Park también se estrenó en esa década, concretamente en 1993, tres años después de la publicación de la novela de Michael Crichton. Más tarde se estrenaría The Lost World: Jurassic Park (1997), y ya en este siglo, Jurassic Park III (2001) y Jurassic World (2015). Un fenómeno en sí mismo del que se han hecho cómics y también videojuegos.
Erotismo animal
Pero ¿en qué momento pasaron a ser objeto de deseo? Imagino que en parte puede deberse al fenómeno fanfic. La etiqueta fan fiction engloba aquellos relatos de ficción escritos por fans de una película, novela, programa de televisión o cualquier otro trabajo literario o dramático en los que se utilizan los personajes, situaciones y ambientes descritos en la historia original y se desarrollan nuevos papeles para estos personajes.
Aunque es cierto que no es lo mismo que un fanfic de Harry Potter (historias con gran carga erótica) o Crepúsculo (obra que, dicho sea de paso, fue el germen de Cincuenta sombras de Grey), podría ser una derivación de esta corriente, junto con la pasión por las novelas románticas y lo diferente. ¿Mezclar monstruo y erotismo? ¿Por qué no?
No obstante, una vez más, mezclar lo animal y lo humano tampoco es nuevo ni da como resultado aberraciones y un buen ejemplo de esto es la novela Oso, de Marian Engel. Publicada por primera vez en 1976 en Canadá, en su momento causó gran revuelo. ¿Por qué? Basta con leer la sinopsis: «La joven e introvertida Lou abandona su trabajo como bibliotecaria cuando se le encarga catalogar la biblioteca de una mansión victoriana situada en una remota isla canadiense, propiedad de un enigmático coronel. Ansiosa por reconstruir la curiosa historia de la casa, pronto descubre que la isla tiene otro habitante: un oso. Cuando se da cuenta de que este es el único que puede proporcionarle algo de compañía, surgirá entre ellos una extraña relación. Una relación íntima. Inquietante. Nada ambigua. Gradualmente, Lou se va convenciendo de que el oso es el compañero perfecto, y emprende un camino de autodescubrimiento. En todos los sentidos».
Original y traducción de Magdalena Palmer para Impedimenta
El sexo es siempre un tema tabú y más aún cuando se relatan relaciones consideradas «desviadas» (bestialismo, necrofilia, incesto, etc.), pero esta novela es un canto a la naturaleza y está escrita con tanta belleza (tanto en su versión original y como en su traducción), que la narración fluye con elegancia hasta tal punto que la relación de la protagonista con el oso convence y ni siquiera nos provoca extrañeza.
Cuestión de (sub)género
Como fenómeno, estas historias con animales (sobre todo prehistóricos) se enmarcan en un género denominado monster erotica, que engloba seres como yetis, grifos, minotauros y hasta extraterrestres en novelas que llevan títulos tan sugerentes como Cum For Bigfoot, Frankenstein’s Bitch, Milked by the Aliens o Taken by the T-Rex.
En general, los escritores de este género defienden que el sexo con monstruos difiere del sexo con animales en que los monstruos suelen ser seres inteligentes que controlan el encuentro sexual. Sin embargo, no es infrecuente que haya escenas de sexo no consensuado, algo que Amazon penalizó en 2013 retirando muchas obras de este tipo.
Y es que la mayoría de estas obras son autopublicadas, en principio porque es mucho más fácil llegar al lector y porque no hay mucho interés por parte de las editoriales. Sí se publican novelas románticas o eróticas con personajes fantásticos —yo misma he traducido libros de la serie Fever de Karen Marie Moning, en la que aparecen hadas y seres monstruosos—, pero estos se engloban en la romántica paranormal, que no llega a las excentricidades de algunos libros del género erótico monstruoso.
Después, claro está, tenemos el subgénero que nos ocupa, el dinosaur erotica, centrado únicamente en los escarceos amorosos y eróticos entre humanos y dinosaurios de todas las orientaciones sexuales. Algunas obras son Ravished by the Triceratops, Mating with the Raptor o A Billionaire Dinosaur Forced Me Gay.
Las obras eróticas con dinosaurios, también autopublicadas y de extensión corta, se ambientan en una época prehistórica en la que coinciden dinosaurios y humanos en la Tierra. El personaje principal suele ser una intrépida cazadora que salva a su tribu del dinosaurio malote de turno mediante el sexo. [SPOILER] Diría «acostarse», pero en realidad no funciona así la cosa y la muchacha debe hacerle un apaño ante la imposibilidad de acoger semejante miembro.
Aunque hay varios autores que escriben historias de este subgénero, como Pippa Pout, Chuck Tingle, Hunter Fox, las que se llevan la palma son Christie Sims y Alara Branwen (todo pseudónimos). Entre estas últimas habrán escrito ya unas sesenta historias con dinosaurios calenturientos y son las pioneras del género sin lugar a dudas.
Pero ¿cómo se le ocurre a alguien escribir algo así? Branwen cuenta que cuando trabajaba de cajera en un supermercado, una compañera le comentó que mucha gente publicaba sus historias de ficción en Internet y la animó a escribir algo erótico. Después de investigar un poco decidió probar suerte con el género de la erótica con monstruos y escribió Doing the Dragon, historia en la que una muchacha acaba enrollada con un… dragón, claro. Tuvo tanto éxito con esta obra que dejó el trabajo y siguió escribiendo a cuatro manos con Christie Sims.
En una entrevista, estas autoras cuentan que un día, pensando en Jurassic Park, imaginaron el sexo entre humanos y dinosaurios, les hizo muchísima gracia y cayeron en la cuenta de que no se había escrito algo así. Y el resto es historia… con erótico resultado.
Sexo con dinosaurios
Pero ¿esto cómo se come? (no pun intended) Digo, que cómo se hace, cómo se plantea una relación sexual entre humanos y dinosaurios. Teniendo en cuenta el tamaño de estos seres, no hay muchas posturas factibles. En realidad, no todos los dinosaurios eran gigantes, pero los que suelen aparecer en estas obras sí lo son. Si se hace, se hace bien, ya puestos.
Por lo tanto, el sexo es distinto al que tendrían los dinosaurios para reproducirse y los movimientos son algo limitados. Las muchachas acaban dándole más placer al animal que a la inversa. Pensad en el Tyrannosaurus rex y sus patitas.
Con esos bracitos, imposible.
Como en cualquier otra historia, la ambientación y las sensaciones son muy importantes, así que se juega mucha más con eso que con el acto sexual en sí. Hay que pensar, además, que estas obras son muy breves, no suelen exceder las veinte páginas y no hay lugar para mucha floritura tampoco: la aldea está amenazada, la muchacha se ofrece (o la ofrecen) como tributo, va al encuentro del dino, tontean, se produce el acto en sí y al final este le perdona la vida y la del pueblo. Este es el resumen de In the Velociraptor’s Nest (como el de otras historias) y aquí os ofrezco un fragmento:
Azog stood, back to the wall, clad only in damp buckskins, waiting for the beast to slash at her torso until she lay helpless and bleeding on the damp cave floor. She wondered if it would kill her first, or if her limbs would be sliced from her body as the beast gorged on her.
Instead, it reached out with a classed hand to snatch at her damp animal hide as it clung to one shoulder. Azog felt the kiss of sharp claws against her skin as the hide slid from her shoulder and exposed on naked, heaving breast. The raptor paused, curious, sniffing at her as she pressed desperately against the wall.
A reptilian tongue, stiff and hot, dashed out to lick at the tender, naked flesh so suddenly exposed. Azog gasped at the touch, then gradually relaxed as her body warmed to the intoxicating sensation of the beast’s flesh against her own.
She wasn’t sure if her sudden arousal was because of her earlier thwarted climax in the cool stream, or if she was just desperate for one last pleasant sensation before being torn limb from limb by the great, scaly beast. Either way, Azog relished the rasp of its tongue, hot and rough, on her sensitive skin.
Y aquí la propuesta de traducción:
Con la espalda pegada a la pared y vestida tan solo con unas pieles mojadas, Azog esperaba que la bestia le rasgara el torso y la dejara desangrándose en el húmedo suelo de la cueva. Se preguntaba si la mataría primero o si le arrancaría las extremidades para empezar a atiborrarse de ella después.
Pero no. Alargó la pata y le cortó el tirante de cuero animal que le colgaba de un hombro. Azog notó el roce de sus afiladas garras en la piel al tiempo que el cuero le caía por el brazo y dejaba sus pechos al descubierto. El raptor se quedó quieto, curioso, y empezó a olisquearla; ella se pegó a la pared cuanto pudo.
Con su lengua de reptil, dura y mojada, le lamió la piel tierna y desnuda. Ella jadeó al notarla, pero se fue tranquilizando poco a poco, dejándose llevar por la sensación embriagadora de la piel de la bestia contra la suya.
No estaba segura de si esa excitación repentina se debía al clímax de antes en el riachuelo, o si simplemente ansiaba una última sensación placentera antes de que el enorme dinosaurio la desmembrara. Fuese como fuese, le encantaba la aspereza de su lengua, tan dura y caliente, en contacto con su piel sensible.
Ya veis que no hay intento de humanizar al dinosaurio ni hay especies nuevas como el Indominus rex de Jurassic World (2015). No son reptiles especiales, nada de triceracock, pterodicktyl o penisaur. No, no son rabosaurios ni pterotáctiles, pero al parecer tienen rex appeal.
Como explicaba al principio, el tamaño es fundamental en estas historias y se pueden encontrar frases tan sensuales, ejem, como estas:
I couldn’t believe this was happening… I had a ten-ton monster licking my ass! (Ravished by the Triceratops) Imagino que finuras las justas.
I decided that I probably could get all this meat in me. (Ravished by the Triceratops) Hablar de carne así me transporta siempre a una carnicería.
She had never touched a man before, and she had been taught to hate and fear the Orcs. Her tangle of emotions warred as Kierna stroked him carefully through his trousers. (Fragmento de The Orc Chief’s Virgin Tribute) ¿Soy la única que piensa en un uruk-hai?
Ilustración de Ryan Klemek
Supongo que si habéis llegado hasta aquí es porque queréis saber algo más de cómo consuman. Si sois aprensivos, no sigáis leyendo. Veamos cómo se desarrolla, fragmento a fragmento. Este es un resumen de Taken by the T-Rex:
1. El dinosaurio ha pasado por la pequeña aldea y ha dejado un rastro de muerte y destrucción:
Drin screamed her anguish as her eyes fell upon the smashed body of her mother. Her legs had been savagely bitten off and eaten, allowing blood to splash across the crushed walls of her home.
2. Un grupo parte en su búsqueda para acabar con él. Drin, la protagonista, descubre pronto que el dino tiene algo…
The big lizard gave a thunderous, roaring scream as the springy branch full of pointed sticks connected sharply with the tip of the T-Rex’s nose. Although it did little actual damage, it served to make the animal jump and lose its temper even more. Drin’s stomach muscles clenched in delicious pleasure as she heard the beast roar. This was what excited Drin.
3. El animal la persigue, pero ella siente algo más que miedo.
Springing along the trail, suddenly as horny as hell, Drin had to fight the urge to touch herself between the legs as she ran and the big lizard gave chase.
4. El dinosaurio la acorrala al final. El olor que desprende ella también le llama la atención y saca la artillería pesada:
Below her feet was an object which she was unable to identify, two feet in length at least, it was as thick as her arm at the elbow, except for the end which tapered down to a blunt point, dark red and solid.
5. Empiezan las maniobras, pero él no consigue penetrarla. No obstante, ese roce es placentero para ella.
Once again, the big lizard tried to push itself inside her and was unable to, merely grinding her dampening cunt hard against its stiff cock.
6. En un intento de aplacar a la bestia, Drin debe tomar medidas.
Reaching down as the big lizard smashed forward once more, she caught the girth of its fat cock in her hands and drew it towards her body, increasing the area of nerve endings which were being stimulated. The T-Rex seemed to appreciate the gesture; it growled out a moan of pleasure and started to pound away at her flesh, the tapered tip of his penis sliding between her swollen breasts.
7. La anatomía del saurio la tiene embelesada. Como sucede con muchos otros relatos eróticos, llegar a la hilaridad no es difícil. Aquí, con lo del agujero y los ojos, es fácil echarse unas risas.
She stared at the tip, mesmerized, there was a hole in it from which a clear liquid was oozing, coating her torso and thighs with an odd smelling lubricant. Drin understood that this would be the hole from which the creature would come and looked away, suddenly worried that it would spray its fluid into her eyes.
8. Pero ambos alcanzan el clímax y el bicho se marcha satisfecho. Esto sí es un final feliz.
Unbelievably, Drin started to feel herself building up toward another intense climax. As she came, she clutched tightly onto the big lizard’s dick, her arms and legs tightening on the throbbing, red-hot member. The Tyrannosaurus Rex yelled loudly as pints of white fluid shot from the tip of its fat cock to splash onto the rocks below them. Once, twice, and then a third time, the big lizard rammed its shaft against her naked body, each time more of its semen ejaculated across the canyon, wetting the rocks below.
¿Y esto vende?
Sí, y mucho. Como las pioneras de este subgénero han dicho en algunas entrevistas, «entre las dos ganamos más dinero que un amigo mutuo que trabaja de ingeniero en Boeing». Ahí es nada.
¿Tienen calidad literaria? Pues no mucha, son relatos de entre quince y veinte páginas escritos a cuatro manos, con poca chicha y tirando de clichés. ¿Y qué interés pueden tener entonces? Pues, no sé, a mí no me gustan especialmente, pero entiendo que son algo distinto y que llama la curiosidad. Cada uno tiene sus gustos y son la mar de respetables.
¿Qué os parece a vosotros? ¿Os gustan este tipo de historias? ¿Os gustaría traducirlas? En el fondo, pensad que de todo se aprende, hasta de la anatomía de los dinosaurios y quién sabe cuándo nos puede hacer falta…
El diario de Ana Frank* es un clásico de lectura obligatoria en las escuelas, una obra inolvidable por muchos motivos. Por encima de todo, por el contexto histórico en el que se inscribe, pero también porque Ana es una adolescente muy normal. Es un diario en el que cuenta de forma natural lo que vive y lo que siente, su relación con los que la rodean y sus deseos… truncados al final.
Una de las primeras ediciones con el título original. Después se cambió a El diario de Ana Frank (Wikipedia)
Sin embargo, en 2013 y con la edición de una versión íntegra con motivo del 50 aniversario, descubrimos también su curiosidad por la anatomía femenina. Aquí va un pequeño fragmento (traducido del inglés):
Hasta que tuve unos once o doce años no me di cuenta de que teníamos otros labios dentro porque no se ven a simple vista. Lo más curioso es que pensaba que la orina salía del clítoris… Cuando estás de pie, lo único que se ve por delante es pelo. Entre las piernas hay dos cositas suaves y esponjosas, también cubiertas de pelo, que se juntan, de modo que no puedes ver lo que hay dentro. Al sentarte se separan; son rojizas y bastante carnosas por dentro. Por la parte superior, entre los labios mayores, hay un pliegue de piel que, si lo piensas detenidamente, parece una especie de botón. Eso es el clítoris.
Sí, fue muy descriptiva, y al parecer eso molestó a una madre de Michigan que interpuso una queja formal en el distrito escolar (y no fue la única). Como si más que el holocausto, fuera la autoexploración femenina lo que pudiera dejar traumatizada a su hija.
Gail Horek, la madre de la niña que en aquel momento estaba en séptimo curso, defendía que el diario era pornográfico y no debería enseñarse en la escuela. Se quejaba especialmente de este fragmento en el que Ana explora sus genitales, unos párrafos que su padre, Otto Frank, omitió cuando preparó el manuscrito para su publicación a finales de los años 40.
Otro fragmento de moralidad cuestionable, en su opinión:
Hay pliegues por todos sitios; es difícil de encontrar. El agujerito que hay debajo es tan pequeñito que no imagino cómo un hombre puede entrar ahí, ¡y menos aún cómo puede salir un bebé!
Pero dejando a un lado la censura, es importante tener en cuenta que estos fragmentos no son pornográficos. La pornografía es material que pretende excitar sexualmente y esa no era la intención de Ana cuando escribió a su confidente imaginaria, Kitty, para contarle este descubrimiento. Sin embargo, el motivo que da esta madre para quejarse en primer lugar es que estos pasajes incomodaron a su hija. Hasta cierto punto es comprensible, porque a esa edad todos somos impresionables y nos escandaliza hablar de sexo y de genitales, pero no es algo que nos traumatice.
Además, estoy segura de que hay chicas mayores que la autora en su momento que tampoco conocen sus genitales. Un ejemplo de esto se ve en Orange Is The New Black, donde le han dedicado al asunto varios fragmentos, como este: https://www.youtube.com/watch?v=Pk1A-0RsAiY y hasta una clase de anatomía: https://www.youtube.com/watch?v=SChcTUtyDR0.
¿No es mejor utilizar todos estos recursos que tenemos a nuestro alcance, la literatura en este caso, ya sea en forma de novela, diario, cómic, etc. para abordar estas cuestiones con naturalidad? Porque no hay mejor arma que estar informado, sobre todo cuando se trata de temas de salud. Ponerse las manos a la cabeza por cuestiones así no lleva a ningún lugar. De hecho, fragmentos como estos están escritos con gusto y describen algo que la mayoría de las niñas experimentan en algún momento u otro.
No obstante, en el trasfondo de todo esto hay algo más: a las mujeres se nos enseña de algún modo a avergonzarnos de los cambios por los que pasan nuestros cuerpos en la pubertad, a hablar de ellos en secreto e incluso a fingir que no existen. Sucede con mucha frecuencia en el caso de la menstruación, ese cambio de niña a mujer que tan en secreto se lleva. Una menstruación, además, que tiene que ser agradable y hasta… bonita. De ahí el hermoso y aséptico líquido azul en los anuncios de tampones y compresas, y la cantidad de eufemismos que tenemos para la regla o el periodo: tener la cosa, estar en esos días del mes, estar con el tomate (vale, este sería casi un disfemismo), etc.
En definitiva —porque tampoco quiero entrar en estos asuntos—, solo recalcar la importancia de la naturalidad cuando se habla de sexo y de anatomía. Y la importancia de no censurar al editar o traducir, de no mutilar las obras como se ha hecho en el pasado o bien prohibir su circulación.
Cándido, de Voltaire: confiscado en 1930 por la Aduana estadounidense por obscenidad.
Un mundo feliz, de Aldous Huxley: prohibido en Irlanda en 1932 por incluir referencias a la promiscuidad sexual.
Lolita, de Vladimir Nabokov: prohibido en Francia, Reino Unido, Argentina, Nueva Zelanda y Sudáfrica por su presunta obscenidad. Luego se hizo famosa la edición en cuya portada la niña chupaba una piruleta.
Madame Bovary, de Gustave Flaubert: a pesar de ser un clásico de la literatura, acusaron al autor de ofensa a la moral pública.
Ulises, de James Joyce: prohibido en Gran Bretaña y Estados Unidos durante los años treinta por su contenido sexual.
Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll: prohibida en un instituto estadounidense por contener referencias a la masturbación y las fantasías sexuales. Y prohibido en China en 1931 por el don del habla que tenían los animales.
En el caso de Ana Frank, este año se cumplen 70 años de su muerte y su diario sigue publicándose para que no olvidemos nunca su historia y el horror del que es capaz el ser humano, y eso es con lo que debemos quedarnos.
***
*El diario de Ana Frank se publicó por primera vez en España en 1955 con el título de Las habitaciones de atrás (Ed. Garbo, trad. María Isabel Iglesias).
El sexo vende, pero a veces hay que suavizarlo. Eso vimos en el artículo anterior, en el que repasamos el argot sexual y sus eufemismos. En esta ocasión nos centramos en otras formas de atenuación que trascienden lo puramente lingüístico: la censura y la autocensura, y las veremos aplicadas en literatura (novelas originales y traducciones) y en el mundo audiovisual.
«La traducción de las palabrotas o del lenguaje relacionado muy a menudo depende de las circunstancias históricas y políticas, además de ser un espacio de lucha personal, de disidencia ética y moral, de controversias religiosas e ideológicas, y de una cierta autocensura», describían con acierto Bou y Pennock en un artículo de 1992 sobre la traducción de Wilt, de Tom Sharpe.
Al traducir el sexo no solo está en juego la corrección gramatical o el léxico. Además de los significados reales de las expresiones relacionadas con el sexo, hay componentes estéticos, culturales, pragmáticos e ideológicos, así como una cuestión de ética lingüística.
La eliminación o atenuación de términos sexuales —o incluso la intensificación de los mismos— en la traducción suele traicionar la actitud personal del traductor sobre el comportamiento sexual humano y su verbalización. El traductor básicamente transfiere a su reescritura el nivel de aceptabilidad o la respetabilidad que concede a ciertas palabras o frases relacionadas con el sexo. Así pues, el análisis de la traducción del lenguaje sexual puede ser un indicador de la moral sexual de los traductores.
La traducción del lenguaje relacionado con el sexo es un terreno fértil para la articulación de censuras oficiales y también de una multiplicidad de autocensuras. En el siglo XXI no hay un estado aparente de censura puesto que se traducen miles de libros todos los años y la literatura erótica o pornográfica se distribuye sin problemas —al menos de forma patente—, pero tal vez sí podamos encontrar casos de autocensura del propio traductor o del editor, que sigue una determinada línea editorial.
1. La autocensura
Dice Santaemilia en un artículo que «las autocensuras pueden incluir todo tipo de omisión, atenuación, tergiversación, (des)ajuste del original, etc. Incluso hoy en día, y a pesar del martilleo publicitario sobre géneros tan liberados y desinhibidos como la llamada chick lit o literatura para mujeres, la sorpresa acecha en cualquier rincón».
Para ilustrarlo, toma varios ejemplos de una novela de este género. En Maggie ve la luz (2003), la traducción española de Angels (2002), de Marian Keyes, una de las reinas del chick lit, notamos la eliminación, aquí y allá, de algunas expresiones como It’d be like licking a mackerel; lick someone’s mackerel; you’re a lickarse; narky bitch; así como la eliminación de algunas referencias explícitas al lesbianismo; o de ciertos usos de fuck como intensificador.
Comenta Santaemilia que dichas eliminaciones pueden atribuirse a un cierto autocontrol por parte de la traductora, o a cierta reserva sobre las alusiones sexuales. Sin embargo, lo que no se entiende es que en ese mismo libro, la traductora española omitiera un fragmento de 1 006 palabras en que la autora hace una comparación satírica entre el desarrollo de una misa en Los Ángeles y en la Irlanda archicatólica. ¿Por qué? ¿Se puede hablar de un descuido en este caso?
«El ejercicio de la autocensura se presta a diversas interpretaciones: reservas morales o éticas, autocontrol, libre ejercicio de la manipulación del texto original, etc. En todo caso, y para referirnos a la traducción de las alusiones sexuales en la literatura, habremos de convenir que traducir –y traducir el sexo quizá más aún– constituye un ámbito muy sensible, sujeto a posibles censuras, autocensuras, prejuicios o posturas ideológicas muy definidas. La traducción interlingüística no es, en modo alguno, una actividad transparente.»
Algo parecido sucede con la traducción de El guardián entre el centeno (1978), que carece de la mayoría de sus rasgos coloquiales, tales como blasfemias o improperios relacionados con el sexo. Sirva como ejemplo este fragmento estudiado por Santaemilia en otro de sus artículos:
Fragmentos de la versión original y la traducida en 1983.
Sorprende que el fragmento traducido sea más corto (cuando suele ser al contrario) y que se hayan eliminado esas expresiones, que aunque no estén tan cargadas de significado como otras, le dan mucho color al texto y son un rasgo de los personajes de Salinger. ¿Sería algo consciente o inconsciente? ¿Sería autocensura por parte del traductor o tal vez una directriz editorial?
2. La censura
Más allá de las preferencias y los reparos personales encontramos la censura propiamente dicha. Antiguamente eran los tribunales eclesiásticos los que tenían competencia sobre las publicaciones eróticas y pornográficas, en algunos países hasta bien entrado el siglo XX, en colaboración con otras instituciones.
Por lo que respecta a la literatura, había muchas dificultades para publicar obras eróticas (el editor se arriesgaba a ganarse una buena multa) y en materia de traducción podemos imaginar que muchas obras tardaran en traducirse o no se tradujeran directamente.
2.1. La censura en España
Los peores años de a censura en España se deben a Arias Salgado —en su faceta de ministro de Educación y Turismo—, que compartía con Franco una auténtica obsesión por salvar a los españoles de las llamas del infierno; un periodo ominoso que duró hasta la supresión de la censura en 1977.
En nuestro país, sexo y religión aparte, tampoco gustaba que el cine y la literatura circularan en los «idiomas regionales». El doblaje obligatorio ayudaba mucho a cambiar diálogos considerados inoportunos, libertarios o pecaminosos, y esto muchas veces llevaba a la incomprensión de las relaciones entre los personajes: convertían a esposos en hermanos (Mogambo), palabras de amor desesperado en ferviente oración (Las nieves del Kilimanjaro) o al marido en padre (El ídolo de barro), entre otros ejemplos que veremos al final del presente artículo.
En cuanto a literatura, el sexo y la política eran los temas que más ocupados tenían a los censores, muchos de ellos grandes escritores como Cela que, paradójicamente, tuvo que publicar La colmena en Buenos Aires primero y en España diez años después porque los censores querían suprimir todas las alusiones sexuales. El franquismo censuró a célebres plumas como Larra, Espronceda, Galdós, Valle Inclán, Jovellanos, Machado y Blasco Ibáñez.
Veamos a continuación otros casos célebres.
2.2. Algunos libros prohibidos
En el siglo XIX se prohibió la edición y venta de obras pornográficas y eróticas en el Reino Unido. Uno de los libros más prohibidos, perseguidos y censurados de la historia es Fanny Hill: Memoirs of a Woman of Pleasure (popularmente conocida como Fanny Hill), de John Cleland. De hecho, se la considera «la primera prosa pornográfica inglesa; la primera pornografía que usa la forma de novela».
Se armó tal revuelo tras su publicación en 1748 que las autoridades se apresuraron a condenarla, pero su éxito clandestino fue enorme hasta que su edición legal fue aprobada en Reino Unido en 1970. Fanny Hill no se tradujo hasta 1976. [Si os pica la curiosidad, podéis leer algunos fragmentos aquí: http://alamordelalumbre.es.tl/Fanny-Hill,-fragmentos–k1-John-Cleland-k2-.htm]
El amante de Lady Chatterley (1950) fue otro de los grandes perseguidos. Penguin publicó esta obra de D. H. Lawrence tal cual y no gustó que hubiera tantos fuck que, aunque es un término documentado antes de 1500, los poderes establecidos consideraban impublicable. Sucedía lo mismo con la palabra cunt, palabra tabú casi por excelencia en el mundo anglosajón.
Ni que decir tiene que la publicación se agotó. Sin embargo, en cumplimiento de la Ley sobre Publicaciones Obscenas de 1959, Penguin fue llevada a juicio. Durante el juicio, la editorial usó el argumento de que los libros con valor literario no podían ser obscenos. Al final, Penguin acabó absuelta.
En Azotes y caricias (2013) explican que «en juicios posteriores contra creaciones literarias de carácter erótico se dio luz verde hasta a obras pornográficas sin ningún valor artístico. Hoy vale casi todo menos la pornografía violenta o la pedófila» y nos ofrecen un listado de obras que han acabado con prohibiciones a lo largo de los años:
Cándido, de Voltaire: confiscado en 1930 por la Aduana estadounidense por obscenidad.
Un mundo feliz, de Aldous Huxley: prohibido en Irlanda en 1932 por incluir referencias a la promiscuidad sexual.
El diario de Ana Frank, de Ana Frank: vetado en los colegios de Virginia por una serie de quejas por sus «temas sexuales».
Lolita, de Vladimir Nabokov: prohibido en Francia, Reino Unido, Argentina, Nueva Zelanda y Sudáfrica por su presunta obscenidad. Luego se hizo famosa la edición en cuya portada la niña chupaba una piruleta.
Madame Bovary, de Gustave Flaubert: a pesar de ser un clásico de la literatura, acusaron al autor de ofensa a la moral pública.
Ulises, de James Joyce: prohibido en Gran Bretaña y Estados Unidos durante los años treinta por su contenido sexual.
Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll: prohibida en un instituto estadounidense por contener referencias a la masturbación y las fantasías sexuales. Y prohibido en China en 1931 por el don del habla que tenían los animales. En fin…
El autor de Azotes y caricias hace una mención especial al Opus Dei, que tiene un listado de 60 000 libros prohibidos en el que se encuentran obras como El extranjero, de Camus o Ética para Amador, de Fernando Savater.
3. La censura en el cine
La censura en el cine ha ocupado miles de páginas y ha sido tema central en multitud de obras, de modo que solo veremos algunos casos. En general, no obstante, se observa en los censores un odio especial por temas religiosos y moralmente reprobables, pero también por las cuestiones políticas que no cuadraran con la ideología franquista. Por ejemplo, en La torre de los siete jorobados (1944), los croupiers de la ruleta no podían cantar «rojo» al final de las jugadas sino «colorado». En Casablanca (1942), los censores borraron el pasado de Rick (Humphrey Bogart) como combatiente en la guerra de España y cualquier mención a sus tendencias republicanas, claro.
Pero no solo eliminaban y cambiaban, en ocasiones también añadieron, como en Ladrón de bicicletas (1948), a la que añadieron una voz en off consoladora ante el panorama desolador con el que terminaba la película:
Mogambo (1953)
El caso de la censura en Mogambo es muy especial. Como nos explican en GuionOriginal, la película «sufrió la censura franquista por la infidelidad de Grace Kelly hacia su marido. La censura no podía consentir que Clark Gable sedujese a una mujer casada, y para solucionarlo decidieron modificar el guion y por consiguiente el doblaje, haciendo creer que Donald Sinden y Grace Kelly no estaban casados, sino que eran tan solo hermanos». Me los imagino valorando la gravedad del adulterio y del incesto y decidiendo al final que hacerlos pasar por hermanos tampoco era para tanto.
Bueno, juzgadlo vosotros mismos en este fragmento:
Al parecer, les debió de gustar porque los censores volvieron a hacerlo en El ídolo de barro (1949), una película de boxeo con Kirk Douglas como protagonista. En este caso convirtieron a una pareja casada en padre e hija para tapar la infidelidad de la esposa.
Las lluvias de Ranchipur (1955)
En esta película Lana Turner, una mujer casada, se encapricha de un apuesto galán hindú, Richard Burton. En la versión original, al marido le ataca un tigre y acaba malherido. En la española, se eliminaron todas las escenas posteriores en las que sale el actor para sugerir que ella está viuda y, por tanto, no es pecaminoso su flirteo con el galán.
Arco de triunfo (1948)
En Strambotic nos explican que esta película, protagonizada por Ingrid Bergman y Charles Boyer, tuvo también su dosis de infidelidad «salvo en España, donde el doblaje censor hizo de las suyas. En una de las escenas, a Bergman le preguntan por el hombre que la acompaña, a la sazón, su amante: “¿Es su marido?”, a lo que ella niega con la cabeza mientras de sus labios sale un claro y nítido “Sí”».
La condesa descalza (1954)
El personaje central (Ava Gardner) mantiene una relación extramatrimonial porque su marido es impotente. Una vez más, el doblaje alteró las relaciones; el marido pasó a ser hermano, y así la condesa no muere a manos del marido que descubre el adulterio sino a manos de su hermano, que considera pecaminosa una relación prematrimonial
Y hasta aquí el repaso a la censura y la autocensura, temas que dan para mucho más que una mera entrada de blog. ¿Conocéis algún ejemplo más de censura o autocensura en obras literarias o audiovisuales? ¿Os habéis encontrado algún fragmento chocante o bien omisiones en algún libro?