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Cuando hablamos de tabús casi lo primero que nos viene a la cabeza es el sexo. Puede que en ningún otro campo haya tanta jerga y tantos eufemismos como en el sexo y el erotismo; tantas maneras de nombrar lo innombrable.

Es muy difícil pensar en el lenguaje sexual sin ser consciente de todas las implicaciones que existen, incluso a nivel personal. Por ejemplo, si una persona usa muy pocas palabras sexuales o las evita directamente se le tilda de puritano o mojigato, pero si las emplea en exceso es alguien malhablado, obsceno, indecente, etc. Como afirma José Santaemilia, el sexo es quizá el discurso que más nos construye como seres ideológicos.

Ya habíamos hablado en este blog de cómo maquillamos la realidad con los eufemismos en castellano y cómo edulcoramos las cosas en inglés. Habíamos tratado las cuestiones políticas, económicas y hasta las más cotidianas. Ya era hora de abordar los eufemismos en el lenguaje sexual. Y como no solo de eufemismos y sinónimos vive el hombre, veremos también la etimología de algunos de los términos sexuales más comunes. Nunca te acostarás sin saber algo más.

A vueltas con la Biblia

Si el lenguaje sexual es delicado de por sí en nuestro día a día, aún más en la Biblia, el texto sagrado por excelencia (y ya sabéis que sexo y religión no maridan bien). Hay varias anécdotas al respecto, pero hay dos que me llaman la atención en cuanto a tabús y eufemismos.

Tom Cutler (a través del traductor Jofre Homedes) explica en Azotes y caricias (2013) que el Antiguo Testamento está repleto de alusiones sexuales en general, empezando por una de sus prohibiciones más famosas, «No cometerás adulterio» (el séptimo mandamiento). Por desgracia para un impresor de la Biblia, en 1631 el error de un cajista provocó la omisión de la palabra «no», con lo que la frase pasó a ser «Cometerás adulterio». El impresor fue multado y tuvo que reducir los libros a pulpa. En 2010 se puso a la venta por 89 500 dólares uno de los pocos ejemplares restantes de lo que muchos llaman la Biblia viciosa.

Eso le pasó a un cajista y fue un error, pero se ve que a los traductores de la Biblia algunas cosas les daban cierto apuro y encontramos uno de los primeros eufemismos. En el Génesis 47, 29 se dice: «Cuando los días de Israel tocaron a su fin, llamó a su hijo José y le dijo “Si he hallado gracia a tus ojos, pon tu mano debajo de mi muslo y hazme ese favor y lealtad; no me sepultes en Egipto”».

Los traductores lo habían suavizado un poco al convertir «pene» en «muslo». En esa época existía la idea de que si alguien hacía un juramento solemne y daba falso testimonio, sus testículos corrían peligro. De hecho, aquí se podría establecer una relación más: «testamento» y «testificar», que parecen compartir raíz con «testículo». Sin embargo, en delcastellano comentan que, en realidad, la raíz es la de tres y la de stare: el testigo es la tercera persona que hay en una situación delicada.

Al final, a la Biblia tendrán que ponerle unos adhesivos como se está empezando a hacer en el caso de las novelas eróticas.

¿Advertencia o estrategia publicitaria? Tal vez lo segundo.

¿Advertencia o estrategia publicitaria? Apostaría por lo segundo.

Argot sexual, eufemismos y disfemismos

Que las palabras son poderosas no es algo que lingüistas, traductores y demás amantes de lo escrito nos saquemos de la manga para justificar nuestras pulsiones (que también). El cerebro procesa las palabrotas —incluidas las sexuales— en las zonas más primitivas, las que gestionan las emociones y el instinto. De ahí viene el automatismo de soltarlas cuando te das un golpe en el dedo con la pata de una mesa, por ejemplo. La parte del cerebro en la que residen estas palabras es el hipotálamo.

Las palabrotas sexuales poseen un gran componente emocional; todo indica que estas «guarrerías» van ligadas al deseo y pueden tener un efecto estimulante en la pareja. Unos estudios han descubierto que esas palabras tan directas se graban más en la memoria que otras que no son sexuales ni emocionales, y provocan un efecto físico no solo en quien las oye, sino en quien las dice.

No obstante, las palabras que conforman el argot sexual están mucho más connotadas y, en muchos casos, son más graciosas que sus equivalentes más explícitos. Parece que no solo hay abundancia de eufemismos (grosso modo, palabras que embellecen el referente), sino también de disfemismos (palabras que las afean, como cuando llamamos «matasanos» a un médico o «loquero» a un psicólogo), pero esto lo veremos a continuación.

Eufemismos

El lenguaje tabú

Francisco Sánchez Benedito en su artículo «Eufemismo y fraseología sexual en inglés» (en The Language of Sex: Saying and Not Saying) nos explica de maravilla qué es y cómo funciona el lenguaje tabú y los eufemismos. Nos dice que en casi todas las lenguas hay palabras obscenas que se consideran indecentes y ofensivas para la moralidad sexual aceptada. En inglés, estas obscenidades también se llaman four-letter words, porque la mayoría tienen cuatro letras: to fuck, to come, to blow, to wank, cunt, cock, etc.

Aunque el rechazo social es evidente, el lenguaje tabú cumple unas funciones sociales muy definidas:

  1. Ahuyentar los males, como en el caso de los gritos obscenos del populacho romano a los generales triunfadores. Aunque hoy está en desuso, aún oímos expresiones como «¡Qué bien juega, el hijo de puta!».
  2. Expresar una agresión, humillación o insulto: son of a bitch, fucking bastard, silly bitch, asshole, motherfucker, etc.
  3. Expresar humor, que a menudo esconde el deseo de provocar o insultar  un determinado colectivo.
  4. Expresar excitación, como en el caso del lenguaje obsceno empleado por los amantes en el acto sexual.

Claro que, como explica Sánchez Benedito, a veces el término se desgasta tanto que termina por quedar vacío de significado, como ocurre con fucking. Para traducir estos términos habrá que tener en cuenta todo esto. Para un ‘Where’s the fucking paper?’ no hace falta un «joder» o el recurrente «puto», basta con un «¿Dónde está el dichoso papel» si se quiere o bien cambiarlo de sitio, por ejemplo, con un «¿Dónde leches está el papel?». Tampoco ahondaré en esto, puesto que ya lo abordé en un artículo sobre el lenguaje soez.

Como las obscenidades básicas no son socialmente aceptables, se buscan otras palabras que no hieran los oídos de las personas decentes, los eufemismos: decir «miembro» (the male member) en lugar de «pene» o «polla» (cock, prick, dick) o «acostarse» (to sleep with) en lugar de «follar» (to fuck).

El disfemismo también oculta la obscenidad, pero resalta los aspectos más grotescos o humorísticos de la palabra tabú, como cuando decimos «estar con el tomate» en lugar de decir que nos ha bajado la regla (en inglés, to have the painters in).

Lo curioso de todo es que, probablemente, muchas obscenidades nacieron como eufemismos: cock, usado ya por Shakespeare, procede del nombre dado al grifo de un barril en forma de cuello de gallo, de modo que tal vez empezó a usarse de forma eufemística en el siglo XVII.

Puede que hasta to fuck (cuya etimología se desconoce y se usa desde el siglo XVI) naciera como eufemismo, ya que podría estar relacionado con el latín pungere («pinchar») o con el francés foutre (del latín futuere) y el alemán ficken, con el significado primario de «golpear» y el secundario de «copular».

a) El acto sexual

Entremos ya en materia. Pongamos por ejemplo el acto sexual en toda su variedad: se llama «apareamiento» en zoología, «cópula» o «coito» entre los científicos, «acostarse» en registro informal, «relaciones íntimas» en los tribunales y en el bar encontramos todo un sinfín de términos, como «joder», «follar», «tirarse a alguien», «echar un polvo», «chingar», etc.

Y las etimologías son diversas también. Caso curioso es el de «follar», documentado desde 1732 con el significado de «soltar con fuelle»; en 1800 pasó a significar «soltar una ventosidad» y a partir de principios del siglo XX ya se documenta como «practicar el coito». Puede ser un simple doblete de «hollar» («pisar», como se hace con las uvas para obtener vino. En catalán existe el término coloquial «pitjar» en el mismo sentido que el castellano actual). Por su lado, Coromines, eminencia en etimología, dice que «hollar» viene de fullare.

Bebida espirituosa de nombre chocante para los españoles. El nombre se debe al apellido del dueño.

Bebida espirituosa de nombre chocante para los españoles. El nombre se debe al apellido del dueño.

La otra posibilidad es que «follar» venga de, o al menos esté relacionada con «folgar», que equivale a «gozar», como puede leerse en este párrafo de «La Celestina»: «…o me fingiré loco, por mejor gozar deste sabroso deleyte de mis amores, como hizo aquel gran capitán Ulixes por evitar la batalla troyana y holgar con Penélope su mujer».

En cualquier caso, está muy presente en nuestro idioma, junto con muchos otros vocablos y expresiones:

Abrir la almeja Azucarar el churro Beneficiarse
Cabalgar Calzarse Cepillarse
Dar candela Darle al tema Echar un casquete
Echar un polvo Encamisar el cilindro Endiñar
Ensartar Galopar Hacer el meteysaca
Jincar Llevar al huerto Meterla en caliente
Mojar el churro Montárselo Ñaca ñaca
Pasar por la piedra Plantar el nabo Poner mirando a Cuenca
Pulir la cacerola Regar la lechuga Remover el puchero
Revolcarse Romper muelles Sacar las telarañas
Taladrar Vaciar el cargador Zumbarse

Con respecto a los tabús y eufemismos, igual que cuando se habla de terminología general, es importante tener en cuenta de qué país estamos hablando. En Latinoamérica se usan con sentido sexual palabras que aquí carecen de esa connotación («coger», «tirar», «bicho», «concha», etc.). Un ejemplo gracioso es que en México suelen llamar «blanquillos» a los huevos (de gallina) para evitar la confusión con los masculinos.

b) El pene

Seguimos con el pene, del que se conocen más de cien términos latinos como vomer (arado) o penis, que significa «cola». Curiosamente, la cabeza de este órgano se llama «glande», del latín glans, «bellota». Todo está relacionado.

En cuanto a «polla», bueno, se dice que el pene y los testículos parecen un ave (los testículos serían las alas). Entre los romanos era frecuente este tipo de representación y en La interpretación de los sueños de Freud también se habla del tema. Solo basta con comparar con el vocablo inglés cock o el eufemismo en castellano, «el pajarito», y el catalán, «el pardal» (gorrión).

Como expresión, a «pollas en vinagre» se le atribuyen 2 orígenes: puede venir de la especialidad castellana de escabechar las pollas de agua (una especie de aves zancudas) y de la costumbre romana de conservar en vinagre los brotes frescos de los espárragos (pullus en latín), según nos cuenta Héloïse Guerrier en Con dos huevos.

Ilustración de David Sánchez para la expresión en el libro «Con dos huevos».

Ilustración de David Sánchez para la expresión en el libro «Con dos huevos».

Digresión etimológica aparte, la mayoría de los términos usados para designar las partes masculinas son más duros que las femeninas. Muchas veces toman nombres de armas y herramientas; el léxico es más activo.

Anguila Asunto Badajo
Banana Bandurria Bicho
Boa Brocha Butifarra
Canario Carne en barra Chorizo
Chupachups Churra Cigala
Cimbrel Cipote Ciruelo
Cola Flauta Freno de mano
Mango Manguera Mástil
Matraca Micrófono Minga
Monstruo de un solo ojo Morcilla Músculo del amor
Nardo Pajarito Picha
Pija Pirula Pistola
Pito Polla Porra
Salchichón Sardina Señor venas
Tercera pierna Termómetro vaginal Trabuco
Trípode Trompa Tronco
Vara Verga Zambomba

c) La vagina

Cuando decimos que alguien sabe latín es por algo. En cuanto a la vagina, una vez más, encontramos que tiene raíces latinas y su significado es «vaina». Lo mismo sucede con su exterior, que tiene el mismo nombre que en latín, «vulva». Y «coño» viene de cunnus, latín otra vez.

Sin embargo, cuidado con la expresión «Dar el coñazo», porque no viene del órgano genital; deriva del latín conatus («esfuerzo», «empeño» y de ahí, «conato» también).

Ilustración de David Sánchez para la expresión en el libro «Con dos huevos».

Ilustración de David Sánchez para la expresión en el libro «Con dos huevos».

Si en el caso masculino veíamos que abundaban las expresiones bélicas, en esta ocasión encontramos flores, moluscos y muchas palabras que empiezan por «c»:

Abrefácil Almeja Baticueva
Bollo Breva Castaña
Chichi Chirla Chirri
Chocho Chumino Concha
Conejo Coño Cosa
Cueva Estuche Felpudo
Hachazo Higo Hoyo
Hucha Jaula Marisco
Mejillón Panocha Papa
Papaya Partes pudendas Pepe
Potorro Sacapuntas Seta
Sonrisa vertical Tajo Toto

d) Los pechos

La palabra «pecho» procede del latín pectus, de ahí también «pectoral». Con «busto» empiezan las rarezas puesto que proviene del latín bustum que designaba la hoguera, el lugar donde se incineraban los muertos, y la tumba, el monumento funerario. Bustum deriva del verbo burere y urere (quemar). A su vez, los monumentos funerarios solían tener como adorno un busto del difunto. Curioso, ¿verdad?

Los equivalentes en argot, ya sean eufemismos o disfemismos, son variadísimos aunque, una vez más, muchos usan referentes alimenticios.

Airbags Albaricoques Aldabas
Almohadas Amigas Balones
Berzas Bolas Bongos
Brevas Bufas Calabazas
Cántaros Carretas Cocos
Delantera Domingas Flanes
Gemelas Globos Mamas
Mamellas Manolas Melocotones
Melones Misiles Mostrador
Niñas Pechugas Peras
Perolas Piñas Ramonas
Salvavidas Sandías Sobrinas
Tetamen Tetas Ubres

e) Otras etimologías

Cuenta Tom Cutler que «orgasmo», la petite mort en francés (¡qué savoir faire tienen siempre!), como palabra tiene origen en el siglo V a.C. y aparece en un texto de Hipócrates, aunque es muy poco probable que se refiriera a lo mismo que ahora. La palabra deriva del griego orgasmos, de organ, que viene a ser el ardor animal, la excitación, cólera. Para referirse a cólera se reintrodujo en las lenguas modernas allá por el siglo XVII.

«Mastrubación» viene del latín masturbatio, que a su vez podría proceder de manus («mano») y turba («alteración», «excitación»), pero también de manus stuprare («violar con la mano») o manus turbare («excitar con la mano»).

Siguiendo con el latín, encontramos «cunnilingus», que viene de cunnus («vulva») y de lingere («lamer»). También tiene ascendencia latina «felación», que procede de fellare, literalmente «chupar».

Baile de nacionalidades

El carácter humorístico de los disfemismos y los términos tabú en general se observa sobre todo en lo que llamamos «calumnias étnicas» (ethnic slurs) que, según Sánchez Benedito, son disfemismos usados como chiste a expensas de otras nacionalidades, como a French (un francés), a Greek (un griego), basados en la supuesta predilección de los franceses por el sexo oral y los griegos por el anal.

En inglés también se observa en Irish toothache (dolor de muelas irlandés) al hablar de una erección o Irish wedding (boda irlandesa) para referirse a la masturbación, ambos basados en la negativa de los católicos irlandeses a usar métodos anticonceptivos por escrúpulos religiosos.

Un ejemplo curioso es el del tit fuck o titty fuck inglés, que en castellano llamamos «una cubana». Resulta que para Portugal, Italia, Francia, Polonia, Alemania, Austria, Suiza y Grecia, el gusto es nuestro y a esa práctica la llaman «una española». En Argentina, por otro lado, es «una turca». Y dentro del mismo inglés hay divergencias, en la variante norteamericana se le llama Dutch fuck («una holandesa») mientras que en la británica es French fuck, con lo que hay que llevar cuidado porque, en castellano, «un francés» es sexo oral.

Como último ejemplo encontramos la sífilis. El nombre «sífilis» fue creado por el poeta y cirujano veronés Girolamo Fracastoro en su poema épico latino Sýphilis sive morbus gállicus en 1530. El protagonista de la obra es un pastor llamado Sífilo. Sífilo y sus amigos desafiaron al dios griego Apolo, por lo que este los castigó con la enfermedad.

Según la Wikipedia, «las distintas denominaciones asumidas entre los siglos XV-XVI demuestran de manera inequívoca la vasta extensión de la enfermedad y el deseo de echar la culpa a los países vecinos». Así pues, en Italia se conocía como «sarna española»; en España fue «morbus gallicus» («mal francés») o «morbo gálico»; en Portugal se le llamó «mal español», igual que en los Países Bajos; en Rusia era la «enfermedad polaca»; en Turquía, la «enfermedad cristiana» y en Tahití, la «enfermedad británica».

Sea como sea, aunque la tolerancia social hacia los términos y frases de carácter sexual sea mayor actualmente, aún se observa cierto afán por evitar referirse a los órganos y actos sexuales con términos claros y directos. Seguimos echando mano a eufemismos y disfemismos que cumplen la función social de atenuar el objeto tabú.

Esto es lo que sucede en cuanto a lengua, en el próximo artículo hablaremos de literatura y sociedad: abordaremos la censura de las obras eróticas. Así pues, ¡hasta la próxima!

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Para saber más:

  • Chamizo Domínguez, Pedro & Francisco Sánchez (2000). Lo que nunca se aprendió en clase: Eufemismos y disfemismos en el lenguaje erótico inglés, Granada: Comares.
  • Chamizo Domínguez, Pedro (2008). Tabú y lenguaje: las palabras vitandas y la censura lingüística.
  • Cutler, Tom; Homedes, Jofre (traductor) (2013). Azotes y caricias. Una historia irreverente del sexo. Barcelona: Random House Mondadori.
  • Guérrier, Héloïse; Sánchez, David (ilustrador) (2014). Con dos huevos. Bilbao: Astiberri.
  • Santaemilia, José (ed.) (2005). The Language of Sex: Saying & Not Saying, Valencia: Universitat de València.