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Si en el último post hablábamos de las ventajas de trabajar desde casa, la entrega de hoy versa sobre lo malo, una vez más con el punto de vista ácido de The Oatmeal.

Veamos, en primer lugar:

¡No diría tanto! Es por eso que los traductores solemos tener mascotas o un cactus, por lo menos puedes hablar con ellos (aunque no te respondan). Pero es verdad que la falta de contacto social a veces dificulta un poco las cosas.

En segundo puesto pero batallando por el primero:

¡Ay! Ahí me han pillado. Cuando no es facebook, es twitter y cuando no, pinterest, tumblr o youtube… Trabajar delante de un ordenador es como hacerlo frente a una ventana que da a un parque o a una calle ajetreada de una ciudad. Siempre hay algo que te llama la atención.

Y si no, como explica Darío Giménez en un post de su blog «Un traductor de a pie», las distracciones que ocurren en tu propio edificio: vecinos, vendedores, testigos de Jehová… Afortunadamente a mí no me molestan mucho, solo los del agua y los de Endesa que llaman al timbre directamente porque saben que estoy en casa para abrirles.

En el número tres:

Yo diría que lo más difícil es que ambas partes trabajen en casa. Eso sí puede llegar a ser tenso. Cuando solo es uno, bueno, es más soportable.

A mí parecer, lo que más cuesta es mantener el equilibrio tareas de casa-trabajo en casa. De algún modo, estar en casa implica que siempre haya (o la otra persona crea que hay) un momentillo para poner lavadoras, tender, hacer la comida, limpiar… Como consejo, es mejor que todo esté claro antes de entrar en una dinámica de este tipo. Trabajar en casa es exactamente eso: trabajar dentro de ella pero no tener que ocuparse de los quehaceres de un hogar.

En cuarto puesto:

Es fácil descuidar la alimentación y la salud cuando tienes el pandero pegado a la silla todo el día. Es importante no sucumbir a los aperitivos y bebidas azucaradas y mantener una dieta equilibrada, o todo lo equilibrada que sea posible.

La ergonomía es esencial; para este tema recomiendo leer La linterna del traductor. Es una cuestión a tener en muy cuenta y eso que no soy el ejemplo a seguir, que termino con las piernas cruzadas sobre la silla en plan faquir y luego no hay quien camine con las cosquillas que me entran.

En cuanto al ejercicio físico, echadle un ojo a este post de Núria Viver. Tendré que empezar a aplicármelo pronto o acabaré jorobada…

Y, por último:

Esto último tiene fácil solución: las redes sociales y es que, por suerte, los traductores somos gente social, aunque a veces no lo parezca («no, hoy no puedo quedar, tengo que terminar una peli», «…es que me ha entrado una traducción urgente»).

Gracias a twitter, a los blogs y a los foros de Proz.com, por ejemplo, hoy es más fácil que nunca reír, llorar y compartir penas y alegrías con compañeros incluso a los que no has visto nunca en persona. Por que, ¿quién mejor que nosotros para hablar de las fricadas propias de los traductores?

Como resumen de lo hablado en los últimos posts, siempre que pueda elegir, optaré por trabajar en casa. En general creo que me compensa, aunque puede que no todos los traductores piensen lo mismo, evidentemente.