Shaila Mélmed nos trae esta semana un testimonio tan extenso y completo que merecía un artículo único. Consejos y sentido común a raudales. Le cedo la palabra:
Aún recuerdo la primera vez que nos dijeron durante la carrera que podíamos empezar a trabajar ya. ¿Trabajar? ¿Nosotros, estudiantes? Llevábamos dos años estudiando y parecía que el tema laboral era algo tabú. Mucha teoría y poca práctica y, de repente, una profesora de una asignatura optativa había entrado en el aula pisando fuerte y nos había enseñado una factura, una lista de tarifas (¡por fin se había desentrañado el gran misterio de cuánto cobraba un traductor!), un ejemplo de una carta de presentación y primeros contactos, un presupuesto… Nuestros ojos y nuestras mentes se abrieron de golpe.
Pero su ayuda no se
limitó a enseñarnos y darnos plantillas (las cuales aún conservo y sigo
utilizando), sino que también nos orientó para que empezáramos a darles uso.
Nos dio unos pasos simples pero importantes:
Redacción de documentación
Seleccionar el mercado y especialización al que nos queremos dirigir
Hacernos visibles en internet
Especialización
Envío de CV
1. Redacción de documentación: aquí, obviamente, lo primero que nos viene a la mente es el currículum. Lo que yo hice fue prepararlo en mis idiomas de trabajo. Hay muchas páginas, blogs y vídeos de profesionales de la traducción donde podréis encontrar plantillas, ejemplos, consejos y errores más frecuentes. También sería interesante tener preparado de antemano una lista de tarifas en varios idiomas, modelos de facturas… estos pasos nos ahorrarán tiempo en un futuro.
2. Seleccionar el mercado y especialización al que nos queremos dirigir: es importante tener claro el mercado que va a ser nuestro objetivo, porque esto nos ayuda a saber cómo acercarnos a él. Dependiendo de tu área de especialización, puedes empezar a colaborar en proyectos sin ánimo de lucro donde puedes adquirir mucha experiencia. Yo, por ejemplo, estuve un tiempo traduciendo anuncios para ONGs o aplicaciones para móviles financiadas con crowdfunding donde gané confianza y trabajos que añadir a mi CV. Hace poco vi un proyecto muy interesante de varias chicas que estaban a punto de acabar la carrera y habían creado una antología de traducciones de relatos como forma de salir al mundo laboral, para mostrar un ejemplo de su trabajo.
3. Hacernos visibles en internet: este es el modo de decir que estás en el mercado, de conectar con colegas de profesión y de contactar con futuros clientes. Si estás leyendo esto ahora mismo y no tienes, como mínimo, un correo profesional, ve corriendo a hacértelo. Personalmente, te recomiendo uno de gran capacidad y que tenga herramientas adicionales como Gmail, donde también sería interesante añadir una firma con tus datos cada vez que envíes un correo laboral. También he leído a otros compañeros que dicen que, aunque el currículum sigue siendo muy importante para el traductor, hoy en día es más producente mantener actualizado y completo el perfil de LinkedIn o crearse una página web sencilla. Siendo honesta, mi experiencia con LinkedIn no ha sido muy fructífera, seguramente porque no he invertido el tiempo suficiente en él. En cambio, sí puedo recomendarte con propiedad que te crees una página que te respalde cuando un cliente quiera informarse sobre tu trabajo y que sirva de tarjeta de presentación online, sobre todo si eres autónomo. Si en un principio no cuentas con medios económicos suficientes para conseguirlo, existen algunos gratuitos como WordPress, Blogger, Wix… Yo también tengo cuenta en Twitter donde sigo a otros compañeros, ya sean de mi rama de especialidad o no, y compartimos anécdotas de trabajo, consejos, búsquedas de trabajo, dudas, noticias que afectan a nuestro sector… es importante este intercambio que también puedes encontrar en bases de datos de traductores, foros de traducción, asociaciones y revistas especializadas. Compartir con los colegas de profesión, te ayudará a sentirte menos solo ante el gran gigante que puede parecer a veces el mundo laboral. Pero también puede convertirse en una recopilación de recursos y experiencia. Recuerdo que mis primeros pasos más serios los di después de leer en blogs y páginas personales cómo otros los habían dado antes que yo.
4. Especialización: una de las primeras cosas que aprendí y de las que fui consciente es que los idiomas son algo que está en constante cambio, por lo que no podemos quedarnos atrás si queremos que sigan contando con nosotros. Nuestra carrera es una de formación continua. Existen másteres, postgrados o cursos en modalidad presencial u online que pueden ayudarnos a especializarnos y seguir aumentando nuestros conocimientos. También tengo que añadir que existen cursos, charlas y clases magistrales gratuitas en internet o, por ejemplo, tutoriales sobre herramientas de traducción a los que podemos acceder con un solo clic. Hacerte un hueco en un nicho particular es conseguir que los clientes se interesen por ti porque ofreces algo que nadie, o pocos más, pueden ofrecer.
5. Envío de CV: resulta casi imprescindible diferenciar el destinatario de nuestro currículum entre clientes directos o empresas de traducción, porque dependiendo de si se trata de unos u otros, será más útil usar según qué métodos para aproximarnos a ellos. Según mi experiencia, el CV es lo que suelen pedir las agencias de traducción junto a alguna prueba, mientras que con los clientes directos me ha funcionado el ponerme yo en contacto exponiéndoles por qué iban a necesitar mis servicios para un proyecto concreto; mandar un correo personalizado, por ejemplo, a una editorial cuya línea de publicación hubiera revisado antes y adjuntara ejemplos de traducciones similares, sin necesidad de que me pidan el CV. En algunas ocasiones, aunque no te cojan en un primer momento, se quedan con tu propuesta por si les interesa más adelante.
Tres consejos de propina:
1. Existe una leyenda urbana de que si buscas todo el tiempo palabras en diccionarios mientras trabajas, no tienes ni idea de traducir, o no sirves para ello. Nos acostumbran en los exámenes a no tener material de apoyo a mano pero, a medida que leas experiencias de traductores pro, verás que esto es falso, que todos buscamos palabras y definiciones todo el tiempo porque esto significa que quieres el término más adecuado para ese contexto. No sientas que sabes menos por eso, ¡recuerda que no somos diccionarios andantes!
2. Que no te dé miedo trabajar en campos similares y no en trabajos estrictamente de traducción. Yo, por ejemplo, he estado bastantes años dando clases de inglés que me ayudaban a pagar.
3. Una buena inversión inicial que puede resultar complicada al principio, pero que agradeceremos a la larga, es la que hagamos en hardware (equipo informático adecuado) y software (ofimática y herramientas de traducción). En cuanto a las TAO, no olvides que hay algunas gratuitas e igual de profesionales que pueden servirte de ayuda según tu especialización.
Espero que mi humilde experiencia te haya servido de ayuda, igual que leer el punto de vista de otros compañeros me ha ayudado siempre a mí. Si me permites un último consejo, es que practiques; nunca dejes de traducir, después de todo, a traducir se aprende traduciendo.
Podéis hablar con Shaila por Twitter, consultar su web o enviarle un correo.
¿Pensábais que esta semana no tocaban testimonios? Meeeec, ¡error! Pero recuperarse de la Feria del Libro cuando llevas meses sin salir de la traducueva cuesta lo suyo. Bueno, al grano, hoy nos acompañan Estíbaliz Montero, Juan Rivera y Elisa Manzanal, que nos cuentan de todo un poco. ¡Al lío!
Durante los meses finales de mis posgrado en Traducción Audiovisual, empecé a ponerme nerviosa. Mi periodo como estudiante llegaba a su fin, y por extensión, mis prácticas extracurriculares también. Sabía que estaba haciendo un buen trabajo en las prácticas, pero, como en muchos sitios, concedían pocos recursos a la traducción y solo contrataban becarios. De modo que entré en pánico y empecé a enviar correos como una loca, principalmente a editoriales y a academias de inglés o de ELE. Pocos me contestaron. Y todas las respuestas fueron negativas. Amables, pero suponían un rechazo tras otro. De momento no necesitaban a nadie. Eso los que contestaban. ¿Por qué el resto no lo hacía? Me había tomado el tiempo de investigar las empresas a las que había enviado el currículo. La mayoría de los correos los había dirigido a una persona en concreto y había personalizado al máximo mi solicitud con la información recopilada. ¿No era eso lo que se suponía que debía hacer? Pero ya me había topado de lleno con aquello de lo que llevaban advirtiéndome muchas voces más experimentadas que yo: en el mundo de la traducción, hacerse un hueco es difícil. Solo quedaba una opción: insistir, insistir e insistir. Hice un Excel kilométrico con editoriales y direcciones de contacto. Pregunté por Twitter a algunas editoriales a que correo de contacto podía dirigirme. Solo una me contestó. Pero bastó con esa.
Tras una prueba de traducción, antes de terminar el año ya había traducido dos novelas. Y no solo eso, con el paso del tiempo, gente a la que había enviado el currículo hacía meses me llamaba para ofrecerme algún que otro puesto como profesora a tiempo parcial. Aquello me ayudaría a ganar cierta estabilidad mientras seguía buscando clientes de forma autónoma, de modo que acepté uno de los empleos y tuve que ir rechazando las llamadas siguientes, algo que nunca me había imaginado que haría.
Pero la conclusión que saqué fue que no había sido en vano enviar todos aquellos correos. Lo ideal habría sido que me contestaran de forma más o menos inmediata, pero por lo menos parecía que la gente guardaba mi currículo.
Ese conocimiento me mantuvo enviando más correos y correos, comunicándome por redes sociales y plataformas de trabajo hasta que al final, seis meses después de finalizar mis estudios, logré algo relativamente difícil: un puesto fijo de traductora en una gran empresa. Es un puesto que me está permitiendo formarme en el manejo de herramientas que en la carrera no me habían enseñado, pero que son prácticas en la realidad, como por ejemplo InDesign. Con la seguridad y estabilidad que me da un puesto fijo, sigo investigando empresas y editoriales y mandando tantos correos como puedo. Al final, alguno dará sus frutos.
Y eso es lo que he aprendido de momento: hay que tener ganas, insistir, emplear con inteligencia las redes sociales, crearse una web propia si es posible, no rendirse, mantener el entusiasmo por la profesión que amas e insistir, insistir y volver a insistir. Es duro, y tengo claro que seguirá siéndolo, pero el sueño de mi vida siempre había sido traducir libros y cuando veo mi nombre impreso en mis ejemplares justificativos, sé que merece y merecerá la pena. ¡Ánimos a todos!
Encontraréis a Estíbaliz en su web o en su perfil de LinkedIn.
Me gradué en Traducción e Interpretación en 2017, por la Universidad Pontificia de Comillas. En la carrera tuve la suerte de poder hacer prácticas dos años (en 3.º y en 4.º) en empresas diferentes. Esto me enseñó mucho de los distintos campos de la traducción, sobre todo jurídica y económica, aunque mis intereses estaban más enfocados a traducción literaria, audiovisual y publicitaria. Desde antes de graduarme ya estaba buscando trabajo en el campo de la traducción, aunque sin mucho éxito.
Poco después de egresar, uno de los profesores que nos dio clase nos envió dos ofertas de trabajo, a las que presenté currículum sin dudarlo. De esas dos, solo recibí una respuesta: una empresa de traducción de Guadalajara buscaba formar un equipo de trabajo ad hoc para un proyecto de posedición muy grande. Me enviaron la prueba y la superé, y estuve trabajando con ellos durante el verano bajo contrato, en sus oficinas de Guadalajara. Después del verano continué trabajando con ellos, pero esta vez como colaborador autónomo y desde casa. La tarifa era muy baja, pero con el volumen de trabajo que nos mandaban cada semana se lograban unas cifras decentes al final del mes. Mi principal dificultad fue conciliar el trabajo (que me quitaba muchas horas a la semana) con el Máster en Traducción Literaria que acababa de empezar. Estuve colaborando con esta empresa (en unas condiciones cada vez peores) hasta marzo de 2018.
Mis siguientes trabajos me llegaron a través de conocidos o de recomendaciones; sin embargo, no he dejado de enviar currículos a todas las ofertas que puedo (siempre y cuando sean decentes). En 2018 se publicó mi primera traducción editorial: la introducción de un libro de historia del pensamiento económico, para cuyo autor (un catedrático de dicha materia) había traducido otros textos también.
Mi último trabajo ha sido una
prueba de traducción en un estudio de doblaje en el que he estado de prácticas
este curso, durante el Máster en Traducción Audiovisual y Localización.
Hoy en día estoy más centrado en mi máster, pero sigo buscando trabajo en traducción y posedición. Aunque mis intereses principales siguen siendo la traducción audiovisual y la literaria, hoy por hoy solicito trabajo para traducir cualquier tipo de texto, siempre y cuando me vea capacitado para ello.
Voy a hablar un poco sobre la importancia de hacer prácticas en una agencia de traducción. Estudié Lenguas Modernas y Traducción y, posteriormente, hice el Máster en Traducción Profesional en la especialidad de Traducción Jurídica. Una de las cosas buenas que tuvo el máster fue que era obligatorio realizar prácticas externas en una agencia de traducción. Supuse que me iban a asignar una empresa dedicada a la especialidad que yo había elegido, pero no fue así. Me asignaron una empresa dedicada, principalmente, al sector de la traducción especializada científico-técnica. En un primer momento pensé: «¿Cómo voy a hacer prácticas en una empresa de este ámbito si no he traducido apenas nada de medicina ni de automoción?».
Bueno, pues lo hice y fui capaz. Gracias a la ayuda de mi tutora de prácticas de la empresa, Sonia Tirado Gómez, y a todo el proceso de documentación relacionado con esta área especializada, he podido superar barreras y retos que veía imposibles. Tanto fue así, que hoy en día sigo trabajando en plantilla en la misma empresa en la que comencé las prácticas y el área de traducción que más me gusta es la traducción del ámbito biosanitario. ¿Quién me lo iba a decir cuando salí de la carrera pensando que me iba a dedicar a la traducción jurídica?
Desde mi experiencia, considero que hacer prácticas en una agencia de traducción tiene un gran impacto en nuestra formación como traductores profesionales. Con esto no digo que no hacer prácticas signifique que un traductor no sea profesional o no sea bueno. Conozco a muchos traductores que no hicieron prácticas y que hoy son unos traductores excelentes. Pero, al ver mi situación, es algo que considero muy recomendable e importante, puesto que salimos de la carrera o del máster como «pollos sin cabeza» con mucha teoría, pero sin saber muy bien cómo aplicarla.
Cuando terminé la carrera y el máster no sabía cómo se utilizaban correctamente las herramientas de traducción asistida (TAO), cómo elaborar glosarios en herramientas de gestión terminológica, cómo desarrollar medias reales palabras-calidad-productividad, etc. Y gracias a estas prácticas, he podido obtener una gran cantidad de conocimientos nuevos que me han dado la posibilidad de continuar formándome y crecer como traductora profesional. También he podido aprender cómo es el proceso de la gestión de proyectos (qué hace el gestor de proyectos, cómo debemos comunicarnos con los clientes, cómo calcular el coste de un proyecto…), así como aprender de otros compañeros traductores y revisores que contaban con más experiencia que yo.
Conclusión: recomiendo hacer prácticas externas, estén o no incluidas en el plan académico de la carrera o máster. Y aunque las prácticas que vayamos a hacer no estén particularmente relacionadas con la especialidad que nos gusta, no debemos rechazarlas en absoluto. SIEMPRE vamos a aprender cosas nuevas que nos van a aportar aspectos positivos para nuestra carrera profesional. Incluso a la larga, si les gustas, pueden contactar contigo para mandarte trabajo si eres autónomo. Nunca sabemos cómo ni dónde vamos a acabar trabajando, por lo que si se nos presenta una oportunidad, no debemos dejarla escapar.
Elisa, un amor de compañera (lo sé de buena tinta porque la conocí en la feria), os atenderá encantada por correo o LinkedIn.
¿Qué os han parecido? Me han gustado estas tres porque inciden en cosas distintas pero esenciales. Estíbaliz tiene muchísima razón al recordarnos que hay que insistir. A veces es descorazonador no recibir respuesta, pero hay que seguir al pie del cañón. Llevar un registro de los clientes a los que enviamos nuestros datos es imprescindible. Pasado un tiempo, si no ha habido respuesta y, por ejemplo, tenemos una línea de experiencia más o hemos terminado un curso, podemos volver a escribir con nuevos datos. Como se suele decir, el no ya lo tenemos, ¿verdad?
Además de enviar CV, Juan habla de los encargos que llegan a través de conocidos y compañeros. ¡Qué importante es hacerse una buena red de contactos! Decimos muchas veces que todo el mundo debe saber que somos traductores y así es. Tal cual. Con el paso de los años, muchas de las ofertas de trabajo me han llegado por conocidos que saben a lo que me dedico, por compañeras de la facultad que ahora son gestoras de proyecto, por editores de mesa que han pasado mis datos a otros, por compañeros que no pueden ocuparse de un encargo y me lo pasan, etc. En fin, si trabajas bien, el boca-oreja es bueno y eso funciona mucho mejor que una llamada a puerta fría, desde luego.
De Elisa me quedo con su reflexión final: «Nunca sabemos cómo ni dónde vamos a acabar trabajando, por lo que si se nos presenta una oportunidad, no debemos dejarla escapar». Efectivamente. Y creo recordar que en la feria lo comenté a varios estudiantes. Es verdad que se insiste mucho en que nos especialicemos, pero debemos estar abiertos a otras posibilidades. Podemos acabar en una rama que no teníamos contemplada pero en la que somos muy buenos… y nos gusta. Así pues, ¡no os cerréis puertas!
Y hasta aquí los testimonios de hoy. Espero que os hayan gustado. Como siempre, gracias por participar, por leer y, ya sabéis, si queréis dejar la vuestra: los comentarios o mi correo os esperan. ¡Hasta la próxima!
Esta semana nos esperan dos testimonios muy completos. Preparaos un cafelito o un té o un zumo y acompañad a Karla Toledo e Iván Fraile en sus primeros pasos en el mundo de la traducción.
Estudié Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca (USAL). Cuando yo entré en la carrera, aún era una licenciatura, o sea, duraba cuatro años, pero, en mi caso, se convirtieron en cinco por una razón muy sencilla: en cuarto me fui de intercambio a Japón con una beca; a la vuelta me quedaban todavía asignaturas troncales y optativas por cursar. En aquella época, la USAL no tenía aún japonés en la combinación lingüística de TeI. Aproveché los créditos de libre elección para matricularme en las asignaturas de lengua japonesa que ofrecían en la Facultad de Filología, con la idea de aprender un idioma «exótico» que pudiera ser un as en la manga el día de mañana. Además, nuestros estudios no existen en Japón, de ahí que mi año de intercambio lo pudiera convalidar únicamente por libre elección.
Recuerdo
que, en aquel entonces, ya había profesores que recitaban el famoso discurso de
que es difícil vivir únicamente de la traducción o la interpretación, por no
decir imposible. Lamentablemente, quienes estudiáis TeI ahora sabéis
perfectamente de lo que hablo, pero también podéis ver, gracias a este blog y
las redes sociales (entre otros medios), que eso no es del todo cierto ;).
En 2008, cuando terminé la carrera, tenía muy claro cuál sería mi siguiente paso: volver a Japón. Llevaba cinco años estudiando japonés, pero, después de haber estado de intercambio en Tokio, sabía que aún me quedaba mucho camino por recorrer si realmente quería trabajar con el japonés, y no solo con el inglés y el francés, mis lenguas B y C en la licenciatura, respectivamente. Aprovecho para comentar que yo había decidido estudiar TeI porque quería ser intérprete de conferencias, principalmente (en la USAL tenían un itinerario específico de interpretación); sin embargo, el japonés cambió completamente mis planes. Con esto lo que quiero decir es, básicamente, que podéis cambiar de opinión, tanto durante la carrera como después. No todo el mundo tiene por qué seguir el mismo camino, ya sea por cuestiones personales o profesionales. Yo iba para intérprete, pero ahora trabajo como traductora de artículos divulgativos sobre Japón; de manga y de novela; de audiovisual… De vez en cuando, interpreto, pero en cabina inglés-español-inglés (es una combinación con poca demanda en Japón, pero suele haber trabajo varias veces al año). Además, hago cosas que no están tan relacionadas con la traducción, como locutar en radio y hacer narraciones para libros de texto, por ejemplo.
El caso es que volví a Japón, donde compaginé mis estudios de lengua y cultura japonesas con la enseñanza del español durante cuatro años. En ese tiempo, también pude trabajar como traductora y revisora de inglés a español, y como correctora de traducciones del japonés al español hechas por traductores no nativos (japoneses). En 2011, un amigo me recomendó para una empresa con la que él colaboraba, así que decidí lanzarme a la piscina y hacer la prueba de japonés-español; la pasé. De hecho, sigo trabajando con esa empresa a día de hoy. Un año más tarde, hice el examen para ser traductora y locutora en la sección de español del servicio internacional de la radiotelevisión japonesa, un trabajo que, dicho sea de paso, me llegó gracias a otro contacto. Y esto me lleva a otra de las cosas que me gustaría contaros: los contactos son muy importantes. Eso que se dice en nuestro gremio de que hay que hacerle saber a todo el mundo a qué os dedicáis es totalmente cierto. A lo largo de estos años, el 80 % del trabajo me ha llegado por mediación de otros traductores e intérpretes (¡GRACIAS!), e incluso de personas que no tienen nada que ver con la profesión pero que se han acordado de mí cuando alguien buscaba traductor. Por eso, siempre que me ofrecen algún encargo que yo no puedo coger, por el motivo que sea, procuro pasárselo a alguien; también les envío ofertas de trabajo a compañeros cuyo perfil considero que se puede adecuar a lo que una determinada empresa o particular esté buscando.
Por último, me gustaría comentaros que ahora mismo estoy redactando el TFM de mi primer —y puede que último— máster, el de Traducción Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona. Como veis, no todo el mundo cursa uno nada más terminar la carrera. Yo, por ejemplo, lo empecé en 2017, casi diez años después de licenciarme. Tenía tiempo y dinero para permitírmelo, algo que, modestia aparte, me llena de orgullo (y satisfacción). En su momento, decidí especializarme en una combinación lingüística «rara»; creo que fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida… y de las más aleatorias (con 17 años, realmente no tenía ni idea de a dónde me llevaría todo esto). Si hay alguien al que le interese orientar su carrera de esta forma, estaré encantada de darle más detalles y consejos.
Karla os atenderá por Twitter y por LinkedIn, si os apetece.
Mi historia se remonta a hace relativamente poco. En 2015 finalicé mis estudios del grado en Estudios Ingleses. Al contrario que gran parte de profesionales, mi formación universitaria fue de Filología inglesa, y no de Traducción e interpretación, y aprovecho para recalcar que sí: cualquiera que se gradúe en alguna filología puede acabar dedicándose a la traducción, siempre y cuando siga formándose y especializándose, por supuesto. Así que mi caso en concreto tal vez pueda servir de cierta ayuda y guía a aquellos graduados o universitarios que estén cursando un grado diferente al de Traducción e interpretación. O, como mínimo, puedan sentirse más identificados.
Terminé el grado con ilusión, todo lo contrario de lo que había sido en años anteriores, puesto que había ocasiones en las que se me hizo muy cuesta arriba en lo que a motivación se refería; en ocasiones sentía que no avanzaba, que no aprendía mucho, e incluso llegaba a dudar de si hice bien en escoger esta carrera, pese a que hubo bastantes asignaturas que disfruté mucho. Por ello, tardé más de la cuenta en finalizar el grado, pero todo ocurre por una razón y no todos debemos llevar el mismo ritmo, claro está. Sin embargo, al final la cosa fue a mejor; sobre todo en el último año, cada vez tenía más ganas de comerme el mundo, de meterme en el mundo de la traducción de lleno, ya que mi único contacto con la traducción hasta 2015, quitando mi práctica personal por mi cuenta, solo había sido una asignatura del grado, de traducción y lingüística contrastiva, y el TFG, en el que investigué y analicé varias traducciones audiovisuales.
Sin embargo, tardé un poco en decidir qué hacer a continuación. Y esto no es malo; es importante saber qué se quiere hacer, y más si se opta por posgrados o un máster. Estuve un año sin estudiar, pero, además de no dejar de lado la práctica de traducción para estar aún más preparado para mi siguiente paso académico, hice una investigación a fondo de lo que tenía a mi disposición y, frente a cualquier duda, escribí a varios traductores profesionales en busca de cierta orientación y consejo. Busqué, busqué y busqué, hasta que encontré muchas opciones diferentes: varios másteres en traducción audiovisual, dos a distancia y uno presencial, muchos cursos sobre traducción, especializados en diferentes modalidades, algún que otro máster en traducción editorial, literaria… Barajé las opciones que tenía, todo esto durante meses, y finalmente me decidí por el máster en traducción audiovisual de ISTRAD. ¿Cómo lo decidí? Leyendo los programas de cada máster y curso y barajando lo que yo consideraba que me convenía más. El resto, cuestión de preguntar, nuevamente, qué opinión había sobre los másteres que más dudaba. Personalmente, recurrí a este porque su programa me gustaba ligeramente más que el de otros. Y no podría estar más contento con el resultado a día de hoy. ¡Ah! Y no dudéis de la eficacia de unos estudios a distancia; son igual de eficaces. A veces incluso más.
Finalicé el máster hace casi dos años y fue el año que más disfruté de toda mi formación académica. Su formación me pareció muy completa, aprendí muchísimo y su amplia oferta de prácticas con empresas resulta de lo más útil e inspirador a la hora de entrar en contacto con el mundo profesional. Durante el máster, realicé dos periodos de prácticas; uno, en una agencia de subtitulado, durante tres meses, en plantilla; otro, con una agencia de traducción audiovisual a distancia durante un mes. Ambas experiencias fueron diferentes y muy enriquecedoras; nuevamente, aprendí aún más. No cabe duda de que las prácticas son un paso esencial en la formación de un profesional de la traducción, ya que es con trabajo real con lo que más se aprende al fin y al cabo, y puede ser la clave para empezar a trabajar, ya sea como autónomo o en plantilla.
Incluso antes de finalizar el máster, empecé a recibir encargos de una de estas agencias y comenzó oficialmente mi etapa profesional como traductor autónomo y desde entonces no he parado de traducir, revisar y pautar subtítulos de películas, series, programas y documentales para diferentes ciclos de cine de Madrid, televisión y plataformas VOD (Netflix y Amazon Prime Video, principalmente). Como anécdota curiosa que puede motivar a los demás en cierto modo, justo en mi primer mes de autónomo recibí un encargo de traducción de una parte de mi serie de anime favorita; por supuesto, es el típico caso de llegar al lugar adecuado en el momento oportuno, pero para que veáis las vueltas que puede dar la vida. Con esta misma agencia tuve también la suerte de trabajar durante varios meses en plantilla como gestor de proyectos, subtitulador y revisor, etapa durante la que también aprendí muchísimo de mis compañeros, todos un encanto, y de todo el proceso que hay detrás de las traducciones. Volviendo al trabajo de traductor desde casa, afortunadamente, con sus más y sus menos, ningún mes he dejado de recibir trabajo, aunque es inevitable que haya meses de menos actividad, sobre todo al principio. Pero con ganas, perseverancia, mimo y pasión, se puede con todo. Y por supuesto, se nota. Al principio recibía menos encargos; no había hecho más que empezar, pero conforme pasaban los meses, cada vez recibía más trabajo, hasta que llegó un punto en el que tenía un flujo de trabajo de no parar semana tras semana. Se acaba formando un vínculo de confianza mutua entre traductor y agencia. Aun así, sigue habiendo meses que, inevitablemente, hay menos trabajo. Esto a veces puede generar bastante preocupación si a finales de mes notamos una disminución destacable de ingresos, pero al final, siempre acaban llegando meses de más curro.
Y claro, ojo. No todo es coser y cantar en cuanto uno se da de alta de autónomo y recibe encargos de algún cliente. Es una profesión que consiste en no parar de moverse. Hay que estar en una constante búsqueda de clientes, de agencias con las que colaborar. Dentro de un mes hago dos años como traductor autónomo y esto, para mí, sigue siendo así; he pasado de recibir trabajo de un solo cliente a recibirlo de dos. Pero, de nuevo, no hay que desistir. La búsqueda de clientes es dura y frustrante; no es fácil. La mayoría de veces no recibimos respuesta a ese correo electrónico que tan bien hemos redactado y en el que tan bien nos hemos vendido; otras veces, aunque obtengamos respuesta, la cosa no da más de sí y no volvemos a saber más; y a veces, incluso tenemos la suerte de que la agencia en cuestión acepta colaborar con nosotros y nos introduce en su base de datos, pero de ahí a que podamos recibir algún encargo puede pasar mucho tiempo. En este sentido, de la mano de la perseverancia, hace falta mucha paciencia, puesto que es un proceso largo mediante el que no se ven resultados inmediatos, pero poco a poco, todo trabajo da sus frutos, y el de la búsqueda de clientes no es menos. Por desgracia, no hay ninguna fórmula mágica para conseguir más clientes una vez que se está metido en el mundillo, más allá de insistir, insistir e insistir, además de presentarse debidamente y destacar los puntos en los que podrías llamar la atención de las agencias para que se interesen en ti, así que os animo a todos a no rendiros nunca en vuestra búsqueda de clientes. Y es que, a pesar de sus dificultades, una cosa está clara: es una profesión preciosa.
En lo de moverse también entra la formación: el saber no ocupa lugar. Siempre podemos aprender más, siempre podemos especializarnos aún más en algo, por mucho que hayamos hecho un grado, un máster y varios cursos, siempre quedará algo en lo que podamos meternos de lleno para, en algún momento, recibir más trabajo, que de esto va todo al final. En lo personal, hace poco he comenzado un curso de Trágora, el de traducción para plataformas VOD, impartido por la tutora Alba Mas, con el que aspiro a profundizar en mis conocimientos ya asentados de la traducción audiovisual y practicar la traducción para doblaje y voz superpuesta, especializándome también en estas modalidades, ya que, hasta ahora, mi experiencia profesional en estos años se ha centrado sobre todo en el subtitulado.
Otro aspecto que considero importante son los contactos y moverse por círculos de traductores. En mi caso, desde que lo hago mediante redes sociales y correo electrónico, no me he sentido tan solo profesionalmente hablando. He podido hablar con compañeros de profesión de dudas, inquietudes, opiniones, experiencias… e incluso leer artículos o ver vídeos muy interesantes e instructivos. También va de la mano unirse a asociaciones, como ATRAE, de la que soy socio, en la que se intensifica aún más ese contacto interprofesional, así como asistir a charlas, reuniones, etc. Además, matas dos pájaros de un tiro: conoces a gente de tu misma profesión de quienes puedes aprender mucho y te abres frente al mundo; porque, oye, quién sabe dónde puedes encontrar a tu próximo cliente. Por lo tanto, otro punto importante en esta profesión es socializar.
En definitiva, nada es fácil, y esto se oye en nuestra profesión y en cualquiera, pero la clave está en seguir adelante, en no rendirse. ¿Que antes necesitas dedicarte a otra cosa por cualquier motivo? ¡Adelante! No te cierres puertas a nada. Si tu pasión y tu sueño es dedicarte a la traducción, ese día llegará si no te rindes y no lo dejas de lado, incluso aunque antes tengas que pasar por otras etapas. Es importante, además, no tener prisa, ya que cada uno avanza a su propio ritmo, y evitar las comparaciones con los demás, que pueden dar lugar a ligeras desmotivaciones: no, no y no. No sois menos que nadie por tardar más en formaros o en empezar como traductor ni en encontrar los suficientes clientes como para poder ser totalmente independientes. Así que, de verdad, os animo a todos a luchar por lo que queréis y a anteponeros ante cualquier situación. Tanto para los que sigáis formándoos o hayáis acabado el grado como para los que ya han puesto un pie en la traducción profesional: no perdáis nunca la esperanza y curráoslo siempre al máximo, porque todo llega y, al final, el resultado hará que todo por lo que pasamos previamente merezca la pena, ¡y con creces!
Además de Twitter, podéis encontrar a Iván por correo.
Menudos dos perfiles, ¿verdad? Son un ejemplo buenísimo de lo que se consigue con mucho trabajo y tesón… y con unos ritmos personales, un camino que no tiene que ser el que recorre todo el mundo. Me siento muy identificada con Karla en cuanto al máster. Siempre digo que aproveché bastante más mi máster de TAV tras unos años trabajando en esto; la experiencia que te dan los años hace que lo absorbas de otro modo. Con esto no quiero decir que no sirva de nada si se hace al terminar al grado, ¿eh?, pero que unos años de parón estudiantil no os impidan disfrutar de una formación reglada más adelante. Se aprovecha muchísimo.
En cuanto a Iván, ¿qué puedo añadir que no haya dicho ya? Sus reflexiones me parecen acertadísimas y son cosas que tanto desde este blog como en charlas y en foros varios se insiste mucho: formarse es importante, así como no tirar la toalla cuando no recibimos respuesta, asistir a jornadas de traducción, etc. Paso a paso y con buena letra se llega lejos.
Hasta aquí los testimonios de hoy, pues. Espero que os hayan gustado y os animen a seguir adelante. ¡Gracias, como siempre, a todos los que participáis y los que nos leéis!
¿Nos vemos en la Feria del Libro?*
*N. de la T.: Si estáis en Madrid este domingo día 16 de junio y os queréis pasar por la Feria del Libro, estaré en la caseta de ASETRAD, la número 15, de 12:00 a 14:00. ¡Pasad a saludar y hablamos un ratito de traducción!
Por tercera semana consecutiva, tras la primera y segunda entregas, abrimos el blog a los testimonios de dos compañeros, Cristian y Laura, que nos contarán cómo se han abierto paso en este mundillo. ¡Vamos allá!
Terminé TeI en el curso 2014/2015. Me quedaban por cursar
unas pocas asignaturas del 2.º cuatrimestre así que, para aprovechar el tiempo
libre que tenía el cuatrimestre anterior, me puse a buscar prácticas en
Alemania, Austria y Suiza. Uno de mis objetivos era ampliar y consolidar los conocimientos
que tenía de mi segunda lengua de trabajo. Entré en contacto con una empresa
con sede en Suiza con la que trabajé 8 meses en prácticas.
Tras regresar y terminar la carrera, inicié la búsqueda de empleo. No fue fácil; la opción más obvia era trabajar como traductor en plantilla en una empresa de traducción, donde los puestos de traductor son limitados. Así pues, al no conseguir respuesta en las puertas a las que llamaba, seguí buscando alternativas que al menos estuviesen relacionadas con los idiomas. Vi un anuncio para trabajar captando clientes internacionales para ofrecer servicios turísticos. Trabajé con mis compañeras unos meses que para mí fueron muy enriquecedores y me permitieron poner en práctica mis lenguas de trabajo, pero también desarrollar habilidades interpersonales.
No obstante, mi verdadera aventura laboral empezó a finales
de ese 2015, cuando llegaron a mí por distintas vías varias ofertas de empleo
como traductor en plantilla y estuve inmerso en pruebas de traducción,
entrevistas, nervios y emoción. Los procesos de selección avanzaron de manera
muy satisfactoria hasta el punto de que tuve que hacer balance y apostar por
una empresa.
Y así es como durante dos años estuve trabajando como traductor en plantilla. Tengo que decir que, aunque uno tenga claro que quiere hacerse traductor por cuenta propia, pasar por una empresa de traducción y conocer los procesos implicados en la cadena de producción ayuda a ampliar horizontes y entender mejor cómo funciona por dentro, qué valoran los gestores de proyectos, cómo puedes facilitar su trabajo, conocer los ratios de producción que se manejan en el sector, etc. No solo eso, sino que lo considero un comienzo más llevadero; a mí me fue de gran ayuda ir más «acompañado»: al trabajar con compañeros con más experiencia que yo recibía correcciones, comentarios de forma continuada y aprendí de diversos errores «por las buenas».
A principios de 2018 decidí cambiar y empecé por mi cuenta. Con algo de experiencia de los dos años anteriores, sería más fácil arrancar desde cero. Tuve la fortuna de empezar con unos poquitos clientes gracias a mis trabajos anteriores. Aun así, sin duda una de las dificultades a día de hoy sigue siendo ampliar mi cartera de clientes. Para superarlas intento acudir de vez en cuando a eventos, formales o informales (congresos, cursos o formaciones, encuentros de traductores…) siempre que la agenda lo permite, además de valorar otras acciones que puedan ser de ayuda, como contactar con agencias y otros potenciales clientes… Sobre todo, buscar y hacerse ver; así es como te van a encontrar; tener una web y ya no es suficiente. ¡Y que tu círculo de amistades sepa qué haces! Nunca se sabe si en sus empresas alguna vez necesitarán una traducción profesional y te podrán recomendar.
Esta dificultad para encontrar clientes no va ligada necesariamente a no «conocerse», sino que a veces la colaboración no es posible por cuestión de tarifas. Aunque es difícil empezar y es muy tentador conseguir cuántos más clientes mejor, recomiendo valorar si compensa. A corto plazo desde luego que no es interesante, pues se contribuye a bajar los precios del mercado. A la larga, además, vas a tener que trabajar el doble o el triple para llegar a fin de mes y ganarte el pan, en detrimento de tu salud. Por eso, yo intento siempre encontrar un punto medio con potenciales clientes y tengo un límite que me he definido a partir del cual no bajo. Solo he hecho alguna excepción de manera puntual, por algún proyecto que me interesaba hacer por un motivo u otro. Si no llego a un acuerdo con algún posible cliente, sigo buscando. Caminante, no hay camino…
Los comienzos son difíciles, pero al final uno recoge lo que siembra 🙂 ¡Muchos ánimos!
Voy a contarles un poquito cómo
empecé. Prometo que esta historia tiene un final feliz, aunque al principio no parezca
tan positiva.
Mi historia comenzó en 2006, cuando entré en la Licenciatura de Traducción e Interpretación. Empecé bien la carrera, aprobando todo a la primera, pero los dos últimos años ya iba arrastrando asignaturas. Acabé muy desganada y desmotivada y toda mi ansiedad me afectaba muchísimo (insomnio y colon irritable). Me fui de Erasmus a Dublín y cuando volví decidí dejar la carrera. Fue una etapa muy mala, no tenía ganas de nada, no me sentía tan inteligente como me decía mi familia (de hecho, sentía que era tonta y que no valía) y me puse a trabajar de azafata de vuelo.
Después de unos años, cuando ya estaba cansada del trabajo de azafata y sus horarios, gracias a la motivación de mi familia, en especial de mi marido (gracias, Dani), saqué fuerzas y me metí en el Grado. Fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Todo esto lo cuento porque no todos tenemos que seguir el mismo ritmo, ni el mismo camino que los demás. Yo NECESITABA ese descanso para coger fuerzas y volver a la carga con más ganas que nunca. Y así lo hice.
Terminé el Grado en Traducción e Interpretación inglés/alemán en junio de 2018, con buenas notas, y sin ansiedad (de hecho, más feliz que nunca). Al igual que muchos compañeros, durante el Grado no tenía ni idea de lo que quería hacer al terminar. Sabía que me gustaban la docencia y la interpretación simultánea, pero la traducción me aburría bastante. Esto fue hasta que llegué a 4º y cursé la asignatura de Traducción Audiovisual. Y, casualidades de la vida, ese mismo año fue el II Tradican (las Jornadas de Traducción e Interpretación de Canarias), y vino el gran Quico Rovira-Beleta (traductor de películas como: Star Wars, Star Trek y casi todas las de Marvel). Después de su ponencia, tuve la oportunidad de entrevistarlo para mi blog (que, por cierto, creé para una asignatura y he seguido con él hasta ahora) y al final de la entrevista, le pregunté si creía que era posible conseguir dedicarme a eso (traducción audiovisual), y me dijo: «Hazlo. Inténtalo. Inténtalo porque lo conseguirás». Siempre me había gustado esa traducción, desde pequeña, cada vez que veía una película o serie, trataba de inventar alternativas si una frase no me convencía. Pero siempre creí que los traductores de películas eran «dioses», no creía que una novata como yo podía empezar en ese mundillo así como así.
Como dije, asistí, durante los dos últimos cursos, al Tradican, y en el primero tuvimos la enorme suerte de contar con Scheherezade Surià (<3), que nos habló de la traducción editorial. Así que el último año de carrera, mientras hacía el temido TFG («Traducción Audiovisual de canciones Disney: Moana»), fui enviando currículums a estudios de doblaje y editoriales. Me di cuenta de que la traducción que me gustaba era la creativa, la que me permitía dejar volar la imaginación y la que no seguía unas pautas estrictas. Por cierto, recomiendo muchísimo asistir a este tipo de jornadas ya que, además de aprender mucho, conoces a profesionales que te ayudan e informan. Yo he tenido la suerte de poder contar con muchos de ellos [i]que me han ayudado y aconsejado, y a los que ahora puedo llamar compañeros.
Finalmente, tras graduarme en junio de 2018, recibí mi primer trabajo para traducir un documental. Ese trabajo me llegó al mes siguiente de graduarme, en julio, y era un documental para el Canal Odisea. No me lo podía creer. Mi primer documental. Se llamaba Norteamérica desde el cielo: Ciudades 24 h. y era de San Francisco. Después de ese, hice algunos más de esa serie. Luego me llamaron para traducir los subtítulos de una película que iba a estrenarse en el Festival de Cine de San Sebastián (Y en cada lenteja, un Dios). Me llamaron diciendo que el estudio de los documentales me había recomendado. Así que imagínense lo importante que es hacer un buen trabajo, por muy pequeño que parezca. Y a partir de ahí empecé a trabajar con estudios para la BBC, HBO (para el que hice el documental de Axios) o Netflix. No quiero decir que fuera fácil, porque me rompí los cuernos buscando, enviando, informándome (y aún sigo), pero al final vale la pena. Tengo muchísima suerte de trabajar en lo que me apasiona (o de que me apasione mi trabajo) y estoy viendo que, con esfuerzo y pasión, todo se consigue.
Me gustaría volver a resaltar la importancia (al menos para mí) de asistir a jornadas, congresos, eventos, #Traducafés (que ahora hay en muchísimas ciudades de España) y otros tradusaraos. Lean muchos blogs de traducción (a mi me ayudó mucho el de Scheherezade) para que aprendan de los expertos. Y no se desanimen, porque el camino puede ser duro, pero es una carrera de fondo, y poco a poco se va consiguiendo.
Y esta es mi historia. Como conclusión, quiero que se queden con el mensaje positivo, con que sí se puede, con que cada uno tiene su ritmo y no hay que cerrarse a nada. Con que de todo se sale. Y con que este es un gremio precioso, con compañeros que se ayudan y apoyan, que no son de poner zancadillas a otros. Espero que esto les sirva de algo, y que les motive para hacer lo que de verdad les apasione.
Cualquier duda que tengan, pueden
escribirme sin problema a través de mis redes sociales o correo electrónico. Si
puedo resolver sus dudas, lo haré encantada.
Keep calm and translate!
[i] Gracias, Quico, Scheherezade, Tenesor, Xosé, Fernando, Reyes, Carlos y muchos más.
Perseverancia y tesón. Si no sale a la primera, sigues intentándolo. Laura y Cristian empezaron trabajando de otra cosa hasta que consiguieron el trabajo que ahora les llena. Laura incluso dejó la carrera y la retomó años después. Estos dos testimonios ilustran que no todo sale a la primera y que no pasa absolutamente nada. Dicen que lo bueno se hace esperar, ¿no?
Coincido con Cristian en que trabajar en plantilla es una buena forma de aprender y de ver lo que hay al otro lado del tapiz. Y también que no basta con una web (¡muy buen apunte!): tienes que moverte, trabajártelo mucho y ser receptivo. Y de Laura ¿qué puedo decir? No la conozco en persona, pero la veo con ganas de comerse el mundo… Como hemos visto en anteriores testimonios, todo es cuestión de trabajo y de una pizca de suerte, pero también hace falta una gran dosis de pasión.
Y hasta aquí llegamos hoy. ¡Os espero en el próximo artículo!
De entre todas las consultas que pueden llegar durante la semana de compañeros, las más habituales son: «¿Qué hago al acabar el grado?», «¿Cómo capto clientes?», «¿Por dónde empiezo?». Es normal. Sales del grado con ilusión y caes en los brazos de la incertidumbre y la inseguridad, pero créeme que esa sensación de ir como pollo sin cabeza la hemos tenido absolutamente todos en algún momento.
Y en realidad no hay una fórmula mágica —¡ojalá!—, pero cada uno intenta apañarse como puede con los consejos que le dan, los libros que lee (la semana pasada os recomendaba uno coordinado por profesoras de la Universidad de Murcia) y como buenamente puede, vaya. Por eso, aunque desde este blog he hablado muchas veces de encontrar trabajo, al final todo tiene un matiz personal y he pensado que sería buena idea dar voz a los recién egresados para que nos cuenten cómo llevaron ellos los primeros meses de actividad y cómo se las han apañado para ganarse las habichuelas.
Este es vuestro blog también y espero que a lo largo de estas semanas encontréis trucos e ideas que os ayuden si ahora mismo os encontráis en esta situación. Hoy empezamos con dos testimonios bastante distintos, los de Carla Bataller y Javier Rebollo. ¡Vamos allá!
Salí del máster llena de ilusión y energía: quería comerme el mundo, empezar a traducir libros y vivir de la traducción literaria. Pero aquello duró poco, porque mi impaciencia me obligaba a conseguir resultados inmediatos, y eso es complicado. Hay que currárselo mucho y persistir. Así que empecé a enviar currículos a todas partes. Y cuando digo todas, es todas: desde agencias de traducción hasta empresas de cualquier sector. Al final, conseguí mi primer encargo de traducción unos nueve meses después de salir del máster: localizar una página web sobre reproducción asistida al inglés y al francés.
Aquello salió todo lo mal que
podía salir. Pero aprendí muchísimas cosas de esa mala experiencia y, sobre
todo, me dio fuerzas para seguir. Ese verano conseguí trabajo como
subtituladora en una empresa grande y estuve trabajando sin parar. Una cosa
llevó a la otra y, de repente, en cuestión de un año tenía un currículo decente
en subtitulado. Pero no estaba traduciendo libros, que era lo que yo quería.
Después de idear mil y una formas de llamar la atención de algún editor, había desistido. Mi presencia en redes se centraba en hablar de subtitulado y de autoras. Por esa época, organicé un proyecto para dar mayor visibilidad a las mujeres que escriben. No ganaba dinero con aquello, pero me permitió conocer a muchas personas que acabarían siendo amigas mías y a muchas autoras de las que disfrutaría durante mis ratos libres. Y, de repente, llegó el correo.
Ese correo me cambió la vida. Provenía de una editorial independiente que aún no se había dado a conocer y en él me pedían presupuesto para traducir la obra de una escritora que a mí me gustaba mucho. No me conocían de nada, pero habían visto en las redes que era feminista, hablaba de autoras y me dedicaba a la traducción. Me hicieron una prueba y hala, contratada. «¡Ya tengo mi primer encargo editorial! Y ahora, ¿qué hago?». Pues envié más y más currículos, hasta que tuve otro golpe de suerte y una editorial me contrató. Y así hasta ahora.
¿Qué conclusiones podemos sacar de todo esto? La primera: que os lo curréis, siempre, aunque tropecéis. La segunda: que no todo depende de vosotros, porque la suerte también juega un papel importante en esto. La tercera: haced y hablad de lo que os apasione.
*Podéis encontrar a Carla y hablar con ella —es un encanto— en su blog, enviarle un correo o seguirla en twitter.*
Si bien se suele decir que la profesión del traductor autónomo es una carrera de fondo —de hecho, lo es y hay momentos en los que se precisa de mucha paciencia—, tuve suerte y me fueron surgiendo oportunidades y clientes poco a poco pero pronto.
Mi primer año de autónomo, en realidad, comienza antes de darme de alta. Si había que hablar con alguien, me acercaba o le mandaba un mensaje. No tiene sentido el miedo a preguntar y a charlar. Todos la cagamos, pero, gracias a la solidaridad de este gremio, aprendes a no caer en los mismos errores.
Las prácticas con Fernando Castillo me sirvieron para aprender muchísimo, pero lo más importante fue conformarme un porfolio interesante con el que presentarme a los estudios de doblaje y las agencias de traducción. Aproveché el tironcillo del TFG para presentar los resultados en el SELM, lo que me valió algo de visibilidad, y pude hablar con un montón de profesionales de la traducción. La ponencia luego me brindó la oportunidad fortuita de impartir clases en el máster del ISTRAD con la Universidad de Cádiz. Ahora cumplo mi primer año de autónomo cofundando AMPERSOUND con unos compañeros bastante más experimentados que yo y a los que admiro profundamente.
Como veis, una cosa ha terminado llevando a otra. Nada de lo que uno hace es en vano aunque pueda parecerlo a corto plazo; todo cuenta.
En definitiva, mis ingredientes para sobrevivir han sido hacer prácticas profesionales, ser consciente de mis fortalezas y mis carencias, compartir desde el respeto, asistir a congresos, preguntar sin miedo y aprender cada día de los mejores.
*Podéis preguntarle más cosas a Javier en su perfil de Twitter o por LinkedIn.*
¿Qué os han parecido? A mí me han llamado mucho la atención las ganas y el empeño de estos dos primeros testimonios. Empezar a moverse antes de acabar el grado y no desfallecer ante las negativas o los silencios es esencial.
Y, como veis, aunque algunos puedan pensar que las redes sociales no sirven de mucho, la buena visibilidad (en el caso de Carla en cuanto a feminismo y cuestiones afines) y el contacto con compañeros del gremio del que hablaba Javi siempre tienen cosas buenas. Al fin y al cabo todos deben saber a qué nos dedicamos y no está de más empezar a tejer una red de contactos cuanto antes.
Nos despedimos por hoy. Volvemos la semana que viene con más testimonios. Si quieres contar el tuyo y explicar tu experiencia, escribe a: info@las1001traducciones.com. ¡Gracias!