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En la luna de Babel

~ Blog sobre lenguas y traducción

En la luna de Babel

Publicaciones de la categoría: Censura

¿Envejecen los libros y las películas?

04 lunes Jul 2016

Posted by enlalunadebabel in Censura, Cine, Traducción, Traducción audiovisual, traducción literaria

≈ 2 comentarios

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censura, doblaje, modernización, obras clásicas, retraducción, Se7en, traducción audiovisual, traducción literaria

…y no solo por el paso del tiempo en sí —el mismo que nos marchita la frente y platea nuestra sien—, sino por el contenido mismo.

En general las obras originales no suelen modificarse al reeditarse, a no ser que se le añada un nuevo prólogo o unas notas al pie o se haga una edición comentada, pero los retoques sí suceden de forma más habitual con las traducciones.

La retraducción

Hay muchas obras, clásicas y no tan clásicas, que han tenido varias traducciones con el paso del tiempo. ¿A qué se debe? Dice David Paradela en un artículo en el Centro Virtual Cervantes: «Retraducimos por los motivos siguientes: por capricho; por rifirrafes de derechos; por haberse realizado por lengua interpuesta la versión anterior; porque la traducción existente ha envejecido. […] Pero el caso típico, más comentado y más proclive a la repetición de lugares comunes es el cuarto, el de las traducciones viejas. Pero ¿qué es una traducción vieja? Hoy en día, hasta la pescadera repite que las traducciones deben repetirse cada equis años, porque «la lengua de la traducción envejece mientras que la del original no», cosa que, a priori, no acabo de entender (¿la lengua del Guzmán de Alfarache no ha envejecido?)».

Y me parece una reflexión muy acertada. Coincido con David en que la traducción es fruto de su tiempo, en general el mismo que la obra original, y que no por ser vieja deja de ser válida. También coincido en la necesidad de realizar una nueva traducción cuando la primera tiene deficiencias, como comenta él mismo en el caso de retraducir a Malaparte, «cuyos traductores de los años cuarenta y cincuenta tienen lagunas de bulto en italiano, porque planchan metáforas decisivas y domestican una sintaxis a veces caprichosa, porque no identifican ciertos referentes (no saben lo que es un basso napolitano) ni algunos deslices ortográficos del autor (el palacio presidencial de Helsinki está edificado a la manera de Engel, no de Engels), porque sufrieron la censura franquista (el capítulo de la virgen de Nápoles en La piel es el más flagrante: podado resulta simple y llanamente incomprensible), porque aplicaron criterios que ya no compartimos (como llamar Santa Teresita de los Españoles a la napolitana vía de Santa Teresella degli Spagnoli), pero no porque su lengua estuviera vieja, enmohecida o dificultara el disfrute del texto».

Sin embargo, otras voces defienden la retraducción por cuestiones de lengua y estilo, como Juan Manuel Ortiz en Retraducir, una nueva mirada: «Retraducir es en suma una necesidad engendrada por el hecho de que la traducción perfecta es inaccesible, por lo que esta se convierte entonces en una utopía en pos de la cual el mundo de la cultura no deja de progresar y de buscar nuevos caminos de expresión. […] Cada época tiene un gusto y una manera de concebir la lengua y la literatura, desde luego, pero a mi modo de ver es la exigencia de los lectores avezados lo que ofrece el impulso para continuar adelante en el establecimiento definitivo de sus clásicos procedentes de otras lenguas».

Modernizando que es gerundio

Algo que me ha sorprendido últimamente en la traducción de una colección de libros infantiles, cuyos volúmenes he traducido al catalán, es no ya la retraducción en sí, que sospecho tiene que ver con motivos puramente económicos —es una editorial distinta a la que publicó los libros veinte años atrás—, sino el afán de querer modernizarlos.

Estos libros, publicados en los años ochenta y noventa, solían tener referencias tecnológicas de la época como los cartuchos primero, los disquetes después o las cintas de VHS. Pues bien, me llevé una sorpresa al ver que en la nueva traducción al castellano habían modernizado estos conceptos, por lo que los niños compraban los videojuegos en DVD o se los bajaban de Internet. Lo pregunté a uno de los traductores al castellano y él no había recibido consigna alguna de cambiar estos términos, con lo que supongo que es una decisión que tomaría la editorial de forma unilateral.

No pregunté al editor, pero imagino que debe de ser para que quede más «fresco» para el chaval de ahora. No obstante, me parece mejor conservar estos elementos porque, al fin y al cabo, el icono de «guardar» de Word viene de algo y si no se sabe qué es un floppy o un discman, pues se busca y ese conocimiento que uno se lleva, ¿no?

Llevo dándole vueltas a esto desde hace un mes, que he estado trabajando en la traducción de otra novela juvenil repleta de juegos de palabras y referencias culturales. En ella se habla de programas recientes como Jersey Shore y The Voice, así como de libros y videojuegos en formatos muy específicos. Si tan ancladas están las referencias a los últimos años, ¿por qué cambiarlas? Toda obra se enmarca en una zona y una época determinada y cambiar elementos solo por hacerle un lifting es traicionar aún más el libro, novela, película, etc.  

Modificar estas cosas se ve más y de forma más surrealista cuando se piensa en una película. Pongamos Se7en, que tuve el placer de comentar este pasado sábado en los cines Phenomena con dos grandes de los podcasts de cine (Carne de Videoclub y Sin Audiencia). Descubren a John Doe, el asesino, por los libros que sacaba de la biblioteca (porque el FBI tenía control sobre algunos volúmenes en particular). No sé, pero ahora me lo imagino bajándoselos en formato eBook en alguna plataforma o incluso descargándoselos ilegalmente… y la película sería muy distinta. A lo mejor ni lo descubrían, vaya, y la película al garete.

Con las películas veo más justificado un nuevo doblaje que deshiciera el desaguisado que la censura provocó en muchos largometrajes, algo que ya comenté en la entrada Sexo oral y escrito II. (Auto)censura.

Cuando el original evoluciona

El tema cambia cuando hablamos de una obra didáctica. Entiendo que en muchos casos hay que adaptarse a los nuevos tiempos si, por ejemplo, se quieren eliminar ciertas referencias y abarcar más opciones, ya sean religiosas, sexuales o de género.

Un buen caso es el de Richard Scarry, autor e ilustrador de unos 250 libros infantiles que traspasaron fronteras y se tradujeron a varios idiomas. Algunas de sus obras, puros clásicos, han ido cambiando con el paso del tiempo, pero hay un libro en cuestión donde los cambios son más apreciables: Best Word Book Ever.

Veamos algunas de estas modificaciones:

  1. Resumen en la cubierta

Toda una declaración de intenciones y buen resumen de lo que encontraremos en el interior: los hombres también entran en la cocina (y no solo para picotear), también hay mujeres policía y las mujeres no son las únicas encargadas del cuidado de los niños, por ejemplo.

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  1. La belleza como personaje

Los auxiliares de vuelo pueden ser tanto hombres como mujeres —de un tiempo a esta parte observo un menor uso de «azafata» en documentaciones y contextos específicos— y, al igual que los pilotos, no es necesario que sean atractivos.

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Lo mismo en la escena del incendio. Los mininos del montón también tienen derecho a ser rescatados.

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  1. Sensibilidad religiosa

La Navidad no es lo único que se celebra en invierno y en futuras ediciones incluyeron la menorá para aquellos que celebran Janucá (a mí no me miréis, lo dice la Fundéu).

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  1. Repartirse las tareas

Ya lo veíamos en la cubierta, pero en el interior hay muchos más casos, como este. Un cambio sutil que refleja bastante. No necesariamente es la madre quien prepara el desayuno, aunque sí sea algo habitual. Ya sabéis, lo típico de madre cuando te llama y dices «¡Voy!» y te responde con sorna «Voy, voy, pero quieto me estoy».

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También vemos al padre con la sartén en la mano y en plena faena, que para algo hay dos fogones también.

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  1. Profesiones inclusivas

Ya hace bastante tiempo que todas las profesiones terminadas en -man/-woman (policeman, policewoman) del inglés cambiaron la forma para abarcar los dos géneros sin discriminar (police officer). En las nuevas ediciones no solo lo tuvieron en cuenta, sino que añadieron otras profesiones, también ilustradas con mujeres, como scientist.

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  1. Respeto a los nativos americanos

En su lucha contra los estereotipos, las nuevas ediciones omiten al indio americano ataviado con las plumas típicas. Así pues, dejan solamente una ilustración para la «i» de ice cream.

8_scarry_indian

 

¿Y vosotros qué pensáis? ¿Creéis que hay que ir retraduciendo los clásicos porque la traducción envejece? ¿Sois partidarios de modernizar las obras originales?

***

  • Retraducir, de David Paradela: http://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/marzo_12/06032012.htm):
  • Traducción y retraducción, de Juan Manuel Ortiz: http://enedelate.blogspot.com/2009/10/traduccion-y-retraduccion.html
  • Retraducir, una nueva mirada, de Juan Jesús Zaro y Francisco Ruiz Noguera (Ítaca, 2007): https://books.google.es/books?id=MVgYzYTAbIwC&pg=PA35&lpg=PA35&dq=necesidad+retraducir&source=bl&ots=PVATCVUe_v&sig=GanZ8L0YI89jaWAn_HEh9IbF41U&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiIm6bsgNfNAhXJ1RQKHTKUBEoQ6AEIJzAC#v=onepage&q=necesidad%20retraducir&f=false
  • 8 changes that were made to a classic Scarry book to keep up with the times: http://www.upworthy.com/8-changes-that-were-made-to-a-classic-richard-scarry-book-to-keep-up-with-the-times-progress  

La censura como estrategia de traducción

11 lunes Abr 2016

Posted by enlalunadebabel in Censura, Traducción, Traducción audiovisual, traducción literaria

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censura, censura en el cine, censura lingüística, Clean Reader, insultos, lenguaje soez, neutralización, palabras malsonantes, traducción erótica

¿La censura como estrategia de traducción? No lo es o no debería serlo, por supuesto, pero ahí está en mayor o menor medida. Algunas veces será por desconocimiento pleno del original —algo que a estas alturas me extraña, puesto que lo más censurable, como los tacos, es lo primero que uno aprende en un idioma—, pero muchas veces se debe a factores externos que pueden resumirse en uno: exigencias de quien nos encarga la traducción.

Bolkins. Getty Images

Bolkins. Getty Images

He observado este fenómeno en traducción editorial, sobre todo en novelas eróticas, cuyo lenguaje no puede ser extremadamente soez, aunque el original sí lo sea, o en traducción audiovisual. Pienso, por ejemplo, en esos realities que por la flexibilidad de su emisión no pueden ser demasiado soeces si se emiten en horario protegido, si bien es cierto que muchos —especialmente los programas con voces superpuestas— van ya censurados de serie con un pitido que indica la omisión de lo malsonante. También es algo que debe tenerse en cuenta en la traducción de videojuegos, que se rigen por el PEGI, el sistema europeo para clasificar el contenido de los mismos en cuanto a violencia, sexo, lenguaje soez, etc.

Personalmente, es un tema que me apasiona, como ya sabréis si seguís el blog porque he hablado de estos temas en multitud de ocasiones, ya fuera la censura en el cine y en la literatura o la traducción del lenguaje soez.

Hoy veremos algunos ejemplos de omisión o neutralización de fragmentos obscenos y soeces para ver qué implicaciones tiene manipular una obra y cómo afecta a la comprensión del texto. La mayoría de estos casos están extraídos de El delito de traducir, de J. C. Santoyo, cuyo capítulo sobre la censura de lo soez no podría empezar de mejor manera:

Fragmento de El delito de traducir

Fragmento de El delito de traducir

Traducciones suavizadas en el doblaje

En su libro, Santoyo nos ilustra con multitud de ejemplos de películas dobladas y subtituladas, cómo se modifican las palabras más delicadas o cómo se llegaron a eliminar totalmente del guion original los términos y expresiones más soeces. Claro está, la mayoría de estos casos son de películas antiguas que coinciden con la etapa franquista. Ahora mismo, no imagino qué hubiera pasado con Pulp Fiction si le hubieran quitado todos los fuck o, más recientemente, si se hubieran eliminado todas las referencias sexuales y escatológicas en Deadpool.

  • En los diálogos de Un tranvía llamado deseo (Elia Kazan, 1951) la palabra «prostituta» se tradujo por «extravagante».
  • En Soldado Azul (Ralph Nielson, 1970), la palabrota repetida a lo largo de toda la película por la protagonista, Candice Bergen, es  «fuck!», que aquí se tradujo como  «¡puñeta!».
  • En la comedia Juventud sin esperanza (Milos Forman, 1971), había una canción en la que solo se hablaba de «fucking» y se tradujo por «besar».

Al final, como dice Ramón Berenguer en una Fotogramas de 1977, «el doblaje nos ha acostumbrado al «hijo de perra», a la «cualquiera», al «fornicar» o al «afeminado» cuando la censura ha intentado suavizar los términos más contundentes que se utilizan en la vida cotidiana». Y eso por no hablar de los tijeretazos que se llevaron muchas otras películas directamente en el metraje.

Como anécdota reveladora del poder traductor de la censura en la España de Franco, Luis Alonso Tejada explica que «en los diálogos había que sustituir las enérgicas y raciales interjecciones de connotación sexual como «coño», «carajo» y «joder» por eufemismos ñoños como «córcholis», «caray» y «jolín». En el colmo de la estupidez, los censores tomaron durante un tiempo la costumbre de tachar la palabra «moño», por entender que su fonética era equívoca y podía dar lugar a peligrosas erratas involuntarias».

Precisamente en cuanto a la fonética acabo de descubrir una anécdota: durante un tiempo se prohibió pronunciar la palabra «pizza» porque se prestaba a equívoco. Supongo que por aquel entonces muchos lo pronunciarían como aún hoy hace mi abuela de Alicante: picha.

A ver por dónde corto

A ver por dónde corto

La censura en las traducciones literarias

En literatura abundan los ejemplos de censura y no siempre se conoce el origen de dicha transgresión, si fue por mojigatería del traductor, exigencias del editor o del censor. Carmen Toledano, en La traducción de la obscenidad (La página ediciones, 2003) apunta a los distintos métodos de censurar. En general, en muchas obras antiguas, se refleja de forma léxica omitiendo o atenuando términos, o bien transformando la pragmática de estas maneras:

  1. Mediante la eliminación de pasajes.
  2. Mediante la eliminación de episodios, que suele implicar una transformación semántica para hacer más aceptable el texto.
  3. Mediante la incorporación de comentarios puestos en boca del traductor a acciones u opiniones que, sin ellos, resultarían transgresoras para el nuevo lector.

A nivel léxico, Buendía da algunos ejemplos de obras clásicas como Tom Jones o el Exposito (M. Enrique Fielding, traducida del francés por Don Ignacio de Ordejón en 1796), Pamela Andrews o la virtud premiada (Tomas Richardson, 1799) o Aventuras de Robinson Crusoe (Danel Defoe, 1849, traducida por Don José Alegret de Mesa):

  • Are you frightened by the word rape? ☛ ¿Os espanta la palabra sola de rapto*? (Tom Jones)
  • …should not a gentleman prefer an honest servant to a guilty harlot? ☛ ¿No debería un caballero preferir a una criada honrada a una que no lo fuese? (Pamela)
  • And then, in a sweet and easy accent, with his arms about me as we walked, he sung me the following verses… ☛ …é inmediatamente empezó á decir los versos sin dexar de continuar el paseo… (Pamela)

*Acerca de esta palabra, la traductora Itziar Hernández comenta con acierto que no se trata de ninguna atenuación, sino que en la época en que se escribió la obra, ese era el sentido de la palabra original y, por lo tanto, la traducción es la correcta. En efecto, algunas palabras no conservan el mismo significado con el paso del tiempo y este es un buen ejemplo.

En Pamela, por ejemplo, se eliminaron todas las referencias a gestos de afecto: «Give me your hand», «He clasped me to him with ardour» y los apelativos cariñosos con los que el hombre se dirige a su amada: «dear, good girl», «my charming girl», «My angel!», etc. Y hasta se omitieron episodios enteros.

Y no solo por puro decoro; por cuestiones religiosas también se han dado ejemplos de censura. En Robinson Crusoe se omitieron o suavizaron todas las referencias negativas que Robinson expresaba sobre la religión católica.

También tenemos ejemplos con obras algo más recientes. Tal es el caso de la traducción del Diario de Ana Frank al alemán, según relata André Lefevere en Traducción, reescritura y la manipulación del canon literario (Ediciones Colegio de España, 1997). Además de la edición previa —por no hablar de retoques o directamente censura— que hizo el padre de Anne antes de publicarlo, la traducción al alemán presenta problemas de comprensión del original y cambios voluntarios de reescritura.

Anneliese Schütz, periodista alemana amiga de la familia, suavizó términos y expresiones no solo sexuales, sino también connotaciones políticas que podían molestar al lector alemán. La traductora misma lo dijo en una ocasión: «Un libro que se quiere vender bien en Alemania no debería contener insultos dirigidos a los alemanes».

Por ejemplo, en un pasaje en el que Anne habla de la persona que podría descubrir su escondite, se lo imagina como «een reus en hij was zo’n fascist als er geen bestaat» [un gigante, y era tan fascista, no existe nada peor]. En alemán, se convirtió en «einen unüberwindlichen Riesen [un gigante invencible]. Y así con otros cambios para hacerlo más cómodo para el lector alemán y que no disminuyeran las ventas.

Desde luego, la política es un tema espinoso y si no, que se lo digan a la escritora italiana Elisa Morante, que denunció que habían amputado varios fragmentos de su novela, La Storia, en la traducción al español. Y aquí va un fragmento muy claro:

Censura política en La Storia

Censura política en La Storia

Santoyo da algunos casos más de censura en literatura, esta vez en cuanto a sexo y funciones corporales. En Matadero Cinco de Kurt Vonnegut (Editorial Bruguera, 1977), reparó en el siguiente fragmento:

«¡Cielos! El reloj ha sonado…  / ¡Maldición!, y mi suerte se ha truncado.

Billy encontró el verso tan cómico que…»

¿Qué hay de cómico en ese verso? Pues en la traducción poca cosa, pero el original era otro cantar:

«Goodness me, the clock has struck  / Alackaday, and fuck my luck.

Billy found the couplet so comical that…»

Y lo mismo con un limerick del mismo volumen:

«Había en Estambul un joven

que así interpelaba a su herramienta:

Me quitaste la salud

y mi hacienda arruinaste,

y ahora todo es poco para ti, vieja loca»

En efecto, algo cojo queda y más tratándose de unos versos humorísticos. El original rezaba:

«There was a young man from Stamboul,

Who soliloquized thus to his tool,

You took all my wealth,

And ruined my health,

And now you won’t pee, you old fool!»

Unos versos que Santoyo reproduce de esta manera para conservar el tono:

«Había un joven de Estambul

que así hablaba a su herramienta:

Te llevaste toda mi riqueza,

y echaste a perder mi salud,

y ahora no quieres mear, vieja loca».

Como él mismo comenta, en estos casos es muy difícil saber a quién atribuir estos cambios, si al traductor o a la censura, que tachó con lápiz rojo una traducción buena y obligó a suavizar las palabras.

Censúrate con Clean Reader

Al hilo de las omisiones o planchado de expresiones soeces o sexuales, es conveniente hablar de una aplicación que dio que hablar en Estados Unidos hace ya un tiempo: Clean Reader. Actualmente ya no hace falta un señor que subraye en rojo: lo puede hacer uno mismo.

Clean Reader es una aplicación que, cual madre protectora que te tapa los ojos cuando sale una escena de sexo en pantalla, te permite no ver o ver una versión suavizada de los términos más soeces. A modo de ejemplo, aquí van algunas de las palabras malsonantes y los equivalentes que muestra en pantalla en su lugar.

Palabra malsonante Sustitución
shit crap
ass butt
asshole jerk
sex love
sexy lovely
vagina bottom
pussy bottom
cunt bottom
penis groin
bastard jerk
hell heck
fucking freaking
damn darn
fucker idiot
badass tough
breast chest
piss pee
bitch witch
oh my God oh my goodness
wiener groin
Jesus gee
boobies chest
cum juice
whore hussy
Christ gosh
bullshit crap
pissed angry
Jesus christ geez
fucking hell freaking heck
fuck freak
prick groin
slut hussy
goddamn dang
blowjob pleasure
fucked screwed
damnit darnit

En una disparidad digna de estudio, las siguientes palabras no se consideran profanas (aún): squirt, spurt, orgasm, goddamnit, horniness, semen, suck, condom, manhood, clit, nipple, Good Lord, God, erotic, half-assed, naked, sensual y sexual. ¿Por qué sexy y sex son malas palabras, pero sexual no? Quién sabe.

Sin embargo, las modificaciones cambian mucho más de lo que se piensa en un principio. Si os habéis fijado, para los genitales femeninos usan bottom, que es anatómicamente incorrecto y al final ofrece resultados tan surrealistas (y verídicos) como este:

«Where shall I [freak] you, Victoria? Where do you want my [groin]?»

«I want it in . . . my [bottom].»

Al final, lo que en un principio era un acto sexual de penetración vaginal, ha pasado a ser anal… y dudo que fuera esa la intención de los castos creadores de la aplicación.

Sin embargo, los desarrolladores están en todo e incluyen tres modos según los niveles de profanidad: el modo clean bloquea las palabras más fuertes que, sobre todo, incluyen todas las F-words (fuck, fucking, fucker, etc.), el cleaner va un paso más allá y limpia un poco más (que dé esplendor ya lo dudamos) y, por último, el squeaky clean, que es el nivel más restrictivo y elimina casi todas las palabras malsonantes y términos raciales hirientes.


Como muchos otros, no entiendo que se pueda jugar tan alegremente con la obra de los demás, pero los creadores de la aplicación dicen que no violan los derechos de autor porque no se realizan cambios en el archivo que contiene el libro.

Según dicen, la aplicación:

  • no elimina ninguna palabra del libro,
  • no cambia ninguna palabra del libro ni la sustituye por alternativas,
  • no censura ninguna obra, ni limita la capacidad del usuario de leer el libro de la forma en que la proporcionó el autor o editor,
  • no cambia el significado de ninguna frase o texto.

Hemos recorrido un largo camino desde la publicación de algunas obras editadas, como la colección Family Shakespeare del siglo XIX para la que se «limpiaron» los clásicos de Shakespeare para hacerlos más apropiados para niños (y no tan niños). Actualmente parece que para suavizar textos obscenos basta con descargarse una aplicación.

cleanreader.f1eaa103641.original

¿Y qué opinan los escritores? Pues que sí es una intromisión en su obra y muchos han pedido que eliminen sus libros del catálogo que incluye la aplicación. Una de ellas es Joanne Harris, autora de Chocolat, que lo deja muy claro: «Todos aquellos que trabajan con las palabras son conscientes del poder que tienen estas. Si se saben usar las palabras correctamente, se puede conseguir casi cualquier cosa. Alterar lo que está escrito, por mucho que no nos gusten ciertas palabras y frases, es censurar. […] Ya hemos pasado por esto antes y debemos saber a dónde nos va a llevar esto ahora. Se empieza borrando algunas palabras y se acaba pegando hojas parra en las estatuas».

joanne2

Estoy muy de acuerdo con Joanne Harris: al pan, pan y al vino, vino. Si el autor quiere decir X, ¿quién es nadie para tocar nada? Y en el caso de las traducciones, si lo que se pretende es crear un efecto análogo en el destinatario de la traducción, que reciba la obra (película, novela, cómic, etc.) como lo haría el destinatario del original, ¿por qué vamos a suavizar lo que no es suave de serie?

***

Fuentes:

  • Santoyo, J. C. El delito de traducir. Universidad de León. Secretariado de Publicaciones, 1996. Tercera edición.
  • Toledano García, Carmen. La traducción de la obscenidad. La página ediciones, S.L., 2003.
  • Why I’m saying fuck you to Clean Reader, de Joanne Harris.
  • A quickie roundup of Clean Reader stuff, de Chuck Wendig.

Enseñar la igualdad a los niños

06 miércoles Ene 2016

Posted by enlalunadebabel in Aprendizaje, Censura, Literatura, Medios de comunicación, Off topic

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chistes machistas, cuentos, docencia, educación, igualdad, lecturas infantiles, Libsa, machismo, paridad, sexismo

Como muchos sabréis, además de traducir, trabajo con niños desde hace más diez años. Me encanta salir del despacho y alejarme de la tiranía que nos impone el ordenador a los traductores autónomos, para moverme un poco, socializar y, sí, aprender de ellos también.

Durante todo este tiempo he visto mejoras en cuanto a juguetes y a libros infantiles. Nuevos materiales y mejor adaptados a la par que instructivos. En este sentido, las editoriales vienen pisando fuerte con libros más modernos, atractivos e inclusivos.

LIBROS Y JUGUETES PARA LA IGUALDAD

Ha habido nuevas iniciativas para enseñar a los pequeños nuevas realidades y explicar que hay varios tipos de familia, por ejemplo. Muestra de esto es el libro Nicolás tiene dos papás, el primer cuento infantil chileno sobre diversidad sexual y familias homoparentales, y que podéis leer íntegramente aquí:

Como pasa con otros ámbitos, la discriminación que sufren los niños hijos de familias homoparentales proviene principalmente de los adultos, pero no son los niños quienes discriminan en primera instancia. Libros de este tipo ayudan y mucho a normalizar estas situaciones para evitar depresión y acoso, entre otros.

Existen otras iniciativas, como las de las editoriales madrileñas Egales y NubeOcho. Ambas publican de forma conjunta la serie Egalité, que agrupa historias que fomentan la igualdad y ayudan a comprender no solo la diversidad sexual, sino también la racial con cuentos como El lapicero mágico, La princesa Li y Mi papá es un payaso.

Los juguetes también han ido cambiando con el tiempo, aunque seguimos encontrando ejemplos de sexismo como este.

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Sin embargo, no todo está perdido. El año pasado, Toy Planet editó un catálogo de Navidad en el que daba una imagen igualitaria porque, como dicen: «[…] entendiendo que cada persona es diferente, los niños eligen unos u otros dependiendo de sus gustos, no de su sexo».

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Hace un tiempo leí por algún lado que, si para jugar con un juguete no se usan los genitales, da igual para quién sea y si se usan es que no es para niños. No podría estar más de acuerdo.

También me sorprendió gratamente descubrir las muñecas inclusivas de la empresa británica Makies, nacidas a partir de la campaña #ToyLikeMe, que se lanzó a mediados de junio de este año en Facebook. Dicha campaña fue promovida por un grupo de personas con discapacidad que querían cambiar los juguetes convencionales para hacerlos más inclusivos. El resultado han sido estas preciosas muñecas.

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MICROMACHINES PERO MACROMACHISMOS

Pero siempre hay excepciones y esta misma semana lo comprobé al ver una publicación en Facebook de una compañera: un libro de chistes machistas para niños. Recalco lo de los niños para dejar a un lado el dilema de los límites del humor y la libertad de expresión. En el caso de adultos, para gustos los colores, pero para niños… lo siento, esto es inadmisible:



Hay chistes y chistes; me parece que el tono tampoco es adecuado. Ojo, adjunto aquí imágenes del libro de chistes sobre chicas, pero hay también uno a la inversa y me parece igual de mal.

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Única imagen que he encontrado del libro de chistes sobre chicos (que no se diga)

La editorial, Libsa, retiró el libro de su catálogo, pero aún pueden encontrarse ejemplares en algunas librerías. Emilio Mata, director comercial de la editorial, dijo en su momento en algunos medios que «el uso sano de estas bromas depende de la intención con la que se vea», que la publicación contiene los «típicos chistes que se cuentan cuando se forman grupos de chicos y chicas» y que el propósito, al menos según podía leerse en la web, era que «los chicos se burlen sanamente de las chicas».

Pero, ¿son burlas realmente sanas? ¿Es un tono adecuado para los destinatarios? Veamos más ejemplos:

  • ¿En qué se parece una mujer y una baldosa? En que las dos están a nuestros pies.
  • En qué se diferencia a una hechicera y una bruja: cinco años de matrimonio.
  • Por qué las mujeres cierran los ojos cuando hacen el amor: porque ni siquiera quieren ver cómo disfrutamos.
  • Era una mujer tan tonta, tan tonta que hasta las demás se dieron cuenta.

No sé vosotros, pero a mí no me parece nada adecuado tratándose de un libro para un público infantil.

Lo curioso, y con esto vuelvo a lo que comentaba de que la mayor parte de culpa es de los adultos, es leer los comentarios de mucha gente en los artículos que abordaron esta noticia en su momento. Personas que critican a los que nos echamos las manos a la cabeza por estas cosas con argumentos como estos: «Curioso que el Instituto de la Mujer se preocupe sobre estos chistes, cuando mientras tanto dicho organismo y el feminismo en general mira para otro lado ante la salida a la calle de peligrosos violadores, algunos de los cuales ha matado a sus víctimas».

Es increíble que no nos demos cuenta de que la educación es la base de todo y que empieza en casa. Que el respeto evita esos sentimientos de superioridad y omnipotencia, de la mujer como objeto para el mero disfrute. Educar a los niños desde el respeto y la tolerancia evita males en un futuro y es frustrante que muchos adultos, sean hombres o mujeres, no se den cuenta siquiera.

Los niños lo captan todo y lo entienden todo también. Se empapan de lo que ven y oyen en casa. Y no, no me lo invento. Un profesor se entera de (casi) todo. Sin preguntar, me he enterado muchas veces en clase de los comentarios racistas del padre de una, de las operaciones estéticas de la madre de otro porque estaba gorda y de que si el conocido de fulanito es moña, con todas las letras, cuando ese niño no tiene más de 6 años. No es el camino.

En definitiva, como adultos con dos dedos de frente, seamos docentes o no, debemos enseñar respeto e igualdad. Cada persona es distinta, sí, pero merece la misma consideración tenga el sexo, la apariencia, la familia o la orientación sexual que tenga. Las publicaciones de este tipo, y quienes las compran, hacen un flaco favor a la educación de los niños que serán adultos en un futuro.

….

Artículos relacionados:

  • La editorial dice que el libro sólo quería ‘divertir’, y que hará lo posible para que ‘no se vea más’
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  • Nicolás tiene dos papás
  • 10 libros infantiles con mucho orgullo (gay)

Ana Frank y la «pornografía»

10 lunes Ago 2015

Posted by enlalunadebabel in Censura, Literatura, Traducción

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Ana Frank, censura, genitales, lenguaje sexual, literatura

El diario de Ana Frank* es un clásico de lectura obligatoria en las escuelas, una obra inolvidable por muchos motivos. Por encima de todo, por el contexto histórico en el que se inscribe, pero también porque Ana es una adolescente muy normal. Es un diario en el que cuenta de forma natural lo que vive y lo que siente, su relación con los que la rodean y sus deseos… truncados al final.

Diario_anne_frank

Una de las primeras ediciones con el título original. Después se cambió a El diario de Ana Frank (Wikipedia)

Sin embargo, en 2013 y con la edición de una versión íntegra con motivo del 50 aniversario, descubrimos también su curiosidad por la anatomía femenina. Aquí va un pequeño fragmento (traducido del inglés):

Hasta que tuve unos once o doce años no me di cuenta de que teníamos otros labios dentro porque no se ven a simple vista. Lo más curioso es que pensaba que la orina salía del clítoris… Cuando estás de pie, lo único que se ve por delante es pelo. Entre las piernas hay dos cositas suaves y esponjosas, también cubiertas de pelo, que se juntan, de modo que no puedes ver lo que hay dentro. Al sentarte se separan; son rojizas y bastante carnosas por dentro. Por la parte superior, entre los labios mayores, hay un pliegue de piel que, si lo piensas detenidamente, parece una especie de botón. Eso es el clítoris.

Sí, fue muy descriptiva, y al parecer eso molestó a una madre de Michigan que interpuso una queja formal en el distrito escolar (y no fue la única). Como si más que el holocausto, fuera la autoexploración femenina lo que pudiera dejar traumatizada a su hija.

Gail Horek, la madre de la niña que en aquel momento estaba en séptimo curso, defendía que el diario era pornográfico y no debería enseñarse en la escuela. Se quejaba especialmente de este fragmento en el que Ana explora sus genitales, unos párrafos que su padre, Otto Frank, omitió cuando preparó el manuscrito para su publicación a finales de los años 40.

Otro fragmento de moralidad cuestionable, en su opinión:

Hay pliegues por todos sitios; es difícil de encontrar. El agujerito que hay debajo es tan pequeñito que no imagino cómo un hombre puede entrar ahí, ¡y menos aún cómo puede salir un bebé!

Pero dejando a un lado la censura, es importante tener en cuenta que estos fragmentos no son pornográficos. La pornografía es material que pretende excitar sexualmente y esa no era la intención de Ana cuando escribió a su confidente imaginaria, Kitty, para contarle este descubrimiento. Sin embargo, el motivo que da esta madre para quejarse en primer lugar es que estos pasajes incomodaron a su hija. Hasta cierto punto es comprensible, porque a esa edad todos somos impresionables y nos escandaliza hablar de sexo y de genitales, pero no es algo que nos traumatice.

Además, estoy segura de que hay chicas mayores que la autora en su momento que tampoco conocen sus genitales. Un ejemplo de esto se ve en Orange Is The New Black, donde le han dedicado al asunto varios fragmentos, como este: https://www.youtube.com/watch?v=Pk1A-0RsAiY y hasta una clase de anatomía: https://www.youtube.com/watch?v=SChcTUtyDR0.

¿No es mejor utilizar todos estos recursos que tenemos a nuestro alcance, la literatura en este caso, ya sea en forma de novela, diario, cómic, etc. para abordar estas cuestiones con naturalidad? Porque no hay mejor arma que estar informado, sobre todo cuando se trata de temas de salud. Ponerse las manos a la cabeza por cuestiones así no lleva a ningún lugar. De hecho, fragmentos como estos están escritos con gusto y describen algo que la mayoría de las niñas experimentan en algún momento u otro.

No obstante, en el trasfondo de todo esto hay algo más: a las mujeres se nos enseña de algún modo a avergonzarnos de los cambios por los que pasan nuestros cuerpos en la pubertad, a hablar de ellos en secreto e incluso a fingir que no existen. Sucede con mucha frecuencia en el caso de la menstruación, ese cambio de niña a mujer que tan en secreto se lleva. Una menstruación, además, que tiene que ser agradable y hasta… bonita. De ahí el hermoso y aséptico líquido azul en los anuncios de tampones y compresas, y la cantidad de eufemismos que tenemos para la regla o el periodo: tener la cosa, estar en esos días del mes, estar con el tomate (vale, este sería casi un disfemismo), etc.

En definitiva —porque tampoco quiero entrar en estos asuntos—, solo recalcar la importancia de la naturalidad cuando se habla de sexo y de anatomía. Y la importancia de no censurar al editar o traducir, de no mutilar las obras como se ha hecho en el pasado o bien prohibir su circulación.

Recordaréis de otro artículo sobre la (auto)censura, por qué se censuraron algunas de las obras más famosas:

  • Cándido, de Voltaire: confiscado en 1930 por la Aduana estadounidense por obscenidad.
  • Un mundo feliz, de Aldous Huxley: prohibido en Irlanda en 1932 por incluir referencias a la promiscuidad sexual.
  • Lolita, de Vladimir Nabokov: prohibido en Francia, Reino Unido, Argentina, Nueva Zelanda y Sudáfrica por su presunta obscenidad. Luego se hizo famosa la edición en cuya portada la niña chupaba una piruleta.
  • Madame Bovary, de Gustave Flaubert: a pesar de ser un clásico de la literatura, acusaron al autor de ofensa a la moral pública.
  • Ulises, de James Joyce: prohibido en Gran Bretaña y Estados Unidos durante los años treinta por su contenido sexual.
  • Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll: prohibida en un instituto estadounidense por contener referencias a la masturbación y las fantasías sexuales. Y prohibido en China en 1931 por el don del habla que tenían los animales.

En el caso de Ana Frank, este año se cumplen 70 años de su muerte y su diario sigue publicándose para que no olvidemos nunca su historia y el horror del que es capaz el ser humano, y eso es con lo que debemos quedarnos.

anne

***

*El diario de Ana Frank se publicó por primera vez en España en 1955 con el título de Las habitaciones de atrás (Ed. Garbo, trad. María Isabel Iglesias).

  • El padre de Ana Frank censuró las reflexiones íntimas del «Diario» de su hija. Artículo en El País.
  • Entrevista a Gail Horek en la FOX.
  • La censura en el cine y la literatura, en este mismo blog.

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