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¿Pensábais que esta semana no tocaban testimonios? Meeeec, ¡error! Pero recuperarse de la Feria del Libro cuando llevas meses sin salir de la traducueva cuesta lo suyo. Bueno, al grano, hoy nos acompañan Estíbaliz Montero, Juan Rivera y Elisa Manzanal, que nos cuentan de todo un poco. ¡Al lío!

Durante los meses finales de mis posgrado en Traducción Audiovisual, empecé a ponerme nerviosa. Mi periodo como estudiante llegaba a su fin, y por extensión, mis prácticas extracurriculares también. Sabía que estaba haciendo un buen trabajo en las prácticas, pero, como en muchos sitios, concedían pocos recursos a la traducción y solo contrataban becarios. De modo que entré en pánico y empecé a enviar correos como una loca, principalmente a editoriales y a academias de inglés o de ELE. Pocos me contestaron. Y todas las respuestas fueron negativas. Amables, pero suponían un rechazo tras otro. De momento no necesitaban a nadie. Eso los que contestaban. ¿Por qué el resto no lo hacía? Me había tomado el tiempo de investigar las empresas a las que había enviado el currículo. La mayoría de los correos los había dirigido a una persona en concreto y había personalizado al máximo mi solicitud con la información recopilada. ¿No era eso lo que se suponía que debía hacer? Pero ya me había topado de lleno con aquello de lo que llevaban advirtiéndome muchas voces más experimentadas que yo: en el mundo de la traducción, hacerse un hueco es difícil. Solo quedaba una opción: insistir, insistir e insistir. Hice un Excel kilométrico con editoriales y direcciones de contacto. Pregunté por Twitter a algunas editoriales a que correo de contacto podía dirigirme. Solo una me contestó. Pero bastó con esa.
Tras una prueba de traducción, antes de terminar el año ya había traducido dos novelas. Y no solo eso, con el paso del tiempo, gente a la que había enviado el currículo hacía meses me llamaba para ofrecerme algún que otro puesto como profesora a tiempo parcial. Aquello me ayudaría a ganar cierta estabilidad mientras seguía buscando clientes de forma autónoma, de modo que acepté uno de los empleos y tuve que ir rechazando las llamadas siguientes, algo que nunca me había imaginado que haría.
Pero la conclusión que saqué fue que no había sido en vano enviar todos aquellos correos. Lo ideal habría sido que me contestaran de forma más o menos inmediata, pero por lo menos parecía que la gente guardaba mi currículo.
Ese conocimiento me mantuvo enviando más correos y correos, comunicándome por redes sociales y plataformas de trabajo hasta que al final, seis meses después de finalizar mis estudios, logré algo relativamente difícil: un puesto fijo de traductora en una gran empresa. Es un puesto que me está permitiendo formarme en el manejo de herramientas que en la carrera no me habían enseñado, pero que son prácticas en la realidad, como por ejemplo InDesign. Con la seguridad y estabilidad que me da un puesto fijo, sigo investigando empresas y editoriales y mandando tantos correos como puedo. Al final, alguno dará sus frutos.
Y eso es lo que he aprendido de momento: hay que tener ganas, insistir, emplear con inteligencia las redes sociales, crearse una web propia si es posible, no rendirse, mantener el entusiasmo por la profesión que amas e insistir, insistir y volver a insistir. Es duro, y tengo claro que seguirá siéndolo, pero el sueño de mi vida siempre había sido traducir libros y cuando veo mi nombre impreso en mis ejemplares justificativos, sé que merece y merecerá la pena. ¡Ánimos a todos!
Encontraréis a Estíbaliz en su web o en su perfil de LinkedIn.

Me gradué en Traducción e Interpretación en 2017, por la Universidad Pontificia de Comillas. En la carrera tuve la suerte de poder hacer prácticas dos años (en 3.º y en 4.º) en empresas diferentes. Esto me enseñó mucho de los distintos campos de la traducción, sobre todo jurídica y económica, aunque mis intereses estaban más enfocados a traducción literaria, audiovisual y publicitaria. Desde antes de graduarme ya estaba buscando trabajo en el campo de la traducción, aunque sin mucho éxito.
Poco después de egresar, uno de los profesores que nos dio clase nos envió dos ofertas de trabajo, a las que presenté currículum sin dudarlo. De esas dos, solo recibí una respuesta: una empresa de traducción de Guadalajara buscaba formar un equipo de trabajo ad hoc para un proyecto de posedición muy grande. Me enviaron la prueba y la superé, y estuve trabajando con ellos durante el verano bajo contrato, en sus oficinas de Guadalajara. Después del verano continué trabajando con ellos, pero esta vez como colaborador autónomo y desde casa. La tarifa era muy baja, pero con el volumen de trabajo que nos mandaban cada semana se lograban unas cifras decentes al final del mes. Mi principal dificultad fue conciliar el trabajo (que me quitaba muchas horas a la semana) con el Máster en Traducción Literaria que acababa de empezar. Estuve colaborando con esta empresa (en unas condiciones cada vez peores) hasta marzo de 2018.
Mis siguientes trabajos me llegaron a través de conocidos o de recomendaciones; sin embargo, no he dejado de enviar currículos a todas las ofertas que puedo (siempre y cuando sean decentes). En 2018 se publicó mi primera traducción editorial: la introducción de un libro de historia del pensamiento económico, para cuyo autor (un catedrático de dicha materia) había traducido otros textos también.
Mi último trabajo ha sido una prueba de traducción en un estudio de doblaje en el que he estado de prácticas este curso, durante el Máster en Traducción Audiovisual y Localización.
Hoy en día estoy más centrado en mi máster, pero sigo buscando trabajo en traducción y posedición. Aunque mis intereses principales siguen siendo la traducción audiovisual y la literaria, hoy por hoy solicito trabajo para traducir cualquier tipo de texto, siempre y cuando me vea capacitado para ello.
Juan os atenderá por correo o por Twitter.

Voy a hablar un poco sobre la importancia de hacer prácticas en una agencia de traducción. Estudié Lenguas Modernas y Traducción y, posteriormente, hice el Máster en Traducción Profesional en la especialidad de Traducción Jurídica. Una de las cosas buenas que tuvo el máster fue que era obligatorio realizar prácticas externas en una agencia de traducción. Supuse que me iban a asignar una empresa dedicada a la especialidad que yo había elegido, pero no fue así. Me asignaron una empresa dedicada, principalmente, al sector de la traducción especializada científico-técnica. En un primer momento pensé: «¿Cómo voy a hacer prácticas en una empresa de este ámbito si no he traducido apenas nada de medicina ni de automoción?».
Bueno, pues lo hice y fui capaz. Gracias a la ayuda de mi tutora de prácticas de la empresa, Sonia Tirado Gómez, y a todo el proceso de documentación relacionado con esta área especializada, he podido superar barreras y retos que veía imposibles. Tanto fue así, que hoy en día sigo trabajando en plantilla en la misma empresa en la que comencé las prácticas y el área de traducción que más me gusta es la traducción del ámbito biosanitario. ¿Quién me lo iba a decir cuando salí de la carrera pensando que me iba a dedicar a la traducción jurídica?
Desde mi experiencia, considero que hacer prácticas en una agencia de traducción tiene un gran impacto en nuestra formación como traductores profesionales. Con esto no digo que no hacer prácticas signifique que un traductor no sea profesional o no sea bueno. Conozco a muchos traductores que no hicieron prácticas y que hoy son unos traductores excelentes. Pero, al ver mi situación, es algo que considero muy recomendable e importante, puesto que salimos de la carrera o del máster como «pollos sin cabeza» con mucha teoría, pero sin saber muy bien cómo aplicarla.
Cuando terminé la carrera y el máster no sabía cómo se utilizaban correctamente las herramientas de traducción asistida (TAO), cómo elaborar glosarios en herramientas de gestión terminológica, cómo desarrollar medias reales palabras-calidad-productividad, etc. Y gracias a estas prácticas, he podido obtener una gran cantidad de conocimientos nuevos que me han dado la posibilidad de continuar formándome y crecer como traductora profesional. También he podido aprender cómo es el proceso de la gestión de proyectos (qué hace el gestor de proyectos, cómo debemos comunicarnos con los clientes, cómo calcular el coste de un proyecto…), así como aprender de otros compañeros traductores y revisores que contaban con más experiencia que yo.
Conclusión: recomiendo hacer prácticas externas, estén o no incluidas en el plan académico de la carrera o máster. Y aunque las prácticas que vayamos a hacer no estén particularmente relacionadas con la especialidad que nos gusta, no debemos rechazarlas en absoluto. SIEMPRE vamos a aprender cosas nuevas que nos van a aportar aspectos positivos para nuestra carrera profesional. Incluso a la larga, si les gustas, pueden contactar contigo para mandarte trabajo si eres autónomo. Nunca sabemos cómo ni dónde vamos a acabar trabajando, por lo que si se nos presenta una oportunidad, no debemos dejarla escapar.
Elisa, un amor de compañera (lo sé de buena tinta porque la conocí en la feria), os atenderá encantada por correo o LinkedIn.

¿Qué os han parecido? Me han gustado estas tres porque inciden en cosas distintas pero esenciales. Estíbaliz tiene muchísima razón al recordarnos que hay que insistir. A veces es descorazonador no recibir respuesta, pero hay que seguir al pie del cañón. Llevar un registro de los clientes a los que enviamos nuestros datos es imprescindible. Pasado un tiempo, si no ha habido respuesta y, por ejemplo, tenemos una línea de experiencia más o hemos terminado un curso, podemos volver a escribir con nuevos datos. Como se suele decir, el no ya lo tenemos, ¿verdad?
Además de enviar CV, Juan habla de los encargos que llegan a través de conocidos y compañeros. ¡Qué importante es hacerse una buena red de contactos! Decimos muchas veces que todo el mundo debe saber que somos traductores y así es. Tal cual. Con el paso de los años, muchas de las ofertas de trabajo me han llegado por conocidos que saben a lo que me dedico, por compañeras de la facultad que ahora son gestoras de proyecto, por editores de mesa que han pasado mis datos a otros, por compañeros que no pueden ocuparse de un encargo y me lo pasan, etc. En fin, si trabajas bien, el boca-oreja es bueno y eso funciona mucho mejor que una llamada a puerta fría, desde luego.
De Elisa me quedo con su reflexión final: «Nunca sabemos cómo ni dónde vamos a acabar trabajando, por lo que si se nos presenta una oportunidad, no debemos dejarla escapar». Efectivamente. Y creo recordar que en la feria lo comenté a varios estudiantes. Es verdad que se insiste mucho en que nos especialicemos, pero debemos estar abiertos a otras posibilidades. Podemos acabar en una rama que no teníamos contemplada pero en la que somos muy buenos… y nos gusta. Así pues, ¡no os cerréis puertas!
Y hasta aquí los testimonios de hoy. Espero que os hayan gustado. Como siempre, gracias por participar, por leer y, ya sabéis, si queréis dejar la vuestra: los comentarios o mi correo os esperan. ¡Hasta la próxima!
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