Tras el descanso estival, volvemos a la carga con más testimonios y más contenidos. Esta semana contamos con las experiencias de Martín Díaz y Yasmina Casado.
MARTÍN DÍAZ MORENO
Cuando terminé el Grado en Traducción e Interpretación en 2017 (Universidad de Valladolid), si algo tenía claro, era que quería continuar ejerciendo esta profesión. Puede sonar algo obvio, pero mi propia experiencia (más bien la de mis compañeros de carrera) me ha hecho darme cuenta de que una gran parte de los estudiantes de TeI, al terminar su grado, no continúan con su profesión de traductores o intérpretes, sino que cursan másteres para trabajar de profesores, diplomáticos, etc.
No obstante, yo no me dejé llevar por los cantos de sirena: «no vas a tener trabajo estable de traductor», «es muy inseguro», etc. Como decía una profesora mía de la carrera: That is all bla bla bla. Yo lo tenía claro, quería al menos intentarlo y, sobre todo, especializarme en la rama que más me llamaba la atención, la traducción audiovisual.
Así pues, decidí cursar el Máster en Doblaje, Traducción y Subtitulación de la Universidad Europea de Madrid (sí, es privada). Si bien no me arrepiento de haberlo hecho, puesto que he tenido grandes oportunidades con profesionales del sector, es cierto que no sé hasta que punto hay diferencias con los másteres públicos en otras universidades como Cádiz o Barcelona. Lo que está claro es que yo quedé muy satisfecho con mi año en Madrid.
De la mano de mi máster tuve la oportunidad de hacer prácticas en algunos de los mejores estudios del país, lo que me abrió un poco la puerta al finalizar los estudios.

Lo que nadie me dijo fue que esto de ser autónomo es mucho más que sentarte en pijama a traducir delante del ordenador. Al principio puedes sentirte abrumado, pero si consigues contactar con alguien que pueda aconsejarte bien acerca del tema «autónomos» (yo he tenido la suerte de que mi padre también lo es y me ha podido ayudar) y pagas una cuota a un gestor para que te lleve las cuentas, todo resulta un poquito más fácil.
En cuanto al propio trabajo de traductor, al principio es complicado. Aún me encuentro en esta etapa temprana yo también. Han pasado 10 meses desde que terminé el Máster y he tenido bastante suerte con algunos encargos y proyectos, pero sigue sin ser un volumen de trabajo que dé para vivir. Sigo sin desistir, eso sí. La clave creo que es no desfallecer: me levanto todas las mañanas entre semana tenga o no encargos para hacer y busco agencias o estudios audiovisuales a las que no haya echado mi CV. Y si no contestan, a picarles a la puerta a las que estén aquí en Madrid. Será por tiempo…
A veces se hace duro levantarse y no tener nada que hacer, pero por lo que tengo entendido de muchas otros profesionales, los primeros meses (incluso años) son muy difíciles hasta que llega la oportunidad de oro. Yo aún sigo esperando la mía para asentarme en un mundo difícil pero ilusionante para los que amamos esta profesión. ¡Ojalá tengamos suerte!
*Martín tiene blog, perfil en LinkedIn y podéis escribirle un correo.
Desde que era una cría siempre me han fascinado los idiomas.
En 2012 me metí a Estudios Ingleses (aquí donde me veis, venía de hacer un bachillerato de ciencias puro, así que me era imposible acceder a TeI) y ahí no solo profundicé en mis conocimientos del inglés y descubrí otros maravillosos idiomas, sino que también tuve mi primera toma de contacto con la traducción… y me enamoré.
Al acabar la carrera decidí hacer el Máster de Traducción Audiovisual: Localización, Subtitulación y Doblaje del ISTRAD. ¿Y por qué me decidí por este? Pues en parte porque tenía muy buena pinta y el precio era asequible, pero principalmente porque me ofrecían algo que considero vital para hacerse un hueco en el mundo de la traducción: prácticas de empresa. Fueron tres meses intensos en los que aprendí muchísimo y pude poner en práctica todo lo que había aprendido, y la recompensa a mi esfuerzo fue que dicha empresa se convirtió en mi primer cliente. A partir de ahí, para seguir creciendo, eché mano de una sencilla fórmula: investigar el mercado laboral, echar currículum como si no hubiera un mañana (con cabeza, eso sí) y seguir formándome y especializándome. Y esto lo hago siempre que tengo un ratito libre. Al margen de eso, procuro tener mi perfil de Linkedln organizado, actualizado y bien clarito (aunque esta asignatura está algo pendiente), sigo por redes sociales a varios compañeros e intento aprender todo lo que puedo de ellos a la vez disfruto de su trabajo, me hice socia de ATRAE, una asociación que ofrece cursos profesionales, una bolsa de trabajo y que vela por los intereses y derechos de los traductores audiovisuales…

Es cierto que apenas llevo un año y medio trabajando en este sector y no tengo ni la experiencia ni la cartera de clientes que muchos otros compañeros ya veteranos, pero creo que precisamente por eso puedo empatizar algo mejor: porque hasta hace nada estaba en vuestra piel y estaba igual de cagada que vosotros.
Y no voy a mentiros, meter un pie en el mundillo cuesta lo suyo y quedarse en él otro tanto. Hay épocas de sequía y épocas en las que tengo que rechazar trabajo porque no doy abasto, épocas en las que las empresas ignoran mi existencia y épocas en las que pasas una prueba de traducción y parece que te vas a comer el mundo, épocas en las que las tarifas son más bajas de lo que me gustaría pero hay que pagar las facturas… Es un camino difícil, pero no es imposible.
Y si tenéis dudas, miedos o queréis algún consejo, preguntad, preguntadme a mí, preguntadle a Scheherezade, preguntadles a otros compañeros, que es un gremio fantástico y con gente maravillosa dispuesta a ayudaros.
Y creedme, si os apasiona tanto este trabajo como a mí, todo habrá merecido la pena.
*Si queréis saber algo más de Yasmina, podéis encontrarla en LinkedIn.
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Martín dice algo muy interesante en su testimonio: «ser autónomo es mucho más que sentarte en pijama a traducir delante del ordenador». Así es. Como autónomos, no solo realizamos las tareas propias lingüísticas de la profesión (documentación, traducción, revisión, transcripción, etc.), sino que además debemos gestionar bien el apartado profesional (búsqueda de clientes, preparación de presupuestos, gestión de reclamaciones) y el financiero (facturas, declaraciones trimestrales, posible cobro de deudas, etc.).
También da en el clavo cuando dice que al principio es complicado y que la clave es no desfallecer. Es algo que ya se ha mencionado en este blog y en otros testimonios. Sí, cuesta abrirse camino, que te den esa primera oportunidad que se convierta en una línea más de experiencia demostrable, pero eso no significa que sea imposible. ¿Frustrante? Mucho. Al poco de graduarme me sentía fatal por no encontrar nada de trabajo. Por enviar correos electrónicos a diestro y siniestro, apuntarme a todas las ofertas de ProZ que podía… y nada. Hasta que ese nada es un «venga, te hacemos una prueba» y sigues llamando a más y más puertas, y alguna más se va abriendo con el tiempo.
Esto una carrera de fondo, también lo decimos mucho, pero es así. Se dice que se tarda un par de años en conseguir cierta estabilidad, pero tampoco os fieis, cada persona es un mundo y la suerte y las circunstancias personales influyen mucho. Eso sí, marcaos un rumbo, poneos objetivos y aprovechad estas mañanas de silencio para retocar el currículo, revisar los perfiles profesionales que tenéis en las distintas redes, buscar clientes que os interesen y presentaos de forma individual. Poco a poco se hace camino.
Yasmina, por su parte, hace hincapié en la formación y el reciclaje profesional. Es importante estar al día en este sector, no solo por las nuevas herramientas que pueden hacernos la vida un poco más fácil, sino también por cómo se están moviendo las tarifas y en qué dirección va la profesión. Por eso, como ella dice, es tan importante asociarse y hacer piña como traductores.

La traducción es una auténtica montaña rusa (como cualquier otra profesión, vaya, llena de altibajos). Puedes tener una temporada sin parar en la que los encargos llegan sin buscarlos y luego otra de sequía en la que parece que tienes que ir llamando e insistiendo. Yo misma he tenido un agosto demasiado tranquilo y un principio de septiembre de trabajo excesivo. Y estos altibajos no se dan solo en cuanto carga de trabajo. Puede que un día te feliciten por una traducción brillante y al otro te den un toque de atención. Y no pasa nada. Atesoramos lo bueno y aprendemos de lo malo. No somos maquinitas; no todos los días nos cunden igual ni estamos igual de inspirados. Lo importante es no bajarse de la atracción y seguir adelante.
¡Hasta la próxima semana!