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Hacía ya unas semanas que no publicaba dibujos y eso que con el estrés de la última novela que tenía entre manos, he cogido varias veces los lápices para desahogarme. Estas son las últimas reflexiones:

Érase una mujer a su teléfono pegada

Cuando mi hermano compró el iPhone 4 y quedábamos para que me ignorara mientras usaba el whatsapp, se descargaba algo gratis porque le había hecho el jailbreak, se cambiaba el fondo con fotos de retina (a mí todo esto me sonaba a chino) o comprobaba si le habían escrito algo en Facebook, yo entraba en cólera. Luego lo tuve yo y empecé a hacer lo mismo y eso que la excusa para comprármelo era «tener acceso al correo electrónico para contestar de inmediato las ofertas de trabajo». ¡Ja!

Con un smartphone, de repente, sientes esa necesidad de estar al día de todo: no tienes suficiente con una vida real, necesitas controlar también tu alter ego virtual. El problema es que acaba consumiéndote no solo la batería (que tela) sino tus energías. No se puede estar al tanto de todo. Llega un momento que oyes un ¡ping! y no sabes si es un sms, un whatsapp, un RT de Twitter, un privado de Facebook o la vena de la frente que acaba de estallar por tantos estímulos.

Al final he llegado a la conclusión de que la vida es eso que pasa mientras miras el móvil y creo que somos muchos los que lo compartimos (o pecamos de esto, mejor dicho).

Mi cabeza y yo

Aunque con el paso de la edad uno debería estar bien asentado y arraigado, siento que me pasa lo contrario. Y es curioso porque exteriormente parece que tengo los pies bien puestecitos en el suelo, pero la cabeza se me va y sube cada vez más… O quizá sea precisamente por la edad, ¿quién sabe?

Sacando fuerzas

Somos humanos, obvio, ¿verdad? Pues a veces no lo parece cuando decimos que sí a todo y queremos abarcar más de lo que podemos (como este mes de agosto, que acabé traduciendo simultáneamente una novela erótica de 300 páginas, una programación académica de 100, una película y varios extras).

Sin embargo, dentro de las posibilidades humanas están la fuerza y la capacidad de lucha. Usémoslas para salir adelante porque, si eres traductor ya conoces algunas de las leyes de Murphy que se nos aplican, a saber:

  • Los encargos urgentísimos pero muy bien pagados solo llegan tras haber aceptado un encargo urgentísimo pero mal pagado.
  • Tendrá que entregar el mismo día todos los encargos urgentísimos.
  • Si ha planeado un viaje o unas pequeñas vacaciones, coincidirá con el día en que tenía que entregar todos los encargos urgentísimos.
  • El encargo urgentísimo en el que pasó la noche trabajando, no lo necesitarán hasta pasado mañana.

Music melts all the separate parts of our bodies together

Ya no puedo traducir sin escuchar música; hacerlo en silencio me cuesta. Prefiero trabajar de noche porque no se oye nada, todo está tranquilo y es más fácil tener la música de acompañante.

Algunos de los músicos o bandas que me ayudan (seleccionados según el momento) son Bon Iver, Florence and the Machine, John Mayer, Coldplay o Mumford & Sons entre muchos otros. Cuando la letra me molesta (básicamente porque me sé las canciones y no puedo concentrarme en el texto mientras canto) opto por música ambiental del tipo Café del Mar o, aún mejor, Hotel Costes.

¿Qué escucháis vosotros mientras trabajáis?

Muñeca rusa

En este mundillo se utiliza mucho la imagen de los sombreros para decir que el traductor tiene que adoptar varias personalidades. Ya sabéis, no solo llevamos el sombrero de traductor sino que también nos ponemos el de gestor cuando nos ocupamos del papeleo, de economista cuando calculamos costes, damos presupuestos y hacemos la facturación, etc.

A mí me gusta más la idea de las muñecas rusas. El traductor que llevamos dentro y que es el alma de nuestro oficio se protege con varias capas de madera; capas que también son necesarias para el ejercicio de nuestra profesión pero, como pasa muchas veces si no montamos bien las muñecas, nos quedan un poco grandes también.

VAT killed the translation star

Con lo mucho que se habló, se habla y se hablará del aumento del IVA, se me ocurrió plasmar en un dibujo (de forma humorística, claro está) lo que puede pasarnos como traductores. Si me leen los clientes, repito: es humor y espero que nadie se sienta ofendido y recalco algo que ya se sabe: el traductor profesional es la mejor opción, evidentemente.

Dejando a un lado la calidad, si ya antes del aumento teníamos que batallar con la (in)competencia de Google Translate (la manera más rápida de obtener una traducción chapucerilla) o la prima/sobrina/secretaria con nociones de inglés (que tarda algo más pero seguramente cobre menos o nada, incluso), ahora con la subida me temo que se nos regateará más el precio o bien se optará por no hacer facturas. A mí me da que se van a dar bastantes casos de esto último. ¿Qué pensáis vosotros?

Y hasta aquí los desvaríos ilustrados 🙂

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Para otros dibujos e historias podéis consultar: