Una de las preguntas que más me hacen compañeros y estudiantes de traducción —justo después de «¿cómo empezar a traducir?» y «¿cuánto se cobra por palabra?»— es cómo enseñar lo que se sabe hacer o, en otras palabras, cómo crearse un porfolio de traducción que vaya más allá del CV. Así pues, hoy vengo con mi respuesta larga, la que normalmente guardo para cuando hay un cafelito de por medio.
Spoiler: no hay una sola forma correcta, pero sí maneras de hacerlo sin perder la cabeza por el camino.
Si ya tienes horas de vuelo
Si llevas un tiempo traduciendo, enhorabuena: ya tienes material que mostrar. Pero un porfolio no es una lista de «todo lo que he traducido desde 2011» (aunque la tentación esté ahí). No se trata de demostrar que sabes usar Word desde el XP, sino de demostrar tu criterio y tu voz profesional.
Empieza por seleccionar los proyectos que te representan de verdad: los que reflejan tu estilo, tus especialidades o el tipo de encargos que te gustaría seguir recibiendo. Esa guía sobre carretillas elevadoras de 2022 puede quedarse fuera, por mucho cariño que le tengas (salvo que vaya dirigido a empresas del sector, ojo).
Añade un poco de contexto. En lugar de limitarte a «Traducción de la novela X», explica brevemente de qué iba el encargo: el género, el tono, la editorial, los retos específicos. Algo como «Traducción de una novela romántica ambientada en el Ártico, donde mantener la tensión entre la emoción y el humor sarcástico del narrador fue clave». Eso dice mucho más de ti que una simple línea de texto. Si usas traducciones propias y quieres enseñar esos textos, te aconsejo un formato apaisado, por ejemplo, en el que pongas a un lado el fragmento en el idioma de origen y, en el otro, tu traducción.
Si el libro está publicado, enlázalo. Si hay fragmentos disponibles en línea, también. Cuantos menos clics tenga que hacer el lector, mejor. Y cuida el diseño: puede ser una página web, un PDF bonito o una sección en LinkedIn, pero sin muchas florituras ni tipografías recargadísimas. Respeta a tu yo traductor… y al ojo ajeno. Más abajo te doy algunas herramientas para que puedas trastear un poco.
Piensa en tu porfolio como en un escaparate de librería: no se trata de enseñar todos los libros del almacén, sino los que harían que alguien se detuviera y dijera «quiero ese». Un ejemplo fabuloso de este tipo de porfolios es el catálogo físico que usa mi amigo Lawrence Schimel para llevar a ferias del libro y cuyas páginas de muestra te enseño aquí mismo. Esto es un nivel muy muy profesional, ¿eh?, pero no es necesario hacer lo mismo. Piensa en qué te puede funcionar a ti.
Si aún no tienes experiencia
Aquí suele entrar el pánico: «pero ¿cómo voy a montar un porfolio si todavía no me ha contratado nadie?». Respira. Todos hemos empezado ahí. Todos.
Un porfolio no tiene por qué incluir (solo) trabajos remunerados. Lo que quieres es mostrar de qué eres capaz. Y eso se puede hacer de muchas formas.
Empieza por crear tus propias muestras. Elige textos representativos del tipo de traducción que te gustaría hacer —literaria, técnica, audiovisual, marketing— y traduce pequeños fragmentos. Coméntalos si quieres: explica las decisiones que tomaste, el tono que buscabas o los retos del texto. Eso demuestra criterio y conocimiento, incluso sin cliente de por medio. Y si eliges un texto publicado, recuerda dejar claro que es una muestra no comercial.
Otra opción es montar proyectos propios. Un blog, un boletín, una cuenta de Instagram donde hables de curiosidades lingüísticas…, todo eso cuenta. También puedes participar en proyectos colaborativos, revistas o traducciones voluntarias. No regales tu trabajo eternamente, pero una colaboración puntual te da experiencia real y visibilidad.
Y si no tienes todavía material traducido, enseña tu proceso. Explica cómo trabajas, cómo investigas, cómo resuelves un problema de estilo o terminología. Eso transmite profesionalidad y madurez, incluso al principio del camino.
Herramientas útiles
Aquí es donde muchos se bloquean: «¿y ahora dónde lo pongo?». No hace falta complicarse ni saber programar. Lo importante es que el formato sea claro, coherente y fácil de mantener actualizado.
Si te apetece tener una web, WordPress sigue siendo el clásico. Permite personalizarlo todo y tener tu propio dominio. Wix y Squarespace (en soluciones / ejemplos de clientes) son opciones más visuales y rápidas de montar, perfectas si no quieres pelearte con la parte técnica. Y si prefieres algo más minimalista y funcional, Notion funciona muy bien como dosier digital; aquí tienes algunas ideas más.
Por otro lado, también está Clippings, con el que puedes crear porfolios de traducción y redacción como este de Pablo Montero, así de rápido y fácil.
Si lo tuyo es el formato descargable, Canva es tu aliado. Tiene plantillas fáciles de adaptar para crear un PDF limpio, con enlaces, capturas y una estructura profesional que puedes enviar por correo sin sufrir por los márgenes.
Y si quieres alardear de muestras online, Behance o Contently te permiten subir fragmentos, enlaces y proyectos, incluso aunque no sean de diseño. LinkedIn también puede servir: usa la sección «Destacados» para añadir enlaces, publicaciones o muestras en PDF.
No importa tanto la plataforma como la coherencia entre lo que enseñas y lo que dices que haces. Elige un formato que puedas mantener sin que te entren ganas de tirarte de los pelos cada vez que haya una actualización.
En resumen
Tu porfolio no es un álbum de cromos, sino una narración visual y textual de quién eres como profesional. Debe reflejar tus intereses, tu estilo, tus fortalezas… y, sobre todo, que te tomas la traducción en serio. Tengas o no experiencia, el truco está en mostrar potencial: el de tu trabajo, tu criterio y tu pasión por las palabras. Porque sí, se nota cuando la tienes.
Y si al montarlo te asaltan las dudas («¿y si no soy lo bastante bueno/a?», «¿y si esto no le interesa a nadie?»), recuerda: todos los traductores hemos pasado por ahí. Lo importante es seguir traduciendo, aprendiendo y afinando tu voz.
Tu porfolio evolucionará contigo. Y eso, sinceramente, es lo bonito de esta profesión, que nunca dejas de crecer.
La traducción siempre me ha llevado a sitios maravillosos, tanto figurativa como literalmente hablando. Acabo de regresar de Irlanda donde he tenido el honor de participar en una serie de eventos organizados por la School of Languages, Literatures and Cultures de la University of Galway.
La pasada semana impartí un taller y dos ponencias sobre traducción editorial y audiovisual. Fue una experiencia extraordinaria, en la que no solo compartí conocimientos y prácticas, sino que también aprendí muchísimo de estudiantes, profesorado y colegas traductores.
Algunos momentos destacables:
📔 Conversar sobre las dinámicas del mercado editorial de la traducción, sus retos y oportunidades. Y conocer cómo son algunas particularidades en otros países. (En el primer seminario sobre traducción editorial).
🎬 Explorar estrategias para la traducción audiovisual: subtitulado, doblaje, voz en off, etc. Y destacar la importancia de todas ellas, siempre enmarcadas en lo que necesita un producto en especial. (En el segundo seminario, esta vez sobre traducción audiovisual).
📝 Ver el entusiasmo de quienes se acercaron con inquietudes, dudas, ganas de mejorar, de experimentar… y de trastear con textos nada fáciles, aunque lo pareciera en un primer momento. (En el taller de 2 h sobre traducción editorial).
Vivir en primera persona la hospitalidad de la comunidad académica de Galway, en un entorno tan rico culturalmente, ha sido un gran recordatorio de lo valioso que es el intercambio de ideas entre continentes, idiomas y generosidades intelectuales.
Gracias infinitas al equipo organizador, en especial a Tamara de Ines Anton, por la invitación y el acompañamiento. Y a su gran aliada, Atreyu, que me hizo compañía en algún ratito entre sesiones. Una pena no haber coincidido con compañeras como Pilar Alderete Diez, pero estoy segura de que encontraremos la forma.
Y gracias también a todos quienes asistieron, hicieron preguntas, debatieron, se atrevieron a proponer nuevas rutas. Esta experiencia reafirma mi convicción de que la traducción no es solo una disciplina técnica, sino una labor cultural que abre puertas entre mundos, personas y formas de pensar.
Ahora, de vuelta al despacho, me siento con energías renovadas para abordar proyectos presentes y futuros. Tengo miles de ideas bullendo en la cabeza, pero las mismas ganas de siempre. Que nos sigamos encontrando entre lenguas. Que no nos falten nunca.
Los traductores nos movemos constantemente entre dos extremos: por un lado, el respeto al texto original; por otro, la búsqueda de una expresión natural en la lengua de llegada. Y en ese vaivén, a veces nos inclinamos tanto hacia uno de los lados que perdemos de vista lo esencial: la durabilidad, la coherencia, la voz.
En los últimos años, hablamos mucho (y con razón) de la importancia de alejarse de traducciones excesivamente literales, esas que suenan forzadas, antinaturales, cogidas por pinzas, vaya. Sin embargo, en ese afán por sonar «naturales», corremos el riesgo contrario: el de fechar las traducciones, anclarlas en un momento concreto del tiempo al utilizar expresiones demasiado propias de una moda, una generación o una jerga puntual.
Pensemos en palabras como «bro», «PEC» o expresiones como «servir c*ñ*», «F en el chat», «estar alguien en su prime», etc. Tienen fuerza, ritmo, personalidad…, pero también fecha de caducidad. Puede que funcionen de maravilla hoy, pero ¿cómo envejecerán dentro de cinco años? ¿Seguirán siendo comprensibles? ¿O parecerán artefactos de otra era, como los «guay del Paraguay» de los noventa?
Traducir es trasladar palabras, claro, pero sobre todo consiste en decidir qué tono queremos dar, cuánto queremos que pese la actualidad y cuánto queremos que perdure la historia. No se trata de eliminar lo coloquial ni de neutralizar la voz de los personajes, sino de preguntarnos a quién estamos hablando hoy… y a quién le hablaremos mañana.
Este equilibrio no es fácil y no siempre hay respuestas claras, porque, obviamente (se viene frasecita manida) depende del contexto. A veces, una expresión muy del momento es justo lo que necesita un personaje para cobrar vida (hace poco en una novela encontraba, literal, una expresión donde encajaba de mil amores lo del «ir a servir»). Otras, es mejor apostar por una naturalidad menos marcada, más atemporal, que permita que el texto respire con libertad dentro de unos años.
Como traductores, no podemos prever el futuro, pero sí podemos ser conscientes de las elecciones que hacemos. Y sobre todo, podemos defender que una traducción con personalidad no tiene por qué sonar forzada ni tampoco quedar atrapada en una moda pasajera.
Al final, se trata de eso: encontrar la voz, el tono y el ritmo que hagan justicia al original y que, al mismo tiempo, conecten con los lectores… de hoy y de mañana.
***
P. D.: Si hay algo de la imagen que no te suena, te dejo por aquí un minidiccionario: https://lnkd.in/dJndjb-H
Hace un tiempo que compro velas a una chica que tiene un pequeño taller en Valencia. Tras varios retrasos en los pedidos por la DANA y por el volumen de ventas en Navidad, le llovieron los comentarios negativos en su cuenta profesional de Instagram. Por suerte, no todos iban en el mismo sentido y hubo algunos, como este mismo, que daba pie a la reflexión y a su aplicación a muchos otros ámbitos.
Comentario que una clienta dejó en el perfil de Lu Candles.
¿Qué tiene que ver Amazon con todo esto?
La rapidez con la que queremos las cosas en la actualidad se debe a varios factores, y Amazon ha desempeñado un papel importante a la hora de moldear nuestras expectativas. Amazon popularizó la entrega en un día (o incluso el mismo día) con su servicio Prime. Esto creó un estándar en el comercio electrónico: los consumidores ahora esperan recibir productos casi al instante, lo que antes parecía imposible o innecesario. Otros comercios han adoptado modelos similares para competir con Amazon. Esto ha hecho que la rapidez no sea solo un lujo, sino una necesidad para sobrevivir en el mercado.
Vivimos en una era donde casi todo está al alcance de un clic: contenido en streaming, información en segundos y productos en la puerta de casa en horas. Esta inmediatez se ha convertido en la norma, lo que ha reforzado y refuerza nuestra aversión a la espera.
El acceso rápido a un producto o servicio crea una sensación de control y eficiencia. Si podemos obtener algo «ya», nos sentimos productivos y satisfechos, aunque esto no necesariamente mejore nuestra calidad de vida. Esta velocidad con la que obtenemos bienes y servicios afecta también cómo percibimos el tiempo. Nos hemos acostumbrado a lo inmediato, y cualquier retraso puede generar frustración, incluso si es razonable.
El efecto Amazon en nuestro trabajo
Cómo no, la «cultura» de la inmediatez también afecta al mundo de la traducción, tanto en las expectativas de los clientes como en la forma en que trabajamos.
1. Plazos cada vez más ajustados
Las expectativas de rapidez han llegado al sector de la traducción, obviamente (no es una sorpresa, muchas veces bromeamos con lo de que un «proyecto es para ayer»). Ahora, algunos clientes quieren textos complejos en plazos cortísimos, muchas veces ignorando que un buen trabajo de traducción requiere tiempo para investigar, reflexionar y revisar. Esto puede afectar la calidad final y aumentar el estrés de los traductores.
2. Automatización y herramientas de traducción
Al igual que Amazon optimizó la logística, las tecnologías de traducción han acelerado los procesos. Herramientas como la traducción automática y las memorias de traducción permiten trabajar más rápido, pero no siempre garantizan la calidad que un cliente espera. Esto puede generar tensiones entre la rapidez y el nivel de excelencia.
3. Demanda de traducción inmediata
Con la globalización, las empresas necesitan que su contenido esté disponible en varios idiomas al mismo tiempo (lanzamientos simultáneos, marketing digital, etc.). Esto genera más presión sobre los traductores, que deben trabajar con plazos reducidos y, en algunos casos, con equipos colaborativos en tiempo real y ya sabemos que, como dicen en inglés, too many cooks spoil the broth.
4. Percepción del valor de la traducción
La inmediatez a veces lleva a subestimar el esfuerzo detrás de una buena traducción. Al igual que con los productos de Amazon, el cliente ve el «producto final» (el texto traducido), pero no siempre comprende las horas de dedicación que requiere. Esto puede hacer que perciban la traducción como algo rápido y fácil, y se disminuya así la valoración.
5. Efectos en la creatividad
El proceso creativo de traducción, sobre todo si hablamos de literatura o textos culturales, puede sufrir cuando el tiempo es limitado. La traducción no es solo trasladar palabras, sino interpretar y darles vida en otro idioma, algo que no siempre se puede hacer a toda mecha.
Reflexión sobre la calidad frente a la rapidez
Al igual que en otros sectores, en traducción deberíamos abogar por un equilibrio: rapidez cuando sea posible, pero sin sacrificar la calidad, y esto se consigue de maneras distintas en función del texto. Por eso también creo que es importante educar a los clientes sobre la importancia del tiempo en la traducción, porque lo rápido no siempre es lo mejor.
En resumen, el mundo de la traducción no está exento de la influencia de Amazon y la era de lo inmediato, pero el reto aquí es encontrar un equilibrio entre eficiencia y calidad para mantener el valor de nuestro trabajo.
Hace poco visité un restaurante en Cardona que no solo destacaba por su comida, sino por una curiosa joya tecnológica: un brazo robotizado que se encargaba de servir las cervezas, los cafés y las copas. Más allá del espectáculo (porque, sí, era imposible no quedarse mirándolo), lo que me fascinó fue la historia detrás de esa máquina.
El dueño del restaurante también es el propietario de una empresa que fabrica estos brazos robóticos, y su intención con esta instalación va mucho más allá de la funcionalidad. Aunque el brazo no es rentable para el restaurante en términos directos (su coste es muy elevado), su presencia tiene un propósito claro: impresionar. Cuando los clientes potenciales de su empresa visitan el restaurante y ven el brazo en acción, llevando a cabo tareas que normalmente asociamos con las personas o que no relacionamos directamente con ese tipo de producto, ocurre algo mágico: dicho producto deja de ser una abstracción para convertirse en una experiencia tangible.
Es un ejemplo brillante de marketing experiencial combinado con demostración de producto. Este tipo de estrategia aprovecha la experiencia directa del cliente con el producto en un entorno inesperado o innovador, generando curiosidad, interés y una conexión emocional con la tecnología.
Lo especial de esta estrategia
¿Por qué me parece algo así tan interesante como estrategia?
Demostración en vivo. Ver el producto en acción es más impactante que cualquier folleto o video promocional.
Ambiente informal y distendido. Al integrarlo en un restaurante, los posibles clientes no sienten la presión de una típica presentación de ventas.
Generación de confianza. Demuestra que el producto no solo es funcional, sino que también está ya operando en un entorno real.
Innovación visible. Atrae tanto a potenciales compradores como a clientes que valoran experiencias únicas, convirtiéndose en una herramienta dual de marketing.
Curiosidad viral. La peculiaridad del dispositivo podría atraer a más visitantes al restaurante, potenciando el boca a boca y la visibilidad en redes sociales.
El restaurante no es solo un lugar para disfrutar de una comida o bebida, sino un escaparate vivo de las posibilidades de la tecnología. Una demostración en un contexto real que permite al cliente imaginar cómo ese producto puede encajar en sus propios proyectos. Aunque no sea rentable para el restaurante en términos directos, el retorno indirecto en ventas y promoción para la empresa del brazo robotizado probablemente lo compensa con creces. Es una estrategia que combina lo mejor de la creatividad y la tecnología aplicada.
Mientras lo veía en acción (puedes echarle un vistazo aquí al vídeo que grabé), no pude evitar reflexionar sobre cómo estrategias como esta pueden aplicarse a otros ámbitos profesionales, incluido el mío: la traducción. Al fin y al cabo, los traductores freelance no contamos con un brazo mecánico que pueda lucirse en un bar, pero eso no significa que no podamos convertir lo que hacemos en algo visible y memorable para nuestros clientes.
Cómo aplicar el marketing experiencial a la traducción
Uno de los retos de nuestra profesión es que, muchas veces, el trabajo del traductor es invisible. Si hacemos bien nuestro trabajo, el lector final ni siquiera notará que el texto es una traducción (ya sabes, lo del traductor a lo ninja). Pero esa invisibilidad no tiene por qué traducirse en anonimato profesional. Aquí van algunas ideas para inspirarnos:
Demostraciones creativas. Enseñar ejemplos del antes y después de una traducción puede ser la mar de revelador. Por ejemplo, en una traducción literaria o creativa, podemos explicar las decisiones que tomamos para mantener el tono, la musicalidad o los juegos de palabras. ¿Qué tal una serie en redes sociales con fragmentos de texto y anécdotas del proceso?
Eventos en vivo. Si traducimos libros o trabajamos con autores directos, ¿por qué no participar en presentaciones de libros, ferias literarias o talleres donde podamos hablar de la magia de trasladar historias de un idioma a otro? En mi caso, hace poco di una charla en una escuela de primaria para explicar en qué consiste mi trabajo como traductora y fue una experiencia muy enriquecedora, tanto para los niños como para mí.
El blog como escaparate: Mi blog ha sido, durante años, una herramienta para conectar tanto con colegas como con clientes (una editorial en concreto me escribió tras conocerme por lo que publicaba en él). Pero más allá de compartir reflexiones, también es un espacio para «enseñar el brazo mecánico» de la profesión. Contar procesos, retos y aprendizajes hace que nuestro trabajo deje de ser un misterio para quienes nos leen.
Portafolios interactivos: En lugar de un simple listado de proyectos, ¿por qué no crear una experiencia que invite a los clientes a imaginar cómo podemos ayudarlos? Por ejemplo, un portafolio en línea que permita comparar textos originales y traducidos, con explicaciones breves de las decisiones clave.
El marketing no tiene que ser invasivo ni forzado. Puede ser una forma de invitar a nuestros clientes a experimentar lo que hacemos de una manera más cercana. Así como ese brazo mecánico (¿te he dicho que se llama Paco?) sirve cervezas mientras nos deja boquiabiertos, nosotros también podemos encontrar maneras de hacer que nuestro trabajo brille y deje huella.
¿Qué te parece a ti? Si eres compañero o compañera, ¿cómo lo haces para destacar? ¡Te leo!
El mundo de la traducción puede parecer algo lejano para los niños, pero hace poco tuve la oportunidad de acercarles el oficio durante una charla en una escuela de primaria. Lo que comenzó como una invitación para hablar sobre mi trabajo a raíz de una traducción mía que les había entusiasmado (Hi ha un ieti al pati, Pamela Butchart, Bindi Books) se convirtió en una experiencia inolvidable llena de curiosidad, risas y momentos entrañables.
Preparando el viaje hacia las palabras
Cuando me pidieron que hablara sobre la traducción, pensé: «¿Cómo captar la atención de los niños y transmitirles lo bonito que es este mundo?». La clave estaba en hacerlo interactivo y divertido. Preparé ejemplos de libros (que también llevé conmigo), juegos con palabras de otros idiomas, y decidí obsequiarles con marcapáginas y pegatinas variadas para sorprenderlos.
Ellos me sorprendieron a mí con varias traducciones que habían pedido para la ocasión.
Sabía de antemano que había expectación por el tipo de trabajo y por cómo había empezado a traducir, así que no podía faltar una introducción con toda esa información: que de niña me encantaba leer y que mi amor por los idiomas, en concreto el inglés, despertó en cuanto me apuntaron a una academia, que terminé de decidirme al estudiar latín en el instituto y ver que este trabajo era como descifrar códigos secretos, etc.
El día de la charla: historias y descubrimientos
Desde el momento en que entré en el aula, los pequeños mostraron un entusiasmo desbordante. Empecé la charla preguntándoles si sabían que muchos libros, películas y videojuegos no estaban creados originalmente en español. Y no solo eso: que la traducción nos rodea y es imprescindible en muchos ámbitos, como el médico.
Les conté que los traductores somos puentes entre culturas y que nuestro trabajo no solo consiste en cambiar palabras, sino en transmitir emociones e ideas. Porque no siempre funciona traducir lo de palabra por palabra: les puse como ejemplo un «The house is big», que sí que funciona literal, y algunas expresiones que no: «It’s raining cats and dogs» o «It’s a piece of cake».
Les conté anécdotas divertidas sobre títulos difíciles de traducir y cómo a veces tenemos que inventar rimas o adaptar bromas para que todo tenga sentido en otro idioma (les enseñé a modo de ejemplo el original y la traducción de un libro de R.L. Stine de La Pandilla Basura: Welcome to Smellville y Bienvenidos a Villapeste). Este punto en concreto lo ilustré también tomando como ejemplo algunos nombres de personajes y de títulos inventados dentro de un álbum de magia, que ya os enseñé por aquí hace un tiempo.
También les comenté que un libro, como tal, puede cambiar mucho de la edición original a la traducida, y que intervienen muchos otros profesionales, como el corrector, el ilustrador, el diseñador de cubierta, etc.
Juegos y creatividad sin límites
La parte más divertida fue cuando jugamos a traducir juntos. Les propuse frases curiosas en inglés para que las tradujeran al español y al catalán, y me sorprendió su creatividad y sentido del humor. Les fascinó descubrir que las palabras también pueden tener historias únicas y que no hay una sola traducción.
Un final inesperado: autógrafos y entrevista
Al final de la charla, les regalé los marcapáginas y las pegatinas sobre el mundo de la lectura y de la traducción. Lo que no esperaba era que me pidieran firmar sus libros como si fuera una autora famosa. Fue un momento para no olvidar. Ver su entusiasmo y saber que mi charla despertó su curiosidad fue la mejor recompensa.
Poco después me esperaba una entrevista en el programa de radio de la escuela (sí, sí, tienen su pequeño estudio en la zona de la biblioteca), donde me preguntaron cosas la mar de interesantes, como qué editorial me trataba mejor, algo que me sorprendió muchísimo porque no es algo que se pregunte a menudo.
Sembrando la semilla de la traducción
Esta experiencia me recordó la importancia de acercar nuestra profesión a los más jóvenes. Enseñarles que los traductores estamos detrás de muchas de las cosas que disfrutan a diario puede inspirarlos a explorar otros idiomas y culturas en el futuro.
Volví a casa con una sonrisa imborrable, recordando sus preguntas, su creatividad y la ilusión con la que abrazaron el mundo de la traducción, aunque solo fuera durante un día. Puede, incluso, que alguno de ellos sea traductora o traductor en el futuro.
¿Y tú? Si tienes la oportunidad de compartir tu profesión con los más pequeños, no lo dudes. Les estarás abriendo las puertas a nuevas posibilidades y, quién sabe, quizá siembres en ellos una pasión que les dure toda la vida. 🌍✨
Cuando leemos un libro traducido, pensamos en el autor, pero no solemos plantearnos tanto la función crucial que desempeña el traductor (salvo si somos del gremio, obvio). Nuestro trabajo va más allá de traducir palabras; queremos capturar la esencia de la obra y adaptarla a la cultura del nuevo público, como ya me habréis leído muchas veces por aquí. Por eso, y cada vez más, se está dando el paso de incluir el nombre del traductor en la cubierta del libro, una práctica que debería convertirse en la norma (#TranslatorsOnTheCover).
Pero ¿qué pasa con las reseñas en periódicos y revistas? Ay, aquí ya no es tan frecuente citar al traductor; al menos, no en aquellas publicaciones que no están estrechamente relacionadas con la literatura. Pienso, por ejemplo, en las secciones de libros que podemos encontrar en revistas de moda como Elle o Marie Claire.
Incluir al traductor en las reseñas no solo da un nivel más de transparencia, sino que también refleja este creciente reconocimiento. Al mencionar su nombre (#citaaltraductor), los lectores pueden investigar un poco la trayectoria y el estilo, lo que les permite formarse una opinión más informada sobre el libro. Esto no solo enriquece la experiencia de lectura, sino que también ayuda a crear un vínculo más profundo con la obra.
📸 Imagen de la revista Qué Leer de septiembre de 2024, con una reseña avistada por Lawrence Schimel. ¡Gracias, compañero! ♥
Dar visibilidad a los traductores también fomenta la diversidad en la literatura. Al reconocer este trabajo, abrimos la puerta a una variedad de voces y estilos que, de otro modo, podrían pasar desapercibidos. Cada traducción es una oportunidad para descubrir nuevas perspectivas y enriquecer nuestro panorama literario.
Por último (y no por eso menos importante, ¡al contrario!), mencionar a los traductores es una manera de valorar el esfuerzo que hay detrás de cada libro. La dedicación y el trabajo a menudo pasan desapercibidos, y es justo que se nos dé el reconocimiento que merecemos. Al hacerlo, no solo se da más empaque a la reseña, sino que también se celebra el valiosísimo trabajo de quienes hacen/hacemos posible el disfrute de la literatura de distintas culturas.
Y no olvidemos algo importante: si se cita, existimos, se valora el trabajo y, por ende, se reivindica también que se remunere de forma adecuada. Incluir los nombres en las cubiertas y en las críticas es un paso más hacia un mundo literario más inclusivo y justo, así que ¡a tope con la visibilización!
Hasta hoy, nunca había pensado en lo que tatuadores y traductores tenemos en común. Y lo tenemos. ¿No me crees? Pues sigue leyendo. 😉
Hace un par de días llegué por azar a esta historia en el Instagram del tatuador Kasti (@kasti.tattoo en instagram), en la que repasa los aprendizajes tras varios años en la profesión. Leyendo punto por punto, me dije «ostras, esto me suena».
Así que decidí hacer lo propio con nuestro sector. A ver qué te parece:
1️⃣ Te tiene que gustar mucho traducir. De cajón, pero es así. Luego hay otras cosas que quizá no gusten tanto (llevar la contabilidad, perseguir a clientes, vértelas con altibajos de trabajo, etc.), pero lo esencial es que te guste tu trabajo: en este caso, amaestrar textos y hacer acrobacias lingüísticas.
2️⃣ Hay muchos compañeros que ofrecen un servicio similar y la competencia es elevada. También hay que luchar contra la idea de que los traductores automáticos son la panacea. Lo más importante *no* es que un cliente te abra sus puertas y te confíe un trabajo: el truco está en fidelizarlo y eso se consigue ofreciendo el mejor servicio posible.
3️⃣ La ergonomía suele ser la gran olvidada. Pasamos muchas horas sentados y es imprescindible cuidar la espalda. En palabras de mi fisio, tampoco es tan importante el tipo de silla en sí —que influye, no nos engañemos—, sino que nos movamos más a lo largo del día.
4️⃣ Los problemas en el túnel carpiano no son ninguna broma. De nuevo, un buen teclado y una buena postura son esenciales.
5️⃣ A traducir se aprende traduciendo y, además, es una carrera de fondo. No hay más. Hay que ser paciente, sobre todo al principio, para ir ampliando la cartera de clientes.
6️⃣ ¿Cuántas veces se me habrá ocurrido la traducción perfecta para ese juego de palabras justo cuando me estaba duchando o a punto de apagar la lamparita de la mesita de noche? Pues eso. Una libretita a mano y la función de notas del móvil son mano de santo.
7️⃣ Quien más, quien menos (dentro de una misma rama y combinación lingüística) te puede solventar la papeleta, pero dar ese paso más, ofrecer lo que no ofrecen los demás…, ay, amigos, ahí está el punto diferencial.
8️⃣ El nuestro suele ser un trabajo agradecido. Hay traducciones cortas, otras más largas; unas son fáciles y otras te hacen sudar más, pero esa sensación al terminar un trabajo bien hecho no tiene precio.
9️⃣ Siempre está el miedo de decir que no por si perdemos al cliente. Aun así, tanto si se debe a que no nos vemos capacitados para encargarnos de un texto como si tenemos la agenda llena y no nos da la vida, ser sinceros es esencial. Trata de negociar plazos, deriva el trabajo, recomienda a otro compañero. El cliente te lo agradecerá.
🔟 Somos humanos: todos nos equivocamos. Me equivoco yo como traductora y se puede equivocar la otra persona como compañera, gestora de proyectos, etc. Que no se nos olvide ese trato humano y cercano (tatúes un pajarito o traduzcas un texto sobre ornitología).
En fin, que somos primos hermanos. O tal vez es que algunas experiencias son, de hecho, universales. ¿Tú qué opinas?
Hace un tiempo publiqué una entrada sobre cómo empezar en traducción literaria a través de las editoriales, que parece ser la vía más habitual. Sin embargo, hay otros caminos para traducir libros y hoy exploraremos uno no tan concurrido, pero igual de gratificante si nos lo montamos bien.
Te hablo de traducir directamente para un autor —autopublicado, en su mayoría— que sea consciente de las bondades de contar con un traductor para llevar sus libros al público hispanohablante. En mi caso, llevo años colaborando con una autora estadounidense, para la que he traducido varias sagas, y he trabajado con un par más a lo largo del tiempo, en proyectos puntuales. Sin embargo, quería conocer (y que conocieras) la experiencia de una compañera que solo trabaja con autoras autopublicadas, de modo que aquí tienes una entrevista com-ple-tí-si-ma a Virginia Cavanillas.
Si no la conoces, en su propio blog, Virginia se describe así: «Abogada de profesión —que no de vocación— y con amplia experiencia en traducción de textos legales, en abril de 2018 cambié toga por pluma y me lancé de cabeza al mundo literario, del que siempre he sido una apasionada». Y no le va nada mal, puesto que ahora se dedica solo a la traducción de libros para autores y autoras independientes. ¿Tienes curiosidad por saber cómo se lo guisa y cómo se lo come?
Para que puedas localizarlas mejor, aquí van las preguntas que le hice, que no son pocas.
1. Inicios en la traducción:
¿Cómo comenzaste a trabajar como traductora… y como traductora para autores/as directamente?
¿Qué te motivó a elegir trabajar con autores/as en lugar de con editoriales?
2. Proceso de trabajo:
¿Cuál es tu proceso típico al traducir una obra para un autor/a directo/a? ¿Es distinto a traducir para editoriales?
¿Cómo trabajas con los autores durante el proceso de traducción? ¿Tienes más relación con ellos a la hora de trabajar que cuando se traduce mediante una editorial? ¿Cómo manejas las diferencias creativas con los autores durante el proceso de traducción?
¿Tienes alguna anécdota interesante sobre una colaboración particularmente única o complicada?
3. Desafíos y gratificaciones:
¿Cuáles son los desafíos, retos, dificultades… más comunes a los que te enfrentas al traducir para autores directamente?
¿Qué aspectos encuentras más gratificantes en este tipo de trabajo?
4. Consideraciones culturales:
¿Cómo abordas las diferencias culturales al traducir obras literarias directamente para autores?
¿Has tenido que explicar ciertos elementos culturales a los autores para garantizar una traducción precisa?
5. Variedad de géneros:
¿Has trabajado en la traducción de diferentes géneros literarios? ¿Cómo abordas las particularidades de cada uno?
¿Prefieres traducir ciertos géneros sobre otros?
6. Herramientas y recursos:
¿Cuáles son las herramientas y recursos que consideras esenciales en tu trabajo como traductora literaria?
¿Cómo incorporas las nuevas tecnologías en tu proceso de traducción?
7. Consejos para autores:
¿Qué consejos les darías a los autores que están planteándose trabajar con un traductor directamente?
¿Cómo pueden los autores facilitar el proceso de traducción desde tu perspectiva?
8. Consejos para traductores:
¿Cómo lo haces/has hecho para encontrar a autores directos con los que trabajar?
¿Te es difícil hablar de tarifas, derechos, etc. con ellos/as? Cómo gestionas el trato con los clientes, vaya.
9. Desarrollo profesional:
¿Cómo te mantienes actualizada en cuanto a las tendencias literarias y lingüísticas en tus idiomas de trabajo?
¿Hay algún área específica en la que te gustaría seguir desarrollándote como traductora?
¿Qué? ¿Vamos allá? Pues prepárate un cafecito, un té o un mate y sigue leyendo.
1. INICIOS EN LA TRADUCCIÓN:
¿Cómo comenzaste a trabajar como traductora… y como traductora para autores/as directamente?
Yo vengo de la rama legal, empecé como traductora jurídica. El paso a literaria surgió por casualidad, no puedo negar que tuve un golpe de suerte que supe aprovechar. Sea como fuere, allá por 2015 colaboraba con varios blogs literarios anglosajones y empecé a hacer lecturas cero profesionales e informes de lectura (lo que viene siendo un lector editorial, pero por libre). Empezó como un hobby, digamos, una ocupación extra que encima me encantaba; pero entonces decidí tomarme una excedencia en el trabajo, empezar a escribir y, yo qué sé, encontrarme, y fue entonces cuando una autora indie con la que llevaba un tiempo trabajando me propuso traducir una de sus obras. Una cortita, para probar: Nota que estoy aquí, de Anyta Sunday. Ahí empezó todo. Descubrí que me encantaba y que se me daba bien (aunque de esa novelette cambiaría mil cosas; oh, la inexperiencia) y dejé mi trabajo del todo. A día de hoy llevo veinticuatro libros traducidos y no puedo estar más convencida de que el cambio de rumbo profesional (y de vida) era lo que tenía que hacer.
¿Qué te motivó a elegir trabajar con autores/as en lugar de con editoriales?
Por aquel entonces yo desconocía que la traducción freelance existiera como tal y que se llevara a cabo al margen de las editoriales. Desconocía muchas cosas (trámites legales, fiscales, tipo de contratos…). Cuando Anyta Sunday me propuso traducir su libro y me contó que sus historias ya se habían traducido al italiano, francés, alemán y tailandés, me sorprendí muchísimo, porque aun llevando un tiempo buceando las aguas literarias, era algo que desconocía por completo. Tengo cero experiencia con editoriales y eso que hay varias que podrían interesarme porque traducen obras y autores que me apasionan. De hecho, una vez cada varios meses, creo que ha llegado el momento de mandarles mi currículum, una propuesta de traducción, hacer por primera vez una prueba de traducción… Intentar tantear otro terreno, vaya; pero luego siempre se me pasa. Entre otras cosas, aunque la principal siga siendo que —por suerte— por ahora tengo trabajo suficiente y un tiempo finito, porque mi experiencia con autoras autopublicadas es una maravilla y supongo que me costaría mucho desprenderme de la libertad artística y creativa que me dan. O de la confianza, que, tras seis años trabajando con las mismas autoras, es bastante grande.
2. PROCESO DE TRABAJO:
¿Cuál es tu proceso típico al traducir una obra para un autor/a directo/a? ¿Es distinto a traducir para editoriales?
Soy una persona muy caótica que maneja el tiempo fatal, pero me ayuda que mis procesos tengan siempre las mismas pautas, aunque luego siempre tenga que ajustar tiempos y horarios; porque da igual que tenga dos meses, tres o cuatro, el deadline siempre me pilla por sorpresa y, cada vez (cada vez, en serio) juro —y perjuro— que jamás volveré a traducir y que me dedicaré a otra cosa.
Lo primero que hago es leerme el libro de principio a fin, subrayando los pasajes que sé que van a ser más complicados o los juegos de palabras más difíciles para irles dando una pensada. Los tres primeros días tras ponerme con un encargo los dedico exclusivamente a leer. A la mayoría de los libros que traduzco ya le he hecho una lectura cero (he dejado de hacer informes de lectura para autores, pero sigo siendo alpha reader de una de mis clientas) o los he leído por placer, por lo que no me llegan de nuevas.
Una vez leído, me fijo un plazo (que suele ser de dos meses, tres en algunos casos), hago el cálculo de palabras/día (unas dos mil, tres mil) y me pongo manos a la obra.
Cuando acabo de traducir (una versión muy limpita que voy revisando capítulo a capítulo), empiezo la primera corrección.
Paso el documento a lectura beta.
Le hago una segunda corrección y se lo entrego a la autora para que lo maquete.
Me lo devuelve editado y le hago una última corrección-revisión.
Lo entrego de forma definitiva en un correo junto a la factura (muy eficiente).
No suelo traducir más de un libro a la vez (solo lo he hecho en una ocasión y me desesperé) y traduzco una media de cuatro libros al año.
¿Cómo trabajas con los autores durante el proceso de traducción? ¿Tienes más relación con ellos a la hora de trabajar que cuando se traduce mediante una editorial? ¿Cómo manejas las diferencias creativas con los autores durante el proceso de traducción?
Trabajo principalmente con tres autoras y, por suerte, tenemos una relación bastante cercana (aunque no con todas igual) y estamos en contacto directo durante todo el proceso. Si tengo alguna duda intento reunir dos o tres cositas, para no ser un incordio y molestar cada vez que no entienda por qué algo es de una determinada manera, y les mando un correo con mis dudas. Suelen contestarme en el día. También tengo su número de teléfono, así que a veces huimos de formalidades y hablamos directamente o nos mandamos Whatsapp para resolver temas más o menos urgentes (nunca lo son, pero yo tiendo a pensar que son de vida o muerte).
Siempre que existe el más mínimo riesgo de que haya podido malinterpretar algo (por ejemplo, que sea confuso quién habla en un determinado diálogo), les pregunto. Prefiero ser pesada que equivocarme.
En cuanto al tema creativo: me dejan total libertad y después de tantos años de colaboración confían en mí lo suficiente como para no tener que consultarles cada decisión. Pero, aun así, en casos concretos en los que los cambios son destacables, lo hago. Por ejemplo, si le tengo que cambiar el nombre o apodo a algún personaje porque se va a jugar con ello en la narración. En Leo quiere a Aries (la primera novela larga que traduje) hay una secundaria que en inglés se llama Liz y en un punto de la novela juegan con Liz/lizard y hacen una broma con su lengua reptiliana. Antes de hacer la adaptación, dado que cambiar un nombre para mí es una modificación quizá no sustancial, pero sí una de la que la autora debería estar al tanto, lo consulté con ella y le hice saber que Liz/lizard pasaba a llamarse Camila/camaleón.
Ocurrió algo similar con uno de los protagonistas de Quédate conmigo, al que llamaban Mr. Woodpecker tanto por el pájaro como por su connotación sexual y tuve que adaptarlo y llamarlo profesor Pito negro, ya que, tras analizar ciento veintisiete mil especies de aves, era el que más se adaptaba a las características del pájaro original y cumplía a la vez con la connotación sexual. Pero, claro, el nombre era mucho más feo, había que consultar. Pues como esas, una cuantas; pero siempre tengo luz verde y lo agradezco infinito, la verdad.
¿Tienes alguna anécdota interesante sobre una colaboración particularmente única o complicada?
Una de las autoras con las que más trabajo es conocida por sus juegos de palabras y dobles sentidos, y me vuelve muy loca con cada libro, así que anécdotas tengo unas cuantas. He tenido que traducir una canción escrita al más puro estilo Shakespeare, adaptando número de versos y rimas; un libro entero en el que se jugaba con acrónimos y aliteraciones, y hasta hacían duelos de sinónimos (una de las traducciones de las que estoy más orgullosa, por cierto) y en uno de los últimos libros que he traducido (un retelling gay de La abadía de Nothanger) estuve una semana (¡una semana!) atascada en un diálogo de una página y cada día de esa semana mandé un mensaje a la autora diciéndole: «Te odio y admiro a partes iguales».
Creo que fue de las cosas más difíciles con las que me he encontrado en mi carrera. Resumiéndote mucho, porque ya me estoy pasando, te diré que era un diálogo entre los protagonistas en el que opinaban, muy eruditos ellos, sobre los puns que contenían las obras de Shakespeare y Dickens; y mencionaban primero un pasaje de Romeo y Julieta y luego hacían referencia a Oliver Twist (por lo visto, se rumorea que el autor llamó Master Bates a un personaje a propósito porque en inglés sonaba como «masturbates», pero descubrí que la mayoría de los dobles sentidos de los que hablaban mis protagonistas se habían perdido en las traducciones al español y tuve que romperme la cabeza para dar con algo sin marearme del vértigo que me daba «reinventar» a tremendos autores. Al final quedó fenomenal. Y recuerdo que lo comenté en Instagram (y creo que en el blog) porque yo soy muy de comentar estas cosas públicamente; me gusta que la gente sepa el trabajazo que hacemos. Las cosas como son.
3. DESAFÍOS Y GRATIFICACIONES:
¿Cuáles son los desafíos, retos, dificultades… más comunes a los que te enfrentas al traducir para autores directamente?
Creo que mis respuestas anteriores contestan a esta pregunta mejor que cualquier otra cosa que pueda decir. Contestan incluso a la siguiente; porque, aunque me queje y mande mensajes «amenazantes» a clientas que con los años se han convertido en amigas (y no por ello me pagan menos. Ni más tarde, ja, ja, ja, puede que sea, incluso, al contrario) me encanta enfrentarme a los retos que me ponen, tirar de ingenio, inventar, crear, transcrear, enorgullecerme del resultado.
Una dificultad, que quizá casi siempre se vea como un pro (porque en realidad lo es), es que, al tener flexibilidad de horarios y ser yo quien fija los plazos de entrega (más o menos, pero tengo un margen de decisión-adaptación muy amplio), el día a día puede dar lugar a mucha procrastinación. Y más en mi caso, que me distraigo con una facilidad abrumadora, soy caótica por naturaleza y además vivo buscando huecos para escribir mis propias historias. Es un peligro, porque a veces cedes y te tomas un día libre porque puedes, a veces dos, y luego tienes que recuperar el fin de semana y te agobias. O al menos, yo me agobio, porque procrastinadora, sí; pero ansiosa también.
¿Qué aspectos encuentras más gratificantes en este tipo de trabajo?
Dar con la solución perfecta a un determinado juego de palabras. Leer el resultado (por encima, no suelo releer mis traducciones una vez publicadas, que ahí es cuando encuentras esa errata que se te había pasado) y que ese resultado guste. Porque, sí, me gusta gustar, como a todo el mundo. Me gusta que me digan que el libro parece escrito en español, me gusta que la gente empiece a mencionar a quien traduce en sus reseñas y me gusta que las opiniones sobre mi trabajo sean buenas. Me gusta levantarme y no odiar lo que tengo que hacer como me ha pasado en otros momentos de mi vida. Soy una privilegiada y lo sé, doy gracias cada día por ello.
4. CONSIDERACIONES CULTURALES:
¿Cómo abordas las diferencias culturales al traducir obras literarias directamente para autores?
Mi prioridad siempre es adaptar todo lo que se pueda de la mejor forma posible, aunque lingüísticamente me aleje del original, y cerrar la brecha cultural que pueda existir. Al menos, esa es mi forma de traducir. Intento separarme de lo que sé como conocedora del inglés, de la autora y de la obra, para intentar verlo con los ojos de alguien que no sabe nada al respecto ni tiene por qué. Tengo la suerte de contar con unas amigas (cada una de su padre, madre, tierra y profesión) que echan un vistazo a lo que traduzco antes de que lo entregue y me asesoran sobre si hay algo que no se entienda.
Mi máxima: que mi público meta lo entienda todo y bien sin tener que recurrir (a ser posible) a notas al pie; así, aparte de una perfecta comprensión, garantizo (o intento garantizar) la mayor fluidez posible. Ya me empapo yo de la cultura origen, de sus costumbres o marcas comerciales para que lo que le llegue a los lectores sea el equivalente más preciso posible.
Antes que a las notas al pie, recurro a la traducción explicativa. Lo he hecho en cuatro ocasiones (creo) en estos siete años. Lo he metido de forma concisa y natural en la narración y ha quedado bien. No me he visto en ninguna encrucijada especialmente complicada. Diferencias típicas como marcas de chocolatinas (Almond Joy pasa a ser chocolatina rellena de coco), de cereales (aunque más evidentes, los Honey Puffs o Honey Comb pasan a ser cereales de o con miel directamente), juegos como el Snap se convierten en el burro o en un juego de cartas sin más si no es importante en la trama.
En dos de mis próximas traducciones tengo un personaje no binario y otro que pide que, mientras encuentra su identidad, lo traten como they/them. En ambos libros usaré lenguaje no binario, tanto directo como indirecto, respetando la intención de la autora y siendo fiel al original.
¿Has tenido que explicar ciertos elementos culturales a los autores para garantizar una traducción precisa?
Hace un par años hice una traducción inversa; la única (y la última, con toda probabilidad). Fue un trabajazo a cuatro manos con una compañera neozelandesa que me iba corrigiendo capítulo a capítulo. Una de las experiencias más enriquecedoras en lo profesional y que me consta que quedó impecable, pero que no volvería a repetir por la inseguridad y el nivel de estrés que me generó. El caso es que ese libro tenía una banda sonora muy específica y muy española. Se hablaba mucho de música, ciertas canciones se entretejían con la trama y protagonizaban momentos estelares en la narración. Pero eran canciones totalmente desconocidas en el mundo anglosajón. Así que hablé con la autora y le cambié la banda sonora que afectaba a los personajes y a la historia. El resto de canciones que sonaba en el libro se quedó, porque no hacían más que eso: sonar de fondo; y si alguien en Minnesota tenía curiosidad por saber quiénes eran Duncan Dhu podía buscarlos y escucharlos. Lo que hice fue buscar canciones que, por el tono, la letra y la época se amoldaran a los momentos culmen en los que salían. Porque la letra era comentada por los personajes y tenía que ver con su relación. A la autora le encantaron las opciones. Le ofrecí varias y creo que entre las dos elegimos las que más encajaban. Si se trataba de que el público meta (en este caso, en anglosajón) entendiera el sentimiento, el peso de una canción concreta en un momento determinado, no podíamos dejarlo tal cual. Se perdía el mensaje y la emoción, y se trataba de eso, de traducir emociones.
5. VARIEDAD DE GÉNEROS:
¿Has trabajado en la traducción de diferentes géneros literarios? ¿Cómo abordas las particularidades de cada uno? Me dedico en exclusiva a la ficción LGBT. Al romance M/M (male-male) y dentro del nicho (porque es un nicho de proporciones épicas) tanto a la comedia romántica, como al romance contemporáneo, Dark Romance o fantasía; pero dentro siempre del mismo género.
¿Prefieres traducir ciertos géneros sobre otros? Te diré que, a pesar de mi especialización, no me cierro a nada.
6. HERRAMIENTAS Y RECURSOS:
¿Cuáles son las herramientas y recursos que consideras esenciales en tu trabajo como traductora literaria? No uso ninguna TAO (quizá me equivoco y me harían el trabajo más fácil, no sé). Soy muy clásica y tengo unos básicos inseparables: el DLE, el Panhispánico, el combinatorio práctico del español contemporáneo, el diccionario español de construcciones preposicionales, el diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, la nueva gramática de la lengua española… Recurro mucho a la Fundéu (me deben de tener en spam de lo pesada que soy) y al instituto Cervantes; mis diccionarios monolingües favoritos son el Merriam y el Collins y tengo siempre a mano el libro de estilo de la lengua española y los apuntes de un curso de corrección que me fue especialmente útil.
¿Cómo incorporas las nuevas tecnologías en tu proceso de traducción? Mal. Ja, ja, ja. Tengo una mente extraña que procrastina hasta el extremo para no tener que aprender a manejar X cosa. Sé que el tiempo que pierda en aprender no será tiempo perdido, que es una superinversión de futuro. Pero aún no he llegado a ese punto. Y encima estoy embarcada en una batalla (perdida, me temo) contra las traducciones con IA que creo que están petando el mercado de historias sin alma ni gracia, y mi odio me nubla el juicio y no me deja ver lo útiles que pueden ser en algunos casos. Ojalá una máquina nos ayudara en nuestro curro diario, de verdad, ojalá. Pero hoy por hoy, y tal y como están las cosas con la posedición, no lo veo, la verdad.
7. CONSEJOS PARA AUTORES:
¿Qué consejos les darías a los autores que están planteándose trabajar con un traductor directamente?
Que no tengan miedo, que entrar en un mercado nuevo siempre da pavor, pero que sí pueden invertir en un traductor profesional autónomo o de una editorial pequeñita, que lo hagan. Es cierto que es un riesgo muy grande, que buscar a quien adapte su bebé a otro idioma no es fácil, sobre todo si no conoces ese idioma. Porque, y este es un miedo muy común (y muy comprensible): ¿quién te garantiza que el resultado vaya a ser el deseado? Por desgracia, he visto traducciones al español malísimas (en el género que traduzco proliferan mucho las posediciones mediocres; algunas de ellas, muy malas) y también me ha llegado alguna traducción del español al inglés muy poco natural y cero idiomática.
Trucos:
Recurrir a alguien de confianza que sí conozca el idioma y que pueda tantear otras obras de quien se pretende contratar o recurrir a algún compañero (traductor, escritor, filólogo o entendido en general) y encargarle (por una tarifa asequible) la lectura de X libro. Se puede pedir un informe de lectura detallado o un simple feedback que le ayude a aclarar sus dudas.
A la hora de buscar un traductor también recomendaría echar un vistazo a sus redes sociales, buscar reseñas sobre sus traducciones en Goodreads, buscar opiniones de clientes en Amazon u otras plataformas de libros.
Y muy importante (aunque suene rastrerillo llegados a este punto): que digan siempre y pronto cuánto pueden pagar. Y digo «pueden» y no «están dispuestos a» de forma intencionada. Porque tras siete años en esto soy más que consciente de que la mayoría de autores pequeños no se puede permitir un traductor. Y es importante ir de frente y que ninguna de las partes pierda el tiempo. A mí me llegaron a ofrecer pagarme con royalties, pero sin tarifa alguna de por medio. Lo hicieron de forma muy educada y en el primer correo que intercambiamos, lo cual agradecí mucho; me negué también muy educadamente y le dije que, cuando pudiera invertir en mi trabajo, estaría encantada de traducir su obra (que, además, me gustaba).
Los traductores freelance podemos ser tan buenos como los editoriales (no es dónde trabajas, sino cómo) y esto es algo que todo autor tiene que tener claro.
Hay un contra bastante grande a la hora de elegir un traductor independiente en lugar de una editorial y es la labor de promoción. La editorial te da visibilidad y el pobre freelance no tanta. Esto es así, y no vamos a ocultarlo. Por mucho que al traductor se le pague un extra por hacer algún tipo de marketing (y es un concepto que existe) su alcance no es el mismo y se nota. Ese es el único contra que puedo encontrar. La calidad no debería depender del tipo de traductor que seas.
¿Cómo pueden los autores facilitar el proceso de traducción desde tu perspectiva?
Accesibilidad. Pero yo creo que, en general, con los indies no es un problema. A ver, habrá de todo, yo solo he trabajado con cinco autoras autopublicadas, pero suelen estar muy dispuestas, dado que saben que amortizar su inversión no va a ser sencillo y ayudan en la medida de lo posible.
Quizá suene un poco pesimista en cuanto a los riesgos de entrar en un mercado nuevo; no lo soy, soy realista. Cualquier historia puede dar un pelotazo por cualquier motivo (la calidad, por desgracia, no es el más importante de ellos), pero, en general, cuesta abrirse camino.
8. CONSEJOS PARA TRADUCTORES:
¿Cómo lo haces/has hecho para encontrar a autores directos con los que trabajar? Seguro que es lo que más les interesa a los compañeros que empiezan o quieren iniciarse en editorial.
Lo primero es saber si te diriges a un autor autopublicado o a uno editorial. Porque, en el segundo supuesto, ya se trate de una editorial pequeña e independiente —supermajos ellos y superaccesibles— o de una de las grandes, los derechos de las obras del autor estarán cedidos y, por lo tanto, no va a poder negociar las condiciones.
Una vez sabes a qué tipo de autor te vas a dirigir, yo recomiendo contactar por correo electrónico; o, al menos, es lo que yo hago, aunque alguna vez he escrito un mensaje privado en redes sociales porque por lo que sea me ha resultado más sencillo (porque la autora que me interesaba me seguía, por ejemplo).
A la hora de contactar hay que intentar personalizar lo máximo posible. ¿Qué motivos hay para querer traducir a X Autor? El principal suele ser que has leído uno de sus libros y te ha gustado; y eso es precisamente lo que hay que decirles. Yo busco su información de contacto en su web o, si no tienen, en redes; y parto de ahí.
Cuando me presento por correo, aparte del motivo por el que quiero traducirlos, adjunto un enlace a mis traducciones en Amazon; o las enumero y añado el link para que echen un vistazo ellos mismos. Aunque no conozcan nuestro idioma, pueden ver la puntuación y la opinión de los clientes.
Si el autor es indie, puede contestarte o no. Muchos no lo hacen, ni se plantean la posibilidad de traducir a otro idioma. Otros, los que no son autopublicados, pero pertenecen a un grupo editorial independiente, te pueden dar el contacto de su editor y decirte que le hagas a él la propuesta. Mismo proceder. O el correo de su agente literario. E igual, esa primera toma de contacto es más o menos similar.
La opción de hablar de tarifas en el primer mail depende ya de cada uno. Yo lo he hecho en alguna ocasión, con mejor o peor resultado. Por desgracia, y aquí voy a sonar pesimista de nuevo, la mayoría no quiere un traductor independiente; quieren llamar la atención de una editorial y que alguien le ofrezca algo jugoso, no humo (aunque no lo sea, pero ofrecer garantías es complicado y en los tiempos que corren, más).
Y hay otro problema añadido, quizá el más grave: en el mercado anglosajón (en mi nicho, al menos) está proliferando de forma aterradora la posedición. Los primeros puestos de los rankings de Amazon están petados de traducciones automáticas más o menos poseditadas que te dan ganas de llorar mientras te sangran los ojos (aunque eso suponga que te escuezan más). Y, claro, si esto es así y los autores se están acostumbrando a pagar cacahuetes por una traducción que sorprendentemente sí que vende en nuestro mercado: ¿por qué invertir en calidad y profesionalidad? Pero esto ya para otro día.
Como verás, hablo en todo momento de Amazon porque es el mercado en el que me muevo y el que tengo que conocer: superventas, movimientos en los rankings, categorías, lectores…
Quizá el consejo más importante que pueda dar a los compañeros que quieran embarcarse en la aventura de la traducción literaria independiente es que puede resultar difícil y frustrante al principio. Que no desesperen, que no se rindan si de verdad les interesa, pero que se preparen para currar y moverse mucho. Es un momento de mucha incertidumbre en el sector, el efecto llamada de los autores que están triunfando con traducciones (o posediciones) mediocres es preocupante, pero quiero creer que no todo está perdido y que siempre habrá alguien que valore el trabajo de profesionales que además de ilusión y muchas ganas, entreguen resultados de calidad y con alma.
¿Te es difícil hablar de tarifas, derechos, etc. con ellos/as? Cómo gestionas el trato con los clientes, vaya.
Creo que hay que hablarlo directamente y cuanto antes mejor, porque si no puede que estés perdiendo el tiempo. Puedes decirlo o no en un primer mail de contacto, pero si no es ahí, yo creo que el segundo tiene que estipular tu tarifa. O el marco en el que te mueves. No está mal hacer ofertas (o yo no lo veo mal) y ceder un poco a cambio de un par de encargos más. En plan: «yo cobro X, pero puedo cobrarte Y si me encargas toda la serie». Eso ya depende de cada uno. Pero creo que hay que ir de frente, porque en el mercado en el que yo me muevo, al menos, no todos se lo van a poder permitir y saber a qué atenerse es bueno para dejar de romantizar el traducir un libro que leíste y te llegó al alma, porque si su autor no puede pagarte, es mejor saberlo cuanto antes y no hacerte ilusiones, que luego el rechazo o la caída duelen más.
Los contratos (insisto una vez más: los que yo conozco) suelen ser precisos en cuanto a las tarifas, plazos, titularidad de los derechos, temas fiscales, dónde figurará tu nombre… Si alguien tiene dudas, siempre es mejor consultar con un compañero con más experiencia y preguntar lo que sea antes de firmar.
9. DESARROLLO PROFESIONAL:
¿Cómo te mantienes actualizada en cuanto a las tendencias literarias y lingüísticas en tus idiomas de trabajo?
Hago todos los cursos que me resultan interesantes y me puedo permitir, pero como no siempre tengo posibilidad (dinero, tiempo…) recurro mucho a libros de lingüística, escritura y estilo. Leo mucho, en español y en inglés; novedades y clásicos. Y, muy a mi pesar, porque no me gustan especialmente, me empapo del mundo literario en redes: qué se lee, qué se opina. Suelo leer opiniones en Amazon o en Goodreads (no de lo que escribo o traduzco, aunque a veces sea necesario) y ver qué se opina de una determinada traducción o forma de escribir. La gente no siempre valora lo mismo que yo y es interesante saber por qué.
¿Hay algún área específica en la que te gustaría seguir desarrollándote como traductora?
En la medida de lo posible, me quedo en mi nicho que mientras no se lo coma la IA es un lugar tranquilo, que conozco y que me da seguridad.
¿Qué te ha parecido? Si quieres dejar alguna duda, pregunta o consulta, puedes hacerlo en los comentarios. Mientras tanto, si quieres saber más sobre Virginia, puedes encontrarla por aquí:
Muchas gracias por leer(nos) y nos vemos en la próxima entrada. En esta ocasión, seguiremos la estela de la traducción de libros y nos centraremos en una plataforma reciente. ¡Aquí te espero!