«El que nunca haya cambiado una «b» por una «v», olvidado una «h» o una tilde o se haya comido alguna que otra letra para acortar una palabra, que tire la primera piedra.» Podría ser una buena frase lapidaria (y nunca mejor dicho).
Profesores, lingüistas, correctores y traductores solemos ser muy tiquismiquis por lo que respecta a la ortografía pero, en realidad, estos pequeños errores ortográficos pueden salir muy caros tanto a los consumidores como a las empresas.
La prueba del delito
El año pasado se publicó un artículo que hablaba precisamente de esto. Un empresario online afirmaba que la mala ortografía le estaba costando millones de libras al Reino Unido.
Charles Duncombe, que dirige sitios web de viajes, teléfonos móviles y ropa, exponía que la mala ortografía es un problema grave para la economía online. Al analizar las cifras de un sitio web, decía, se observa que un solo error de ortografía puede reducir a la mitad las ventas online. Las cifras de ventas indican que las faltas de ortografía disuaden a los consumidores porque recelan de la credibilidad del sitio web. Evidentemente, los textos no se redactan solos y Ducombe hablaba también de las dificultades que tenía para contratar personal que supiera escribir bien.
William Dutton, director del Oxford Internet Institute, reconoce que en algunas áreas informales de Internet, como Facebook, existe una mayor tolerancia y laxitud por lo que respecta a la ortografía y la gramática. Sin embargo, los errores ortográficos en una página de inicio o en una oferta comercial pueden plantear dudas acerca de la confianza y la credibilidad del sitio. «En estos casos en los que al consumidor le preocupan el spam o el phishing, una palabra mal escrita podría suponer un gran problema.»
Y con razón. ¿Quién no ha recibido un email así o se le ha abierto una ventanita de este tipo? ¿No se nota a la legua que es falso? Y eso que no es de los peores. Lo que falla aquí es más bien la construcción de las frases en sí:
El siguiente caso es el más típico: «Si tu línea fue faborecida«, «recorda que tu línea»… Fijaos también en el batiburrillo de lenguas.
Y ya no hablemos solo de phishing. ¿No da mala imagen que una empresa de renombre como FNAC publique textos con faltas de ortografía? Por ejemplo, la siguiente imagen es de una publicidad por email de FNAC el día del libro en Cataluña de este año.
¿Descuente? Aún no entiendo el origen de este error. En catalán es «descompte». De haber pasado por un traductor automático, como el sustantivo «descuento» se corresponde también a la primera persona del verbo, lo más normal sería que hubiera traducido «descompto», pero no la palabra que finalmente salió publicada.
¿Y qué me decís de las faltas que campan por las modernas aplicaciones para smartphones? Me da a mí que algunas vienen del inglés, como en este caso. Refrescos los hay de todo tipo (limón, naranja, cola) pero, no sé vosotros, yo no he probado aún ninguno de «elementos».
¡Si hasta las hay en el tan popular Apalabrados! ¿Felicitaciones? ¿No será «felicidades»?
¿Se entiende el mensaje? Sí. ¿Sangran los ojos? Psé. Pero, ¿no creéis que es muy cutre que se gasten una buena suma en desarrollar y comercializar algo para luego no echarle un vistazo?
Jugando al desconcierto
Aunque no siempre las faltas son despistes. A veces, en la publicidad de las grandes empresas es frecuente el uso palabras coloquiales o juegos de palabras inventadas para agradar a los consumidores. Un ejemplo sería el de 7up “pura refrescancia”:
La palabra «refrescancia» no existe según el diccionario de la Real Academia Española. El problema es que, muchas veces, las personas creen que estas palabras son correctas y las empiezan a utilizar sin saber que tan solo es una técnica de la empresa para llamar la atención. ¿A que aún recordáis lo del ziritione?
Otro caso memorable fue el error que el centro comercial Illa Diagonal, en Barcelona, perpetró en su publicidad en 2002.
Letra blanca. Fondo negro. Fallo garrafal.
Al principio de las rebajas se habló muchísimo de este cartel y al final resultó que habían usado esa falta elemental («revaixes», que no «rebaixes») como reclamo comercial. El mismo centro tuvo que reconocer que respondía a una estrategia de marketing que pretendía que los ciudadanos comparasen la bajada de los precios con la transformación de la «b» en una «v».
A río revuelto…
Sin embargo, estos errores ortográficos (los no intencionados, se entiende) pueden tener su contrapartida, ya que las malas noticias para las empresas se convierten en buenas oportunidades para los consumidores. Por ejemplo, la compañía Typo Buddy encuentra productos ofertados en eBay o en otras webs de subastas y ventas online siempre y cuando el anuncio contenga faltas de ortografía.
Estos anuncios son menos visitados porque no aparecen en las búsquedas debido a sus errores tipográficos (en lugar de «polo Abercrombie» quizá la marca en el anuncio rece «Abercombie» o «Abrecombie» o cualquier otra variante), los productos no suben de precio y así los usuarios de Typo Buddy pueden conseguirlos con un precio inferior.
El futuro
Pues como tantas otras cosas actualmente, lo veo un poco negro. Volviendo al artículo, Ducombe comenta que, al contratar al personal, muchas de las solicitudes de empleo contienen errores de ortografía o muestran una gramática que deja mucho que desear. «Algunas personas incluso utilizan el lenguaje de los sms en su carta de presentación e incluso aquellos que parecían ser capaces de escribir en un principio, al someterles a una prueba escrita y sin acceso a un corrector ortográfico, tuvieron problemas con la ortografía.»
Resulta que en el Reino Unido el 42% de los empresarios no está satisfecho con las habilidades de lectura y escritura de los estudiantes que acaban el instituto (o la universidad, incluso) y prácticamente la mitad ha tenido que invertir en formación para que su personal tuviera una buena base de partida. «Esta situación es un problema real y el gobierno debe hacer de la mejora de la alfabetización básica una prioridad.»
Y ahí voy ahora, como broche final, ¿cómo se come eso en un momento en el que se recorta hasta en educación?
Lo que más me sorprende son los innumerables errores de todo tipo que aparecen en las escrituras públicas: faltan palabras completas, los comparecientes pueden tener hasta tres versiones de sus nombres en un mismo documento, y muy a menudo hay verbos singulares cuando los sujetos son plurales o vice versa.
Lo de los nombres me parece una barbaridad. En algo tan oficial y oficioso como un documento de ese tipo deberían llevar más cuidado, ¿no?
Muy buenos ejemplos de auténticas barbaridades en español y catalán. Qué lástima que ese respeto por la ortografía que siempre nos han inculcado desde pequeños se pierda por comodidad en el lenguaje SMS y en las redes sociales. Las tecnologías de la información y de la comunicación actúan a veces como generadores de desorden y errores contagiosos de escritura. Y no es esta la función que deberían tener. Un saludo.