Hace unos días la escritora Ruth Ware publicó un hilo maravilloso explicando por qué incluso los libros publicados por grandes editoriales —con equipos enteros detrás— pueden contener errores. Y yo, como traductora editorial, y desde mi parcelita, solo podía asentir. Porque aunque desde fuera pueda parecer que un libro pasa por un túnel de lavado mágico donde sale brillante e impecable…, la realidad es mucho más artesanal, humana y, por tanto, algo más caótica.
Aquí va el hilo de Ware aderezado con mi perspectiva desde la traducción.
1. La edición estructural: mover piezas grandes y cruzar los dedos
Ware explica que las primeras rondas de edición se centran en la trama, el ritmo, la coherencia… Y como traductora lo confirmo: cuando recibo un manuscrito, ya ha pasado por estas fases, pero eso no significa que esté «cerrado». A veces aún hay cambios, capítulos reordenados a última hora, frases que desaparecen misteriosamente… y claro, si una pieza se mueve, las demás pueden chirriar. El dominó editorial es muy real y no es infrecuente trabajar con versiones iniciales y hasta de tipo borrador.
2. El copyediting: donde se arregla… y a veces se estropea
Ella comenta que el copy editor corrige estilo y ortografía, pero a veces se introducen otros errores. Aquí, como traductora, añado:
Si hay varias versiones del manuscrito en circulación, puedes estar trabajando con la penúltima sin saber que existe una «definitiva de verdad de la buena que ahora va en serio».
Cuando el autor revierte un cambio (stet) pero no ajusta lo que rodea ese cambio, nacen palabros maravillosos como el hilairiously del que habla. En nuestro caso, cuando recibimos los cambios propuestos en nuestra traducción, es bastante común que al cambiar algo, se haya dejado alguna palabra (preposición, artículo, etc.) colgando.
3. La maquetación: cuando Word decide que hoy no
Ware menciona que en la maquetación se pueden introducir caracteres fantasma, formatos extraños o signos rarísimos. Por mi parte, he visto espacios invisibles que rompen una línea entera, guiones o comillas que desaparecen… Y por supuesto, la maquetación también afecta a las traducciones: una palabra más larga en castellano puede mover un párrafo entero, crear viudas y huérfanas o colapsar un diálogo.
4. Las pruebas finales: el último baile (sin margen para respirar)
El proof editor revisa la versión maquetada. Y aquí quienes traducimos también volvemos a participar: revisamos galeradas para detectar erratas propias, inconsistencias o errores que nacieron en fases anteriores.
Sin embargo, es la etapa más peligrosa porque hay muy poco tiempo, cualquier cambio puede romper el formato… y ya casi nadie más va a revisar después. En definitiva, es como intentar arreglar el maquillaje del actor mientras está saliendo al escenario.
5. Las primeras ediciones siempre tienen más errores (y no es un fallo: es estadística pura)
Esto lo dice Ware y lo reafirmo. La mayoría de los lectores solo ven la versión corregida cuando el libro llega a bolsillo o a la tienda de ebooks. Pero quienes devoran un lanzamiento el primer día se pueden encontrar todos los gazapillos.
Y entonces es cuando (a Ware le) llegan los mensajes: «Hola, he visto una errata» y ella lo agradece, siempre que se avise con cariño y no con un «vaya chapuza de edición», porque detrás de un libro hay una cadena de personas, no máquinas.
6. Y ojo: no todo lo que parece un error lo es
Ware lo explica muy bien y en traducción lo vemos igual. Que puede haber erratas, sí, ya lo hemos dicho, pero es que algunos errores no lo son. Pueden ser rasgos regionales, puede haber vocabulario poco común, quizá son decisiones estilísticas del autor y hasta errores conscientes y deliberados que caracterizan a un personaje o su forma de hablar.
Y, en estos casos, el reto de esta traductora está en mantener todo esto sin que parezca una errata de verdad. A veces traducimos errores adrede. Y no, no es fácil. No hay nada más divertido que ir justificando por qué esa palabra mal escrita tiene que quedarse así.
En definitiva…
El proceso editorial es un trabajo en cadena —multietapa, multipersona y multiprograma—, cuyos eslabones no siempre encajan a la perfección por muchos motivos. Es colaborativo, complejo y, sobre todo, humano. La gran mayoría de las veces los errores no son señal de dejadez: son la consecuencia inevitable de un proceso vivo.
Como traductora, agradezco muchísimo los hilos como el de Ware y otros escritores porque ayudan a que los lectores entiendan por qué un libro perfecto es prácticamente imposible… y por qué seguimos dejándonos la piel para que cada edición esté un poquito mejor que la anterior. Porque a todos nos interesa que el libro nos salga redondito. Palabra.
La traducción siempre me ha llevado a sitios maravillosos, tanto figurativa como literalmente hablando. Acabo de regresar de Irlanda donde he tenido el honor de participar en una serie de eventos organizados por la School of Languages, Literatures and Cultures de la University of Galway.
La pasada semana impartí un taller y dos ponencias sobre traducción editorial y audiovisual. Fue una experiencia extraordinaria, en la que no solo compartí conocimientos y prácticas, sino que también aprendí muchísimo de estudiantes, profesorado y colegas traductores.
Algunos momentos destacables:
📔 Conversar sobre las dinámicas del mercado editorial de la traducción, sus retos y oportunidades. Y conocer cómo son algunas particularidades en otros países. (En el primer seminario sobre traducción editorial).
🎬 Explorar estrategias para la traducción audiovisual: subtitulado, doblaje, voz en off, etc. Y destacar la importancia de todas ellas, siempre enmarcadas en lo que necesita un producto en especial. (En el segundo seminario, esta vez sobre traducción audiovisual).
📝 Ver el entusiasmo de quienes se acercaron con inquietudes, dudas, ganas de mejorar, de experimentar… y de trastear con textos nada fáciles, aunque lo pareciera en un primer momento. (En el taller de 2 h sobre traducción editorial).
Vivir en primera persona la hospitalidad de la comunidad académica de Galway, en un entorno tan rico culturalmente, ha sido un gran recordatorio de lo valioso que es el intercambio de ideas entre continentes, idiomas y generosidades intelectuales.
Gracias infinitas al equipo organizador, en especial a Tamara de Ines Anton, por la invitación y el acompañamiento. Y a su gran aliada, Atreyu, que me hizo compañía en algún ratito entre sesiones. Una pena no haber coincidido con compañeras como Pilar Alderete Diez, pero estoy segura de que encontraremos la forma.
Y gracias también a todos quienes asistieron, hicieron preguntas, debatieron, se atrevieron a proponer nuevas rutas. Esta experiencia reafirma mi convicción de que la traducción no es solo una disciplina técnica, sino una labor cultural que abre puertas entre mundos, personas y formas de pensar.
Ahora, de vuelta al despacho, me siento con energías renovadas para abordar proyectos presentes y futuros. Tengo miles de ideas bullendo en la cabeza, pero las mismas ganas de siempre. Que nos sigamos encontrando entre lenguas. Que no nos falten nunca.
Las frases hechas no viajan bien entre mundos… y ahí empieza el reto del traductor (humano).
En la novela en la que trabajo ahora, los protagonistas habitan un universo distinto al nuestro, donde muchos animales de la Tierra —como perros o ranas— sencillamente no existen. Esto condiciona las decisiones traductológicas: expresiones tan comunes en castellano como «no es moco de pavo» pierden sentido. Lo mismo ocurre con referencias religiosas como «no es santo de mi devoción» o coloquialismos del tipo «donde Cristo perdió el gorro», que en un mundo sin santos, sin Cristo y sin tradición católica carecen de coherencia.
Y no solo pasa con expresiones y frases hechas del estilo, también sucede con medidas y tiempo. Si ese mundo no se rige por relojes —como es el caso que me ocupa—, no podemos hablar de segundos ni minutos; habrá que medir de otra manera, quizá en latidos, pasos o ciclos naturales propios de ese universo.
¿Cómo mantenemos la expresividad de la lengua de llegada sin traicionar la coherencia interna del universo ficticio? Pues la respuesta pasa por la traducción más creativa y humana: encontrar equivalentes que transmitan el mismo efecto al lector, pero que respeten la lógica del mundo narrativo.
Este tipo de decisiones demuestran por qué la traducción literaria (y la no literaria también, ¿eh?) requiere criterio y sensibilidad profesional. Una IA ofrece equivalencias literales, pero no va a evaluar si ese animal existe en la diégesis de la obra o si esa referencia cultural, religiosa o temporal es verosímil en ese universo. Porque no piensa. Esa negociación entre fidelidad y coherencia sigue siendo terreno humano.
¿Qué otras expresiones crees tú que no sobrevivirían en un universo inventado? ¡Te leo!
Los traductores nos movemos constantemente entre dos extremos: por un lado, el respeto al texto original; por otro, la búsqueda de una expresión natural en la lengua de llegada. Y en ese vaivén, a veces nos inclinamos tanto hacia uno de los lados que perdemos de vista lo esencial: la durabilidad, la coherencia, la voz.
En los últimos años, hablamos mucho (y con razón) de la importancia de alejarse de traducciones excesivamente literales, esas que suenan forzadas, antinaturales, cogidas por pinzas, vaya. Sin embargo, en ese afán por sonar «naturales», corremos el riesgo contrario: el de fechar las traducciones, anclarlas en un momento concreto del tiempo al utilizar expresiones demasiado propias de una moda, una generación o una jerga puntual.
Pensemos en palabras como «bro», «PEC» o expresiones como «servir c*ñ*», «F en el chat», «estar alguien en su prime», etc. Tienen fuerza, ritmo, personalidad…, pero también fecha de caducidad. Puede que funcionen de maravilla hoy, pero ¿cómo envejecerán dentro de cinco años? ¿Seguirán siendo comprensibles? ¿O parecerán artefactos de otra era, como los «guay del Paraguay» de los noventa?
Traducir es trasladar palabras, claro, pero sobre todo consiste en decidir qué tono queremos dar, cuánto queremos que pese la actualidad y cuánto queremos que perdure la historia. No se trata de eliminar lo coloquial ni de neutralizar la voz de los personajes, sino de preguntarnos a quién estamos hablando hoy… y a quién le hablaremos mañana.
Este equilibrio no es fácil y no siempre hay respuestas claras, porque, obviamente (se viene frasecita manida) depende del contexto. A veces, una expresión muy del momento es justo lo que necesita un personaje para cobrar vida (hace poco en una novela encontraba, literal, una expresión donde encajaba de mil amores lo del «ir a servir»). Otras, es mejor apostar por una naturalidad menos marcada, más atemporal, que permita que el texto respire con libertad dentro de unos años.
Como traductores, no podemos prever el futuro, pero sí podemos ser conscientes de las elecciones que hacemos. Y sobre todo, podemos defender que una traducción con personalidad no tiene por qué sonar forzada ni tampoco quedar atrapada en una moda pasajera.
Al final, se trata de eso: encontrar la voz, el tono y el ritmo que hagan justicia al original y que, al mismo tiempo, conecten con los lectores… de hoy y de mañana.
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P. D.: Si hay algo de la imagen que no te suena, te dejo por aquí un minidiccionario: https://lnkd.in/dJndjb-H
La mayoría de los textos que traducimos los imaginamos en papel o en pantalla. Pero ¿qué ocurre cuando ese texto no va a leerse, sino a escucharse? La traducción de audiolibros implica una serie de retos y particularidades que no siempre están presentes en otras modalidades editoriales. No basta con traducir bien: hay que traducir para el oído.
Uno de los audiolibros que traduje hace un tiempo, con locución del célebre actor Jordi Boixaderas. ¡Lujazo!
La oralidad como destino
El principal cambio de chip que exige esta modalidad es recordar que el producto final será interpretado con la voz, no con la vista. La oralidad lo condiciona todo. El texto debe sonar fluido, natural y claro. Hay que tener en cuenta la musicalidad, el ritmo de las frases, las pausas, la puntuación, la cadencia… En una lectura silenciosa, el lector puede releer si se pierde. En una lectura en voz alta, no hay marcha atrás.
Esto implica que estructuras demasiado largas o complejas pueden dificultar la comprensión. Es preferible optar por frases más claras y directas, que mantengan la atención del oyente sin exigirle demasiado esfuerzo.
Pensar con el oído
El oído capta el lenguaje de forma diferente al ojo. Algunos elementos que funcionan bien en un texto escrito pueden perder eficacia —o directamente resultar confusos— cuando se oyen. Por ejemplo:
Las enumeraciones largas pueden abrumar.
Las frases con muchas subordinadas o incisos pueden dificultar el seguimiento.
Las ambigüedades o dobles sentidos involuntarios pueden pasar desapercibidos para quien escribe, pero no para quien escucha.
Por eso, conviene revisar siempre el texto traducido leyéndolo en voz alta. Es la mejor manera de detectar cacofonías, repeticiones accidentales, ritmos raros o frases que se tropiezan.
El narrador como aliado
Una de las grandes diferencias respecto a la traducción de un libro impreso es que el texto traducido pasará por la interpretación de una persona: el narrador o narradora del audiolibro. Y nuestro trabajo puede facilitarle —o complicarle— muchísimo la tarea.
La puntuación, por ejemplo, no solo debe ser correcta desde el punto de vista gramatical: también tiene que guiar la entonación. Las pausas deben tener sentido. Las acotaciones emocionales (“dijo enfadado”, “susurró con tristeza”) deben estar integradas de forma que no rompan el flujo ni suenen forzadas.
Además, cuando hay muchos personajes, es útil diferenciar bien sus formas de hablar. Esto no solo aporta color y coherencia al texto, sino que ayuda al narrador a marcar esas diferencias con la voz.
¿Y qué pasa con los elementos visuales?
En ocasiones, los textos incluyen recursos visuales (tipografías, cambios de formato, notas al pie, dibujos, cartas, mensajes de móvil…) que en un audiolibro no se ven. Aquí la labor del traductor consiste en adaptar, resumir o reescribir para que la información se entienda solo con el oído.
Esto es especialmente importante en literatura infantil, donde el texto suele apoyarse mucho en la ilustración y donde la musicalidad, el ritmo o incluso la rima pueden formar parte de la narración.
¿Traducción o adaptación?
Todo esto plantea una pregunta interesante: ¿hasta qué punto estamos traduciendo… y hasta qué punto estamos adaptando? La línea entre ambas disciplinas se difumina en el caso de los audiolibros, porque la prioridad no es tanto la fidelidad palabra por palabra, sino la eficacia del mensaje en formato sonoro. Lo que importa es que el texto suene bien y se entienda bien.
Por eso, traducir un audiolibro exige una sensibilidad especial. No es solo traducir: es pensar con oído, imaginar cómo va a sonar, prever cómo lo va a recibir una persona que, probablemente, esté escuchando mientras camina, conduce o cocina.
Para seguir… escuchando
Aquí van algunas lecturas interesantes sobre el tema, por si quieres profundizar:
The Spoken Word Audio Report, de Edison Research (aunque centrado en inglés, ofrece datos valiosos sobre consumo y formatos).
¿Has traducido algún audiolibro o te gustaría hacerlo? ¿Qué decisiones creativas has tomado para que una frase funcione bien al oído? ¡Te leo en comentarios!
Ya se ha publicado mi última traducción de un webtoon original, The Kiss Bet, y como tiene sus peculiaridades se me ha ocurrido contaros un poco de qué va todo esto de traducir webtoons.
Traducir un webtoon es un reto creativo que combina la traducción literaria con la audiovisual. El texto está integrado en viñetas y depende mucho del contexto visual. Esto nos ocurre también con el cómic, obvio, pero aquí se le añade el modo distinto de visualizarlo y leerlo.
Primero, es fundamental analizar el formato y la estructura del webtoon, que está diseñado para dispositivos móviles y presenta diálogos breves y naturales. El tono y estilo también son cruciales, ya que dependerán del género (romance, fantasía, comedia, etc.), y es importante adaptar el humor visual y los juegos de palabras.
Los efectos sonoros (SFX) como BOOM! o grrr suelen estar integrados en la imagen. A veces se traducen, pero en otras ocasiones se mantienen en el idioma original. Esto es algo que deberemos consensuar con el cliente. Además, como en la traducción de cómic, es esencial cuidar la limitación de espacio, ya que las frases largas pueden romper el flujo de lectura, por lo que hay que reformular o condensar cuando sea necesario.
También es clave mantener la coherencia en los registros de habla de los personajes y procurar que los términos recurrentes sean consistentes. La localización cultural aquí es fundamental, ya que los webtoons pueden incluir referencias que no son familiares para el público hispanohablante. Decidir cómo adaptar esos elementos es parte del proceso.
Por último, las herramientas de trabajo pueden variar según el formato (archivos separados o texto incrustado en imágenes), por lo que es esencial conocer el formato de entrega.
Pero… ¿y cuando ese webtoon pasa al formato físico, como en este caso?
Una de las primeras páginas de The Kiss Bet, editado por Random Cómics.
Cuando un webtoon pasa al formato impreso, la traducción requiere tener en cuenta aspectos adicionales por las diferencias entre la lectura digital y la impresa.
1. Ajuste de la edición y maquetación: En formato digital, los webtoons se leen de forma vertical y continua, pero en impresión, las páginas deben adaptarse al formato tradicional de papel.
Formato y maquetación: Los webtoons están diseñados en vertical para móvil, por ejemplo, pero en papel se convierten en páginas con viñetas más estructuradas. Puede que algunas escenas se remaqueten o ajusten.
Flujo de lectura: Mientras que un webtoon digital suele tener menos texto por viñeta, en papel el ojo recorre la página de otra manera, por lo que el ritmo narrativo puede sentirse diferente.
Edición del texto: En digital, los bocadillos suelen ser grandes y espaciados, pero en impresión pueden reducirse. La traducción debe ajustarse al espacio disponible sin perder naturalidad. Puede que las frases tengan que condensarse un pelín más y adaptarse al tamaño de la página.
2. Bocadillos y espacio. Si en digital una línea de diálogo se lee con un scroll rápido, en papel un bocadillo muy largo puede saturar la página. Es clave:
Condensar sin perder el significado.
Evitar oraciones demasiado largas que dificulten la lectura fluida.
Adaptar onomatopeyas y SFX. Los efectos sonoros que aparecen en la versión digital deben adaptarse en la versión impresa. Puede ser necesario redibujar o ajustar las onomatopeyas para que encajen mejor con el diseño gráfico.
3. Adaptación cultural para impresión. El tipo de lector puede que no sea el mismo en ambos formatos.
Diferencias en el público: En digital, los lectores suelen estar más familiarizados con términos de la cultura original (Oppa, senpai, kimchi), pero en papel el público puede ser más amplio y requerir explicaciones o adaptación. En este caso, hay que decidir si se deja el término original, se adapta o se añade una nota a pie de página.
Traducción de notas y referencias: En digital, los comentarios del autor o notas suelen ir al final del episodio. En la versión impresa, pueden colocarse en páginas especiales o con asteriscos en las viñetas.
4. Continuidad y revisión final
Coherencia con la serie: Si el webtoon tiene más temporadas o material extra (novelas, spin-offs), hay que asegurarse de mantener la terminología y estilo. Por ejemplo, me pasó al traducir la segunda parte de Boyfriends, de Refrainbow. No conocía el webtoon y ponerme con él ya empezado requería una lectura previa para ver la terminología y empaparme del estilo.
Revisión de imprenta: En la última fase, puede haber cambios en maquetación que afecten la traducción. Si hay recortes de espacio, es mejor que los haga el traductor para que el texto no pierda sentido.
¿Qué os ha parecido? ¿Habéis traducido algún webtoon o cómic para la web? ¿A qué retos y dificultades os habéis enfrentado? ¡Os leo!
Traducir diálogos es todo un arte. Cuando un personaje abre la boca, no solo está transmitiendo información, también nos está contando quién es, de dónde viene y cómo ve el mundo. Sin embargo, ¿qué pasa cuando los lectores sienten que el tono del diálogo no encaja?
Hace un tiempo leí un comentario en Threads sobre una traducción en la que el vocabulario usado parecía infantil para la edad de los personajes (en concreto, se quejaban de expresiones como «¡yupi!», entre muchas otras).
Los mundos de Yupi fue una serie de televisión infantil emitida en España por La 1 de Televisión Española en los años 80 y 90.
Este tipo de críticas puede ser frustrante (obvio), pero también nos invita a reflexionar sobre nuestro trabajo como traductores. ¿Qué podemos hacer para dar con la voz de los personajes?
✒️ 𝗘𝘀𝘁𝘂𝗱𝗶𝗮 𝗲𝗹 𝗼𝗿𝗶𝗴𝗶𝗻𝗮𝗹 𝗮 𝗳𝗼𝗻𝗱𝗼 Antes de decidir cómo hablarán los personajes en la lengua meta, lee a fondo [escucha] cómo lo hacen en el texto original. ¿Usan jerga, expresiones modernas o un tono más formal? Identificar estas características es lo primero para traducir su personalidad con precisión.
✒️ 𝗖𝗼𝗻𝗼𝗰𝗲 𝗮 𝗹𝗼𝘀 𝗽𝗲𝗿𝘀𝗼𝗻𝗮𝗷𝗲𝘀 No es lo mismo traducir a un adolescente rebelde que a un adulto más serio y profesional, por ejemplo. La edad, el entorno y la experiencia vital influyen en el lenguaje. Una adolescente puede usar unas expresiones que parecen artificiales en boca de un adulto.
✒️ 𝗔𝗱𝗮𝗽𝘁𝗮 𝘀𝗶𝗻 𝗽𝗲𝗿𝗱𝗲𝗿 𝗻𝗮𝘁𝘂𝗿𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 Algunas expresiones no funcionan al traducirlas literalmente (pasa muchas veces). Expresiones como «yupi» pueden ser infantiles en castellano, aunque su equivalente en el idioma original tenga otro matiz. Busca alternativas más acordes al contexto y al registro lingüístico.
✒️ 𝗖𝗼𝗻𝘀𝘂𝗹𝘁𝗮 𝘆 𝗿𝗲𝘃𝗶𝘀𝗮 Pide la opinión de otros traductores o lectores beta. Lo que a ti te parece natural puede sonar forzado a otros. Este paso es muy útil para mantener la coherencia cultural y lingüística.
✒️ 𝗡𝗼 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗮𝘀 𝗺𝗶𝗲𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗮𝗰𝘁𝘂𝗮𝗹𝗶𝘇𝗮𝗿𝘁𝗲 La lengua está viva y eso se refleja en el habla de los personajes. Un lector actual espera encontrar diálogos que le suenen contemporáneos, aunque 𝘴𝘪𝘯 𝘤𝘢𝘦𝘳 𝘦𝘯 𝘮𝘰𝘥𝘪𝘴𝘮𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘯𝘷𝘦𝘫𝘦𝘻𝘤𝘢𝘯 rápido. Encuentra un equilibrio. (Sí, lo sé, es más fácil decirlo que hacerlo).
✒️ 𝗣𝗿𝗶𝗼𝗿𝗶𝘇𝗮 𝗲𝗹 𝗹𝗲𝗰𝘁𝗼𝗿 𝗺𝗲𝘁𝗮 Esto es elemental. Si estás traduciendo para jóvenes adultos, el tono debe conectar con ellos. Si el público es más amplio, plantéate qué registro puede ser más general sin sacrificar la esencia del personaje.
El vocabulario y el tono en los diálogos son la esencia de los personajes. Traducirlos fielmente implica ser un puente (ya, referencia manida), no solo entre lenguas, sino también generaciones. La cosa está en escuchar al personaje y hacer que su voz se mantenga intacta.
¿Y tú qué estrategias usas para encontrar el tono perfecto en los diálogos?
El mundo de la traducción puede parecer algo lejano para los niños, pero hace poco tuve la oportunidad de acercarles el oficio durante una charla en una escuela de primaria. Lo que comenzó como una invitación para hablar sobre mi trabajo a raíz de una traducción mía que les había entusiasmado (Hi ha un ieti al pati, Pamela Butchart, Bindi Books) se convirtió en una experiencia inolvidable llena de curiosidad, risas y momentos entrañables.
Preparando el viaje hacia las palabras
Cuando me pidieron que hablara sobre la traducción, pensé: «¿Cómo captar la atención de los niños y transmitirles lo bonito que es este mundo?». La clave estaba en hacerlo interactivo y divertido. Preparé ejemplos de libros (que también llevé conmigo), juegos con palabras de otros idiomas, y decidí obsequiarles con marcapáginas y pegatinas variadas para sorprenderlos.
Ellos me sorprendieron a mí con varias traducciones que habían pedido para la ocasión.
Sabía de antemano que había expectación por el tipo de trabajo y por cómo había empezado a traducir, así que no podía faltar una introducción con toda esa información: que de niña me encantaba leer y que mi amor por los idiomas, en concreto el inglés, despertó en cuanto me apuntaron a una academia, que terminé de decidirme al estudiar latín en el instituto y ver que este trabajo era como descifrar códigos secretos, etc.
El día de la charla: historias y descubrimientos
Desde el momento en que entré en el aula, los pequeños mostraron un entusiasmo desbordante. Empecé la charla preguntándoles si sabían que muchos libros, películas y videojuegos no estaban creados originalmente en español. Y no solo eso: que la traducción nos rodea y es imprescindible en muchos ámbitos, como el médico.
Les conté que los traductores somos puentes entre culturas y que nuestro trabajo no solo consiste en cambiar palabras, sino en transmitir emociones e ideas. Porque no siempre funciona traducir lo de palabra por palabra: les puse como ejemplo un «The house is big», que sí que funciona literal, y algunas expresiones que no: «It’s raining cats and dogs» o «It’s a piece of cake».
Les conté anécdotas divertidas sobre títulos difíciles de traducir y cómo a veces tenemos que inventar rimas o adaptar bromas para que todo tenga sentido en otro idioma (les enseñé a modo de ejemplo el original y la traducción de un libro de R.L. Stine de La Pandilla Basura: Welcome to Smellville y Bienvenidos a Villapeste). Este punto en concreto lo ilustré también tomando como ejemplo algunos nombres de personajes y de títulos inventados dentro de un álbum de magia, que ya os enseñé por aquí hace un tiempo.
También les comenté que un libro, como tal, puede cambiar mucho de la edición original a la traducida, y que intervienen muchos otros profesionales, como el corrector, el ilustrador, el diseñador de cubierta, etc.
Juegos y creatividad sin límites
La parte más divertida fue cuando jugamos a traducir juntos. Les propuse frases curiosas en inglés para que las tradujeran al español y al catalán, y me sorprendió su creatividad y sentido del humor. Les fascinó descubrir que las palabras también pueden tener historias únicas y que no hay una sola traducción.
Un final inesperado: autógrafos y entrevista
Al final de la charla, les regalé los marcapáginas y las pegatinas sobre el mundo de la lectura y de la traducción. Lo que no esperaba era que me pidieran firmar sus libros como si fuera una autora famosa. Fue un momento para no olvidar. Ver su entusiasmo y saber que mi charla despertó su curiosidad fue la mejor recompensa.
Poco después me esperaba una entrevista en el programa de radio de la escuela (sí, sí, tienen su pequeño estudio en la zona de la biblioteca), donde me preguntaron cosas la mar de interesantes, como qué editorial me trataba mejor, algo que me sorprendió muchísimo porque no es algo que se pregunte a menudo.
Sembrando la semilla de la traducción
Esta experiencia me recordó la importancia de acercar nuestra profesión a los más jóvenes. Enseñarles que los traductores estamos detrás de muchas de las cosas que disfrutan a diario puede inspirarlos a explorar otros idiomas y culturas en el futuro.
Volví a casa con una sonrisa imborrable, recordando sus preguntas, su creatividad y la ilusión con la que abrazaron el mundo de la traducción, aunque solo fuera durante un día. Puede, incluso, que alguno de ellos sea traductora o traductor en el futuro.
¿Y tú? Si tienes la oportunidad de compartir tu profesión con los más pequeños, no lo dudes. Les estarás abriendo las puertas a nuevas posibilidades y, quién sabe, quizá siembres en ellos una pasión que les dure toda la vida. 🌍✨
Yo me enteré de su existencia hará medio año gracias a una compañera traductora. Le eché un vistazo a la plataforma, me gustó, y allá que me lancé a crearme un perfil. Como me gusta probar las cosas antes de recomendarlas, he dejado pasar un tiempo prudencial y comprobar si recibía algún encargo o no, para ver cómo funciona y si vale la pena. Por cierto, no me pagan por hacerles publicidad, aunque sí tengo este código que podemos usar para que nos den un dinerito adicional a ti y a mí cuando te encarguen tu primer proyecto (traducción, corrección, etc.).
Pero, antes de nada, ¿qué es Reedsy?
En palabras de uno de sus creadores, Ricardo Fayet, «Reedsy es el principal mercado mundial de profesionales de la edición. En la actualidad, reúne a una comunidad de más de 150.000 autores de todo el mundo con una red de 1.500 profesionales autónomos: desde editores a diseñadores de cubiertas, ilustradores, correctores, profesionales del marketing editorial y publicistas. Y ayuda a dar vida a más de 500 libros cada mes». ¡No está nada mal!
Básicamente, y para centrarnos en lo que más nos interesa, la plataforma pone en contacto a los autores con correctores y traductores, y se lleva un porcentaje de cada transacción, pero tú como profesional pones el precio y los plazos. Es decir: tú decides los términos de la colaboración.
Después de crearte el perfil (aquí el mío) y subir al menos el título/foto de una traducción publicada, llega la parte de la validación. Mantienes una entrevista virtual con ellos en la que te lo explican todo y, en general, te ayudan a optimizar el perfil, te dicen qué puede ser más vistoso de las traducciones que ya tengas publicadas y cómo enfocar la bío. Esto me pareció interesantísimo, la verdad.
En vista de sus métricas, te comentan también qué puede atraer más la atención de los autores que piden servicios en la plataforma. De hecho, según comenta Fayet en una entrevista, si decidieron ofrecer un apartado de traducción a los pocos años de crear la plataforma fue por la creciente demanda de este servicio entre los autores de lengua inglesa.
Cuando ya está todo listo, la cuestión es esperar a recibir alguna solicitud. Son los autores los que se ponen en contacto con un traductor o varios (creo recordar que el límite son 5) para proponer el trabajo y recibir el presupuesto. El autor/a debe proporcionarte toda la información para que puedas hacer tus cálculos de honorario y de tiempo, aunque por su parte puede hacerte alguna propuesta también al respecto.
Cómo se ven los datos básicos de una propuesta para poder elaborar tu presupuesto.
Según la reunión con una responsable de la plataforma, el precio no siempre es el factor decisivo y, hasta la fecha, es cierto. El autor/a que tiene las cosas claras no suele regatear, sobre todo si formulas un buen presupuesto con la información más completa y pertinente posible. Es decir: véndete bien y explica bien el servicio:
Pide una muestra del texto si no te lo proporcionan en el primer contacto. Es la mejor forma de ver el estilo, la dificultad, etc.
Detalla bien en qué va a consistir tu trabajo: si el pedido es para traducir, solo traducirás (la revisión sería otro servicio, por ejemplo).
Desglosa bien el precio. ¿Cobras por página, por caracteres, por palabra?
¿Cómo va a ser tu proceso de trabajo? Esto suele darles mucha tranquilidad.
Para cobrar tus honorarios, puedes decidir el número de pagos (si lo quieres antes, durante y después; solo antes y al final, etc.) y el porcentaje de cada uno. Ten en cuenta que, por regla general, Reedsy se lleva un 10 %, así que vale la pena no perderlo de vista para presupuestar, sobre todo si es el cliente quien te propone la tarifa o monto total. Lo que me gusta de la plataforma es que lo pactado va a misa y el cobro es automático, por lo que no hay que sufrir o temer por si no recibes el pago por tus servicios.
Ejemplo de plazos y precios.
Si bien es el cliente quien te encuentra, cada mes tienes la opción de potenciar el perfil de forma gratuita (desde Marketplace), y doy fe de que usar este llamado booster ayuda a ser visible y a recibir más solicitudes. También tienes un calendario visible para los autores para marcar cuándo no vas a estar disponible, lo que puede quitarte presión de encima, puesto que es aconsejable responder rápidamente a las solicitudes.
Otro punto positivo es que desde la plataforma están muy pendientes de que las relaciones con el cliente vayan como la seda y sean legales (por ejemplo, no aceptan solicitudes de personas menores de edad ni ofertas raras). Tienes a alguien por chat en casi cualquier momento si te asalta alguna duda sobre la legalidad de una oferta o petición, o si tienes alguna pregunta en general.
Hasta la fecha he trabajado con un par de autoras, estoy con otros dos proyectos ahora mismo, y veo que la plataforma marcha perfectamente, así que de momento no puedo hacer más que recomendarla.
Si te animas, cuéntame tu experiencia; ya sabes dónde encontrarme.
Hace un tiempo publiqué una entrada sobre cómo empezar en traducción literaria a través de las editoriales, que parece ser la vía más habitual. Sin embargo, hay otros caminos para traducir libros y hoy exploraremos uno no tan concurrido, pero igual de gratificante si nos lo montamos bien.
Te hablo de traducir directamente para un autor —autopublicado, en su mayoría— que sea consciente de las bondades de contar con un traductor para llevar sus libros al público hispanohablante. En mi caso, llevo años colaborando con una autora estadounidense, para la que he traducido varias sagas, y he trabajado con un par más a lo largo del tiempo, en proyectos puntuales. Sin embargo, quería conocer (y que conocieras) la experiencia de una compañera que solo trabaja con autoras autopublicadas, de modo que aquí tienes una entrevista com-ple-tí-si-ma a Virginia Cavanillas.
Si no la conoces, en su propio blog, Virginia se describe así: «Abogada de profesión —que no de vocación— y con amplia experiencia en traducción de textos legales, en abril de 2018 cambié toga por pluma y me lancé de cabeza al mundo literario, del que siempre he sido una apasionada». Y no le va nada mal, puesto que ahora se dedica solo a la traducción de libros para autores y autoras independientes. ¿Tienes curiosidad por saber cómo se lo guisa y cómo se lo come?
Para que puedas localizarlas mejor, aquí van las preguntas que le hice, que no son pocas.
1. Inicios en la traducción:
¿Cómo comenzaste a trabajar como traductora… y como traductora para autores/as directamente?
¿Qué te motivó a elegir trabajar con autores/as en lugar de con editoriales?
2. Proceso de trabajo:
¿Cuál es tu proceso típico al traducir una obra para un autor/a directo/a? ¿Es distinto a traducir para editoriales?
¿Cómo trabajas con los autores durante el proceso de traducción? ¿Tienes más relación con ellos a la hora de trabajar que cuando se traduce mediante una editorial? ¿Cómo manejas las diferencias creativas con los autores durante el proceso de traducción?
¿Tienes alguna anécdota interesante sobre una colaboración particularmente única o complicada?
3. Desafíos y gratificaciones:
¿Cuáles son los desafíos, retos, dificultades… más comunes a los que te enfrentas al traducir para autores directamente?
¿Qué aspectos encuentras más gratificantes en este tipo de trabajo?
4. Consideraciones culturales:
¿Cómo abordas las diferencias culturales al traducir obras literarias directamente para autores?
¿Has tenido que explicar ciertos elementos culturales a los autores para garantizar una traducción precisa?
5. Variedad de géneros:
¿Has trabajado en la traducción de diferentes géneros literarios? ¿Cómo abordas las particularidades de cada uno?
¿Prefieres traducir ciertos géneros sobre otros?
6. Herramientas y recursos:
¿Cuáles son las herramientas y recursos que consideras esenciales en tu trabajo como traductora literaria?
¿Cómo incorporas las nuevas tecnologías en tu proceso de traducción?
7. Consejos para autores:
¿Qué consejos les darías a los autores que están planteándose trabajar con un traductor directamente?
¿Cómo pueden los autores facilitar el proceso de traducción desde tu perspectiva?
8. Consejos para traductores:
¿Cómo lo haces/has hecho para encontrar a autores directos con los que trabajar?
¿Te es difícil hablar de tarifas, derechos, etc. con ellos/as? Cómo gestionas el trato con los clientes, vaya.
9. Desarrollo profesional:
¿Cómo te mantienes actualizada en cuanto a las tendencias literarias y lingüísticas en tus idiomas de trabajo?
¿Hay algún área específica en la que te gustaría seguir desarrollándote como traductora?
¿Qué? ¿Vamos allá? Pues prepárate un cafecito, un té o un mate y sigue leyendo.
1. INICIOS EN LA TRADUCCIÓN:
¿Cómo comenzaste a trabajar como traductora… y como traductora para autores/as directamente?
Yo vengo de la rama legal, empecé como traductora jurídica. El paso a literaria surgió por casualidad, no puedo negar que tuve un golpe de suerte que supe aprovechar. Sea como fuere, allá por 2015 colaboraba con varios blogs literarios anglosajones y empecé a hacer lecturas cero profesionales e informes de lectura (lo que viene siendo un lector editorial, pero por libre). Empezó como un hobby, digamos, una ocupación extra que encima me encantaba; pero entonces decidí tomarme una excedencia en el trabajo, empezar a escribir y, yo qué sé, encontrarme, y fue entonces cuando una autora indie con la que llevaba un tiempo trabajando me propuso traducir una de sus obras. Una cortita, para probar: Nota que estoy aquí, de Anyta Sunday. Ahí empezó todo. Descubrí que me encantaba y que se me daba bien (aunque de esa novelette cambiaría mil cosas; oh, la inexperiencia) y dejé mi trabajo del todo. A día de hoy llevo veinticuatro libros traducidos y no puedo estar más convencida de que el cambio de rumbo profesional (y de vida) era lo que tenía que hacer.
¿Qué te motivó a elegir trabajar con autores/as en lugar de con editoriales?
Por aquel entonces yo desconocía que la traducción freelance existiera como tal y que se llevara a cabo al margen de las editoriales. Desconocía muchas cosas (trámites legales, fiscales, tipo de contratos…). Cuando Anyta Sunday me propuso traducir su libro y me contó que sus historias ya se habían traducido al italiano, francés, alemán y tailandés, me sorprendí muchísimo, porque aun llevando un tiempo buceando las aguas literarias, era algo que desconocía por completo. Tengo cero experiencia con editoriales y eso que hay varias que podrían interesarme porque traducen obras y autores que me apasionan. De hecho, una vez cada varios meses, creo que ha llegado el momento de mandarles mi currículum, una propuesta de traducción, hacer por primera vez una prueba de traducción… Intentar tantear otro terreno, vaya; pero luego siempre se me pasa. Entre otras cosas, aunque la principal siga siendo que —por suerte— por ahora tengo trabajo suficiente y un tiempo finito, porque mi experiencia con autoras autopublicadas es una maravilla y supongo que me costaría mucho desprenderme de la libertad artística y creativa que me dan. O de la confianza, que, tras seis años trabajando con las mismas autoras, es bastante grande.
2. PROCESO DE TRABAJO:
¿Cuál es tu proceso típico al traducir una obra para un autor/a directo/a? ¿Es distinto a traducir para editoriales?
Soy una persona muy caótica que maneja el tiempo fatal, pero me ayuda que mis procesos tengan siempre las mismas pautas, aunque luego siempre tenga que ajustar tiempos y horarios; porque da igual que tenga dos meses, tres o cuatro, el deadline siempre me pilla por sorpresa y, cada vez (cada vez, en serio) juro —y perjuro— que jamás volveré a traducir y que me dedicaré a otra cosa.
Lo primero que hago es leerme el libro de principio a fin, subrayando los pasajes que sé que van a ser más complicados o los juegos de palabras más difíciles para irles dando una pensada. Los tres primeros días tras ponerme con un encargo los dedico exclusivamente a leer. A la mayoría de los libros que traduzco ya le he hecho una lectura cero (he dejado de hacer informes de lectura para autores, pero sigo siendo alpha reader de una de mis clientas) o los he leído por placer, por lo que no me llegan de nuevas.
Una vez leído, me fijo un plazo (que suele ser de dos meses, tres en algunos casos), hago el cálculo de palabras/día (unas dos mil, tres mil) y me pongo manos a la obra.
Cuando acabo de traducir (una versión muy limpita que voy revisando capítulo a capítulo), empiezo la primera corrección.
Paso el documento a lectura beta.
Le hago una segunda corrección y se lo entrego a la autora para que lo maquete.
Me lo devuelve editado y le hago una última corrección-revisión.
Lo entrego de forma definitiva en un correo junto a la factura (muy eficiente).
No suelo traducir más de un libro a la vez (solo lo he hecho en una ocasión y me desesperé) y traduzco una media de cuatro libros al año.
¿Cómo trabajas con los autores durante el proceso de traducción? ¿Tienes más relación con ellos a la hora de trabajar que cuando se traduce mediante una editorial? ¿Cómo manejas las diferencias creativas con los autores durante el proceso de traducción?
Trabajo principalmente con tres autoras y, por suerte, tenemos una relación bastante cercana (aunque no con todas igual) y estamos en contacto directo durante todo el proceso. Si tengo alguna duda intento reunir dos o tres cositas, para no ser un incordio y molestar cada vez que no entienda por qué algo es de una determinada manera, y les mando un correo con mis dudas. Suelen contestarme en el día. También tengo su número de teléfono, así que a veces huimos de formalidades y hablamos directamente o nos mandamos Whatsapp para resolver temas más o menos urgentes (nunca lo son, pero yo tiendo a pensar que son de vida o muerte).
Siempre que existe el más mínimo riesgo de que haya podido malinterpretar algo (por ejemplo, que sea confuso quién habla en un determinado diálogo), les pregunto. Prefiero ser pesada que equivocarme.
En cuanto al tema creativo: me dejan total libertad y después de tantos años de colaboración confían en mí lo suficiente como para no tener que consultarles cada decisión. Pero, aun así, en casos concretos en los que los cambios son destacables, lo hago. Por ejemplo, si le tengo que cambiar el nombre o apodo a algún personaje porque se va a jugar con ello en la narración. En Leo quiere a Aries (la primera novela larga que traduje) hay una secundaria que en inglés se llama Liz y en un punto de la novela juegan con Liz/lizard y hacen una broma con su lengua reptiliana. Antes de hacer la adaptación, dado que cambiar un nombre para mí es una modificación quizá no sustancial, pero sí una de la que la autora debería estar al tanto, lo consulté con ella y le hice saber que Liz/lizard pasaba a llamarse Camila/camaleón.
Ocurrió algo similar con uno de los protagonistas de Quédate conmigo, al que llamaban Mr. Woodpecker tanto por el pájaro como por su connotación sexual y tuve que adaptarlo y llamarlo profesor Pito negro, ya que, tras analizar ciento veintisiete mil especies de aves, era el que más se adaptaba a las características del pájaro original y cumplía a la vez con la connotación sexual. Pero, claro, el nombre era mucho más feo, había que consultar. Pues como esas, una cuantas; pero siempre tengo luz verde y lo agradezco infinito, la verdad.
¿Tienes alguna anécdota interesante sobre una colaboración particularmente única o complicada?
Una de las autoras con las que más trabajo es conocida por sus juegos de palabras y dobles sentidos, y me vuelve muy loca con cada libro, así que anécdotas tengo unas cuantas. He tenido que traducir una canción escrita al más puro estilo Shakespeare, adaptando número de versos y rimas; un libro entero en el que se jugaba con acrónimos y aliteraciones, y hasta hacían duelos de sinónimos (una de las traducciones de las que estoy más orgullosa, por cierto) y en uno de los últimos libros que he traducido (un retelling gay de La abadía de Nothanger) estuve una semana (¡una semana!) atascada en un diálogo de una página y cada día de esa semana mandé un mensaje a la autora diciéndole: «Te odio y admiro a partes iguales».
Creo que fue de las cosas más difíciles con las que me he encontrado en mi carrera. Resumiéndote mucho, porque ya me estoy pasando, te diré que era un diálogo entre los protagonistas en el que opinaban, muy eruditos ellos, sobre los puns que contenían las obras de Shakespeare y Dickens; y mencionaban primero un pasaje de Romeo y Julieta y luego hacían referencia a Oliver Twist (por lo visto, se rumorea que el autor llamó Master Bates a un personaje a propósito porque en inglés sonaba como «masturbates», pero descubrí que la mayoría de los dobles sentidos de los que hablaban mis protagonistas se habían perdido en las traducciones al español y tuve que romperme la cabeza para dar con algo sin marearme del vértigo que me daba «reinventar» a tremendos autores. Al final quedó fenomenal. Y recuerdo que lo comenté en Instagram (y creo que en el blog) porque yo soy muy de comentar estas cosas públicamente; me gusta que la gente sepa el trabajazo que hacemos. Las cosas como son.
3. DESAFÍOS Y GRATIFICACIONES:
¿Cuáles son los desafíos, retos, dificultades… más comunes a los que te enfrentas al traducir para autores directamente?
Creo que mis respuestas anteriores contestan a esta pregunta mejor que cualquier otra cosa que pueda decir. Contestan incluso a la siguiente; porque, aunque me queje y mande mensajes «amenazantes» a clientas que con los años se han convertido en amigas (y no por ello me pagan menos. Ni más tarde, ja, ja, ja, puede que sea, incluso, al contrario) me encanta enfrentarme a los retos que me ponen, tirar de ingenio, inventar, crear, transcrear, enorgullecerme del resultado.
Una dificultad, que quizá casi siempre se vea como un pro (porque en realidad lo es), es que, al tener flexibilidad de horarios y ser yo quien fija los plazos de entrega (más o menos, pero tengo un margen de decisión-adaptación muy amplio), el día a día puede dar lugar a mucha procrastinación. Y más en mi caso, que me distraigo con una facilidad abrumadora, soy caótica por naturaleza y además vivo buscando huecos para escribir mis propias historias. Es un peligro, porque a veces cedes y te tomas un día libre porque puedes, a veces dos, y luego tienes que recuperar el fin de semana y te agobias. O al menos, yo me agobio, porque procrastinadora, sí; pero ansiosa también.
¿Qué aspectos encuentras más gratificantes en este tipo de trabajo?
Dar con la solución perfecta a un determinado juego de palabras. Leer el resultado (por encima, no suelo releer mis traducciones una vez publicadas, que ahí es cuando encuentras esa errata que se te había pasado) y que ese resultado guste. Porque, sí, me gusta gustar, como a todo el mundo. Me gusta que me digan que el libro parece escrito en español, me gusta que la gente empiece a mencionar a quien traduce en sus reseñas y me gusta que las opiniones sobre mi trabajo sean buenas. Me gusta levantarme y no odiar lo que tengo que hacer como me ha pasado en otros momentos de mi vida. Soy una privilegiada y lo sé, doy gracias cada día por ello.
4. CONSIDERACIONES CULTURALES:
¿Cómo abordas las diferencias culturales al traducir obras literarias directamente para autores?
Mi prioridad siempre es adaptar todo lo que se pueda de la mejor forma posible, aunque lingüísticamente me aleje del original, y cerrar la brecha cultural que pueda existir. Al menos, esa es mi forma de traducir. Intento separarme de lo que sé como conocedora del inglés, de la autora y de la obra, para intentar verlo con los ojos de alguien que no sabe nada al respecto ni tiene por qué. Tengo la suerte de contar con unas amigas (cada una de su padre, madre, tierra y profesión) que echan un vistazo a lo que traduzco antes de que lo entregue y me asesoran sobre si hay algo que no se entienda.
Mi máxima: que mi público meta lo entienda todo y bien sin tener que recurrir (a ser posible) a notas al pie; así, aparte de una perfecta comprensión, garantizo (o intento garantizar) la mayor fluidez posible. Ya me empapo yo de la cultura origen, de sus costumbres o marcas comerciales para que lo que le llegue a los lectores sea el equivalente más preciso posible.
Antes que a las notas al pie, recurro a la traducción explicativa. Lo he hecho en cuatro ocasiones (creo) en estos siete años. Lo he metido de forma concisa y natural en la narración y ha quedado bien. No me he visto en ninguna encrucijada especialmente complicada. Diferencias típicas como marcas de chocolatinas (Almond Joy pasa a ser chocolatina rellena de coco), de cereales (aunque más evidentes, los Honey Puffs o Honey Comb pasan a ser cereales de o con miel directamente), juegos como el Snap se convierten en el burro o en un juego de cartas sin más si no es importante en la trama.
En dos de mis próximas traducciones tengo un personaje no binario y otro que pide que, mientras encuentra su identidad, lo traten como they/them. En ambos libros usaré lenguaje no binario, tanto directo como indirecto, respetando la intención de la autora y siendo fiel al original.
¿Has tenido que explicar ciertos elementos culturales a los autores para garantizar una traducción precisa?
Hace un par años hice una traducción inversa; la única (y la última, con toda probabilidad). Fue un trabajazo a cuatro manos con una compañera neozelandesa que me iba corrigiendo capítulo a capítulo. Una de las experiencias más enriquecedoras en lo profesional y que me consta que quedó impecable, pero que no volvería a repetir por la inseguridad y el nivel de estrés que me generó. El caso es que ese libro tenía una banda sonora muy específica y muy española. Se hablaba mucho de música, ciertas canciones se entretejían con la trama y protagonizaban momentos estelares en la narración. Pero eran canciones totalmente desconocidas en el mundo anglosajón. Así que hablé con la autora y le cambié la banda sonora que afectaba a los personajes y a la historia. El resto de canciones que sonaba en el libro se quedó, porque no hacían más que eso: sonar de fondo; y si alguien en Minnesota tenía curiosidad por saber quiénes eran Duncan Dhu podía buscarlos y escucharlos. Lo que hice fue buscar canciones que, por el tono, la letra y la época se amoldaran a los momentos culmen en los que salían. Porque la letra era comentada por los personajes y tenía que ver con su relación. A la autora le encantaron las opciones. Le ofrecí varias y creo que entre las dos elegimos las que más encajaban. Si se trataba de que el público meta (en este caso, en anglosajón) entendiera el sentimiento, el peso de una canción concreta en un momento determinado, no podíamos dejarlo tal cual. Se perdía el mensaje y la emoción, y se trataba de eso, de traducir emociones.
5. VARIEDAD DE GÉNEROS:
¿Has trabajado en la traducción de diferentes géneros literarios? ¿Cómo abordas las particularidades de cada uno? Me dedico en exclusiva a la ficción LGBT. Al romance M/M (male-male) y dentro del nicho (porque es un nicho de proporciones épicas) tanto a la comedia romántica, como al romance contemporáneo, Dark Romance o fantasía; pero dentro siempre del mismo género.
¿Prefieres traducir ciertos géneros sobre otros? Te diré que, a pesar de mi especialización, no me cierro a nada.
6. HERRAMIENTAS Y RECURSOS:
¿Cuáles son las herramientas y recursos que consideras esenciales en tu trabajo como traductora literaria? No uso ninguna TAO (quizá me equivoco y me harían el trabajo más fácil, no sé). Soy muy clásica y tengo unos básicos inseparables: el DLE, el Panhispánico, el combinatorio práctico del español contemporáneo, el diccionario español de construcciones preposicionales, el diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, la nueva gramática de la lengua española… Recurro mucho a la Fundéu (me deben de tener en spam de lo pesada que soy) y al instituto Cervantes; mis diccionarios monolingües favoritos son el Merriam y el Collins y tengo siempre a mano el libro de estilo de la lengua española y los apuntes de un curso de corrección que me fue especialmente útil.
¿Cómo incorporas las nuevas tecnologías en tu proceso de traducción? Mal. Ja, ja, ja. Tengo una mente extraña que procrastina hasta el extremo para no tener que aprender a manejar X cosa. Sé que el tiempo que pierda en aprender no será tiempo perdido, que es una superinversión de futuro. Pero aún no he llegado a ese punto. Y encima estoy embarcada en una batalla (perdida, me temo) contra las traducciones con IA que creo que están petando el mercado de historias sin alma ni gracia, y mi odio me nubla el juicio y no me deja ver lo útiles que pueden ser en algunos casos. Ojalá una máquina nos ayudara en nuestro curro diario, de verdad, ojalá. Pero hoy por hoy, y tal y como están las cosas con la posedición, no lo veo, la verdad.
7. CONSEJOS PARA AUTORES:
¿Qué consejos les darías a los autores que están planteándose trabajar con un traductor directamente?
Que no tengan miedo, que entrar en un mercado nuevo siempre da pavor, pero que sí pueden invertir en un traductor profesional autónomo o de una editorial pequeñita, que lo hagan. Es cierto que es un riesgo muy grande, que buscar a quien adapte su bebé a otro idioma no es fácil, sobre todo si no conoces ese idioma. Porque, y este es un miedo muy común (y muy comprensible): ¿quién te garantiza que el resultado vaya a ser el deseado? Por desgracia, he visto traducciones al español malísimas (en el género que traduzco proliferan mucho las posediciones mediocres; algunas de ellas, muy malas) y también me ha llegado alguna traducción del español al inglés muy poco natural y cero idiomática.
Trucos:
Recurrir a alguien de confianza que sí conozca el idioma y que pueda tantear otras obras de quien se pretende contratar o recurrir a algún compañero (traductor, escritor, filólogo o entendido en general) y encargarle (por una tarifa asequible) la lectura de X libro. Se puede pedir un informe de lectura detallado o un simple feedback que le ayude a aclarar sus dudas.
A la hora de buscar un traductor también recomendaría echar un vistazo a sus redes sociales, buscar reseñas sobre sus traducciones en Goodreads, buscar opiniones de clientes en Amazon u otras plataformas de libros.
Y muy importante (aunque suene rastrerillo llegados a este punto): que digan siempre y pronto cuánto pueden pagar. Y digo «pueden» y no «están dispuestos a» de forma intencionada. Porque tras siete años en esto soy más que consciente de que la mayoría de autores pequeños no se puede permitir un traductor. Y es importante ir de frente y que ninguna de las partes pierda el tiempo. A mí me llegaron a ofrecer pagarme con royalties, pero sin tarifa alguna de por medio. Lo hicieron de forma muy educada y en el primer correo que intercambiamos, lo cual agradecí mucho; me negué también muy educadamente y le dije que, cuando pudiera invertir en mi trabajo, estaría encantada de traducir su obra (que, además, me gustaba).
Los traductores freelance podemos ser tan buenos como los editoriales (no es dónde trabajas, sino cómo) y esto es algo que todo autor tiene que tener claro.
Hay un contra bastante grande a la hora de elegir un traductor independiente en lugar de una editorial y es la labor de promoción. La editorial te da visibilidad y el pobre freelance no tanta. Esto es así, y no vamos a ocultarlo. Por mucho que al traductor se le pague un extra por hacer algún tipo de marketing (y es un concepto que existe) su alcance no es el mismo y se nota. Ese es el único contra que puedo encontrar. La calidad no debería depender del tipo de traductor que seas.
¿Cómo pueden los autores facilitar el proceso de traducción desde tu perspectiva?
Accesibilidad. Pero yo creo que, en general, con los indies no es un problema. A ver, habrá de todo, yo solo he trabajado con cinco autoras autopublicadas, pero suelen estar muy dispuestas, dado que saben que amortizar su inversión no va a ser sencillo y ayudan en la medida de lo posible.
Quizá suene un poco pesimista en cuanto a los riesgos de entrar en un mercado nuevo; no lo soy, soy realista. Cualquier historia puede dar un pelotazo por cualquier motivo (la calidad, por desgracia, no es el más importante de ellos), pero, en general, cuesta abrirse camino.
8. CONSEJOS PARA TRADUCTORES:
¿Cómo lo haces/has hecho para encontrar a autores directos con los que trabajar? Seguro que es lo que más les interesa a los compañeros que empiezan o quieren iniciarse en editorial.
Lo primero es saber si te diriges a un autor autopublicado o a uno editorial. Porque, en el segundo supuesto, ya se trate de una editorial pequeña e independiente —supermajos ellos y superaccesibles— o de una de las grandes, los derechos de las obras del autor estarán cedidos y, por lo tanto, no va a poder negociar las condiciones.
Una vez sabes a qué tipo de autor te vas a dirigir, yo recomiendo contactar por correo electrónico; o, al menos, es lo que yo hago, aunque alguna vez he escrito un mensaje privado en redes sociales porque por lo que sea me ha resultado más sencillo (porque la autora que me interesaba me seguía, por ejemplo).
A la hora de contactar hay que intentar personalizar lo máximo posible. ¿Qué motivos hay para querer traducir a X Autor? El principal suele ser que has leído uno de sus libros y te ha gustado; y eso es precisamente lo que hay que decirles. Yo busco su información de contacto en su web o, si no tienen, en redes; y parto de ahí.
Cuando me presento por correo, aparte del motivo por el que quiero traducirlos, adjunto un enlace a mis traducciones en Amazon; o las enumero y añado el link para que echen un vistazo ellos mismos. Aunque no conozcan nuestro idioma, pueden ver la puntuación y la opinión de los clientes.
Si el autor es indie, puede contestarte o no. Muchos no lo hacen, ni se plantean la posibilidad de traducir a otro idioma. Otros, los que no son autopublicados, pero pertenecen a un grupo editorial independiente, te pueden dar el contacto de su editor y decirte que le hagas a él la propuesta. Mismo proceder. O el correo de su agente literario. E igual, esa primera toma de contacto es más o menos similar.
La opción de hablar de tarifas en el primer mail depende ya de cada uno. Yo lo he hecho en alguna ocasión, con mejor o peor resultado. Por desgracia, y aquí voy a sonar pesimista de nuevo, la mayoría no quiere un traductor independiente; quieren llamar la atención de una editorial y que alguien le ofrezca algo jugoso, no humo (aunque no lo sea, pero ofrecer garantías es complicado y en los tiempos que corren, más).
Y hay otro problema añadido, quizá el más grave: en el mercado anglosajón (en mi nicho, al menos) está proliferando de forma aterradora la posedición. Los primeros puestos de los rankings de Amazon están petados de traducciones automáticas más o menos poseditadas que te dan ganas de llorar mientras te sangran los ojos (aunque eso suponga que te escuezan más). Y, claro, si esto es así y los autores se están acostumbrando a pagar cacahuetes por una traducción que sorprendentemente sí que vende en nuestro mercado: ¿por qué invertir en calidad y profesionalidad? Pero esto ya para otro día.
Como verás, hablo en todo momento de Amazon porque es el mercado en el que me muevo y el que tengo que conocer: superventas, movimientos en los rankings, categorías, lectores…
Quizá el consejo más importante que pueda dar a los compañeros que quieran embarcarse en la aventura de la traducción literaria independiente es que puede resultar difícil y frustrante al principio. Que no desesperen, que no se rindan si de verdad les interesa, pero que se preparen para currar y moverse mucho. Es un momento de mucha incertidumbre en el sector, el efecto llamada de los autores que están triunfando con traducciones (o posediciones) mediocres es preocupante, pero quiero creer que no todo está perdido y que siempre habrá alguien que valore el trabajo de profesionales que además de ilusión y muchas ganas, entreguen resultados de calidad y con alma.
¿Te es difícil hablar de tarifas, derechos, etc. con ellos/as? Cómo gestionas el trato con los clientes, vaya.
Creo que hay que hablarlo directamente y cuanto antes mejor, porque si no puede que estés perdiendo el tiempo. Puedes decirlo o no en un primer mail de contacto, pero si no es ahí, yo creo que el segundo tiene que estipular tu tarifa. O el marco en el que te mueves. No está mal hacer ofertas (o yo no lo veo mal) y ceder un poco a cambio de un par de encargos más. En plan: «yo cobro X, pero puedo cobrarte Y si me encargas toda la serie». Eso ya depende de cada uno. Pero creo que hay que ir de frente, porque en el mercado en el que yo me muevo, al menos, no todos se lo van a poder permitir y saber a qué atenerse es bueno para dejar de romantizar el traducir un libro que leíste y te llegó al alma, porque si su autor no puede pagarte, es mejor saberlo cuanto antes y no hacerte ilusiones, que luego el rechazo o la caída duelen más.
Los contratos (insisto una vez más: los que yo conozco) suelen ser precisos en cuanto a las tarifas, plazos, titularidad de los derechos, temas fiscales, dónde figurará tu nombre… Si alguien tiene dudas, siempre es mejor consultar con un compañero con más experiencia y preguntar lo que sea antes de firmar.
9. DESARROLLO PROFESIONAL:
¿Cómo te mantienes actualizada en cuanto a las tendencias literarias y lingüísticas en tus idiomas de trabajo?
Hago todos los cursos que me resultan interesantes y me puedo permitir, pero como no siempre tengo posibilidad (dinero, tiempo…) recurro mucho a libros de lingüística, escritura y estilo. Leo mucho, en español y en inglés; novedades y clásicos. Y, muy a mi pesar, porque no me gustan especialmente, me empapo del mundo literario en redes: qué se lee, qué se opina. Suelo leer opiniones en Amazon o en Goodreads (no de lo que escribo o traduzco, aunque a veces sea necesario) y ver qué se opina de una determinada traducción o forma de escribir. La gente no siempre valora lo mismo que yo y es interesante saber por qué.
¿Hay algún área específica en la que te gustaría seguir desarrollándote como traductora?
En la medida de lo posible, me quedo en mi nicho que mientras no se lo coma la IA es un lugar tranquilo, que conozco y que me da seguridad.
¿Qué te ha parecido? Si quieres dejar alguna duda, pregunta o consulta, puedes hacerlo en los comentarios. Mientras tanto, si quieres saber más sobre Virginia, puedes encontrarla por aquí:
Muchas gracias por leer(nos) y nos vemos en la próxima entrada. En esta ocasión, seguiremos la estela de la traducción de libros y nos centraremos en una plataforma reciente. ¡Aquí te espero!