Etiquetas

, , , , , ,

Una de las preguntas que más me hacen compañeros y estudiantes de traducción —justo después de «¿cómo empezar a traducir?» y «¿cuánto se cobra por palabra?»— es cómo enseñar lo que se sabe hacer o, en otras palabras, cómo crearse un porfolio de traducción que vaya más allá del CV. Así pues, hoy vengo con mi respuesta larga, la que normalmente guardo para cuando hay un cafelito de por medio.

Spoiler: no hay una sola forma correcta, pero sí maneras de hacerlo sin perder la cabeza por el camino.

Si ya tienes horas de vuelo

Si llevas un tiempo traduciendo, enhorabuena: ya tienes material que mostrar. Pero un porfolio no es una lista de «todo lo que he traducido desde 2011» (aunque la tentación esté ahí). No se trata de demostrar que sabes usar Word desde el XP, sino de demostrar tu criterio y tu voz profesional.

Empieza por seleccionar los proyectos que te representan de verdad: los que reflejan tu estilo, tus especialidades o el tipo de encargos que te gustaría seguir recibiendo. Esa guía sobre carretillas elevadoras de 2022 puede quedarse fuera, por mucho cariño que le tengas (salvo que vaya dirigido a empresas del sector, ojo).

Añade un poco de contexto. En lugar de limitarte a «Traducción de la novela X», explica brevemente de qué iba el encargo: el género, el tono, la editorial, los retos específicos. Algo como «Traducción de una novela romántica ambientada en el Ártico, donde mantener la tensión entre la emoción y el humor sarcástico del narrador fue clave». Eso dice mucho más de ti que una simple línea de texto. Si usas traducciones propias y quieres enseñar esos textos, te aconsejo un formato apaisado, por ejemplo, en el que pongas a un lado el fragmento en el idioma de origen y, en el otro, tu traducción.

Si el libro está publicado, enlázalo. Si hay fragmentos disponibles en línea, también. Cuantos menos clics tenga que hacer el lector, mejor. Y cuida el diseño: puede ser una página web, un PDF bonito o una sección en LinkedIn, pero sin muchas florituras ni tipografías recargadísimas. Respeta a tu yo traductor… y al ojo ajeno. Más abajo te doy algunas herramientas para que puedas trastear un poco.

Piensa en tu porfolio como en un escaparate de librería: no se trata de enseñar todos los libros del almacén, sino los que harían que alguien se detuviera y dijera «quiero ese». Un ejemplo fabuloso de este tipo de porfolios es el catálogo físico que usa mi amigo Lawrence Schimel para llevar a ferias del libro y cuyas páginas de muestra te enseño aquí mismo. Esto es un nivel muy muy profesional, ¿eh?, pero no es necesario hacer lo mismo. Piensa en qué te puede funcionar a ti.

Si aún no tienes experiencia

Aquí suele entrar el pánico: «pero ¿cómo voy a montar un porfolio si todavía no me ha contratado nadie?». Respira. Todos hemos empezado ahí. Todos.

Un porfolio no tiene por qué incluir (solo) trabajos remunerados. Lo que quieres es mostrar de qué eres capaz. Y eso se puede hacer de muchas formas.

Empieza por crear tus propias muestras. Elige textos representativos del tipo de traducción que te gustaría hacer —literaria, técnica, audiovisual, marketing— y traduce pequeños fragmentos. Coméntalos si quieres: explica las decisiones que tomaste, el tono que buscabas o los retos del texto. Eso demuestra criterio y conocimiento, incluso sin cliente de por medio. Y si eliges un texto publicado, recuerda dejar claro que es una muestra no comercial.

Otra opción es montar proyectos propios. Un blog, un boletín, una cuenta de Instagram donde hables de curiosidades lingüísticas…, todo eso cuenta. También puedes participar en proyectos colaborativos, revistas o traducciones voluntarias. No regales tu trabajo eternamente, pero una colaboración puntual te da experiencia real y visibilidad.

Y si no tienes todavía material traducido, enseña tu proceso. Explica cómo trabajas, cómo investigas, cómo resuelves un problema de estilo o terminología. Eso transmite profesionalidad y madurez, incluso al principio del camino.

Herramientas útiles

Aquí es donde muchos se bloquean: «¿y ahora dónde lo pongo?». No hace falta complicarse ni saber programar. Lo importante es que el formato sea claro, coherente y fácil de mantener actualizado.

Si te apetece tener una web, WordPress sigue siendo el clásico. Permite personalizarlo todo y tener tu propio dominio. Wix y Squarespace (en soluciones / ejemplos de clientes) son opciones más visuales y rápidas de montar, perfectas si no quieres pelearte con la parte técnica. Y si prefieres algo más minimalista y funcional, Notion funciona muy bien como dosier digital; aquí tienes algunas ideas más.

Por otro lado, también está Clippings, con el que puedes crear porfolios de traducción y redacción como este de Pablo Montero, así de rápido y fácil.

Si lo tuyo es el formato descargable, Canva es tu aliado. Tiene plantillas fáciles de adaptar para crear un PDF limpio, con enlaces, capturas y una estructura profesional que puedes enviar por correo sin sufrir por los márgenes.

Y si quieres alardear de muestras online, Behance o Contently te permiten subir fragmentos, enlaces y proyectos, incluso aunque no sean de diseño. LinkedIn también puede servir: usa la sección «Destacados» para añadir enlaces, publicaciones o muestras en PDF.

No importa tanto la plataforma como la coherencia entre lo que enseñas y lo que dices que haces. Elige un formato que puedas mantener sin que te entren ganas de tirarte de los pelos cada vez que haya una actualización.

En resumen

Tu porfolio no es un álbum de cromos, sino una narración visual y textual de quién eres como profesional. Debe reflejar tus intereses, tu estilo, tus fortalezas… y, sobre todo, que te tomas la traducción en serio. Tengas o no experiencia, el truco está en mostrar potencial: el de tu trabajo, tu criterio y tu pasión por las palabras. Porque sí, se nota cuando la tienes.

Y si al montarlo te asaltan las dudas («¿y si no soy lo bastante bueno/a?», «¿y si esto no le interesa a nadie?»), recuerda: todos los traductores hemos pasado por ahí. Lo importante es seguir traduciendo, aprendiendo y afinando tu voz.

Tu porfolio evolucionará contigo. Y eso, sinceramente, es lo bonito de esta profesión, que nunca dejas de crecer.

***

Más información y enlaces útiles: