El principio de mi carrera profesional como traductor especializado en videojuegos estuvo marcado principalmente por dos características: métodos que algunos podrían calificar como poco ortodoxos y suerte… mucha suerte.

Para empezar, se me podría considerar un intruso de la profesión ya que mi formación universitaria fue de psicología y no de traducción e interpretación, pero las circunstancias me llevaron hasta donde me encuentro actualmente. Y el elemento desencadenante fue la traducción como fan de un videojuego llamado Subnautica.

Al tiempo que realizaba mis estudios universitarios y, posteriormente, de máster, estuve dedicado a su traducción durante su desarrollo como el miembro más activo de la comunidad española y su administrador. Poco después de su lanzamiento, vi la luz del mismo modo que House tiene la revelación sobre el auténtico problema de sus pacientes y vi un futuro profesional donde antes no había nada.

Así comencé a formarme e informarme sobre la profesión especializada en el ámbito de los videojuegos. Las casualidades me llevaron a un curso online que me llevaría después hasta un curso presencial impartido por grandes profesionales de todos los ámbitos del sector. Eso por un lado.

Por el otro, dedicaba varias horas por semana para estudiar y analizar posibles fuentes de trabajo, estuviesen o no en mi especialidad. Grupos de Facebook, páginas web, foros, redes sociales… Todos los recursos valían para métodos de búsqueda activa (buscar activamente ofertas y oportunidades de traducción) y pasiva (establecer un sistema de notificaciones donde fuera posible para ver nuevas ofertas disponibles).

No voy a negar una realidad, más de una vez encontraba una pared en cada esquina. ¿Frustrante? Quizás. Alguna vez sentía que mis esfuerzos eran en vano, pero era algo que duraba apenas veinte minutos. Después reanudaba mi búsqueda. Otras (concretamente la primera), preguntabas de pasada y la siguiente pregunta que recibías era «¿Cuáles son tus tarifas?». Ay… la tarifa. Esa gran desconocida. No voy a extenderme en este asunto porque daría para una historia larga, así que me limitaré a decir que el desconocimiento me llevó a empezar con una tarifa baja… MUY baja. Puede que fuera un error, pero investigando y PREGUNTANDO fui aprendiendo y la tarifa fue aumentando y ajustándose a las necesidades de cada proyecto.

Además, dice el dicho que «quien la sigue, la consigue», y doy fe de ello. El esfuerzo y la perseverancia, por poco que parezcan funcionar, terminan dando sus frutos. La búsqueda pasiva dio como resultado la prueba para un proyecto de traducción, fuera de mi especialidad, para la que requerían marketing (de lo que tampoco tenía ni tengo formación) y de la que salí seleccionado. Fueron más de 90K palabras y fue uno de mis primeros proyectos.

La búsqueda activa, a la par que la más frustrante, es la que después resultaba más gratificante cuando daba resultados. Pero ¿a qué me refiero con búsqueda activa? Para describirlo de forma genérica, hay que buscar posibles clientes que estén desarrollando su producto y que pueda tener posibilidades de localización. Pero no solo eso. Hay que estudiar la viabilidad del producto, la propia empresa, buscar los métodos de contacto disponibles y sopesar cuál es el mejor acercamiento para cada situación, de modo que nos escuchen.

Sin embargo, puede que este método poco ortodoxo no pueda ser generalizado. No siempre sabemos qué producto o proyecto puede estar formándose entre las sombras porque no hay forma de verlo. En el campo de los videojuegos, esto resulta bastante transparente, pero en otros quizás no tanto.

Por eso no hay que tener miedo y hay que preguntar a otros profesionales que ya lleven tiempo asentados. Pero no me refiero a «¿Me podrías dar trabajo?» o «¿Qué tengo que hacer?». A veces puede ser tan sencillo como preguntar por sus comienzos para conseguir referencias. Ellos han pasado también por la casilla de salida y pueden ver en nosotros la dedicación que tenemos. No nos darán el trabajo ni nos allanarán el camino solo por nuestra cara bonita, pero pueden enseñarnos una POSIBLE dirección. El resto dependerá de nosotros.

Y por frustrante que pueda ser que el 90 % de las veces no contesten a nuestros mensajes y que el 9,9 % restante sean callejones sin salida, siempre queda un 0,1 % que llegará buen puerto. Yo me he estrellado, he podido no conseguir nada tras horas o días luchando, pero al final, siempre surge la oportunidad.

Y nunca hay que dejar de aprender, sea por nuestra cuenta o de los demás profesionales, porque, aunque parezca que no, están muy dispuestos a tendernos la mano para orientarnos.

Estudia el campo en el que quieres especializarte (si es que hay uno), identifica a los profesionales adecuados para aprender de ellos (pero sin ahogarles), no dejes de aprender y formarte por tu cuenta, acepta los fracasos y aprende de ellos, celebra tus éxitos, enfréntate a pruebas de traducción tantas veces como haga falta y, lo más importante, no te ahogues en un vaso de agua, usa ese tiempo para seguir avanzando o preparando el terreno por el que quieres pisar.

Sinceramente, creo que me he dispersado un poco, así que si queréis hacerme alguna pregunta en particular, no dudéis en contactarme.

*Encontraréis a Brice en Twitter y en LinkedIn.

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Poco puedo añadir a este testimonio. Brice nos demuestra que es posible reorientar tu futuro profesional para hacer algo que realmente te llene. Que con formación, tesón y llamando a las puertas adecuadas, es muy factible.

Remarca la importancia de relacionarse y de pedir ayuda a los más experimentados, pero sin pedir trabajo directamente, sino orientación; esa mano amiga que nos pueda echar un cable. No subestimemos nunca el factor humano, porque, por suerte, somos un gremio muy solidario en general.