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bimbo, castellano, danone, epónimo, inglés, lengua, metonimia, profident+
Hace poco me topé con una «Colgate smile» en una novela y me resultó curiosísimo porque nosotros tenemos «sonrisas profidén». En este caso lo cambié por esta última marca, que es el referente que conocemos en España gracias a la publicidad.
Algo parecido ocurriría si un traductor al inglés quisiera traducir nuestro «pan bimbo» (al menos en Cataluña). Bimbo es una marca registrada pero se ha convertido en un sinónimo de «pan de molde» («pan de caja» o «pan cuadrado» en otros países). Traducirlo literalmente no tendría ningún sentido. Bueno, en realidad sí porque «bimbo» en inglés se refiere a una chica tan guapa como boba pero no tendría nada que ver con el pan, aunque esté más buena que el mismo. En inglés sería simplemente «bread» o, si queremos ser más específicos, «sliced bread» or «sandwich bread».
Ambos ejemplos son casos de eponimia, un mecanismo de formación de palabras muy frecuente que consiste en la creación de una palabra nueva por designación metonímica: un objeto toma el nombre de su inventor; una enfermedad, el de su descubridor; una actitud vital o un comportamiento, el del personaje que lo representó o lo describió y, por extensión, productos que toman el nombre de una marca conocida. Así, una situación dantesca (un término que le encanta a Pedro Piqueras y usado bastante en periodismo como sinónimo de «espantoso» y «aterrador») viene de Dante Alighieri. Una situación kafkiana, absurda y angustiosa, le debe su nombre a Franz Kafka, etc.
Los epónimos son muy habituales en la medicina a la hora de nombrar enfermedades o síndromes, como el de Down, que le debe el nombre al médico John Langdon Down o bien procesos, como el de pasteurización, por el químico Louis Pasteur. La tecnología es otro campo muy dado a los epónimos. Pensemos en el motor diésel, que se llama así por Rudolf Diesel, inventor del motor y de su combustible. Las corrientes de pensamiento político y filosófico también nos proporcionan ejemplos: gongorismo, trotskismo, calvinismo… Y si ampliamos el concepto de nombre propio de persona a nombre propio en general (incluyendo países, ciudades y regiones) la lista se amplía mucho más: dálmata, macedonia, persiana, hamburguesa, daiquiri, mahonesa…
Algunos epónimos son bastante evidentes; otros se han convertido en sustantivos o adjetivos comunes de origen más opaco.
- La trompa de falopio debe su nombre a Gabrielle Fallopio, médico anatómico italiano.
- El bacilo de Koch, causante de la tuberculosis, recuerda a Robert Koch, bacteriólogo alemán galardonado con el Nobel.
- El cóctel molotov es por a Viacheslav Mikhailovich Molotov, ministro de Asuntos Exteriores de la URSS en 1940.
- La escala de Richter le debe el nombre a Charles Richter, sismólogo estadounidense.
- El tupperware se llama así por su creador, Earl Silas Tupper. Dicho sea de paso, tanto éxito tiene la dichosa palabra que la hemos castellanizado como «táper» (no está reconocida por la RAE pero sí lo hace la fundéu) y me resulta curioso porque no es más que la «fiambrera» de toda la vida.
Otros términos no son tan evidentes aunque los usemos a diario, como los leotardos, que le deben el nombre a Jules Léotard, acróbata francés, o la tertulia, por Quinto Séptimo Florencio Tertuliano, un autor clásico.
La eponimia en traducción
¿Y qué relación tiene esto con la traducción? Bueno, no todas las lenguas usan los mismos referentes, como en el caso de la «sonrisa profident» de antes, y al traducir habrá que adaptar algunas cosas. Tampoco entro en mucho detalle porque ya hablé de los mecanismos para adaptar las referencias culturales en esta entrada dedicada al doblaje.
Brevemente, sin embargo, ante un epónimo tenemos varias posibilidades:
1. Transferirlo y dar una explicación: Triplex: «triplex o cristal de seguridad laminado».
2. Sustituirlo por el nombre genérico: Tampax: «tampón»; Hoover: «aspiradora» (en inglés, pasar la aspiradora también es «to hoover«); Black and Decker: «taladro».
3. Sustituirlo por otro epónimo derivado también de nombre de marca registrada, con o sin explicación alguna: Scotch tape: «celo».
4. Transferirlo, con o sin modificaciones ortográficas, sobre todo si el nombre del producto se conoce en la cultura de destino.
5. Traducir un no epónimo por un epónimo: mobile phone: «motorola»; camera: «leica». No obstante, es una cuestión más peliaguda si en realidad no estamos seguros de que esa sea la marca. Además, en según qué tipo de traducciones no podemos incluir el nombre de una marca tan alegremente por cuestión de derechos, patentes, etc.
Veámoslo con algunos ejemplos prácticos. «Scotch tape» es muy común en textos anglosajones para referirse a nuestro «celo». Yo optaría aquí por dos cosas: o bien hablar de «cinta adhesiva» si no queremos hablar de marcas o bien llamarle «celo», que, por otro lado, es lo más común en lengua oral o lo que más se oye por la península, al menos.
La RAE acepta el término y recoge su origen
Lo mismo sucede con «band aid«, una conocida marca de tiritas que ha dado nombre a estos apósitos. Si me lo encuentro en un texto optaré por «tirita» o «curita» pero no lo dejaré tal cual porque tal vez no se entienda en la traducción. No hablo de sustituir así como así una marca por otra pero si el término ha quedado fijado ya y va a quedar más natural, ¿por qué no? (Quiero recalcar que hablo desde mi especialidad, la literaria, si fuera técnica o médica seguramente iría con pies de plomo.)
Un caso parecido es el de «biro«. En inglés se usa para hablar del «bolígrafo» pero su nombre hace referencia a su inventor, el húngaro Ladislas Josef Biro. La curiosidad en este caso es que en Argentina, Paraguay y Uruguay hablan de «birome».
Un último caso curioso es el del calzado deportivo que tiene nombres diferentes dentro de España. En Cataluña se oye mucho «bambas» (por la marca comercial Wambas), mientras que en otras comunidades es más común oír «tenis», «deportivas» o «playeras», por ejemplo.
En este caso optaría por un genérico como «zapatillas de deporte» para evitar algo que quizá pareciera muy local.
Así que no te dejes llevar por tu «sonrisa profidén», tu «cuerpo danone» o tu «primo de zumosol» porque puede que en otro idioma esas referencias cambien.
***
Para saber más:
- Diccionario de epónimos
- Los epónimos en medicina, M. Ángeles Alcaraz
- Eponimia y traducción, Virgilio Moya
- Palabras de marca, Román Paladino.
Qué interesante! A mí me encanta «hacer un Oblomov»; o sea, no hacer nada en la vida y quedarse mirando el techo dejando pasar el tiempo como el protagonista de la novela 🙂 Aunque creo que es una referencia un poco pedantilla que sólo entienden los filólogos rusos y otras especies en extinción…
Un saludo!
Hola:
No conocía lo de Oblomov pero pinta muy pero que muy bien, será caso de empezar a usarla.
Gracias por comentar.
Scheherezade
La frase «La trompa de falopio debe su nombre a Gabrielle Fallopio, médico anatómico italiano» merece un par de observaciones. Debe escribirse «Falopio» por ser nombre propio (como ‘Koch’ en ‘bacilo de K’.). Y este personaje era ‘médico y anatomista’ o ‘médico anatomista’, pero no «anatómico».
Cordialmente,
Gustavo A. Silva
Médico traductor
Hola Gustavo:
Muy agradecida por las aclaraciones; ya está cambiado 🙂
Cosas que pasan sobre todo por no ser del gremio.
Gracias de nuevo por pasarte a comentar.
Scheherezade
Acabo de leer una novela argentina en la que se menciona «una sonrisa de anuncio de dentífrico». Otra posibilidad, aunque tratándose de traducción bien podríamos poner «una sonrisa hermosísima, resplandeciente, deslumbrante» etc.
Qué entrada tan interesante y con tantos ejemplos, me ha gustado mucho 🙂 Muchas gracias por compartirla con nosotros.
¡Un saludo!
Ana
Hola, Scheherezade:
Muy buena entrada :).
Me han llamado la atención especialmente los ejemplos de «leotardo» y «tertulia», ya que desconocía su origen.
Un apunte curioso: estoy superacostumbrado a oír lo de «celo» por todas partes, pero yo por ejemplo nunca lo diría. Soy de Ceuta y allí (y sé que también en partes de Andalucía, por lo menos) le decimos «fixo» por otra marca (http://www.grafoplas.com/fotos/FIXO_blister_1_rollo.jpg). No sé si la conocías, pero ahí tienes otro ejemplo típico, además de «tenis» y otros que comentas y que utilizamos por ahí abajo, o utilizábamos, porque ahora vivo en Barcelona y si los digo se me pueden quedar mirando con cara rara, jaja.
Un saludo,
Diego
Muy interesante la entrada. Aunque yo no me quito de la cabeza ese antiguo anuncio que decía «sonrisa, risa, carcajada, Colgate», así que no me parecería raro oír hablar de una «sonrisa Colgate» aunque es muy cierto que la Profident es mucho más habitual.
Un ejemplo muy típico para quienes trabajabamos de cerca con el alemán es el de «Tempo», que no es otra cosa que nuestro «Kleenex». En este caso creo que ambos se usan con una frecuencia muy similar.
Un saludo.
Magda
Hola:
Ya ni voy a alabar la dedicación y la calidad de la entrada, porque va a parecer que hago copiar y pegar de los comentarios anteriores. 🙂 Pero lo sigo pensando…
La eponimia – nombre más propio de una enfermedad que de una característica de la lengua – puede dar para renglones y renglones. Existen pocos aspectos más culturales intrínsecos de cada lengua y, por ende, de cada dialecto, jerga o argot.
Hasta donde yo he oído/leído, aquí – en Gran Canaria – utilizamos <> para las también llamadas <>. Es decir, zapato de mujer estrecho y plano, digamos. Y, precisamente, me pareció curioso al oír a varios catalanes utilizarlo para lo que aquí – en Gran Canaria – usamos <>. ¿Tiene lógica? No mucha… Por norma general, no vas a la playa con las <>, sino con las zapatillas o las chanclas. Como siempre me pregunto en estos casos: ¿quién habrá sido el primero que las llamó playeras? Merece un premio de las ciencias lingüísticas por su éxito :). Y, unos 80 km a través del Océano (qué poético ha quedado…), para resumir, en Tenerife dicen <>. Podríamos inventar un refrán o dicho: «Eponimia cambiante, vuelve loco al hispanohablante».
La cinta de celo, tan extendida en la Península, prácticamente no se utiliza en Canarias. Aquí usamos <> y muy pocos dirán <>. ¿Por qué? El devenir del lenguaje es «asín».
El caso que dice Magda es curioso, también. Los alemanes lo llaman Tempo, pero nosotros clínex. ¿Por qué no lo llamamos pañuelo simplemente? Hoy en día, hay tal variedad de productos y tanta competencia que resulta más difícil encontrar estos casos de llamar a las cosas por su marca. Por ejemplo, ¿qué pensará Nesquik de que siempre pidamos un Cola Cao? Incluso, diría que, al menos en España, al pedir «refresco de cola» un gran % de la población dice: «¿me pones una Coca Cola?». ¿Se imaginan la cara del camarero si alguien dice: «¿me dejas un refresco de cola, por favor?»?
Y así, invadidos por la publicidad en el caso de las marcas comerciales, e influidos por grandes pensadores en el caso de enfermedades o dantesco y kafkiano, evoluciona el lenguaje – como todo, cada vez más rápido. A ver quién lo frena ahora :).
Un saludo y nos vemos en la próxima.
Devadip -> @TraductorJur
Encara no havia tingut temps de llegir-la i porte des d’aquest matí pensant: «ara quan estiga a casa, la llegiré» i ja són les dotze i encara no l’havia llegida, jejeje.
Ací a Valencia també s’escolta molt aixó de las bambas, pero jo crec que definixen un tipus concret de sabates, eixes que portaven els cool* amb el dibuixet d’escacs.
M’ha agradat molt, sobretot perquè també oferixes posibilitats de traducció, cosa que no molts fan. 🙂
Petonets, guapa!
Scheherezade, genial la entrada, y muy ilustrativa. Me ha encantado. 🙂
La compartimos en el blog.
Un abrazo,
Mamen
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Shere, otra entrada magnífica: súperintersante y completísima.
Cariños.
Muy interesante. Pero tengo una pequeña objeción: es «sonrisas profidén», que así se llamaba aquel dentífrico. Aquí tienes muchas imágenes: http://tinyurl.com/a5jmevm
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Hola! Super interesante tu post. Por estos lados le diríamos «una sonrisa Kolynos» 🙂
saludos!!
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¡Me ha encantado tu entrada! =) Realmente interesante, gracias por compartir tus experiencias.
Yo quería compartir una curiosidad a raíz de la palabra «celo». Yo soy de un pueblo de Burgos y siempre lo he llamado así, pero estudié en Málaga y allí algunas personas no sabían lo que era, la palabra más usada es «fiso». :O Igual que este caso tengo otros más, siempre había alguna risa por alguna palabra que yo decía y ellos no usaban. Por eso estoy muy de acuerdo contigo en que a la hora de traducir, a veces, es mejor usar un genérico, no siempre somos conscientes de la variedad lingüística que existe en la extensa España, jeje.
Un saludo =)
P. D. Me encantan tus fotos pin-up =)
El «cello» es de cuando yo era pequeño. Después vino el «fixo», o fiso, como dices, por la marca Fixo Kores.
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Pues acabo de leer esto (alucinante) y me he acordado de este post (buenísimo, como todos los tuyos :)): http://kurioso.es/2013/03/19/prohibido-mencionar-la-palabra-tupper-o-como-lesionar-tu-libertad-de-expresion/
No voy a añadir comentarios acerca de al excelencia de la entrada, pero sí la sugerencia de pensar en adaptar «táper sex» (encuentro acerca de juguetes sexuales», ¿o no?
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